Precisamente había conocido Seyðisfjörður a bordo de dicho ferry, en una preciosa travesía desde Hirtshals, realizada en febrero de 2019. El Norröna llegó a Seyðisfjörður coincidiendo con un sereno amanecer invernal, regalándome una de las aproximaciones a tierra más hermosas que jamás he podido disfrutar. Es una lástima que, tras la pandemia, el trayecto entre Tórshavn y Seyðisfjörður permanezca interrumpido entre finales de noviembre y mediados de marzo.
En otras dos ocasiones, había llegado desde tierra, atravesando el paso de Fjarðarheiði. De momento, la única ruta que comunica Seyðisfjörður con el resto de Islandia, aunque en unos años está previsto inaugurar el nuevo túnel de Fjarðarheiðargöng, que unirá directamente el fiordo con la Ring Road. Mi primera visita desde tierra fue en 2020, durante una brumosa tarde de verano. Regresé en febrero de 2023, nuevamente en una breve excursión vespertina. Si llegar a Seyðisfjörður desde el mar había sido hermoso, descender por la sinuosa carretera 93, contemplando la pequeña población desde las alturas, no se quedaba atrás.
En cualquier caso, no me importó averiguar que el crucero de expedición en el que visitaríamos los remotos fiordos de Scoresby Sund, en el este de Groenlandia, haría escala en Seyðisfjörður en su regreso a Islandia. A pesar de su reducido tamaño, la ciudad es una de las pocas de la Tierra de Hielo con una trama urbana razonablemente atractiva. Además, nunca había recorrido su fiordo en barco durante el verano. Por último, si la niebla no lo impedía, podríamos atisbar fugazmente la costa nororiental de Islandia. Una de las más remotas, agrestes y despobladas de la isla.
Llegamos a Seyðisfjörður a las siete de una mañana que, tratándose de Islandia, se podría considerar agradable. El cielo estaba completamente cubierto, pero no llovía y, lo que era más importante, tampoco había el menor rastro de viento. Acabamos desayunado en el escaso espacio de tiempo que hubo entre que el SH Vega atracó en los muelles de Bjólfsbakki y llegaron a puerto el Aida Aura y el Norröna. Habíamos acertado a visitar Seyðisfjörður en una jornada con un tráfico naval inusual en su normalmente tranquilo fiordo.
Entre unas cosas y otras, acabamos desembarcando a las nueve de la mañana. En cualquier caso, no teníamos la menor prisa. Zarparíamos a las once de la noche, por lo que disponíamos de una escala de 14 horas. Tiempo más que suficiente para dar un par de paseos por la diminuta ciudad y realizar las dos excursiones que habíamos previsto. La primera, a nuestro aire, hasta un cercano valle del que solo conocíamos su extremo oriental. La segunda, de la mano de la naviera, hasta una reserva natural de acceso un tanto complicado, en la boca del fiordo.
Comenzamos haciendo la visita más habitual en Seyðisfjörður. Dar un paseo por la calle Norðurgata y su arco iris, para acabar frente a su fotogénica iglesia azul. Cuatro veces había estado frente a su puerta y las cuatro veces la había encontrado cerrada. La quinta, no fue la excepción. En cualquier caso, tampoco nos importó. Seyðisfjarðarkirkja es una iglesia relativamente moderna. Sus orígenes estarían en Dvergasteinn, una granja en la orilla septentrional del fiordo, donde se ubicaba tradicionalmente la iglesia. En 1882 el templo se trasladó a una colina en Vestdalseyri, unos 2.500 metros más cerca de Seyðisfjörður. Una práctica muy habitual en Islandia hasta tiempos muy recientes, fruto de la persistente escasez de madera en la isla. Tras ser dañado por un temporal en 1894, se decidió rehabilitarlo, a la vez que se trasladaba a una ubicación más protegida. En 1920 se reubicaría a su emplazamiento actual, al final de una de las principales calles de Seyðisfjörður. En 1989, durante unos trabajos de restauración, sufrió un incendio. Su aspecto actual es fruto de la subsiguiente renovación.
