La primera improvisación no tardó en llegar. Decidí comenzar la mañana regresando a Hvítserkur. Había visitado el lugar en verano, mientras recorría la península de Vatnsnes en compañía de Olga. Y me había decepcionado. ¿Habría sido la luz, la marea, o el cansancio acumulado, tras llevar todo el día entre el polvo y los baches de la carretera de Kjölur? ¿O, simplemente, Hvítserkur nos supo a poco, en comparación a las maravillas que habíamos contemplado en los días anteriores, mientras recorríamos las Tierras Altas de Islandia? Aprovechando que la carretera 711 estaba abierta, algo no demasiado común en invierno, intentaría averiguarlo.
Hvítserkur volvió a decepcionarme. Sin duda la roca es extraña y tiene cierto interés, pero sigo sin comprender la, a mi juicio, desmedida fama que tiene entre la comunidad de fotógrafos de paisaje y, de paso, buena parte de los turistas que recorren la Ring Road. De haberme encontrado el Húnafjörður congelado, quizá me habría animado a descender hasta su orilla. Pero los únicos rastros de hielo estaban en los caminos que salen desde el aparcamiento. Parecía más interesante y seguro seguir mi ruta hacia el este.
En cualquier caso, el desvío mereció la pena. Tanto a la ida como a la vuelta, pude disfrutar de los desolados paisajes de Vesturhóp y Þingeyrasandur. Un entorno áspero y duro, salpicado de lagos y pequeñas granjas, por el que vagaban grupos aislados de caballos islandeses. Aunque, en esta ocasión, se mantenían alejados de la carretera. No pude fotografiarlos.
Þrístapar.
Pasado Blönduósbær, volví a improvisar un desvío, esta vez por la carretera 741. Al otro lado del Húnafjörður, la costa nororiental de los Fiordos del Oeste se recortaba sobre el horizonte. Más granjas dispersas, más grupos de caballos, más baches. Avanzaba por la pista, contemplando a lo lejos la agreste costa de Strandir. Una de las zonas más salvajes de los Fiordos del Oeste, que había tenido la suerte de recorrer en verano, apenas 18 meses atrás. En inverno, sus carreteras sin asfaltar suelen estar cerradas. Incluso en un año anormalmente cálido.
De nuevo avanzaba hacia el este, esta vez atravesando la península de Skagi. Apenas hice un par de breves pausas. Lo justo para alguna fotografía rápida. Quería llegar lo antes posible a Hólar, mi siguiente destino. Hasta que pasé junto a una playa sin nombre, en las inmediaciones de la granja de Lón. La oscura arena volcánica, la hierba reseca, las montañas flanqueando la orilla occidental del Skagafjörður y las lejanas siluetas de los islotes, al norte del fiordo, formaban una escena irresistible. Nueva parada imprevista.
Al otro lado de la carretera, la vista sobre Austari Héraðsvötn, la laguna pantanosa en la que desemboca el brazo oriental del Héraðsvötn, también tenía su interés. Pasé un rato disfrutando del lugar, antes de retomar mi camino hacia Hólar, del que apenas me separaban 19 kilómetros.
Hólar.
A pesar de sus 540 metros de altitud, Öxnadalsheiði estaba prácticamente libre de nieve. Atravesé sin mayor contratiempo uno de los puntos más complicados del tramo septentrional de la Ring Road. Al menos, en un invierno con temperaturas normales.
Volví a detenerme frente a Hraundrangi. Una llamativa aguja de lava, que alcanza los 1.075 metros de altitud y forma parte de la cresta conocida como Drangafjall. Ubicada entre los valles de Öxnadalur, por donde avanza la Ring Road, y Hörgárdalur, parece que su forma actual es el resultado de un gigantesco corrimiento de tierra, varios siglos atrás. Hraundrangi fue escalada por primera vez en 1956, demostrando que la vieja leyenda sobre un tesoro oculto en su cima era falsa. Tampoco resultó cierto el relato según el cual Grettir el Fuerte, tras lograr coronar Hraundrangi, habría dejado su cinturón y su cuchillo en el punto más elevado, como prueba de su hazaña.
Llegué a Akureyri veinte minutos antes de las cinco. Demasiado pronto para quedarme a dormir en la principal ciudad del norte de Islandia. Con las carreteras limpias de nieve, tendría tiempo de visitar Goðafoss antes del ocaso. La falta de luz me facilitaría hacer alguna toma de larga exposición. Con suerte, habría un atardecer interesante. Con mucha más suerte, incluso podría disfrutar de una aurora boreal sobre la cascada. Aunque el cielo en Akureyri estaba completamente cubierto, quizá habría algún claro al este de las montañas. En Islandia, nunca se sabe.
Esta vez, los dioses nórdicos no me fueron favorables. Apenas hubo un breve resplandor rojizo coincidiendo con la puesta de sol. De la aurora boreal, ninguna noticia. Hice fotos desde ambas orillas del Skjálfandafljót, pero Goðafoss estaba muy lejos de aquella espectacular cascada, prácticamente congelada, del invierno de 2022. A las seis era evidente que no se abriría ningún claro en el cielo. Para colmo, el índice KP no daba señales de tender a remontar. Quince minutos más tarde, con las últimas luces del atardecer apagándose, tomé la última decisión del día. Pasaría la noche en Húsavík.
Para ampliar la información.
Quien no tenga experiencia conduciendo en invierno por Islandia puede encontrar consejos útiles en https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-el-invierno/.
En https://depuertoenpuerto.com/de-siglufjordur-a-stykkisholmur/ se puede ver mi anterior viaje por la zona, en sentido contrario y partiendo de Siglufjörður. Un buen complemento a la entrada que acabas de leer.
También puedes ver un recorrido parecido, en verano, en https://depuertoenpuerto.com/de-siglufjordur-a-vididalstunga/.
Mi tercer itinerario invernal por Islandia está en https://depuertoenpuerto.com/mas-alla-de-la-ring-road-17-dias-de-invierno-en-islandia/.
En inglés, la web oficial de turismo del norte de Islandia está en https://www.northiceland.is/.
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