La erupción en Litli-Hrutur trastocó nuestros planes en Islandia, con la mala suerte de que finalizó apenas cinco días antes de nuestra llegada a la isla. Una lástima, pues acabamos renunciando a nuestra idea original, centrada en recorrer Fjallabak, para tenernos que conformar con la visita al cráter de un volcán inactivo. De nuestro plan inicial, tan solo pudimos rescatar la excursión hasta Langisjór.
El itinerario completo quedó como sigue:
- 9 de agosto: vuelo Madrid – Keflavik y directamente a dormir a un hotel junto al aeropuerto.
- 10 de agosto: aunque el volcán ya no está en erupción, decidimos recorrer la senda E hasta las proximidades del cono. Llegamos al hotel Geysir bastante tarde.
- 11 de agosto: una larga e intensa excursión atravesando Fjallabak, rumbo al fascinante Langisjór, uno de los lagos más hermosos de Islandia.
- 12 de agosto: aprovechamos la cercanía a Strokkur para fotografiar el géiser más famoso de Islandia. Aunque la principal actividad del día fue una excursión sobre el Langjökull.
- 13 de agosto: regresamos de Haukadalur a Keflavik, donde pasaremos la última noche antes de embarcar. De camino, recorremos la carretera 550 y visitamos Reykholt. A última hora de la tarde, improvisamos un recorrido por Reykjanes.
- 14 de agosto: antes de embarcar, damos un largo paseo por Reikiavik.
- 15 de agosto: escala en Ísafjörður. Por la tarde, hacemos una breve excursión hacia el sur, en la que visitamos el interesante jardín de Skrúður.
- 16 de agosto: día de navegación, atravesando el estrecho de Dinamarca.
- 17 de agosto: comienza la parte de expedición del crucero. Amanecemos en Hurry Inlet, donde hacemos un recorrido en zódiac. Después visitamos Ittoqqortoormiit, el único lugar habitado en varios cientos de kilómetros a la redonda. El atardecer nos alcanza adentrándonos en Scoresby Sund.
- 18 de agosto: arrancamos el día explorando en zódiac Bjørne Øer, las Islas del Oso. Después, atravesamos Hall Bredning rumbo a Sydkap, donde el encuentro fortuito con un oso polar frustra nuestros planes. Pasamos la tarde adentrándonos en el impresionante Øfjord.
- 19 de agosto: la acumulación de icebergs nos impide continuar nuestra ruta. Improvisamos una excursión por Rødepynt. Después, no queda más remedio que desandar nuestro camino, entre Rødepynt y Hall Bredning.
- 20 de agosto: nuevo cambio de planes, en este caso provocado por el viento. Tras dar un paseo por la tundra de Ujuaakajiip Nunaata Akia, enfilamos hacia la embocadura del fiordo, recorriendo la costa de Volquart Boon.
- 21 de agosto: otro día de improvisaciones, en este caso provocadas por la niebla, mientras recorremos la parte exterior del fiordo del rey Óscar.
- 22 de agosto: finalizado el crucero de expedición, toca volver a la normalidad, navegando rumbo a Seyðisfjörður.
- 23 de agosto: una larga escala en Seyðisfjörður en la que, entre otras cosas, damos un paseo hasta Selbrekkufoss y hacemos una excursión a Skálanes.
- 24 de agosto: escala en Djúpivogur, la población más meridional de los Fiordos del Este.
- 25 de agosto: pasamos la mañana navegando rumbo a Vestmannaeyjabær. Por la tarde, visitamos Heimaey, la isla principal del archipiélago, y su museo de Eldheimar.
- 26 de agosto: desembarcamos en Reikiavik y, en contra de nuestra costumbre, vamos directamente del barco al aeropuerto. Esa noche, dormimos en Madrid.
Podríamos decir que el viaje estuvo dividido en tres secciones distintas.
La primera, arrancó con un itinerario por el suroeste de Islandia, que tuvo dos diferencias fundamentales con nuestros anteriores viajes por la Tierra de Hielo: apenas cambiamos de alojamiento y empleamos buena parte de un día visitando Reikiavik. Después, escala en Ísafjörður. Una ciudad que visitaba por quinta vez. Nuestros primeros seis días acabaron siendo una mezcla entre lugares nuevos y otros que ya conocíamos. En cualquier caso, nunca me canso de regresar a Islandia. Una isla que, a estas alturas, creo que forma parte de mi zona de confort. Para bien y para mal.
La siguiente sección, en el este de Groenlandia, estuvo centrada en los cuatro días de crucero en Scoresby Sund, con un breve apéndice en un fiordo más septentrional. Un territorio salvaje y virtualmente despoblado, con alguno de los paisajes más deslumbrantes que jamás he podido contemplar. Como en todo crucero de expedición, no había un itinerario fijo. Éste se iba modulando en función de las circunstancias que nos encontrábamos día a día. Por poner una pega, la faceta más negativa de estas jornadas fue el escaso número de animales que logramos avistar. Aún no tengo claro si fue mala suerte o simplemente la zona tiene poca fauna.
Terminamos con una especie de mini crucero por el este y el sur de Islandia, haciendo tres escalas en lugares que habíamos visitado anteriormente. Lo pasamos bien y pudimos completar nuestro conocimiento de la zona. Pero, al igual que en Ísafjörður, nos quedó una cierta sensación de ocasión perdida. Viajando en un buque de expedición, con poco calado y la posibilidad de desembarcar con las zódiac prácticamente en cualquier lugar, creo que no había ninguna necesidad de limitarse a puertos convencionales. Algún fiordo recóndito, como el Mjóifjörður, o alguna isla poco accesible, como Papey, habrían sido escalas mucho más interesantes.
En todo caso, un viaje magnífico y muy recomendable. Aunque, sinceramente, creo que esperábamos algo más. Quizá el problema fue el itinerario del verano anterior, a bordo del mismo buque, entre Tromsø y Reikiavik. En aquella ocasión, habíamos rozado la perfección. A pesar de saber que sería un viaje muy difícil de igualar, las comparaciones son inevitables.
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