Para muchos de los que visitan la Tierra de Hielo, la Ring Road es una especie de Santo Grial. La ruta emblemática para “conocer toda Islandia”. Durante el invierno, también se convierte en el reto a superar por aquellos viajeros más intrépidos, que se atreven a abandonar la relativa seguridad del sur de la isla. Es cierto que los 1.321 kilómetros de Þjóðvegur 1 pasan, literalmente, junto a muchos lugares fascinantes. Y que, comparada con la mayor parte de las carreteras secundarias de Islandia, durante los largos meses invernales resulta una ruta aparentemente sencilla y cómoda. Además de ser la única opción en buena parte de la costa meridional. Pero limitar tu viaje a la Ring Road hará que te pierdas innumerables maravillas, que muchas veces están tan solo unos kilómetros más allá. Y, sobre todo, te impedirá conocer una Islandia más íntima y solitaria. Aquella que, al menos de momento, logra escapar de los circuitos turísticos.

Itinerario Islandia invierno 2023

Itinerario Islandia invierno 2023.

En mi tercer viaje invernal a Islandia, tan solo tenía un objetivo claro. Quería visitar los Fiordos del Oeste, una de las regiones más mágicas de la Tierra de Hielo, en pleno invierno boreal. Todo mi itinerario giraría alrededor de esta idea. A pesar de contar con 17 días de viaje efectivo, entre mi aterrizaje en Keflavik y mi regreso a Madrid, encajaría la ruta por los Fiordos del Oeste en la primera mitad del itinerario. Quería disponer de un margen lo más holgado posible, por si la parte más complicada del viaje acababa torciéndose y me quedaba bloqueado en la esquina noroccidental de Islandia. El resto del itinerario quedaba completamente al albur de la fecha en que lograra salir de Vestfirðir y del estado del clima y las carreteras en ese momento concreto. Aún más que en mi anterior periplo por la isla, el único plan era improvisar, dejándome llevar por las circunstancias.

