Con 95 kilómetros de longitud y un ancho que oscila entre los 4.000 y los 5.000 metros, en muchos lugares del mundo el Øfjord destacaría por sus dimensiones. En Scoresby Sund, tan solo es una de las ramas en las que se divide el mayor sistema de fiordos del planeta. Y no precisamente la más destacada por su tamaño. Aunque quizá si lo sea por su belleza y espectacularidad.

Entrando en el Øfjord

Entrando en el Øfjord.

El siguiente objetivo del crucero de expedición en el que recorríamos Scoresby Sund era un lugar llamado Røde Ø. Para llegar, teníamos que atravesar el Øfjord en toda su longitud. Desde su extremo nororiental, en las inmediaciones de Hall Bredning, hasta el lugar en el que el fiordo se ramifica en tres brazos. Nuestro destino se encontraba en el más meridional. Una navegación en la que, a priori, emplearíamos el resto de la jornada. Sobre las cuatro y media de la tarde, entrábamos en el fiordo, entre el extremo septentrional de Bjørne Øer y el este de Renland.

Paredes de roca en Renland

Paredes de roca en Renland.

Navegábamos por las mismas aguas que habíamos recorrido esa misma mañana a bordo de una zódiac. Aunque tanto la perspectiva como las sensaciones eran bien distintas. El SH Vega avanzaba ahora por la zona central del fiordo, a lo que se unía la vista más elevada que podíamos disfrutar desde sus cubiertas superiores. Mientras las impresionantes paredes de roca de Renland desfilaban lentamente ante nosotros, me resultaba imposible dejar de hacer una foto tras otra al agreste paisaje que recorríamos.

Skillebugt

Skillebugt.

A estribor, un enorme muro de roca desnuda se elevaba directamente desde las aguas del fiordo. Tan solo un pequeño fiordo lateral y un puñado de glaciares, descendiendo desde las meseta interior de Renland, rompían ocasionalmente la imponente pared. La remota península está cubierta por una capa de nieves perpetuas, desde la que se descuelgan numerosos glaciares. Aunque, desde nuestra posición, apenas podíamos adivinar sus bordes, asomando tímidamente por encima de las afiladas cumbres. Tampoco ayudaban las nubes bajas, aferradas a su interior.

Qalikattooq

Qalikattooq.

Mientras tanto, a babor, superábamos una tras otra las pequeñas islas. Por encima de todas, destacaba Qalikattooq, cuya cima supera los 400 metros de altitud. La abrupta mole pétrea, que dominaba el horizonte hacia el suroeste, iba cambiando de forma según avanzábamos por el fiordo, revelando sus auténticas proporciones. Lo que al principio parecía una aguja de roca, resultó ser una pequeña cordillera, extendiéndose en perpendicular al fiordo.

Frente a Ikaasakajiip Nuua

Frente a Ikaasakajiip Nuua.

Llegamos a la altura de Ikaasakajiip Nuua, el abrupto cabo que forma el extremo septentrional de Milne Land. La tercera isla más extensa de Groenlandia ocupa buena parte del flanco meridional del Øfjord. Un fiordo que en realidad es un estrecho. Atravesando el Røde Fjord, sería posible llegar al Fønfjord y regresar hacia el este hasta el brazo principal de Scoresby Sund, circunnavegando Milne Land.

Iceberg frente a Milne Land

Iceberg frente a Milne Land.

Øfjord se traduciría desde el danés como «Fiordo de la Isla». Me costó confirmar que hace referencia a las islas de Bjørne Øer y no a Milne Land. En cambio, fue mucho más sencillo comprobar el origen del nombre groenlandés del fiordo: Ikaasakajik, cuya traducción sería algo parecido a «el Estrecho Malo». Según nos adentrábamos en su tramo central, entre Milne Land y Renland, nos recibieron los vientos catabáticos responsables del topónimo. Un vendaval tan gélido como intenso, procedente de la capa de hielo que cubre la mayor parte de Groenlandia, que nos acompañaría durante buena parte de lo que quedaba de tarde.

Grundtvigskirken

Grundtvigskirken.

La estrella del momento se encontraba a estribor, prácticamente frente a Ikaasakajiip Nuua. Los 1.977 metros del Grundtvigskirken surgían de las aguas del Øfjord, para terminar en una aguja de roca que parecía desafiar las leyes de la gravedad. El topónimo hace referencia a una iglesia de Copenhague, cuya fachada tendría una silueta similar a la cara oriental del monte. La primera ascensión a Grundtvigskirken fue realizada en 1999, por un grupo de cuatro escaladores escandinavos. Un primer intento, el año anterior, había terminado en fracaso.