Un paseo hasta Selbrekkufoss.
Una excursión a Skálanes.
Regresamos a la seis de la tarde, con tiempo de sobra para dar un segundo paseo por las normalmente tranquilas calles de Seyðisfjörður. Aunque, aquella tarde, de tranquilas tenían poco. El Norröna se estaba preparando para zarpar de regreso a Dinamarca. Aunque, a esa hora, parte de los vehículos que transportaría de vuelta al continente ya estaba en su bodega, los que esperaban su turno aún formaban una larga fila. Y seguían llegando coches. El ferry tiene capacidad para 800 vehículos. Muchos más de los que habitualmente circulan por la pequeña población. Decidimos comenzar el paseo rodeando la pequeña laguna que forma el Fjarðará en su desembocadura, para luego dirigirnos hacia el este.
El fiordo parece haber estado habitado desde los remotos tiempos del landnámsöld, cuando un tal Bjólfur reclamó su posesión. En su orilla meridional se encuentran las exiguas ruinas de Þórarinsstaðir. Una de las primeras iglesias de Islandia, que habíamos podido visitar apenas unas horas atrás. En Vestdalseyri, al noroeste del fiordo, también se han recuperado los restos de una mujer, datados en el entorno del 940 y considerados uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de Islandia en los últimos años.
Pero la actual población nace en 1848, cuando un grupo de pescadores noruegos decide establecerse en el fiordo. Trajeron con ellos un estilo de construcción característico de Escandinavia y, lo que era más importante en la depauperada Islandia de mediados del siglo XIX, madera. Con ella, crearon una de las pocas poblaciones de la isla que tiene edificios de cierto interés.
Aunque tampoco faltan los construidos con chapa galvanizada corrugada. Una técnica típicamente islandesa, que es un buen ejemplo de la capacidad de adaptación de sus habitantes. Inicialmente las chapas solo eran utilizadas en los tejados. Los barcos británicos la llevaban en los viajes de ida, cuando iban a recoger cargamentos de lana. Pero sus magníficas cualidades frente al duro clima de la isla provocaron que, muy pronto, comenzasen a usarse para proteger las fachadas de los edificios. Acabó naciendo un curioso estilo, en el que se mezclan los elementos ornamentales de madera, como puertas, cornisas y ventanas, con la chapa metálica, meramente funcional.
Seyðisfjörður también tiene cierto ambiente cultural. En Austurvegur encontraremos el Skaftfell Art Center, uno de los centros de arte más importantes del este de Islandia. Fue fundado en 1998 en memoria de Dieter Roth. Un artista de origen alemán, que pasó parte de su vida en el fiordo. El edificio de madera donde se aloja fue construido en 1907. En su planta baja también encontraremos uno de los escasos restaurantes de la ciudad.
Nuestro paseo acabó llevándonos hasta la zona del corrimiento de tierras de 2020. Entre el 14 y el 18 de diciembre de aquel año, llovió insistentemente. 569 milímetros, la mayor cifra jamás recogida en Islandia en un periodo tan corto. El 15, hubo un desprendimiento y se evacuó una parte de la pequeña ciudad. El 18 se produjo el mayor corrimiento de tierras registrado hasta la fecha en una zona habitada de Islandia. Seyðisfjörður fue completamente evacuada, aunque afortunadamente no hubo que lamentar ninguna víctima mortal. El resultado fue la destrucción, total o parcial, de 39 edificios. La pequeña ciudad no recuperaría la normalidad hasta octubre de 2021, aunque los estragos de la avalancha aún siguen siendo visibles.