  • 6 de febrero. Llego a Keflavik pasada la medianoche, en medio de un intenso vendaval. Directamente a dormir al hotel.
  • 7 de febrero. El plan es llegar desde Keflavik a Reykholt. Comienzo dando un rodeo por el sur de Reykjanes, para después improvisar una ruta, atravesando la carretera 42, que me permite visitar el lago Kleifarvatn en invierno.
  • 8 de febrero. De momento, no tengo prisa. El ferry en el que pretendo ir a los Fiordos del Oeste no sale hasta el viernes. En cualquier caso, voy aproximándome al puerto, realizando el trayecto entre Reykholt y Langaholt, en el sur de la península de Snæfellsnes. Antes de emprender la ruta, me desvío hasta las cascadas de Hraunfossar y Barnafoss. A última hora de la tarde, improviso un desvío hasta Búðakirkja.
  • 9 de febrero. Paso el día en el extremo occidental de la península de Snæfellsnes, camino del puerto de Stykkishólmur. Una vez más, comienzo retrocediendo. En esta ocasión, para contemplar el amanecer en la playa de Ytri Tunga. Después, doy un paseo por Hellnar, aunque la nieve me impide recorrer su senda más interesante.
  • 10 de febrero. Tras un primer momento de duda, acabo realizando una travesía onírica a bordo del ferry Baldur, que me permite completar el itinerario entre Stykkishólmur y Patreksfjörður, en el sur de los Fiordos del Oeste. Comienza la parte más incierta del viaje.
  • 11 de febrero. La inminente llegada de un temporal me obliga a permanecer todo el día en Patreksfjörður. Acaba siendo una jornada extraña, contemplando la furia de la naturaleza de Islandia desde las ventanas del hotel.
  • 12 de febrero. Aprovecho una tregua en el temporal para ir desde Patreksfjörður hasta Ísafjörður, aunque me veo obligado a dar un gran rodeo, que convierte los 149 kilómetros de la ruta directa en 443. Al final, tengo que dormir en Suðureyri, ampliando la distancia en otros 15 kilómetros.
  • 13 de febrero. Un día caótico, recorriendo la zona central de los Fiordos del Oeste en unas condiciones bastante complicadas. Comienzo acercándome hasta Dynjandi, aunque el mal tiempo acaba obligándome a acortar mi visita. Al final, un inesperado cambio en el clima me permite dar un tranquilo paseo invernal por Ísafjörður.
  • 14 de febrero. Llega el momento de dejar los Fiordos del Oeste. La aparente mejoría del tiempo me lleva a improvisar una segunda visita a Dynjandi, que acaba provocando la mayor improvisación de todo el viaje: sobre la marcha decido atravesar Dynjandisheiði en pleno invierno. Para después recorrer nuevamente el sur de los Fiordos del Oeste, mientras me desplazo entre Ísafjörður y Laugarbakki.
  • 15 de febrero. Paso el día recorriendo la zona central del norte de Islandia, entre Laugarbakki y Húsavík. Comienzo improvisando un desvío a Hvítserkur, para después realizar una vista imprevista a Þrístapar. A continuación, me desvío para conocer Hólar y termino la tarde fotografiando una Goðafoss un tanto decepcionante.
  • 16 de febrero. Describo un amplio arco, entre Húsavík y Möðrudalur, intentando ceñirme lo más posible a la costa ártica de Islandia. Logro llegar hasta Raufarhöfn, la población más septentrional de la isla.
  • 17 de febrero. Entre Möðrudalur y Egilsstaðir apenas hay 109 kilómetros. Aprovecho la escasa distancia para improvisar dos desvíos. El primero, al cañón de Stuðlagil. El segundo, mucho más interesante, hasta Borgarfjörður eystri. Una de las zonas mas remotas de Islandia.
  • 18 de febrero. El plan es dormir dos noches seguidas en Egilsstaðir, con el objetivo de visitar Hengifoss. Una cascada que se me había resistido en un par de ocasiones. Por la tarde, improviso una breve excursión a Seyðisfjörður.
  • 19 de febrero. Comienzo el regreso hacia el oeste, recorriendo la Ring Road entre Egilsstaðir y Höfn en unas condiciones muy complicadas. Al final de la tarde, una súbita mejoría me permite visitar tranquilamente Eystrahorn, el Cuerno del Este.
  • 20 de febrero. Primer día recorriendo la costa al sur del Vatnajökull, con paradas en Fjallsárlón, Jökulsárlón y Breiðamerkursandur. Además de un breve pero complicado desvío por Breiðárlónsvegur.
  • 21 de febrero. Segundo día al sur del Vatnajökull, con muchos menos kilómetros de coche, pero bastantes más de caminatas. Comienzo el día visitando el Svínafellsjökull, en mi opinión el glaciar más hermoso de Islandia. Aunque la mayor parte de la jornada la empleo en una larga excursión a Morsárdalur, tan interesante como complicada.
  • 22 de febrero. Paso el día recorriendo el sur de Islandia, entre Kirkjubæjarklaustur y Hvolsvelli. La mañana arranca asombrosamente apacible, lo que me lleva a improvisar un desvío por Meðallandsvegur. Después, comienza a complicarse. Acabo visitando Dyrhólaey en medio de una intensa nevada. El mal tiempo me empuja a recorrer el museo de Skógar, que acaba siendo mucho más interesante de lo que pensaba. Al final de la tarde, una relativa mejoría me permite visitar Kvernufoss.
  • 23 de febrero. Tan solo queda llegar de Hvolsvelli a Keflavik. Tras un par de desvíos, por las carreteras 246 y 249, hago otro rodeo para visitar Skálholt, uno de los lugares con mayor importancia histórica de Islandia. Después, cambio la cultura por naturaleza, durante una excursión al cráter de Eldborg við Geitahlíð. Finalizo la tarde visitando Seltún y Brimketill.
  • 24 de febrero. Improviso una segunda visita a Brimketill, antes de devolver el coche de alquiler y subir a un avión rumbo a España.

Un viaje largo, intenso y caótico. Comenzó con un clima nefasto, que mejoró súbitamente según recorría los Fiordos del Oeste. Después, atravesé buena parte del norte de Islandia por carreteras libres de nieve, para volver a la normalidad al este de Húsavík. Otra vez carreteras blancas, hasta que, al sur de los Fiordos del Este, volvió a desaparecer la nieve. A partir de Eystrahorn, con una breve pausa en el entorno de Dyrhólaey, disfruté de un clima asombrosamente benigno, con temperaturas casi primaverales.

