Islandia, la tierra de hielo y fuego, la isla de las 10.000 cascadas . . . y el país de los topónimos duplicados. Es asombroso el número de lugares cuyos nombres se repiten una y otra vez a lo largo de la isla. Hasta el punto de resultar un problema. Son frecuentes los despistes y los equívocos, sobre todo entre aquellos que no conocen mínimamente el país. Uno de estos lugares es Eldborg. Parece que hay siete antiguos volcanes con el mismo nombre. Algo que, por otra parte, no debería extrañarnos. Al fin y al cabo, Eldborg se traduciría al español como «Castillo de Fuego». Una forma poética de describir un cráter. El más conocido, en la península de Snæfellsnes, tiene fama de ser el más hermoso de Islandia. Hoy visitaremos el Eldborg que hay junto a Geitahlíð, en el sur de la península de Reykjanes. Aunque sea más modesto que su tocayo del norte, también merece una entrada del blog.

Silueta de Eldborg

Silueta de Eldborg.

Tiendo a ser una persona maniática. Cuando viajo a Islandia, una de mis obsesiones es evitar Reikiavik y su periferia. Que nadie me malinterprete. La capital de Islandia es una ciudad bonita y agradable. Pero para ver coches, asfalto, edificios y semáforos, me quedo en Madrid. Por tanto, siempre que es posible, intento salir de la península de Reykjanes por el sur, atravesando Grindavik y la carretera 427. Y siempre que lo he hecho, me ha llamado la atención la hermosa silueta de un cráter volcánico, muy cerca del cruce entre Suðurstrandarvegur y Krýsuvíkurvegur, recortándose contra la ladera meridional de Geitahlíð. En la última jornada de mi tercer viaje invernal a Tierra de Hielo, decidí que iba siendo hora de visitarlo.

Aparcamiento junto a Eldborg við Geitahlíð

Aparcamiento junto a Eldborg við Geitahlíð.

El acceso a Eldborg es bastante sencillo. Simplemente hay que buscar el antiguo trazado de Suðurstrandarvegur, que se desvía hacia el este de la carretera 42 unos 900 metros al norte de su cruce con la 427. Tras avanzar aproximadamente 1.700 metros hacia oriente, por una carretera que comienza a mostrar las huellas de años de abandono, llegaremos a un pequeño aparcamiento, situado al este del cráter. Apenas habrá espacio para 5 ó 6 coches, pero suele ser suficiente. El día de mi visita, tan solo me encontré otro vehículo aparcado. Una muestra de que estamos en un lugar que, al menos de momento, sigue siendo tranquilo. En cualquier caso, ten en cuenta que la carretera ya no forma parte de la red oficial, por lo que tampoco tiene servicio invernal.

En el sendero

En el sendero.

Desde allí parte un sendero señalizado que, tras un paseo de apenas 700 metros, nos llevará al borde superior del cráter. Al igual que ocurre con la carretera, en invierno es posible encontrar la senda cubierta de nieve. Incluso realizando la visita en un mes de febrero anormalmente benigno, encontré la rampa de subida nevada. En invierno es recomendable llevar crampones y, en cualquier época, bastones de senderismo, pues el suelo de la rampa está formado por material suelto, en el que puede ser sencillo resbalar. En cualquier caso, no es un camino especialmente complicado. Con un poco de prudencia, está al alcance de cualquier persona con una mínima forma física.

Coronando el cráter

Coronando el cráter.

Una vez coronemos el cráter, es posible recorrer parcialmente su borde. Eldborg y su entorno están protegidos desde 1987. Los límites de la zona habilitada están claramente marcados con cuerdas. Recuerda que la naturaleza de Islandia, pese a su aparente dureza, es extremadamente frágil. No intentes recorrer la parte de Eldborg vedada ni mucho menos descender al fondo del cráter. Por una parte, no parece tener el menor sentido y puede resultar peligroso. Por otra, tus huellas provocarán un daño irreparable, al alterar un terreno poco consistente y una vegetación muy delicada.

Geitahlíð desde Eldborg

Geitahlíð desde Eldborg.

Tanto el antiguo volcán como Geitahlíð, la tuya que compone su telón de fondo, pertenecen al sistema volcánico de Brennisteinsfjöll, del cual formarían el extremo meridional. Como todos los sistemas volcánicos de Reykjanes, Brennisteinsfjöll se orienta en sentido noreste – suroeste. Mide aproximadamente 45 kilómetros de largo, con una anchura que alcanza los 10 kilómetros. Está considerado como el más activo de la península durante el Holoceno, con un número de erupciones estimado entre 30 y 40. De las que aproximadamente una decena se habría producido desde el landnámsöld.

El centro del cráter

El fondo del cráter.

Eldborg no es un gran cráter. El cono de escoria apenas alcanza una altura de 50 metros, con su centro hundiéndose 30 metros. La erupción que lo creó tuvo lugar aproximadamente 2.400 años atrás, dando lugar a una colada que mide 2,5 kilómetros de longitud. En su día, la lava alcanzó el mar, haciendo avanzar la costa unos metros hacia el sur. Algo que es perfectamente apreciable en una vista aérea, al estilo de las de Google Earth, pero resulta difícil de observar sobre el terreno. Sobre todo en invierno.

Colores de Eldborg

Colores de Eldborg.

Pese a su relativa modestia, el cráter es muy fotogénico. Más allá de su forma, llaman la atención los contrastes de colores entre los distintos tipos de material, que van desde el gris hasta unos tonos rojizos asombrosamente intensos. Por encima, un manto de musgo verde y, en un invierno que parecía finalizar prematuramente, las manchas de nieve blanca. Una auténtica sinfonía de colores, que se complementaba hacia el sur con el azul grisáceo del mar y, hacia el oeste, con los tonos amarillentos de la llanura que se extiende entre Brennisteinsfjöll y Krýsuvík, el siguiente sistema volcánico.

Llevaba una hora y media en el entorno de Geitahlíð. Noventa minutos en los que tan solo me había cruzado con una pareja de excursionistas. Apenas hacía viento y no llovía, por lo que las condiciones parecían favorables para volar el dron. Aunque no acababa de fiarme. Un par de años atrás, durante un espléndido día de primavera, había estado a punto de perder otro dron mientras volaba sobre Herdisarvikurhraun, apenas unos metros hacia el este, despegando desde el mismo aparcamiento de Eldborg. Por tanto, preferí no tomar demasiada altura. La justa para lograr una toma cenital del cono, seguida de un barrido del paisaje circundante.

Después, retomé mi camino hacia el oeste, más pendiente de intentar esquivar los baches de la carretera abandonada que del desoldado entorno que me rodeaba. Un paisaje extraño, marcado por las heridas que el vulcanismo ha dejado en una de las zonas geológicamente más activas del planeta. He podido recorrerlo en invierno, completamente blanco. A principios de primavera, todavía cubierto por restos amarillentos de la hierba quemada por las recientes heladas. O en pleno verano, con la misma hierba renacida y teñida de un verde rabioso, contrastando vivamente con los negros campos de lava. Nunca me había parecido tan insólito como aquella extraña tarde de febrero, en un día que, sin ser de invierno, tampoco parecía presagiar la llegada de la todavía lejana primavera.

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Para ampliar la información.

Imposible encontrar información en español.

Tampoco es que haya demasiado en inglés, más allá de un breve artículo en Hit Iceland: https://www.hiticeland.com/post/eldborg-at-geitahlid-reykjanes-peninsula.

O de otro aún más breve en la web oficial de turismo de Reykjanes: https://www.visitreykjanes.is/en/place/stora-eldborg-next-to-geitahlid.