Con una caída de 99 metros y un ancho en su parte superior de 60, Dynjandi destacaría entre las maravillas naturales de muchos países del mundo. En Islandia, la eclipsan saltos de agua como Háifoss, géiseres como Strokkur o cañones como Jökulsárgljúfur. Por no hablar de los volcanes en erupción. Tampoco ayuda su ubicación, en un lugar apartado de los remotos Fiordos del Oeste. Sin embargo, su extraña forma escalonada y el hermoso entorno circundante, lleno de cascadas de menores dimensiones, se combinan para convertir a Dynjandi en uno de los saltos de agua más bellos de la Tierra de Hielo.

Dynjandi y Strompgljúfrafoss

Dynjandi y Strompgljúfrafoss en verano.

Tras un primer intento fallido en 2017, finalmente pude conocer Dynjandi en el verano de 2021, mientras recorría los Fiordos del Oeste en compañía de Olga. A pesar de haber visto cientos de fotografías de la cascada, he de reconocer que me impresionó. Sus dimensiones, el sonido atronador que produce y la gran cantidad de agua que pulveriza se combinan para formar una experiencia asombrosamente intensa. Sobre todo, si te adentras en el último tramo del camino, justo a los pies de la cascada. Regresamos en 2022, con Dynjandi convertida en el punto culminante de una hermosa navegación por las aguas del Arnarfjörður.

Llegando a Dynjandi

Llegando a Dynjandi.

Apenas 6 meses más tarde, estaba de nuevo frente a Dynjandi, en unas condiciones bien distintas. Esta vez, recorría los Fiordos del Oeste en solitario, como parte de mi tercer periplo invernal por Islandia. Pese a estar en pleno mes de febrero, la temperatura era inusualmente alta, rozando los 7ºC. Lo que no implicaba que hiciera un día agradable. Más bien al contrario. Continuamente caían chaparrones de cierta intensidad, que las ráfagas de viento hacían especialmente molestos.

Por lo demás, el entorno era arrebatador. La lluvia, unida al intenso deshielo, daba lugar a un caudal inusualmente elevado. Además, había agua por todas partes. Al igual que en mi anterior jornada, zigzagueando por la orilla meridional del Ísafjarðardjúp, tenía la sensación de estar en un mundo que se derretía inexorablemente. El deshielo era tan rápido, que incluso resultaba peligroso. Por una parte, la súbita pérdida de rigidez del terreno podía próvocar desprendimientos en las siempre inestables laderas de los Fiordos del Oeste. Además, los ríos bajaban asombrosamente crecidos. Incluso el Svíná, normalmente un modesto arroyo justo al norte del Dynjandisá, se había convertido en un pequeño río, cuyo caudal amenazaba con saltar por encima del puente que permite llegar al aparcamiento de Dynjandi.

Dynjandi desde el aparcamiento

Dynjandi desde el aparcamiento.

En cualquier caso, el día ofrecía una extraña mezcla entre lo desagradable y lo sublime. Por una parte, el exceso de caudal daba a Dynjandi un aspecto aún más impresionante de lo habitual, realzado por la extraña mezcla entre hielo y agua que todavía se podía apreciar en la cascada. Aunque, siendo sincero, resultaba muy complicado permanecer en la intemperie. El agua se intercalaba con la nieve y alguna granizada ocasional, todo ello en medio de un viento bastante intenso. En esas condiciones, era imposible hacer fotografías con calma. Menos aún intentar volar el dron. Buena parte de las fotos las tuve que hacer desde el interior del coche.

Dynjandi desde Göngumannafoss

Dynjandi desde Göngumannafoss.

Al final, conseguí llegar a las inmediaciones de Göngumannafoss. Me acabó cortando el paso una placa de hielo, que hacía bastante complicado adentrarse en un camino que, de todos modos, a partir de ese punto se vuelve bastante más escabroso. Incluso en verano. Empapado y medio congelado, regresé al coche, donde pasé un buen rato esperando uno de esos cambios de clima tan característicos de Islandia. Aquella mañana, los cambios parecían ir siempre a peor. Temiendo que el Svíná, o un derrumbe ocasional, me dejasen aislado, acabé aceptando mi derrota. Noventa minutos después de llegar a Dynjandi, emprendía el regreso a Ísafjörður.

Amanece en Dynjandi

Amanece en Dynjandi.

