Tan solo había estado junto al glaciar en una ocasión. Fue en el verano de 2020, mientras recorría con Olga una Islandia más vacía de lo habitual, con su turismo diezmado por la pandemia. Llegamos hasta el glaciar siguiendo la pista que se acerca, desde el oeste, hasta la más occidental de sus lagunas. Aunque fue una visita breve, el glaciar me pareció fascinante. Sobre todo, el contraste entre sus atormentados hielos, de tonos entre blancos y azulados, y el agua, color chocolate, de la laguna. Me prometí regresar.
Lo intenté un año y medio más tarde, durante mi segundo viaje invernal a Islandia. El día era espléndido, con una luz suave bañando un paisaje de un blanco inmaculado, fruto del temporal que había azotado la isla apenas unas horas antes. Llegué al desvío a las once y media, cargado de optimismo, para darme de bruces con un gran 4×4 y un cartel prohibiendo el paso. Había tenido la mala suerte de coincidir con el rodaje de una película.
Al año siguiente, el Svínafellsjökull se había convertido en mi principal objetivo durante el tramo por el sur de Islandia de un largo periplo invernal, de 18 días, alrededor de la Tierra de Hielo. Para no volver a fallar, dormiría en el hotel Skaftafell, a menos de un kilómetro de la lengua glaciar. Aunque no resultó sencillo. El turismo en Islandia había regresado a sus niveles habituales y el hotel estaba lleno a rebosar. Por un golpe de suerte, logré reservar la última habitación libre. Al día siguiente, justo después de desayunar, iría al glaciar andando.
Me puse en marcha poco después de las ocho de una mañana casi perfecta. Dos grados bajo cero, un viento casi inexistente y el cielo cubierto por una suave capa de nubes. Suficiente para tamizar la luz del sol, pero no tan densa como para oscurecer el paisaje. Desde la parte trasera del hotel partía un amplio camino, adentrándose entre una vegetación tan raquítica como reseca. Aún más allá, las cimas más altas de Islandia se alzaban sobre el horizonte. No podía imaginar un mejor comienzo para la excursión.
En unos minutos tenía a la vista lo que aparentaba ser el extremo meridional del glaciar, que iba a morir en las inmediaciones de una pequeña laguna completamente congelada. Alguien se me había adelantado. Una silueta avanzaba por la senda que rodea la orilla meridional de la laguna. Su destino parecía tentador, pero preferí ceñirme al plan original. Seguiría avanzando por el camino principal, rumbo a lo que parecía ser una antigua morrena glaciar.
Un cuarto de hora antes de las nueve, coronaba la morrena y contemplaba el glaciar en todo su esplendor. Un hermoso caos de hielo, deslizándose lentamente desde las cimas que rodean Hvannadalshnjúkur, la cumbre más alta de Islandia. Hacia el oeste, al otro lado del glaciar, podía ver la escabrosa senda que habíamos recorrido en el 2020, por las inestables laderas del Hafrafell. La vista que tenía al frente era muy distinta de aquella. Quizá menos sutil, pero sin duda más grandiosa.
Hacia el sur, el glaciar se desvanecía en una vorágine de tierra y hielo. Tan anárquica, que era imposible distinguir sus límites. Solo podía apreciar que su extremo meridional estaba aún más al sur de lo que había pensado, oculto tras los restos de otra morrena. Aquella zona parecía tan interesante que, sobre la marcha, decidí reorganizar mi excursión. Haría un desvío durante el regreso al hotel.
De momento, mantendría mi plan inicial, recorriendo la cresta de la antigua morrena principal. Su enorme tamaño permitía apreciar claramente el retroceso del glaciar. Éste era imponente, pero de unas dimensiones ridículas en comparación con el monstruo que, en un pasado no tan remoto, había sido capaz de crear el enorme amontonamiento de piedras sueltas por el que caminaba. Antiguamente, el Svínafellsjökull y el cercano Skaftafellsjökull formaban un frente glaciar único. En 1890 comenzaron a retroceder. Para 1945, ambos glaciares se habían separado. En la actualidad, la lengua del Svínafellsjökull está 800 metros por detrás de su punto de avance máximo, a finales del siglo XIX. Peor le ha ido al Skaftafellsjökull, cuyo retroceso ha sido de 2.500 metros.
La perdida de longitud ha ido acompañada de una disminución en el grosor del hielo. Según la tradición oral, hasta el siglo XIX el glaciar superaba en altura la morrena sobre la que me encontraba. Ocasionalmente, se desprendían grandes bloques de hielo, que descendían rodando hasta la llanura. La pérdida de masa del glaciar también ha afectado al terreno circundante. Sobre todo en Svínafellsheiði, junto a su costado oriental. Una larga fractura, de 1.700 metros de longitud, recorre la parte superior del acantilado, a 850 metros de altura. Una extensión de aproximadamente 1 km² amenaza con desplomarse sobre el glaciar, repitiendo a mayor escala el desprendimiento de 2013. Las consecuencias de éste aún son claramente visibles, en forma de una gran lengua de tierra cubriendo parte de la superficie de hielo.
