La pequeña localidad de Hellnar, ubicada cerca del extremo suroccidental de Snæfellsnes, es uno de esos lugares que, por un motivo u otro, siempre se me habían resistido. La falta de tiempo, las pésimas condiciones atmosféricas o un amontonamiento de nieve, cortando su carretera, se habían interpuesto en mi camino las tres ocasiones que había pasado frente a su desvío. En mi tercer viaje invernal a Islandia, era uno de mis objetivos prioritarios para el día que debía pasar recorriendo la península. Aunque, hasta que llegué a su cruce, no pude estar seguro de ser capaz de recorrer los escasos 2.200 metros de Hellnavegur.

Llegando a Hellnar

Llegando a Hellnar.

Que hubiera logrado llegar al pequeño aparcamiento que hay al final de la carretera, junto al mar, no quería decir que pudiera visitar el diminuto asentamiento. Hellnar, que en la actualidad puede tener una decena de habitantes, parecía un pueblo fantasma. Todos sus hoteles y cafés estaban cerrados y, en el rato que pasé en el lugar, tan solo logré ver una persona. El resultado era que, más allá de la carretera y un par de calles, la nieve dominaba el entorno. Con toda seguridad, podría hacer la visita tranquilamente. Cuestión aparte sería cuanto lograría ver de Hellnar.

Desde la senda de Hellnahraun

Desde la senda de Hellnahraun.

La indudable estrella de Hellnar es el campo de lava de Hellnahraun. Creado por una erupción hace aproximadamente 3.900 años, parece que su origen está en Jökulháls, un cráter actualmente oculto bajo las nieves perpetuas del Snæfellsjökull. Una senda, de unos 2.500 metros de longitud, atraviesa el campo de lava, comunicando Hellnar con Arnarstapi. Tiene fama de ser uno de los recorridos de senderismo más hermosos de Islandia. Pero no logré averiguarlo. Apenas había dejado atrás el desvío hacia el puerto, cuando la nieve me llegaba casi hasta la rodilla. No tuve más remedio que dar media vuelta.

Desde la senda al puerto

Desde la senda al puerto.

La situación en el diminuto puerto no era mucho mejor, con una capa de hielo duro cubriendo el camino de acceso. Tampoco me importó demasiado. La vista desde cierta altura era suficientemente interesante, con las negras paredes de lava surgiendo desde las aguas del océano. El contraste con la espuma era asombrosamente intenso. Por encima de la línea de pleamar, podía observar una extraña franja blanquecina, formada por la congelación de las gotas y la espuma de las olas sobre las rocas de lava. Las montañas meridionales de Snæfellsnes, formando un telón de fondo que se difuminaba con la distancia, completaban una escena tan hermosa como extraña.

Hacia el sur

Hacia el sur.

Con el camino bloqueado hacia el norte, decidí explorar hacia el sur, rumbo a un grupo de edificios desperdigados por las inmediaciones del mar. El lugar parecía estar completamente deshabitado. Aunque, mientras lo recorría, pasó a mi lado el único coche con el que me encontré en toda mi estancia en Hellnar. Un gran 4×4, con un único ocupante, que se acercó brevemente a uno de los cobertizos, para luego marcharse por dónde había venido.

Costa de Hellnahraun

Costa de Hellnahraun.

La vista seguía siendo de una belleza extraña. Ahora, mas allá del diminuto puerto que, durante siglos, fue la razón de ser de Hellnar, podía ver los últimos contrafuertes de Hellnahraun, entremezclándose con las gélidas aguas del extremo septentrional de Faxaflói, en una costa asombrosamente intrincada. Hellnar llegó a ser uno de los principales puertos del oeste de Islandia. La primera referencia escrita que nos ha llegado sobre el lugar es de 1560, aunque se cree que sus orígenes pueden remontarse al siglo XI. En el censo de 1703, contaba con 38 casas y 194 habitantes. Una cifra nada despreciable para la Islandia de la época.

Casas en Hellnar

Casas en Hellnar.

Su decadencia comenzó cuando los daneses dieron preferencia al vecino puerto de Arnarstapi, al otro lado de Hellnahraun. Se acrecentó con la industrialización de la pesca y su consiguiente concentración en un puñado de grandes puertos, como Reikiavik. Finalmente, la extraña costa de Arnarstapi acabó siendo preferida por el creciente turismo de Islandia. Aunque Hellnar tiene algún hotel y varios locales turísticos, es un lugar mucho más tranquilo que su vecina del norte. Lo cual, en el fondo, es toda una ventaja.

Hellnakirkja

Hellnakirkja.

En 1880 se edificó la primera iglesia de que tenemos constancia en Hellnar, que sería consagrada tres años más tarde. En 1904 sus paredes de turba fueron reemplazadas por otras de madera. En cualquier caso, entre 1943 y 1945 se levantó un nuevo templo, esta vez con muros de madera y cimientos de hormigón. Posteriormente, se añadió una torre y se forró el edificio con la clásica chapa corrugada, tan característica de muchas construcciones islandesas. La iglesia está en un lugar muy expuesto, por lo que ha sufrido numerosos desperfectos, que en ocasiones han provocado su cierre. Pese a su renovación, en 1990, el día de mi visita tenía un aspecto bastante mejorable. El mas desolado de todos los templos desolados que he podido ver en la Tierra de Hielo.

Para ampliar la información.

Puedes ver todo mi tercer itinerario invernal por Islandia en https://depuertoenpuerto.com/mas-alla-de-la-ring-road-17-dias-de-invierno-en-islandia/.

En Viajablog hay una entrada sobre el sendero de Hellnahraun: https://www.viajablog.com/trekking-hellnar-arnastapi-islandia/.

En inglés, Guide to Iceland tiene una entrada sobre el lugar: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/hellnar.

También hay un artículo, con algunos errores pero una aceptable galería fotográfica, en https://amazingiceland.is/destination/hellnar-in-snaefelsnes/.