Aunque, en realidad, aún no me había dado por vencido. Al día siguiente, se había producido un cambio en las condiciones atmosféricas. La mañana era asombrosamente serena. Apenas hacía viento y no había el menor indicio de chubascos. Tan solo permanecían las temperaturas, excepcionalmente altas. A las nueve y cuarto, aparcaba nuevamente frente a Dynjandi, con la esperanza de que el manto de nubes fuera lo suficientemente denso para enmascarar el sol, que a esas horas de la mañana tendría justo enfrente, creando un fuerte contraluz con la cascada.

No tuve demasiada suerte con la luz. Aunque el cielo estaba cubierto, el sol lograba penetrar entre las nubes más tenues. En cualquier caso, el lugar permanecía tan solitario como el día anterior, con toda Dynjandi para mí. Aunque el caudal había disminuido, seguía siendo inusualmente alto, sobre todo teniendo en cuenta que me encontraba en pleno mes de febrero. El entorno de la cascada, donde se mezclaban la tierra, el agua y el hielo, era asombrosamente mágico. Comencé a subir por la senda, en esta ocasión cargado con el trípode.

El camino está encharcado

El camino está encharcado.

Por segunda vez, me fue imposible pasar de Göngumannafoss. La placa de hielo había desaparecido, para dejar atrás un terreno completamente encharcado, por el que corría un efímero arroyo. Más allá, donde comienzan los escalones de piedra, seguía imperando el hielo. En esas condiciones, no tenía sentido continuar.

Seda y oro

Seda y oro.

Alcanzado el límite superior de mi paseo, comencé el descenso con toda la calma del mundo, recreándome en el impresionante paisaje que me rodeaba. Fotografías, videos, largas exposiciones. Pronto perdí la cuenta de las tomas que llevaba realizadas. Sabía que, dadas las malas condiciones de iluminación, una buena parte sería inutilizable. Pero la extraordinaria belleza del lugar que me rodeaba hacía inviable cualquier intento de moderación.

Desembocadura del Dynjandisá

Desembocadura del Dynjandisá.

Después, me acerqué hacia donde el Dynjandisá desemboca en Dynjandivogur. En ese momento, se abrió un claro entre las nubes, iluminando brevemente la costa septentrional del Arnarfjörður, el segundo fiordo más extenso de la región noroccidental de Islandia. Al contrario que frente a Dynjandi, ahora me encontraba con el sol a mis espaldas, fotografiando un paisaje de una belleza tan primigenia como salvaje.

Problemas con el dron

Problemas con el dron.

Finalmente, me animé a volar el dron. Salvo por la luz, las condiciones parecían óptimas. Pero, como ocurre tantas veces en Islandia, bastó con tomar cierta altura para empezar a tener problemas. No había alcanzado los 100 metros sobre el suelo, cuando comencé a recibir alertas por fuertes vientos. Además, tampoco podía arriesgar mucho. Si el dron caía al otro lado del Dynjandisá, o aguas arriba de Göngumannafoss, sería muy complicado recuperarlo. Al final, me fue imposible realizar las tomas que tenía en mente.

Esa mañana, mi visita a Dynjandi se prolongó durante un par de horas. Pese a mi relativo fracaso con el dron, disfruté de todos los minutos que pasé junto a la impresionante cascada. Entre las dos visitas consecutivas, pude ver una Dynjandi asombrosamente salvaje y dura, seguida de otra más amable, aunque quizá un poco más «sosa». En cualquier caso, lo que perdí en espectacularidad, lo gané en comodidad. Dejé atrás Dynjandi lleno de satisfacción, sin sospechar el cúmulo de sorpresas que la extraña jornada invernal aún me tenía reservado. Pero esa, es otra historia.

Para ampliar la información.

En https://depuertoenpuerto.com/invierno-en-los-fiordos-del-oeste/ se puede ver todo mi viaje invernal por los Fiordos del Oeste.

Mi primera visita a la cascada, en verano, está en https://depuertoenpuerto.com/dynjandi-la-atronadora/.

En inglés, en Guide to Iceland hay un largo reportaje sobre Dynjandi: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/dynjandi-the-jewel-of-the-westfjords.

Iceland the Beautiful tiene una entrada sobre la cascada: https://icelandthebeautiful.com/dynjandi-fjallfoss-waterfall-westfjords-iceland/. Dentro del artículo hay vínculos a otras entradas sobre las demás cascadas del curso inferior del Dynjandisá.

En el siempre interesante canal de YouTube del fotógrafo danés Mads Peter Iversen encontraremos un video dedicado a Dynjandi: https://www.youtube.com/watch?v=cgu2z7BtL8I.