Tungeneset, en la parte septentrional de la isla de Senja, podría ser uno más de los miles de promontorios que salpican la costa de Noruega. Ubicado entre el Ersfjorden y su brazo meridional, el Steinfjorden, su extraño suelo rocoso y las vistas que ofrece sobre el mar abierto y las montañas al oeste de los fiordos serían motivo suficiente para que cualquiera que recorra la carretera 862 haga una breve pausa. Pero su auténtico punto fuerte es el impresionante panorama sobre las montañas que se extienden hacia el norte, al otro lado del Ersfjorden. Okshornan, los Cuernos del Buey, forman uno de los paisajes más salvajemente hermosos de Noruega.

Rampa de acceso a Tungeneset

Rampa de acceso a Tungeneset.

La excepcionalidad de la vista hizo que, al crearse la ruta turística oficial de Senja, fuera su primera infraestructura. Entre 2005 y 2006 se construyó un aparcamiento y una rampa de acceso. Sus 35 metros iniciales son de hormigón, mimetizado con el terreno circundante. Los 45 restantes están formados por una estructura de madera, que flota sinuosa sobre las rocas. Su forma, inspirada en el modo en el que los visitantes se mueven sobre la irregular superficie de piedra, compone una de las imágenes emblemáticas de la isla.

Agua y roca en Tungeneset

Agua y roca en Tungeneset.

Mas allá de la pasarela de madera, nos encontraremos con una caótica superficie, en la que el agua y la roca se entremezclan sin orden ni reparos. No existe una ruta clara ni una forma «correcta» de realizar la visita. En cambio, hay que ir con cierto cuidado. Por una parte, algunas zonas pueden ser muy resbaladizas. Además, entra dentro de lo posible que el oleaje se quiera unir al revoltijo y barra las rocas. A cambio, tendremos unas vistas espléndidas sobre el fiordo y las montañas circundantes, con el irregular suelo de roca en primer plano. Todo ello bajo la suave y difusa luz del Ártico. El paraíso de cualquier aficionado a la fotografía de paisaje.

Ersfjorden desde el este de Tungeneset

Ersfjorden desde el este de Tungeneset.

Al menos, esa es la teoría. El día de nuestra visita, acertamos a llegar en plena hora punta. Aunque el aparcamiento estaba lleno, se puede decir que tuvimos un golpe de suerte. Según entrábamos, salía un SUV de grandes dimensiones, dejando una plaza libre. Nuestra alegría duró poco. Aun no habíamos salido del coche, cuando llegó un autobús. No logró aparcar, pero sus puertas se abrieron de par en par, dejando salir lo que nos pareció un interminable río de turistas. En ese momento, abandonamos cualquier esperanza de visitar Tungeneset con cierta calma. En lugar de una búsqueda de la mejor composición, pasé mas de 30 minutos intentando hacer fotografías que no estuvieran llenas de gente. Tras cuatro viajes en plena pandemia, recorriendo lugares prácticamente vacíos, o incluso completamente desiertos, aquel fue nuestro retorno a la peor cara de la normalidad. Una normalidad de saturación, con problemas para aparcar y para realizar las visitas con tranquilidad y sin agobios.

Steinfjorden desde Tungeneset

Steinfjorden desde Tungeneset.

A pesar de lo cual, el lugar nos pareció de una belleza indiscutible. La sucesión de picos, surgiendo directamente desde la frías aguas del fiordo para perderse entre las nubes, tenía un aspecto salvajemente primigenio. Por contra, el mar estaba en calma. Lo que ganábamos en seguridad a la hora de recorrer la zona lo perdimos en espectacularidad. Tungeneset con oleaje debe ser un lugar todavía más increíble.

Okshornan desde Tungeneset

Okshornan desde Tungeneset.

Pese a que los picos de Okshornan apenas superan los 550 metros de altitud, su forma y su verticalidad crean una estampa singular que, con cierta dosis de imaginación, recordaría una sucesión de colmillos. Con esa excusa, desde hace unos años también es común leer referencias al conjunto de cimas como «los dientes del Diablo» o «la mandíbula del Diablo». Dos apodos que, aunque no tienen base histórica y son repudiados por la población local, pretenden tener cierto gancho turístico. Como si la propia belleza del lugar no fuera un atractivo más que suficiente.

Okshornan

Okshornan.

Tungeneset era espectacular, pero el exceso de visitantes se unió al retraso que llevábamos acumulado por el corte de la carretera 862, para hacer que nuestra visita no llegase a durar ni una hora. Continuamos nuestra ruta rumbo al Mefjorden, por una carretera que no tenía salida. Durante el regreso, decidimos hacer una nueva pausa. En lugar de en el aparcamiento, dejamos el coche unos metros al este, en una pequeña explanada junto a una torre de comunicaciones. Ni tan siquiera intentamos acercarnos a la pasarela. Pese a que, desde el lugar en que aparcamos, era imposible descender hacia el mar, al menos estábamos solos. La vegetación y el murmullo del mar eran suficientes para ahogar las voces de los visitantes que había al otro lado de la pequeña colina. Además, las nubes se habían levantado justo lo necesario para que pudiéramos apreciar las montañas en todo su esplendor. Al menos, logramos despedirnos de Okshornan con tranquilidad.

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Para ampliar la información:
En https://depuertoenpuerto.com/cinco-dias-en-troms/ encontrarás todo nuestro itinerario de cinco días por Troms.

La web gigaplaces.com tiene un artículo sobre Okshornan: https://www.gigaplaces.com/es/articulo-okshornan/.

En inglés, la breve página sobre Tungeneset en la web oficial de las rutas turísticas de Noruega está en https://www.nasjonaleturistveger.no/en/routes/senja/tungeneset/.

En SA*GA Photography se pueden ver las posibilidades fotográficas del lugar: https://www.saga-photography.de/photoblog/tag/okshornan/.

En la misma línea, se puede visitar la web de Jon Boholm: http://www.boholmphotography.com/blog/tungeneset.