El 11 de julio de 2022, en los astilleros de Helsinki Shipyard Oy, se celebraba el bautismo del segundo buque de la renacida naviera Swan Hellenic. El nombre elegido fue SH Vega, en honor del barco en el que el explorador Adolf Erik Nordenskiöld atravesó por primera vez el mítico Paso del Noreste. Nueve días más tarde, el flamante SH Vega zarpaba desde Tromsø en su viaje inaugural, rumbo al archipiélago de Svalbard. El 30 de julio, subíamos a bordo para participar en su segundo viaje. Un crucero de expedición, que nos llevaría desde Tromsø hasta varias de las islas mas septentrionales y salvajes del Atlántico Norte, para terminar desembarcando en Reikiavik.

El capitán, el director de hotel y el jefe de expedición

El capitán, el director de hotel y el jefe de expedición.

El SH Vega puede alojar un máximo de 152 pasajeros, atendidos por una tripulación de 120 personas. En un crucero normal, ésta se divide entre el personal encargado de la navegación, el del hotel y el encargado del entretenimiento. En el SH Vega, este último grupo es sustituido por el equipo de expedición, formado por una variopinta mezcla de personas, con distintas habilidades y nacionalidades. Geólogos, biólogos, exploradores polares o simplemente aventureros, procedentes de Nueva Zelanda, Sudáfrica, Escocia o Ecuador, eran los encargados de planificar los desembarcos, velar por la seguridad tanto en tierra como en el mar y dar explicaciones sobre el terreno de lo que teníamos delante de nuestros ojos.

Desayuno frente al Seligerbreen

Desayuno frente al Seligerbreen.

El nivel de confort en este tipo de crucero varía mucho de un barco a otro. En nuestro caso, viajando a bordo de un buque prácticamente a estrenar, propiedad de una naviera premium, no faltaban comodidades. El SH Vega tiene una eslora de 115 metros y una manga de 23. Su calado, de tan solo 5,5 metros, y un casco reforzado, de Clase Polar 5, le permiten manejarse con soltura por las complicadas aguas árticas y antárticas, donde tiene previsto pasar la mayor parte del año. Además, cuenta con un moderno sistema de estabilización, que minimiza los movimientos de balanceo y cabeceo. El barco tiene nueve cubiertas, de las cuales siete son accesibles para el pasaje.

Campo base

Campo base.

La más inferior de éstas es la 3, donde encontraremos un pequeño laboratorio, una biblioteca y el servicio médico. Apenas pisamos los dos primeros y, por fortuna, el tercero solo lo vimos en el plano del barco. En cambio, dimos buen uso del mayor espacio accesible por el pasaje en esta cubierta: la sala denominada «campo base», el lugar desde el que parten todas las excursiones en zódiac. Cada camarote tiene asignada una taquilla, con dos pares de botas de agua. Los desembarcos se organizaban por turnos. A la hora prefijada, había que bajar con el chaleco salvavidas puesto, cambiarse de calzado y prepararse para embarcar en una zódiac.

Desembarcando en Kap Lee

Desembarcando en Kap Lee.

El embarque se realiza por unos grandes portalones estancos, muy cerca del nivel del agua. Abren el del costado más protegido y, con la ayuda de varios tripulantes, se desciende desde el barco hasta la zódiac. El primer «salto», en Bjørnøya, fue un tanto complicado. A nuestra falta de experiencia se unió el mal estado de la mar. En comparación, los demás resultaron bastante más sencillos. Una vez en la playa, en ocasiones te ayudan con un simple cajón de madera, aunque casi siempre acabas saltando directamente al agua. En cualquier caso, las botas que facilita la naviera son más que suficientes para no mojarse.

Swan Restaurant

Swan Restaurant.

En la cubierta 4 está la recepción y la puerta por la que se embarca en las escalas «civilizadas». Hacia proa hay unos cuantos camarotes exteriores (los únicos del barco sin balcón) y la lavandería. A popa, el Swan Restaurant. El restaurante principal del barco funciona a veces como buffet y en otras ocasiones con servicio a la carta. No hay mesas ni turnos asignados. Al ser un barco pequeño, nunca tuvimos el menor problema para encontrar acomodo. Generalmente, en mesas individuales, aunque puntualmente tuvimos que compartir mesa con otros pasajeros. Otras veces, se nos unió algún miembro del equipo de expedición. Formado por una variopinta mezcla procedente de las cuatro esquinas del mundo, era una auténtica maravilla compartir una tranquila conversación con cualquiera de ellos. No todos los días se puede charlar relajadamente con alguien que ha cruzado Groenlandia caminando, o ha conseguido llegar a los dos polos sobre esquís.