Pt. 1.882m

Pt. 1.882m.

Los escaladores, creyendo que el pico no tenía nombre, lo denominaron Tsavagattaq, que en inuit hace referencia a la punta de un arpón pequeño, que se puede manejar con una mano. Pensaron, erróneamente, que Grundtvigskirken era otra llamativa aguja, situada 4.000 metros al suroeste, que se eleva hasta los 1.882 metros de altura. En realidad, Grundtvigskirken había sido «bautizado» durante la larga expedición de Lauge Koch, que cartografió y estudió la geología de la zona entre 1931 y 1934. Nombre que fue aprobado oficialmente en 1936. La confusión parece tener su origen en un mapa danés de 1972. Los cartógrafos, que nunca había estado en Groenlandia y tenían información limitada, se equivocaron de cumbre. El resultado es que, de las dos cima más llamativas del Øfjord, una tiene dos nombres y la otra ninguno. Simplemente, se la denomina por su altitud: Pt. 1.882m. Aunque quizá la peor consecuencia sea que, en algunos mapas y publicaciones, Pt. 1.882m siga confundiéndose con Grundtvigskirken.

Glaciar en Milne Land

Glaciar en Milne Land.

Entre tanto, a babor, el paisaje de Milne Land mejoraba por momentos. La costa estaba horadada por profundos valles, por los que descendían lenguas glaciares que llegaban hasta la orilla del fiordo. Quizá fueran las responsables de alguno de los icebergs que nos íbamos encontrando. Éstos eran cada vez más numerosos. Parecía evidente que, más adelante, debía haber algún gran glaciar, capaz de generar una cantidad apreciable de montañas de hielo.

Hielo y roca en Milne Land

Hielo y roca en Milne Land.

La tarde era gélida. Pese al espectacular entorno que recorríamos, decidí asistir a una breve charla sobre los planes para la siguiente jornada. Aprovecharía para entrar en calor, cambiar la batería de la cámara y tomar un reconfortante café. Cuando, quince minutos más tarde, regresé a cubierta, apenas habíamos avanzado unos cientos de metros. Aún estábamos a mitad de camino de nuestro destino, mientras Milne Land parecía empeñada en la difícil tarea de superarse a si misma.

Rozando las nubes

Rozando las nubes.

A popa, la aguja del Pt. 1.882m comenzaba a difuminarse entre la bruma. En cambio, más allá de la amura de babor aparecieron unas extrañas montañas, de un gris ceniciento y con una geometría distinta a la que llevábamos viendo toda la tarde. Empinados conos que se elevaban hasta casi rozar las nubes.

Las nubes descienden

Las nubes descienden hacia el Øfjord.

El viento tendía a amainar. Las nubes comenzaron a descender lentamente desde las cimas, mientras aparecían algunos bancos de niebla, flotando frente a las abruptas paredes de roca. Cuando parecía que el paisaje había alcanzado un nivel insuperable de belleza salvaje, lograba volver a sorprendernos con escenas todavía más sublimes.

El Ocean Explorer en Øfjord

El Ocean Explorer en Øfjord.

Quince minutos después de las ocho, avistamos otro barco. Era el Ocean Explorer, un buque de la naviera Quark Expeditions, navegando hacia el este. Fue un encuentro tan breve como anodino. Nos cruzamos en silencio, mientras desde las cubiertas del Ocean Explorer tan solo una persona, aparentemente parte de la tripulación, nos observaba con cierta curiosidad. Me llamó la atención que, en medio de aquel paisaje deslumbrante, no hubiera nadie más en el exterior.

Dejando Snesund atrás

Dejando Snesund atrás.

Nada más cruzarnos con el Ocean Explorer, alcanzamos la embocadura de Snesund. El brazo de mar, que separa Milne Land de la isla de Storø. «ataja» en diagonal entre Øfjord y Røde Fjord. Snesund fue también «bautizado» por Carl Ryde. El nombre, que se traduciría por «Canal de la Nieve», se debe a la gruesa capa que encontró la expedición al llegar, en abril de 1892.

