La isla de Kvaløya se ubica al oeste de Tromsø. Con una superficie de 737 kilómetros cuadrados, es la quinta más extensa de la Noruega continental. También es una isla bastante montañosa, con su techo a 1.044 metros de altitud y otras dos cimas superando el millar de metros. Por último, su silueta está marcada por las profundas cicatrices de varios fiordos, que prácticamente la dividen en tres secciones. Pero, en un país lleno de maravillas naturales, Kvaløya pasa casi desapercibida. Nuestro principal motivo para explorarla era haber decidido pasar tres noches en Sommarøya, una diminuta isla junto a su extremo occidental.

Sandnessundbrua

Sandnessundbrua.

Como tantas islas de Noruega, Kvaløya está unida por carretera al continente. Lo que se pierde en carácter insular, se gana en comodidad, al no depender de las eficaces pero siempre inciertas líneas de ferry tan frecuentes en el país. Para llegar a Kvaløya se puede elegir entre un túnel y un puente. El primero, atraviesa bajo las agitadas aguas del Rystraumen, comunicando directamente el sur de la isla con la Noruega continental. El puente, en cambio, enlaza el este de Kvaløya con la cercana Tromsøya, donde se ubica la capital del Ártico noruego. Partiendo desde Tromsø, nuestra opción lógica era utilizar este último. Poco después de las 9:30 de la mañana, atravesábamos los 1.220 metros del puente de Sandnessund, para comenzar nuestro periplo por Kvaløya.

Vengsøya y el Kaldfjorden desde la 7770

Vengsøya y el Kaldfjorden desde la 7770.

Siendo sincero, no teníamos una idea clara de qué nos íbamos a encontrar. Apenas había logrado encontrar algo de información en la web. Acabamos planificando una ruta por mero instinto, con la confianza de que la costa ártica de Noruega no nos iba a decepcionar. La idea era ir recorriendo la isla, de fiordo en fiordo, mientras nos aproximábamos al Sommarøy Arctic Hotel. Pero, no teniendo intención de conducir demasiados kilómetros, decidimos ignorar la carretera 7776, que recorre Kvalsundet, en la costa oriental de la isla. Comenzaríamos saltando por la 7770 al Skulsfjorden, un brazo del Kaldfjorden, uno de los grandes fiordos de la isla.

Rorbu en Skulsfjord

Rorbu en Skulsfjord.

Tras descender al fiordo, nos dirigimos hacia el final de la 7770, en la diminuta localidad de Skulsfjord. La mañana era espléndida. El cielo despejado, la temperatura y la falta de viento hacían que estar al aire libre fuera extremadamente agradable. Skulsfjord resultó ser poco más que una agrupación de casas, sin un núcleo urbano propiamente dicho. La carretera iba a morir junto a lo que parecía ser un rorbu, aunque éste no tenía mucho que ver con las coquetas cabañas de pescadores de las Lofoten. Pero, todo hay que decirlo, el propio aspecto destartalado de la construcción, unido al entorno en el que se encontraba, lograban darle un extraño encanto. Era la nota discordante en un auténtico paraíso natural.

Mañana de verano en Skulsfjord

Mañana de verano en Skulsfjord.

Aunque lo realmente interesante estaba al otro lado de la cabaña, más allá de una pequeña playa de piedras. Las vistas sobre el fiordo y las montañas que lo cierran por el oeste eran espléndidas. Las risas de un niño, chapoteando en la pequeña playa mientras sus padres tomaban indolentemente el sol, y el zumbido de los insectos que revoloteaban entre las plantas, acentuaban la calma que se respiraba en el lugar. Nos dejamos llevar por la cálida placidez y acabamos pasando un buen rato sentados en un piedra junto al fiordo, dedicados al «dolce far niente».

Reno en Skulsfjord

Reno en Skulsfjord.

El ruido de un motor acercándose nos devolvió a la realidad. Resultaron ser los dueños de una casa cercana, que nos observaron con una mezcla de extrañeza y curiosidad. No parecían demasiado acostumbrados a ver turistas extranjeros. En cualquier caso, debíamos seguir nuestro camino. Camino que vimos interrumpido por una pareja de renos, dedicada a curiosear entre las casas del lugar. Por la soltura con la que se movían y la indiferencia que mostraban hacia los coches o los humanos, era evidente que eran habituales de Skulsfjord.

Belvika

Belvika.

La 7770 es una carretera sin salida, por lo que tuvimos que desandar nuestro camino, de regreso a la 862, que nos llevaría hacia el oeste de la isla. De vuelta, hicimos una breve pausa en la ensenada de Belvika, donde hay un pequeño puerto, desde el que sale el ferry que lleva a las islas de Vengsøya y la todavía más alejada Sandøya. Podía haber sido una excursión interesante, pero preferimos mantener nuestro plan original, recorriendo Kvaløya.

Renos en Kvaløysletta

Renos en Kvaløysletta.

Poco después estábamos de nuevo en las inmediaciones de Tromsø, donde nos volvimos a encontrar con un grupo de renos. Éstos eran más numerosos y se movían con total tranquilidad entre el tráfico, llegando a provocar un pequeño atasco. Uno de ellos incluso decidió ponerse a mordisquear la hierba que crecía en la cuneta, ignorando a los coches que pasaban a su lado.

Desde Henrikvika

Desde Henrikvika.

