Uno de los problemas de viajar en crucero es que no eliges las escalas. Si saltas de destino en destino (este año el Caribe, al siguiente las Islas Griegas . . . ) esto no suele suponer mayor problema. Estando obsesionado con el Ártico, puede acabar siéndolo. No toda la culpa es mía y de mis manías personales. Las navieras también tienen parte de responsabilidad, empeñándose en ir una y otra vez a los mismos puertos, mientras desdeñan destinos alternativos que pueden ser mucho más interesantes. Algo especialmente absurdo viajando en un barco de expedición. Pequeño, con poco calado y disponiendo de la posibilidad de desembarcar mediante zódiac prácticamente en cualquier lugar. Será por falta de pequeños puertos o de ensenadas interesantes en los Fiordos del Oeste.

Neðstikaupstaður

Neðstikaupstaður en agosto de 2021.

¿Otra vez Ísafjörður? fue la reacción de Olga cuando vio el itinerario de un crucero que parecía ser una buena opción para el siguiente verano. A esas alturas, habíamos estado tres veces en la capital de los Fiordos del Oeste. Yo incluso tenía previsto regresar en solitario durante el invierno, apenas seis meses antes de la fecha de la escala veraniega, por lo que acabaría siendo mi quinta visita a la pequeña ciudad. No me importaba, pero Olga tiene la suerte de no haber contraído el «mal de Islandia». Aunque acabó rindiéndose a las circunstancias. Era parte del precio a pagar por poder visitar Scoresby Sund, en la salvaje costa oriental de Groenlandia.

Atardecer en el Ísafjarðardjúp

Atardecer invernal frente a Hornstrandir.

En cualquier caso, no dejaba de ser una escala que, personalmente, tampoco habría elegido. No es que falten lugares interesantes en Ísafjörður y sus alrededores. Simplemente, los conocíamos prácticamente todos. El único que realmente nos tentaba, la remota península de Hornstrandir, estaba fuera de nuestro alcance, en una escala que apenas duraría diez horas. Y en la que, además, perder el barco tendría unas consecuencias nefastas. El único puerto que el SH Vega tocaría en Groenlandia era Ittoqqortoormiit, donde sería prácticamente imposible llegar por nuestros medios. Lo más razonable era ir a lo seguro. Emplearíamos la mañana en dar un paseo por la pequeña ciudad. Por la tarde, nos apuntaríamos a una excursión organizada por la naviera.

Amanece frente a Vestfirðir

Amanece frente a Vestfirðir.

Salí a cubierta poco antes de las siete de una mañana que, para estar en los Fiordos del Oeste, se podría calificar como agradable. Por supuesto, no había el menor rastro de cielo azul. Pero tampoco de las brumas y neblinas tan frecuentes en la zona. Una lástima, pues el ambiente etéreo y misterioso que crean es uno de los principales encantos de la región. En cualquier caso, siendo positivo, ni llovía ni hacía viento. A babor, un pesquero navegaba en paralelo a nosotros. A estribor, podía entrever Flateyri, en la orilla septentrional del Önundarfjörður.

Vatnadalur

Vatnadalur.

Poco después divisaba Vatnadalur. Un valle del que había estado muy cerca en un par de ocasiones, pero al que nunca había conseguido llegar. La primera vez, por falta de tiempo y de experiencia conduciendo por las pistas de los Fiordos del Oeste. La segunda, apenas unos meses atrás, encontré las condiciones perfectas para uno de los desprendimientos tan frecuentes en la región. No parecía razonable adentrarse en una pista sin salida. Vatnadalur se traduciría por el Valle del Lago. Aunque, desde nuestra posición, el pequeño lago permanecía oculto tras unas rocas. El valle contiene un par de granjas, Staður y Bær, junto a una pequeña iglesia, llamada Staðarkirkja.

Galtarviti

Galtarviti.