Quizá ese sea uno de los motivos por los que el Svínafellsjökull es un lugar tan tranquilo. Las excursiones sobre su superficie, tan populares en el cercano Skaftafellsjökull, no son bien vistas por Protección Civil. Además, aconsejan que cualquier recorrido que pase cerca de las lagunas glaciares sea lo más breve posible. Y la pista más directa al glaciar, aquella que habíamos utilizado en 2020, actualmente está cerrada. Por si todo esto fuera poco, la pareja de excursionistas alemanes que desapareció entre sus hielos en agosto de 2007, sin dejar el menor rastro, acrecienta su fama como uno de los glaciares más peligrosos de Islandia.
En cualquier caso, me sentía seguro, en lo alto de la gran morrena frontal. La mañana avanzaba, seguía sin haber el menor rastro de viento y ninguna persona alrededor. El momento era perfecto para volar el dron. Un largo vuelo, de 15 minutos, en el que apuré la batería al máximo, volando sobre la zona más atormentada de la superficie glaciar, hasta allí donde el dron comenzaba a perder la señal.
Después, comencé el regreso. Eran poco más de las nueve y media, pero quería explorar el extraño mundo que parecía extenderse cerca del límite meridional del glaciar. Descendí de la morrena y rodeé la pequeña laguna, completamente congelada, recorriendo el sendero que había dejado de lado a primera hora.
Me adentraba en un universo extraño y caótico, donde los límites entre la tierra y el hielo no estaban del todo claros. Un entorno peligroso, en el que, caminando sobre los restos deslavazados de otra antigua morrena, era sencillo sufrir una caída. Encontrándome en la más absoluta de las soledades, debía extremar las precauciones.
Cerca de las diez, logré llegar junto a la más meridional de las lagunas glaciares. El esfuerzo había merecido la pena. La laguna no era gran cosa. Poco más que un gran charco congelado. Pero, en su otra orilla, los hielos del Svínafellsjökull componían una escena singular. Más que un glaciar, lo que tenía enfrente parecían ser olas petrificadas. El resultado de un cataclismo primigenio, en el que un mar tormentoso se hubiera congelado súbitamente, tornando en permanentes las ondulaciones de su voluble superficie.
Era imposible seguir avanzando. Además, me encontraba en el peor lugar posible, en caso de que se produjera algún desprendimiento en la ladera de Svínafellsheiði. Había llegado el momento de emprender el regreso. En cualquier caso, me lo tomé con calma. Recreándome en cada paso que daba y en cada una de las formaciones que superaba. Siendo más consciente del entorno que recorría. Escuchando los continuos sonidos que todo glaciar genera. Desde el agua corriendo por sus profundidades hasta los extraños chasquidos creados por el movimiento de sus masas de hielo.
Regresé al camino principal. Ahora tenía al frente Skeiðarársandur. Una de las mayores llanuras costeras del sur de Islandia, resultado de millones de años de erosión glaciar y descomunales jökulhlaups. Al oeste, la enorme lengua glaciar del Skeiðarárjökull se desparramaba sobre la llanura. Y, algo más al sur, podía distinguir la característica silueta del monte Lómagnúpur, uno de los mojones emblemáticos de la Ring Road.
Acabé empleando dos horas y media en una espléndida excursión, que me permitió visitar la parte de la lengua glaciar del Svínafellsjökull que no había conocido en mi anterior visita. Llegué al hotel satisfecho y todavía más convencido que antes de mi predilección por el glaciar. Como casi siempre en Islandia, regresar a un lugar conocido había sido todo un acierto. De inmediato, me puse en marcha hacia mi siguiente destino, el generalmente ignorado valle de Morsárdalur, apenas 8 kilómetros al noroeste.
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Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/en-el-svinafellsjokull/ se puede ver mi primera visita al Svínafellsjökull, en verano.
La tercera, nuevamente en invierno, está en https://depuertoenpuerto.com/fotografiando-el-svinafellsjokull/.
En inglés, Guide to Iceland tiene un artículo sobre el glaciar: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/svinafellsjokull.
También hay una breve reseña en la web Hit Iceland: https://hiticeland.com/places_and_photos_from_iceland/sv%C3%ADnafellsjökull-glacier-tongue.
Los interesados en realizar una excursión sobre el glaciar, pueden visitar la web Passport&Pixels: https://www.passportandpixels.com/glacier-hike-svinafellsjokull-glacier-iceland/.
Quien quiera profundizar su conocimiento de la geomorfología del Svínafellsjökull puede descargar un PDF en https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/17445647.2017.1407272.
En https://fieldrecording.net/2019/11/26/transformation/ es posible explorar el sutil universo sonoro del glaciar.
Wow unas imágenes impresionantes. Muchas gracias por el artículo. Aplausos
El Svínafellsjökull es un lugar impresionante, al que no me canso de regresar una y otra vez. La última, apenas hace tres semanas, lo encontré aún más hermoso que en esta visita, con una luz perfecta para la fotografía.
Gracias por tus comentarios, siempre tan amables.
Nos encantan tus posts sobre Islandia, el texto y las increíbles fotos. Esta claro que tomaremos tu blog de referencia cuando nos decidamos por fin a organizar este viaje.
Muchas gracias. Si alguna vez os decidís a viajar a Islandia, será un placer ayudaros a planificar vuestro itinerario.