Nunca he tenido una especial predilección por conducir en Noruega. Aunque he recorrido el país en coche, autobús, ferrocarril y, sobre todo, en barco, si tuviera que elegir entre uno de estos medios, sin duda me decantaría por el último. Más allá de la espléndida red de transporte marítimo del país de los fiordos, fruto de su complicada orografía, recorrer sus intrincados pasajes en barco es una experiencia fascinante. Pero algunas veces las circunstancias, o la conveniencia, me han llevado a utilizar el coche para recorrer alguna de las tan hermosas como enrevesadas carreteras de Noruega. El verano de 2022 fue una de estas ocasiones. Habíamos planteado nuestros cinco primeros días de vacaciones como una especie de mini road-trip por las inmediaciones de Tromsø, la capital del Ártico noruego.

Perdiendo el ferry en Brensholmen

Perdiendo el ferry en Brensholmen.

Era nuestro último día completo en Troms. Al día siguiente, embarcaríamos en el SH Vega rumbo a Svalbard. Antes, teníamos que llegar desde el hotel en Sommarøya hasta el de Tromsø, donde pasaríamos una noche antes de subir a bordo. Además, debíamos devolver el coche de alquiler antes de las ocho de la tarde. La espléndida mañana contrastaba con los días que habíamos «disfrutado» previamente. Cielo azul, ausencia de viento y temperaturas agradables. En esas condiciones, intentaríamos completar nuestra anterior visita a Senja, que se había visto truncada por las obras y el mal tiempo. Tomaríamos el ferry de las 10:45 en Brensholmen y regresaríamos al continente atravesando el Gisundbrua, en Finnsnes. El plan era tan perfecto como el día, pero cometimos un error. Confiados por la escasa afluencia de la mañana anterior, llegamos a Brensholmen demasiado justos de tiempo, para encontrarnos con una larga fila de coches esperando para subir al Skutvik. Nos quedamos con la miel en los labios, pues el barco se llenó cuando tan solo teníamos dos vehículos por delante.

El último paseo en Sommarøya

El último paseo en Sommarøya.

Tocaba reorganizar el día. Regresamos a Sommarøya, para dar un tranquilo paseo por sus playas y tomar una decisión con calma. Nuestro objetivo en Senja era Fjordgård. Una opción era llegar a la isla dando un largo rodeo por el túnel de Rystraumen. Pero suponía un trayecto en coche de 223 kilómetros, a los que deberíamos añadir otros 214 para llegar después a Tromsø. No tenía sentido. Sobre la marcha, decidimos improvisar un recorrido hacia el interior. Tras estudiar las diversas alternativas, nos decantamos por el Balsfjorden. Atravesaríamos una vez más el interior de Kvaløya, saltaríamos de ésta a Tromsøya por el Sandnessundbrua y después al continente por el Tromsøbrua. Desde allí, recorreríamos el fiordo hacia el sur, como mucho hasta su punto final. Un trayecto de 128 kilómetros, con la ventaja de que el regreso a Tromsø tan solo sería de 72. En total, unos 200 kilómetros.

En Sørfjorden

En Sørfjorden.

Atravesamos Kvaløya por la carretera 862. Aunque era la tercera vez que lo recorríamos en apenas cuatro días, el paisaje nos parecía completamente nuevo. No tuvimos ni las nubes de nuestra primera jornada en la isla ni el diluvio de la segunda. Por una parte, disfrutamos de un entorno despejado y luminoso, en el que cada parada era más agradable que la anterior. Aunque, personalmente, siempre me ha atraído más el Ártico gris y brumoso que pudimos entrever durante la tarde de nuestra primera excursión por la isla.

En el arranque de la 7902

En el arranque de la 7902.

Los hermosos paisajes que recorríamos, las continuas paradas y un despiste en el laberíntico sistema de túneles que horada la ciudad de Tromsø tuvieron como resultado que llegáramos al desvío de la carretera 7902, donde arrancaba la parte realmente interesante de nuestra improvisada excursión, algo después de la una y media de la tarde.

Balsfjorden, recorriendo un fiordo en el Ártico noruego.

Tardamos unas tres horas en recorrer los escasos 64 kilómetros que separaban el desvío de la carretera 7902 de Nordkjosbotn. Tres horas recorriendo un paisaje idílico, en unas condiciones inmejorables. La carretera local, sin apenas tráfico, nos permitió hacer innumerables paradas.
A las cuatro y media, estábamos en la terraza del Vollan, un pequeño hotel con cafetería, tomando un refresco en mangas de camisa. Jamás había disfrutado de un día tan agradable en el Ártico noruego. Aun teníamos más de tres horas por delante y estábamos a poco más de 72 kilómetros del hotel. Además, haríamos el regreso directamente por la carretera E8. Menos interesante, pero mucho más rápida.  Sobre la marcha, decidimos saltar al Lyngenfjorden, de cuyo extremo meridional tan solo nos separaban 21 kilómetros.

En Balsfjordeidet

En Balsfjordeidet.

