Islandia es una isla peculiar. Y no solo por sus fenómenos geológicos o su atormentado paisaje. La historia y el carácter de los islandeses se une a su escaso número para ensalzar acontecimientos que, en casi cualquier otra parte, pasarían desapercibidos. Por contra, en un país donde cada vida cuenta, éstos se perpetúan fácilmente en la memoria colectiva. En muchos casos, dando lugar a monumentos o placas conmemorativas, que se reparten por los emplazamientos más insospechados de la isla. Uno de estos lugares es Þrístapar.

Vatnsdalshólar

Vatnsdalshólar.

Llegué a Þrístapar por pura casualidad. Quería fotografiar las colinas de Vatnsdalshólar. Una extraña formación geológica, en la boca del valle de Vatnsdalur (el Valle del Lago), cuyo origen no acaba de estar del todo claro. Para algunos, serían sedimentos dejados atrás por la retirada de un glaciar. En cambio, otros afirman que su origen estaría en un colosal corrimiento de tierras. Teoría que parece ir cobrando fuerza, con cada nuevo estudio geológico de la zona. Tampoco está claro el numero de colinas. Dicen que, en 1993, la artista islandesa Finna Birna Steinsson intentó poner una bandera naranja sobre cada una de ellas. Agotó el millar que había encargado antes de lograr su propósito.

Camino hacia el norte

Camino hacia el norte.

Justo frente a Vatnsdalshólar hay un pequeño aparcamiento, que parecía el lugar perfecto desde el que explorar el entorno. Poco después de las once de una desapacible mañana de invierno, descendía del coche para encontrarme con un panel informativo y un camino asfaltado, adentrándose en el páramo hacia el norte, en dirección contraria a Vatnsdalshólar. Una placa oxidada destacaba sobre el negro asfalto. Contenía un nombre, Agnes, seguido de un breve texto. Intrigado, sin tener muy claro dónde podía llevar, decidí adentrarme por el camino.

El páramo hacia el oeste

El páramo hacia el oeste.

Éste avanzaba por un páramo yermo, en el que la escasa vegetación, en su mayor parte quemada por las heladas del duro invierno islandés, se entrelazaba con los charcos congelados. Todo ello, enmarcado por montañas parcialmente cubiertas de nieve. Al oeste, las cimas que forman la columna vertebral de la península de Vatnsnes. Al este, Vatnsdalsfjall. La falta de nieve tenía el contraintuitivo efecto de incrementar la intensa sensación de desolación que trasmitía el paisaje.

Avanzando por el camino

Avanzando por el camino.

Poco a poco, según me adentraba por el camino, leyendo una tras otra las placas oxidadas, se iba desvelando la historia. Þrístapar fue el escenario de la última ejecución que ha tenido lugar en Islandia. Todo empezó en marzo de 1828, cuando Natan Ketilsson y Pétur Jónsson fueron asesinados por Agnes Magnúsdóttir y Friðrik Sigurðsson. Tras el crimen, prendieron fuego a la granja de Illugastaðir. Aunque no se conocen con certeza las causas o los antecedentes de la tragedia, todo apunta a un asunto en el que se entrelazan la sumisión, los celos y la manipulación. Y en el que también se vería involucrada Sigríður Guðmundsdóttir. Ésta sería igualmente encausada, pero finalmente solo fue juzgada por robo y condenada a pena de cárcel.

Subiendo a la colina

Subiendo a la colina.

En cambio, sabemos con certeza que, más allá de la brutalidad del crimen, las autoridades locales decidieron aprovechar las circunstancias para un acto ejemplarizante, en una sociedad que, según su criterio, parecía ser especialmente violenta. Agnes y Friðrik fueron sentenciados a muerte. Serían decapitados en un acto público, para lo que incluso se hizo traer un hacha desde Dinamarca. La ejecución se fijó para el 12 de enero de 1840. El verdugo sería el hermano de Natan.

En lo alto de la colina

En lo alto de la colina.

Friðrik fue decapitado en primer lugar. Todo indica que estaba sinceramente arrepentido de su crimen, pues besó el hacha que le cortaría la cabeza, mientras afirmaba que aquel era «el bendito instrumento de la justicia». Luego llegó el turno de Agnes. Según algunos testigos, estaba inconsciente en el momento de su ejecución. Ambas cabezas fueron clavadas en estacas, mientras los cuerpos eran enterrados en un campo cercano. Permanecerían allí hasta junio de 1934, cuando serían trasladados al cementerio de Tjörn.

Desde la colina

Desde la colina.

Completamente solo sobre la colina donde tuvo lugar la ejecución, en un día que podía ser muy similar a aquella lejana mañana de enero, era imposible no sentir compasión por ellos, independientemente de la brutalidad de sus actos. Qué lugar para morir, en una gélida mañana de invierno, rodeados por aquel paisaje increíblemente áspero y descarnado.

Placa junto al lugar de ejecución

Placa junto al lugar de ejecución.

Al final, mi visita a Þrístapar me hizo olvidar el motivo por el que había llegado hasta su aparcamiento. Las extrañas colinas de Vatnsdalshólar parecían un destino banal, en comparación con el drama que se había desarrollado en sus inmediaciones, casi dos siglos atrás. Una historia cruda y violenta, como la tierra en la que aconteció. Perfectamente escenificada en un memorial que, como no podía ser de otra manera en Islandia, es capaz de introducirte en la narrativa hasta hacerte sentir parte de ella. Uno de los mejores alegatos contra la pena capital que he visto jamás.

Para ampliar la información.

En Babelio podemos encontrar una reseña sobre «Ritos funerarios», la novela de Hannah Kent basada en la historia de Agnes: https://es.babelio.com/livres/Kent-Ritos-funerarios/10863.

En inglés, Hit Iceland tiene un artículo sobre Þrístapar: https://www.hiticeland.com/post/thristapar-and-the-last-execution-in-iceland-1830.

En https://www.researchgate.net/publication/343268172_A_Grave_Discovery_Iceland%27s_Dual_Burial_Places_of_Agnes_Magnusdottir_and_Fridrik_Sigurdsson#pf2 se puede consultar un estudio bastante detallado sobre las tumbas de Agnes y Friđrik.

La Wikipedia tiene un breve artículo sobre Agnes Magnúsdóttir: https://en.wikipedia.org/wiki/Agnes_Magn%C3%BAsd%C3%B3ttir.