No es la primera vez que Seyðisfjörður se ve afectado por un corrimiento de tierras. La ubicación de la población, justo a los pies de las empinadas laderas del Strandartindur, hacen que sea especialmente vulnerable. En 1885, una avalancha mató a 24 personas. La mayor tragedia de este tipo en la historia del país. En 1996, otra avalancha se llevó por delante una fábrica, aunque en aquella ocasión no hubo que lamentar víctimas. Tras los sucesos de 2020, se está levantando una serie de barreras que, al menos en teoría, debería servir para prevenir nuevas desgracias.
Llegamos a la calle Hafnargata, en las inmediaciones del diminuto puerto pesquero. Frente al fiordo, a los pies de la traicionera ladera, estaba el primer edificio que, al este de Seyðisfjörður, se había salvado del desastre. Una bucólica vivienda, rodeada de árboles, junto a una pequeña cascada. El lugar parecía idílico. Pero, como suele ser común en Islandia, esa apariencia era engañosa. Aunque los Fiordos del Este sea una de las zonas más antiguas de Islandia y, por tanto, se encuentre entre las más estables geológicamente de la isla, no deja de ser una tierra relativamente joven, creada durante el Cenozoico. Además, los profundos cambios producidos desde el final de la última glaciación aún siguen afectándola.
Aunque no teníamos prisa, comenzábamos a estar hambrientos. Y algo cansados, tras una larga jornada de un lado para otro. Iniciamos el regreso por unas calles que, finalmente, habían recuperado la tranquilidad. El Aida Aura había desaparecido del fiordo, mientras que el Norröna se preparaba para zarpar. Regresamos con toda la calma del mundo, curioseando en la pequeña exposición al aire libre que se ha instalado frente a la terminal del ferry, en memoria de aquellos que sufrieron los estragos de la avalancha. Una serie de paneles, contando las pequeñas historias y los dramas personales de un puñado de personas.
Llegamos al SH Vega justo cuando el Norröna comenzaba a soltar amarras. El contraste entre el lujoso barco en el que navegábamos y el renqueante ferry no podía ser mayor. Sin embargo, mi solitaria travesía invernal en el Norröna me dejó unos recuerdos imborrables, que me llenaban de nostalgia. Permanecí en cubierta, viendo como el ferry se alejaba hasta desaparecer tras el recodo del fiordo, más allá de la factoría de procesamiento de pescado. Nosotros le seguiríamos en unas horas. Pero nuestro siguiente destino era la cercana Djúpivogur, de la que apenas nos separaban 125 kilómetros de navegación. El capitán había decidido tomárselo con calma, retrasando aún más nuestra hora de zarpar. En una tarde cada vez más oscura, no tenía el menor sentido esperar a que el SH Vega soltara amarras. Tras la cena y una tertulia en el costado de estribor, que a esas alturas del crucero se había convertido en una tradición, nos fuimos a dormir.
If you see this after your page is loaded completely, leafletJS files are missing.
Para ampliar la información.
La segunda, en verano, en https://depuertoenpuerto.com/navegando-rumbo-a-seydisfjordur/.
Respecto a los recorridos por la diminuta población y su fiordo, el día en que conocí Seyðisfjörður puede verse en https://depuertoenpuerto.com/dia-de-invierno-en-seydisfjordur/.
La siguiente visita, en verano, está en https://depuertoenpuerto.com/tarde-de-verano-en-seydisfjordur/.
Y la tercera, nuevamente en invierno, en https://depuertoenpuerto.com/una-breve-excursion-a-seydisfjordur/.
Si estás viajando alrededor de Islandia en crucero, también puede interesarte esta entrada del blog: https://depuertoenpuerto.com/guia-para-visitar-islandia-en-crucero/.
En https://depuertoenpuerto.com/entre-islandia-y-groenlandia/ encontrarás el itinerario completo de nuestro viaje entre Islandia y el este de Groenlandia.
En inglés, la web oficial de turismo de Seyðisfjörður está en https://visitseydisfjordur.com/.
Puede verse la página del Landslide Project en https://www.thelandslideproject.com/.
La web del Skaftfell Art Center está en https://skaftfell.is/.