Con el verano de 2022, regresaba la normalidad previa a la pandemia. Por fin podíamos volver a viajar por mar. Aunque, tras dos veranos recorriendo una Islandia aún más solitaria de lo habitual, no queríamos embarcarnos en un crucero «al uso». Buscábamos un viaje por el Atlántico norte o el Báltico, en un barco no demasiado grande. La solución llegó de forma inesperada, mientras curioseaba en un grupo de Facebook dedicado a los cruceros. La renacida naviera Swan Hellenic estrenaba barco y ofrecía los viajes iniciales a precios asombrosamente bajos. El primer itinerario, alrededor de Svalbard, era tentador. Pero el segundo no se quedaba atrás. Además, iríamos en un barco algo más rodado.

El SH Vega en el Liefdefjorden

El SH Vega en el Liefdefjorden.

Terminamos reservando un camarote con balcón en un barco que, partiendo de Tromsø, se adentraría en el Ártico profundo, para terminar doce días más tarde en Reikiavik. Se trataba de un crucero de expedición, por lo que, más allá de la fecha y lugar de comienzo y fin, lo demás no estaba garantizado. Todo dependería de las condiciones del mar y la atmósfera. El barco llegaría hasta Svalbard, pero no había un itinerario prefijado.

Kvaløya la desconocida

Kvaløya la desconocida.

Como siempre, decidimos prolongar el viaje, tanto antes como después del crucero. Pasaríamos los 5 días previos en las inmediaciones de Tromsø, explorando el Ártico noruego. En Islandia lo tuvimos más complicado. Queríamos volver en un vuelo directo y no había demasiadas opciones. Al final, tan solo pasaríamos una noche en Reikiavik, antes de regresar a Madrid.

El viaje quedó como sigue:

Lago y fuentes de lava

Lago y fuentes de lava.

Un itinerario prácticamente perfecto, de principio a fin. Abrimos boca con un road-trip en miniatura por el Ártico noruego, para luego visitar el Ártico profundo, hasta superar los 80º de latitud norte. Entre glaciares que abarcaban el horizonte, icebergs de formas y colores imposibles y fauna salvaje, todo ello rodeado por una naturaleza desbordante, rozando los confines del mundo. Para regresar a Islandia y, tras recuperar una relativa normalidad durante tres escalas en su costa septentrional, rematar el periplo visitando un volcán en plena erupción. Será un viaje difícil de superar.