A continuación, superábamos la boca del Súgandafjörður, donde se encuentra Suðureyri, para navegar frente a Galtarviti. Un faro de 14 metros de altura, construido en 1956 en un lugar remoto. La ensenada de Keflavik tan solo es accesible por mar o realizando una larga y complicada caminata, de casi 5 horas. A pesar de lo cual, se ha convertido en un refugio, donde artistas y creadores buscan aislarse del mundo. No parece un mal lugar para hacerlo.

Skálavik

Skálavik.

La siguiente ensenada era Skálavik, un lugar mucho más accesible, al final de la carretera 630. Tampoco lo conocíamos. La única vez que habíamos recorrido la carretera, acabamos desviándonos hacia el mirador del Bolafjall. Cuando descendimos, un gran banco de niebla nos disuadió de recorrer la pista hasta el final. Las granjas que se reparten por Skálavik quedaron deshabitadas durante la década de 1960. Aunque, debido a la quietud del lugar y a la playa de Minnibakki parece que, durante el corto verano islandés, siguen siendo utilizadas como segundas residencias.

Bolafjall

Bolafjall.

Seguimos avanzando por la costa, navegando frente a la mole del Bolafjall. Habíamos estado junto su estación de radar en el verano de 2021, poco antes de que se inaugurara la plataforma panorámica que, a duras penas, podíamos distinguir sobre la enorme ladera. Dicen que en días excepcionalmente claros es posible divisar la costa de Groenlandia desde el mirador. Algo que resulta físicamente imposible, pues la distancia supera los 300 kilómetros. Salvo que tengas la suerte de contemplar un tipo de espejismo relativamente común en el Ártico, conocido como fata morgana.

Llegando a Ísafjörður

Llegando a Ísafjörður.

Finalmente, poco después de las 8 de la mañana, teníamos a la vista Ísafjörður, donde nos encontramos con lo último que esperaba ver en la pequeña capital de los Fiordos del Oeste: un «atasco» de cruceros. Nada menos que tres barcos atracaban en sus muelles. El Viking Saturn y el Island Princess llenaban los recién ampliados muelles de Sundabakki. Le Boreal estaba atracado de cualquier manera en Mávagarður. ¿Y nosotros?

Llegando a Ásgeirsbakki

Llegando a Ásgeirsbakki.

La respuesta era sencilla. Atracaríamos en los muelles de Ásgeirsbakki, en el puerto interior de Ísafjörður. Para lograrlo, tendríamos que atravesar un estrecho canal, con apenas 7 metros de calado, entre Suðurtangi y la diminuta pista del aeropuerto local, hasta llegar a Pollurin, la zona más protegida del puerto. Una navegación que tuvo cierta dificultad, pero que también resultó bastante interesante.

Barcos de pesca en Ísafjörður

Barcos de pesca en Ísafjörður.

Nos llevó casi media hora completar el rodeo y atracar en Ásgeirsbakki, a escasa distancia del Páll Pálsson, un flamante pesquero construido en 2018. En realidad, estábamos prácticamente rodeados por buena parte de la flota pesquera de Ísafjörður, que suele atracar en los muelles interiores de la ciudad, mejor resguardados y más próximos a las instalaciones industriales del puerto.

Ísafjörður desde Útsýnisstaður

Ísafjörður desde Útsýnisstaður.

Bajamos a tierra sin prisa. Tan solo habíamos previsto visitar Útsýnisstaður. Un mirador situado al oeste de Ísafjörður, que en realidad es la parte superior de una de las barreras contra aludes que protegen la ciudad. No lo conocíamos y, en alguna web que ya no recuerdo, había visto una foto panorámica tomada desde el lugar. Subiríamos al mirador y, de regreso, ya veríamos qué hacer. La idea era estar de vuelta al barco a la hora de comer, antes de emprender la excursión organizada por la naviera.

Skutulsfjörður desde Útsýnisstaður

Skutulsfjörður desde Útsýnisstaður.