Desayuno en el Swan Restaurant

Desayuno en el Swan Restaurant.

Respecto a la comida, estaba a la altura que uno puede esperar en un crucero de estas características. Una mezcla variada de platos de cocina internacional de alta calidad, con una impecable presentación. Algunos días, para romper la monotonía en la que se puede caer en un barco tan pequeño, organizaban menús centrados en alguna cocina específica, como la mexicana o la hindú. Por poner alguna pega, los camareros andaban un tanto despistados. El servicio era más que correcto, pero les faltaba esa perfecta coordinación que tanto me llama la atención en los cruceros. Se notaba que era su segundo viaje juntos. En cualquier caso, también era evidente que iban mejorando día a día, según se rodaban. Para cuando quisimos llegar a Reikiavik, la coreografía era casi perfecta.

Zodiacs en cubierta 5

Zódiac en cubierta 5.

La cubierta 5 está ocupada casi completamente por camarotes, todos ellos con terraza. La única excepción es un espacio descubierto en la popa, ocupado por las zódiac. Éstas se bajan al mar con ayuda de un par de grúas hidráulicas, ubicadas en ambos costados del barco. En cualquier caso, es un espacio vedado a los pasajeros.

Camarote 612

Camarote 612.

La siguiente cubierta también está llena de camarotes con terraza, entre los que se encuentra el 612, donde nos alojamos durante el crucero. Un camarote de 28 metros cuadrados, amplio, confortable y en un estado impecable. Un baño más que correcto, una zona de armarios en la que, a pesar de llevar tanto ropa de invierno como de verano, nos sobró espacio, una cama amplia y confortable y una pequeña zona de estar conforman el espacio interior del camarote. Al otro lado de las puertas de cristal, encontraremos una terraza relativamente amplia, con una mesa y un par de sillas que, todo hay que decirlo, acabamos utilizando bastante poco.

Disfrutando de la vista en el Swan´s Nest

Disfrutando de la vista en el Swan´s Nest.

En esta cubierta también están los primeros espacios exteriores accesibles para el pasaje, aunque se llega a ellos mediante una escalera exterior, que desciende desde la cubierta 7. El más amplio está orientado a proa y parcialmente cubierto. Ofrece una vista razonablemente abierta a ambos costados del barco, con cierto grado de protección frente a las inclemencias atmosféricas. Desde éste, sale un pasillo descubierto que, tras pasar bajo un extraño arco metálico, lleva al «Swan’s Nest». Un interesante espacio, sobresaliendo justo por encima la proa del buque, con una magnífica vista panorámica.

En el Observation Lounge, después de cenar

En el Observation Lounge, después de cenar.

La mayor parte de los espacios comunes se encuentran en la cubierta 7. A proa, el «Observation Lounge». Un gran salón, que centraliza buena parte de la vida social a bordo. Es el lugar en el que se imparten las numerosas charlas que, todos los días, dan los miembros del equipo de expedición. Una gran pantalla sirve para las presentaciones y para visualizar alguna de las cámaras exteriores del barco. Un conjunto de tres pantallas menores muestra información sobre la navegación.

René en el Observation Lounge

René en el Observation Lounge.

En el mismo salón, un piano y René componen toda la animación a bordo. Entre charla y charla, René tocaba alguna pieza tranquila y, después de cenar, alguna un poco más animada. De vez en cuando, alguien se animaba a bailar. Y eso era todo. Si viajas buscando jolgorio, los cruceros de expedición no son para ti. Junto al «observation lounge» hay una pequeña tienda de merchandising de la naviera y una barra de bar.

Club Lounge

Club Lounge.

El centro de la cubierta está ocupado por el «Club Lounge». Otro salón, generalmente aún más tranquilo, que se desdobla como comedor del buffet. Éste, siendo más que correcto, no ofrecía la apabullante variedad de comida que se puede ver en los barcos de mayores dimensiones. Ocasionalmente, también organizaban veladas «temáticas», como una dedicada a las carnes a la parrilla y otra al marisco. En cualquier caso, no solíamos frecuentarlo demasiado. Siempre he preferido comer sentado tranquilamente.

Atardecer en el mar de Noruega

Atardecer en el mar de Noruega.