En parte, nos animó el que la ruta entre ambos fiordos avanzara por el fondo de Balsfjordeidet. Un antiguo valle glaciar, rodeado de cimas nevadas. No tendríamos que saltar complicados puertos de montaña por carreteras estrechas. El breve trayecto recorría una carretera general, ancha y con buen trazado, que en realidad seguía siendo parte de la E8. Más adelante, ésta giraba nuevamente hacia el sur, camino de Finlandia y el mar Báltico.

Los Alpes de Lyngen desde la E6

Los Alpes de Lyngen en febrero de 2020.

Conocía el extremo septentrional del Lyngenfjorden. Lo había recorrido por carretera y en ferry, durante un improvisado itinerario en autobús entre Skjervøy y Tromsø, que fue el broche final de mi viaje invernal de 2020. Sabía, por tanto, que las vistas más al norte eran muy hermosas, con los Alpes de Lyngen formando una muralla de nieve y roca al otro lado del fiordo. Pero también sabía que, con toda seguridad, no podríamos llegar frente a la zona mas interesante del Lyngenfjorden.

Skibotndissa

Skibotndissa.

Teníamos el fiordo a nuestra izquierda y debíamos retroceder por la misma carretera. Por tanto, decidimos llegar al punto más lejano y dejar las paradas intermedias para el regreso, cuando estarían más a mano. Marcamos una playa rocosa, junto a un aparcamiento poco antes de llegar a la diminuta localidad de Skibotn, como el lugar más extremo de nuestra breve incursión por el fiordo. Desde la playa, la vista se extendía hasta unas lejanas montañas, justo sobre la linea del horizonte. Quizá fueran las cimas nevadas de Arnøya, la isla ubicada frente a la boca del Lyngenfjorden, aunque nos encontrábamos a demasiada distancia como para estar seguros. Un suave oleaje mecía el manto de algas que tapizaba la parte exterior de la playa, trasmitiendo una asombrosa sensación de serenidad. La tarde seguía siendo espléndida y nos tentaba continuamente con seguir un poco más, hasta el siguiente punto panorámico. Pero eran las cinco y media y habíamos acabado a 112 kilómetros del hotel. Lo razonable era emprender el regreso.

Frente a Steindalen

Frente a Steindalen.

De camino, hicimos un par de paradas. La primera, tras recorrer tan solo 4.500 metros, nuevamente en un pequeño aparcamiento. Al frente, el estrecho valle de Steindalen zigzagueaba entre las imponentes moles de roca del otro lado del fiordo. Aunque no alcanzaban la espectacularidad de la sección septentrional del Lyngenfjorden, estábamos frente al Jiehkkevárri, la cima mas alta de la provincia de Troms og Finnmark. Su nombre es la combinación de dos palabras del lenguaje samijiehkki, que significa glaciar, y várri, cuya traducción sería montaña.

En Storfjord

En Storfjord.

Nos detuvimos por última vez en otro aparcamiento, en las inmediaciones del final del fiordo, que en esta zona recibe el nombre de Storfjord. El lugar tenía un aspecto un tanto destartalado. Pero la vista sobre el extremo meridional del fiordo seguía siendo magnífica. La tarde avanzaba y el sol, hacia el noroeste, estaba cada vez más bajo sobre el horizonte. Aunque aun faltaban varias horas para el comienzo del atardecer, los contrastes entre la luminosa atmósfera y las laderas en sombra eran cada vez más intensos. Una luz dura, tan impropia del Ártico como la espléndida jornada que estábamos disfrutando, bañaba el agreste paisaje.

Frente a la bibliteca municipal de Tromsø

Frente a la bibliteca municipal de Tromsø.

Devolvimos el coche minutos antes de la hora límite. Después, nos registramos en el hotel. Tras una cena ligera, recordando el hermoso crepúsculo de nuestra primera «noche» en Tromsø, apenas cuatro días atrás, decidimos salir a dar una vuelta. Pese a ser viernes, encontramos la ciudad mucho más tranquila que en el anterior paseo vespertino. También estábamos bastante más cansados. Tras acercarnos hasta las inmediaciones de la espléndida biblioteca municipal, que a esas horas ya estaba cerrada, regresamos al hotel. Allí subimos a la azotea, donde había un bar con terraza panorámica. Al comprobar que el atardecer iba a ser, como mucho, mediocre, nos fuimos a dormir. Al día siguiente comenzaba la auténtica aventura en el Ártico y nos vendría bien comenzarla descansados. Además, antes de zarpar, aun tendríamos unas cuantas horas libres para dar un último paseo por Tromsø.

Para ampliar la información.

Nuestro anterior recorrido por Kvaløya está en https://depuertoenpuerto.com/kvaloya-la-desconocida/.

Quien tenga curiosidad por ver cómo es la zona en invierno, puede visitar https://depuertoenpuerto.com/de-skjervoy-a-tromso/.

La sección sobre Lyngen en la web oficial de turismo de Noruega está en https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/norte-de-noruega/lyngenfjord/.

En inglés, la web de turismo de Lyngenfjord es https://www.visit-lyngenfjord.com.

La web oficial de turismo de Tromsø ofrece información sobre toda la región: https://www.visittromso.no/.