Aunque, al contrario que en mi anterior periplo invernal, pasé la mayor parte del viaje conduciendo por carreteras sin rastro de nieve, también encontré condiciones asombrosamente complicadas. Y no me refiero a Dynjandisheiði o Breiðárlónsvegur, dos tramos que podría haber evitado y que acabé atravesando por puro afán de aventura. En cambio, tanto el sector no asfaltado de Laxárdalsvegur, convertido en un auténtico barrizal, como el tramo de la Ring Road entre Fáskrúðsfjarðargöng y Hafnarnesviti, con la nieve a medio derretir formando una pasta sin la menor adherencia, fueron los más complicados en los que jamás he conducido en la Tierra de Hielo. Una buena muestra de que, en el invierno islandés, la posible causa de los problemas no siempre resulta evidente.

Una excursión a Morsárdalur

Una excursión a Morsárdalur.

Respecto a los lugares que visité, pude descubrir algunos nuevos, como Hólar, Raufarhöfn, Möðrudalur o Morsárdalur. Aunque también regresé a sitios que ya conocía, como Ísafjörður, Seyðisfjörður, Jökulsárlón o Dyrhólaey. No me importó. Una de las virtudes del cambiante clima de Islandia es que cada visita suele ser diferente. El sol, las nubes, el viento, la luz o la nieve se combinan de mil formas distintas, creando experiencias únicas, que a veces se suceden en cuestión de minutos. Ya sé que esto pasa en otras partes, pero los cambios en Islandia son tan asombrosamente bruscos y dispares, que suelen crear experiencias irrepetibles. Aunque no siempre para bien, todo hay que decirlo.

Al este de Ódrjúgsháls

Al este de Ódrjúgsháls.

Un buen ejemplo fueron mis dos recorridos consecutivos por la carretera 60, en el sur de los Fiordos del Oeste, apenas separados por menos de 50 horas. El primero, atravesando un mundo blanco y gélido. El segundo, por un paisaje con la nieve en retirada, bajo un sol asombrosamente brillante. Ambos fueron hermosos y complicados, aunque, contra todo pronóstico, el segundo acabó resultando mucho más difícil. En Islandia, suele ser más sencillo conducir sobre nieve congelada que sobre barro o nieve a medio fundir.

Stuðlagil en invierno

Stuðlagil en invierno.

En cambio, sentí no poder realizar algunas visitas, que no logro sacar de mi lista personal de tareas pendientes en la Tierra de Hielo. Como el lado oriental de Stuðlagil, o el cañón de Múlagljúfur. En ambos casos, encontré la ruta de acceso en unas condiciones excesivamente complicadas. Algo con lo que, en el fondo, ya contaba. Uno de los problemas de viajar a Islandia en invierno suele ser que muchas de sus sendas son impracticables. Además, hay que tener en cuenta el clima increíblemente voluble de la isla, que te puede dar un buen susto. Incluso durante un invierno extraordinariamente suave y en días espléndidos, en cualquier caminata deberás tener un ojo puesto en la previsión meteorológica y otro en el horizonte.

Hielo en Skeiðarársandur

Hielo en Skeiðarársandur.

Al final, recorrí unos 3.763 kilómetros, de los cuales tan solo 410 fueron sobre carreteras sin asfaltar. Lo normal en un viaje invernal a Islandia, cuando numerosas pistas estarán cerradas al tráfico. En cualquier caso, cada vez será menos frecuente conducir sobre grava durante los meses de invierno. Una tras otra, se van asfaltando todas las carreteras que llevan a lugares habitados. Las mismas que tienen servicio invernal y, por tanto, suelen ser accesibles en invierno. Recuerdo haber recorrido el último tramo de grava que había en la Ring Road, durante el no tan lejano febrero de 2019. Aquella Islandia, remota y salvaje, lentamente se va convirtiendo en un recuerdo del pasado.

Para ampliar la información.

Si careces de experiencia conduciendo en Islandia, deberías leer esto: https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-el-invierno/.

En https://depuertoenpuerto.com/islandia-de-hotel-en-hotel/ encontrarás ayuda para elegir alojamiento.

Mi primer viaje invernal por Islandia está en https://depuertoenpuerto.com/islandia-en-invierno/.

El segundo, en https://depuertoenpuerto.com/diez-dias-de-invierno-en-islandia/.

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