Aun más a popa, ya en la parte descubierta, hay otra zona de mesas donde, durante las contadas ocasiones en que el tiempo lo permitió, se organizaba una especie de prolongación al aire libre del buffet. También hay una pequeña piscina con alguna tumbona. En general, un espacio más adecuado para navegar por aguas cálidas, al que en el Ártico sacamos poco provecho. Aunque, todo hay que decirlo, hubo quien se animó a bañarse en las condicionas más adversas.

Pasillo en el costado de estribor

Pasillo en el costado de estribor.

Desde esta zona salen dos pasillos, aunque el barco no tiene una «promenade» que lo circunvale completamente. El del costado de babor va a morir aproximadamente a espaldas del bar. El de estribor es más interesante. A la altura del «Observation Lounge» hay tres entrantes, ocupados por algo parecido a un sofá, que permiten estar cómodamente sentado en el exterior del barco. Además de ofrecer cierta protección frente al viento aparente, cada uno de ellos tiene una pequeña estufa de infrarrojos justo encima, muy útil para templar el gélido ambiente. Más allá, hay un espacio parcialmente cubierto por el puente de mando, que ofrecía una buena vista hacia la proa del buque.

En el puente de mando del SH Vega

En el puente de mando del SH Vega.

La zona de proa de la cubierta 8 está ocupada por el puente de mando. Aquí no disfrutamos de la maravillosa política de «puente abierto» establecida en los buques de Ponant, pero al menos pudimos hacer una visita guiada al puente, que resultó muy interesante. El resto de la cubierta está ocupado por la sauna, el spa y el gimnasio. Todos ellos correctos, pero de dimensiones acordes al tamaño del barco.

Pasillo de babor en la cubierta 8

Pasillo de babor en la cubierta 8.

En esta cubierta son mayoritarios los espacios abiertos, con una amplia terraza a popa, bastante protegida del viento aparente, y dos largos pasillos laterales que van a morir contra el puente de mando. En general, resultaba una cubierta bastante tranquila, al estar relativamente aislada de las zonas del barco con más actividad.

Cubierta 9

Cubierta 9.

Finalmente, la cubierta 9, en lo mas alto del SH Vega, está en buena parte ocupada por una gran terraza, llena de tumbonas. Un lugar muy interesante y con unas vistas magníficas, con el mismo defecto que suelen tener todas las cubiertas superiores navegando en climas fríos: en numerosas ocasiones están demasiado expuestas a las inclemencias atmosféricas. En cualquier caso, pese a que una parte sea inaccesible y haya numerosos elementos «ensuciando» el panorama, como los equipos de comunicaciones, siempre se agradece la posibilidad de acceder a la parte mas elevada de un buque.

Andrea Zito explicando los planes de Swan Hellenic

Andrea Zito explicando los planes de Swan Hellenic.

En general, un barco magnífico. Moderno, confortable y muy adecuado para recorrer lugares extremos con la comodidad de un hotel de 5 estrellas, viendo como el Ártico se deslizaba lentamente frente a la terraza de tu camarote. La mayor pega de cualquier crucero de expedición suele ser su precio. Las propias características del itinerario hacen que suelan ser bastante caros. En cualquier caso, los precios de Swan Hellenic son algo más ajustados que los de otras navieras de este tipo. Además, al ser la segunda travesía del buque, de alguna forma estaba todavía en rodaje. Por ejemplo, había algunos elementos menores, como los paneles informativos en las puertas de los camarotes, que no funcionaban plenamente. Elementos que, de todos modos, nunca supusieron un problema. A cambio, logramos unas condiciones magníficas. Fue una auténtica suerte enterarme, casi por casualidad, del precio al que salió inicialmente el crucero. Como bonus, compartimos travesía con Andrea Zito, el CEO de Swan Hellenic, con quien tuve ocasión de charlar tranquilamente en un par de ocasiones. Resultó muy interesante conversar con alguien todavía más obsesionado con el Ártico que yo y que, además, tiene la suerte de conocerlo con mucha más profundidad.

Zódiac junto al SH Vega

Zódiac junto al SH Vega.

Llevaba tiempo queriendo hacer un crucero de expedición, que básicamente consiste en viajar a lugares difícilmente accesibles por otros medios, con un itinerario meramente orientativo. Las escalas, que casi nunca son en puerto, dependen de las condiciones atmosféricas, el estado de la mar y cualquier otra circunstancia que, para bien o para mal, pueda afectar al desarrollo del crucero y la seguridad de sus tripulantes y pasajeros. Los desembarcos suelen realizarse mediante zódiac, aunque a veces no es posible bajar a tierra y simplemente se recorre la costa navegando en lancha.