La vista desde Útsýnisstaður, sin ser excepcional, resultó interesante. De paso, pudimos apreciar los esfuerzos por poner la ciudad a resguardo de los desprendimientos y aludes tan frecuentes en los Fiordos del Oeste. Los taludes artificiales se complementan con un bosque de coníferas, plantado al suroeste de Útsýnisstaður. Entre todos, deberían ser capaces de prevenir desastres como los que asolaron Súðavík y Flateyri en 1995. Aquellos trágicos sucesos fueron el desencadenante de la construcción, por toda la región, de barreras similares a la que teníamos delante.

Ventana en Tangagata

Ventana en Tangagata.

Regresamos dando un rodeo hacia el norte, por un camino que llegaba a la orilla del fiordo cerca de las últimas casas de Ísafjörður. Después, dimos un lento paseo, sin rumbo fijo, entre las siempre tranquilas calles de la ciudad, muy similar al que habíamos realizado en agosto de 2021. Las mismas casas de chapa corrugada, los mismos edificios históricos de madera. Lo más reseñable fue que, a pesar de la presencia de cuatro cruceros en sus muelles, Ísafjörður era capaz de mantener esa atmósfera, solitaria y pausada, que tanto me gusta.

Silfurtorg

Silfurtorg.

Tan solo en Silfurtorg, la plaza que hay en el corazón de la ciudad, se notaba una presencia de personas que, sin ser agobiante, resultaba inusual. Imagino que la mayor parte del pasaje de los barcos estaría realizando excursiones por los alrededores. Aprovechamos que el comercio estaba abierto para comprar unos libros en Penninn Eymundsson. Después, nos fuimos a comer al barco.

Una excursión desde Ísafjörður​.

Tras comer tranquilamente a bordo, subimos a un autobús para hacer una excursión hacia el sur, en la que empleamos poco mas de tres horas para visitar otros tantos lugares: el jardín botánico de Skrúður, la granja de Holt y Gamla Bókabúðin, en Flateyri.

Navegando cerca del aeropuerto

Navegando cerca del aeropuerto.

Regresamos apenas unos minutos antes de la hora de zarpar, sin margen para despedirnos de la ciudad. El SH Vega volvió a atravesar el estrecho canal navegable, entre Ísafjörður y su aeropuerto, buscando las aguas del Skutulsfjörður. Éste nos llevaría al gran Ísafjarðardjúp que, a su vez, desemboca en el mar abierto. Concretamente, en el estrecho de Dinamarca. Un topónimo ambiguo, pues nunca entenderé como se puede calificar de estrecho a una extensión marina que, en su parte más angosta, mide 285 kilómetros.

Llegando frente a Aðalvík

Llegando frente a Aðalvík.

Tras dejar atrás Ísafjörður y Bolungarvik, el barco enfiló hacia el norte. Una vez más, teníamos que pasar cerca de la fascinante costa de Hornstrandir. Y, una vez más, me quedaría sin poder verla adecuadamente. Si el año anterior habíamos navegado frente a sus cabos demasiado pronto, esta vez lo haríamos demasiado tarde. Cuando el remoto faro de Straumnes, en el extremo noroccidental de Islandia, comenzó a hacerse claramente visible sobre el horizonte, ya eran las diez de la noche. Para cuando quisiéramos llegar a su altura, apenas quedaría luz. Aún así, permanecí en cubierta hasta bien pasadas las once, viendo cómo la costa más salvaje de Islandia se desvanecía lentamente ante mis ojos. Creo que es la vez que más melancolía he sentido navegando frente a la Tierra de Hielo.

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Para ampliar la información.

En https://depuertoenpuerto.com/category/europa/escandinavia/islandia/fiordos-del-oeste/isafjordur/ se pueden ver las demás entradas del blog sobre Ísafjörður.

Guía de Islandia contiene una página dedicada a la ciudad: https://www.guiadeislandia.es/isafjordur/.

En inglés, el blog Peter’s Big Adventure tiene una extensa entrada sobre Ísafjörður: https://www.petersbigadventure.com/blog/isafjordur-westfjords-iceland.

La página oficial de turismo de Westfjords tiene una sección dedicada a su capital: https://www.westfjords.is/en/destinations/towns/isafjordur.