Si, en general, todo nuestro recorrido por Kvaløya había estado guiado por la mera intuición, esta circunstancia llegó a su máxima expresión en Rekvikvegen. No teníamos ni la más remota idea de dónde llevaba la carretera ni de si ésta sería realmente interesante. Al ver que era una pista de tierra, dudamos de adentrarnos en ella con un coche normal. Pero el día era espléndido, el firme no tenía mal aspecto y la pista se adentraba, recta como una flecha, por un valle entre montañas. No perdíamos nada por probar y, si la cosa se complicaba, siempre podíamos dar media vuelta.
Apenas habíamos recorrido 3.800 metros, cuando vimos un pequeño aparcamiento a mano derecha. Paramos a curiosear. El paisaje, en la parte más alta de un valle rodeado de agrestes montañas, era magnífico. Pero, más allá de las vistas, nos llamó la atención que había varios coches parados. Sus ocupantes se adentraban en una senda que se dirigía al oeste, camino del siguiente fiordo. Por pura casualidad, habíamos aparcado en el comienzo de la ruta del Brosmetinden.
No llevábamos ni la ropa ni el calzado adecuados para dar una caminata por el campo noruego. Pero, una vez mas, la espléndida tarde y una senda que no parecía tener demasiada complicación nos animaron a probar suerte. Tras avanzar unos 1.200 metros hacia el oeste, llegamos a una cresta sobre la costa, frente a la isla de Sessøya.
Hacia el sur, podíamos ver Rekvik, el destino final de nuestra excursión. La diminuta aldea, apenas unas cuantas casas, parecía aun más pequeña en comparación con la mole del Skamtinden, con sus 884 metros elevándose prácticamente desde la orilla del mar. Una nube, flotando a los pies de la montaña, ayudaba a realzar la imponente mole de ésta.
Hacia el oeste, mas allá del Sessøyfjorden, la costa meridional de Sessøya, la diminuta Risøya, los contrafuertes septentrionales del Bremnestinden y el extremo norte de Høgøya, formaban un pequeño laberinto de agua y roca. Con las lejanas montañas de la agreste Senja, sobresaliendo por encima de la niebla, haciendo de telón de fondo. La vista era tan hermosa como serena.
A partir de ese punto, la senda giraba hacia el norte, a la vez que se complicaba. Yo llevaba mejor calzado, por lo que exploré los primeros metros. Pero me pareció demasiado abrupta para ir sin equipamiento adecuado. No tenía sentido arriesgarnos a una lesión al comienzo de las vacaciones. Decidimos regresar hacia el aparcamiento.
Comenzamos la bajada hacia Rekvik, por una pista que zigzagueaba continuamente, mientras descendía camino del mar. Con diferencia, la peor carretera por la que jamás he conducido en Noruega. No quiero ni pensar cómo será recorrerla en los meses del duro invierno ártico.
Aparcamos cerca del extremo meridional de Rekvik, junto a una preciosa playa de arena fina. La sensación de paz era asombrosa. Tan solo escuchábamos el continuo batir de las diminutas olas y los graznidos de las pocas aves que revoloteaban por las inmediaciones. El día había comenzado a cambiar, trayendo un cielo gris, en el que se adivinaban algunos chaparrones. Pese a que estábamos a tan solo 55 kilómetros por carretera del centro de Tromsø, parecía que habíamos llegado al fin del mundo.
Sin duda estábamos en un lugar apartado y despoblado. En la actualidad, Rekvik apenas tiene un par de habitantes. Aunque sus primeras referencias escritas son de 1614, parece que estuvo despoblado en varias ocasiones a finales del XVII y principios del XVIII. En 1910 había 5 casas habitadas. Seis años más tarde, se abrió una escuela, que durante los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial se utilizó como alojamiento para refugiados. La escuela acabó cerrándose en 1975 por falta de niños.
Curiosamente, no vimos ninguna casa con aspecto de abandono. A pesar de su pista sin asfaltar, el lugar era todo lo impoluto que uno espera de cualquier localidad de la próspera Noruega. Parece que ayuda su relativa popularidad como destino en el que pasar unos días tranquilos, disfrutando de unas vistas espléndidas y rodeado de naturaleza.
Sin la menor duda, si algo le sobraba a Rekvik era paz y sosiego. En el rato que estuvimos paseando por su única calle, tan solo vimos un par de personas. Y éstas tenían todo el aspecto de ser dos turistas británicas, todavía más despistadas que nosotros. Llegaron frente a la antigua escuela, se hicieron una fotografía y desaparecieron tan rápido como habían llegado, dejándonos nuevamente en la más completa soledad.
Nosotros también debíamos partir. Eran casi las cuatro de la tarde y aun nos quedaba una zona de Kvaløya por visitar, antes de llegar al hotel en Sommarøy. Además, los lejanos bancos de niebla, que habíamos contemplado desde la senda del Brosmetinden, parecían estar cada vez más cerca. No queríamos que nos alcanzasen en la pista. Mientras iniciábamos el ascenso, de regreso a Tromvik, la vista hacia el oeste era aun mas enigmática y evocadora que durante nuestra llegada. La niebla comenzaba a cubrir el fiordo, mientras las nubes, amontonadas contra las cumbres más elevadas, mostraban los sutiles tonos propios del atardecer. La lejana Senja había desaparecido completamente y la maraña de islas, islotes y escollos parecía todavía más caótica. Quizá no nos ofreció los mejores paisajes de la isla, pero nuestra breve incursión en Rekvikvegen fue el momento más mágico de nuestro largo día en Kvaløya.
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La única información que he podido encontrar en español es una entrada el AllTrails sobre la ruta del Brosmetinden: https://www.alltrails.com/es/explore/trail/norway/troms-og-finnmark/brosmetinden.
Tampoco se puede decir que haya mucho más en inglés, más allá de una brevísima entrada en el blog way-up-north: https://way-up-north.com/2022/06/12/rekvik-a-place-to-revisit/.
O de una reseña algo más larga sobre la ruta, pero sin llegar a Rekvik, en A Lost Microbiologist: https://nicolepodnecky.wordpress.com/2015/04/25/the-road-to-rekvik/.
Hola,
Un bonito recorrido y muy auténtico. Creo que son pocos kilómetros, pero tan bien aprovechados que vale la pena conocerlo si se viaja al país. Tiene toda la esencia.
Un saludo
La intrincada costa de Noruega, con más de 100.000 kilómetros de longitud, está llena de rincones tan sugerentes como remotos. La principal ventaja de Rekvikvegen es su cercanía a la capital de Ártico noruego. Como bien dices, recorriendo muy pocos kilómetros es posible llegar a un lugar relativamente alejado de las rutas turísticas más trilladas.