Osos en el el Lomfjorden

Osos en el el Lomfjorden.

La vida en un crucero de expedición es bastante distinta a la de un crucero normal. Para empezar, el itinerario es flexible. Siempre hay planes A, B, C y D. En ocasiones, la improvisación llega a extremos asombrosos. Como cuando, navegando por el Lomfjorden, al este de Spitzbergen, el barco viró en redondo tan bruscamente que comenzó a escorarse. No tardé en averiguar el motivo. Desde el puente de mando, habían divisado un grupo de osos en la orilla del fiordo. El encuentro fortuito, que acabó durando casi tres horas, descabaló completamente la planificación para lo poco que quedaba de día.

Asegurando el perímetro en Medaljebukta

Asegurando el perímetro en Medaljebukta.

También hay que tener en cuenta que, en este tipo de crucero, buena parte de tu ritmo de viaje va a estar dictado por la naviera. Aquí no hay posibilidad, como en un crucero normal, de bajar a tierra y organizarte la escala por libre. Los desembarcos, cuando los hay, suelen ser breves y generalmente tendrás que permanecer en un perímetro muy restringido, asegurado por el equipo de expedición, o participar en una caminata dirigida por éste.

Aprendiendo geología de Islandia

Aprendiendo geología de Islandia.

Por lo demás, no había tiempo para el aburrimiento. Las excursiones en zódiac se intercalaban con las comidas, de modo que apenas había tiempos muertos. Todos los días había una charla en la que exponían lo que, en principio, se iba a hacer en la jornada. Charla que se repetía si, como era frecuente, había cambio de planes. Cada día había dos o tres desembarcos o «mini cruceros» en zódiac, con todo lo que ello representaba. Al tiempo de la excursión había que añadir el de preparación y posterior «despreparación». Si había algo de tiempo libre, o durante los días de navegación, se organizaban charlas sobre los temas más diversos, siempre relacionados con el Ártico. Historia, geografía, fauna, geopolítica, flora, o simplemente las vivencias personales de los miembros del equipo de expedición, que eran interesantísimas. No faltaban las explicaciones sobre lo que íbamos visitar a lo largo del día, o poniendo en contexto aquello que acabábamos de ver. Un programa muy completo, que ayudaba a interpretar el entorno que estábamos recorriendo.

Charla de David J. Drewry

Charla de David J. Drewry.

Por si esto fuera poco, también llevábamos a bordo un científico invitado, con el único fin de dar un pequeño ciclo de conferencias. David J. Drewry, doctorado en glaciología y geofísica, impartió varias charlas muy interesantes, basadas tanto en sus amplios conocimientos como en su experiencia personal, pues había pasado varios años en Svalbard, trabajando en estudios científicos sobre el terreno. Además, resultó ser una persona extraordinariamente cercana, con quien pude mantener varias conversaciones muy agradables.

Llegando a Jan Mayen

Llegando a Jan Mayen.

Todo ello en medio de un paisaje espectacular, al que es virtualmente imposible llegar por otros medios. Y digo espectacular sin el menor atisbo de exageración. El este de Svalbard nos dejó sin aliento. Un paraíso natural, completamente salvaje, de una belleza abrumadora. Y la llegada a Jan Mayen fue tan impresionante y perfecta, que parecía sacada de una novela de Julio Verne. En resumen, una experiencia muy recomendable y un sueño para todo el que, como yo, esté profundamente enamorado de las tierras árticas.

Para ampliar la información.

En https://depuertoenpuerto.com/de-tromso-a-reikiavik-un-crucero-por-el-artico-profundo/ se puede ver nuestro viaje a bordo del SH Vega.

Artículo sobre el SH Vega en infocruceros: https://www.infocruceros.com/noticias/2747-el-segundo-barco-de-swan-hellenic-sh-vega-bautizado-en-helsinki.

En inglés, página sobre el SH Vega en la web de Swan Hellenic está en https://www.swanhellenic.com/ship/vega-2.

MarineTraffic permite ver la posición actual del barco en https://www.marinetraffic.com/en/ais/details/ships/shipid:7063947/mmsi:352001684/imo:9895252/vessel:SH_VEGA.