Seguíamos acercándonos a nuestro destino, mientras las nubes aceleraban su descenso y los icebergs se tornaban más abundantes. El SH Vega comenzó a zigzaguear, buscando un canal libre entre los bloques de hielo. Aunque había excepciones, éstos solían tener un tamaño relativamente escaso. Su parte emergida solía tener dimensiones menores que las del barco. Por contra, eran muy numerosos. Hasta el punto que, en algunas ocasiones, no quedaba más remedio que pasar a escasa distancia del hielo. Algo que no suele gustar a los capitanes de los barcos, por mucho que su casco pueda estar reforzado. Siempre existe la posibilidad de que un iceberg se dé la vuelta inesperadamente. Posibilidad que se incrementa por las turbulencias que crea el barco.

Rypefjord

Rypefjord.

Pronto tuvimos a la vista uno de los responsables de la abundancia de hielo. Hacia el norte, al fondo del Rypefjord, podíamos ver el frente glaciar del Eielson, de unos 4.000 metros de ancho, difuminado entre la bruma. El glaciar recibió su nombre en honor de Carl Benjamin Eielson. Un afamado aviador ártico que, entre otros logros, fue el primero en lograr volar desde Alaska hasta Svalbard, en 1928. Aquí no estábamos frente a los escuálidos glaciares, incapaces de llegar al mar, que habíamos visto descolgándose desde Renland. Tampoco eran las lenguas de hielo originadas en los modestos hielos perpetuos de Milne Land. Más vigorosas, pero claramente incapaces de generar la cada vez más evidente abundancia de icebergs. Por contra, el Eielson procedía directamente de la gran capa de hielo del centro de Groenlandia. La segunda más extensa del mundo, tan solo superada por la Antártida.

Entre icebergs

Entre icebergs.

Las dificultades aumentaban por momentos. Cada vez había más icebergs y éstos eran mayores según avanzábamos hacia el oeste. El SH Vega navegaba muy lentamente, cambiando continuamente de rumbo. En el puente de mando debían estar bastante estresados, pero para el pasaje aquello era una auténtica delicia. Aunque, desde la proa, había veces que parecía imposible encontrar un paso libre entre los hielos, siempre daban con alguno. Imagino que les ayudaría su experiencia, disponer de un punto de vista más elevado y el radar específico para detectar hielo con que el barco estaba equipado.

Llega el atardecer

Llega el atardecer.

Entretenidos con la navegación, llegamos casi sin enterarnos al extremo noroccidental de Storø. El SH Vega viró hacia babor, adentrándonos desde el norte en el Rødefjord. Dejamos a estribor el Harefjord, donde desembocan un par de glaciares sin nombre. Por encima de una asombrosa acumulación de hielo, comenzaban los primeros compases de un prometedor atardecer.

Icebergs al atardecer

Icebergs al atardecer.

Atardecer que no tardó en desplegarse con todo su esplendor. El aire y el agua se tiñeron de tonos cálidos, mientras los icebergs se difuminaban en la difusa bruma que envolvía el ambiente. El viento había cesado completamente y la quietud del momento se unía a la ridícula velocidad del SH Vega para crear una sensación etérea. Recorríamos un mundo de una belleza tan extraña, que resultaba difícil de asimilar que fuera real.

Hielo en el Røde Fjord

Hielo en el Røde Fjord.

El SH Vega redujo aún más su velocidad, mientras el atardecer se convertía lentamente en un ocaso un tanto decepcionante, tan solo ensalzado por el espectacular entorno en el que nos encontrábamos. Unos metros más y nos detuvimos completamente. La danza con el hielo se había vuelto tan complicada, que nos vimos obligados a retroceder. Un nuevo intento, un poco más al este, terminó en un nuevo fracaso. Ante nosotros, se extendía un mar tan repleto de icebergs, que parecía imposible atravesarlo. Tras un tercer intento, nuevamente fallido, el SH Vega retrocedió unos metros y detuvo completamente su marcha. Eran casi las once de la «noche». Cansados, tas una jornada tan larga como intensa, nos fuimos a dormir sin saber si, finalmente, seríamos capaces de alcanzar nuestro destino.

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Para ampliar la información.

Imposible encontrar información relevante en español.

En inglés, el American Alpine Club tiene un artículo sobre el Grundtvigskirchen: http://publications.americanalpineclub.org/articles/12201114800.

En el blog de Thomas Ulrich encontraremos una entrada sobre su ascensión al Grundtvigskirchen, con una interesante colección de fotos: https://www.thomasulrich.com/en/greenland.html.

En https://data.geus.dk/ se puede explorar un interesante mapa interactivo, con topónimos e información de la zona.

Quien esté interesado en la deslumbrante geología del este de Groenlandia, encontrará un PDF en https://www.geoworldtravel.com.