En realidad, nuestro siguiente destino no estaba muy lejos en línea recta del anterior. Queríamos recorrer la orilla occidental del Kaldfjorden por la 7768, para luego seguir hasta el final de la carretera, zigzagueando por la costa norte de Kvaløya. Una vez allí, en función de cómo fuéramos de tiempo, recorreríamos una carretera local hasta la remota Rekvik. Llegábamos de nuevo al Kaldfjorden coincidiendo con un espléndido mediodía. Desde allí, comenzamos a recorrer la costa hacia el norte, siempre a la sombra del Store Blåmann, la mayor cima de la isla.

Llegando a Grøtfjorden

Llegando a Grøtfjorden.

La carretera acabó apartándose del fiordo, para atajar tierra adentro camino de Grøtfjorden, una ensenada abierta hacia el oeste. Antes de descender hacia el mar, un pequeño mirador nos regaló una vista espléndida. En esta ocasión, con el aliciente de que, por primera vez en un buen rato, estábamos frente al mar abierto. Algo que en Noruega es bastante más complicado de lo que puede parecer.

En la playa de Grøtfjord

En la playa de Grøtfjord.

En condiciones normales, Grøtfjord nos habría parecido un remanso de paz. Una delgada línea de arena, frente a un mar asombrosamente calmado, en el que un grupo de jóvenes jugaba con un balón. Viniendo de la solitaria Skulsfjord, la veintena de personas que habría repartida entre el agua y la arena parecía una multitud. Dimos un breve paseo hacia el extremo norte de la playa y salimos de allí corriendo, en busca de lugares más relajados.

Llegando al Grøtfjorden

Llegando al Grøtfjorden.

No tardamos mucho en encontrarlos. La carretera 7768 enfilaba ahora hacia el sur, para rodear completamente el Grøtfjorden. Éste no era un gran fiordo. Apenas se adentraría 4 ó 5 kilómetros entre las montañas de Kvaløya y su ancho rondaría los 700 metros. Pese a lo cual, recorríamos un paisaje que, cada vez más, se correspondía con la clásica imagen que todos tenemos de la Noruega occidental. Tan solo la escasez de árboles nos recordaba las latitudes en que nos encontrábamos.

Una pausa en el Grøtfjorden

Una pausa en el Grøtfjorden.

Hicimos varias paradas mientras recorríamos Grøtfjorden. El entorno comenzaba a volverse más agreste, con paredes de roca levantándose casi desde la misma orilla del fiordo. Todo bajo un cielo cada vez más azul, en medio de una absoluta soledad, que realzaba la belleza del lugar. Una belleza que era simultáneamente serena y salvaje. Mientras contemplábamos las plácidas aguas del fiordo, enmarcadas por paredes de roca, no pudimos evitar preguntarnos «¿cómo es posible que nunca hubiéramos oido hablar de esta isla?».

Tromvik

Tromvik.

Nuestro siguiente destino era Tromvik, un pequeño puerto pesquero con apenas 140 habitantes. Otro remanso de paz rodeado por una naturaleza deslumbrante. Aquí apenas había fiordo. En su lugar, una barra de arena y un terreno pantanoso separaban el mar abierto del Storvatnet, un lago bastante popular entre los pescadores de la zona. Con una longitud de 2.700 metros, está enmarcado por un impresionante anfiteatro rocoso, coronado por la aguja de 1017 metros del Store Hollendaren.

En el puerto de Tromvik

En el puerto de Tromvik.

En Tromvik fuimos testigos de otro de los clásicos cambios de humor del clima ártico. Después de llevar toda una mañana en la que el sol ganaba lentamente la batalla a las nubes, bastaron diez minutos para que éstas recuperasen bruscamente sus dominios. Mientras recorríamos el embarcadero, curioseando entre los aperos de pesca que había desparramados por sus tablas de madera, el cielo se volvió gris. Al menos, de momento, no parecía que fuera a llover.

Explorando Rekvikvegen.

Rekvikvegen es el nombre que recibe la carretera local que lleva hasta la remota localidad de Rekvik, en la costa noroccidental de la isla de Kvaløya. Con una longitud que no llega a los 7 kilómetros, fue abierta en un año tan reciente como 1975. Hasta entonces, la única forma de llegar hasta Rekvik era caminando o en barco. La carretera parte del puerto de Tromvik, en la costa septentrional de la isla, para llegar hasta un auténtico remanso de paz, rodeado por el laberinto de la costa noruega.

Llueve en Vågbotn

Llueve en Vågbotn.

Una vez más, nos habíamos adentrado en una carretera sin salida, lo que nos obligaba a desandar el camino de vuelta hasta la 862. No nos importó. En realidad, fue una magnífica excusa para recorrer nuevamente Grøtfjorden, ahora bajo una incipiente lluvia. Hicimos una pausa junto a una pequeña playa de arena fina, desde la que pudimos disfrutar de una espléndida vista sobre Vågbotn, en el fondo del fiordo. Si, durante nuestro recorrido hacia Tromvik, el fiordo nos había parecido un remanso de paz, la lluvia hacía que el entorno fuera todavía más bucólico. No nos importó mojarnos, mientras dábamos un agradable paseo por la playa.

Ersfjord

Ersfjord.

Antes de llegar a la 862, hicimos un breve desvío hacia Ersfjordbotn. Curioseando en un mapa, habíamos visto un punto panorámico con aspecto prometedor en el extremo occidental del islote de Vågen. No pudimos llegar al mirador, situado más allá de una zona de rocas, con el terreno completamente encharcado. Pero las vistas que pudimos disfrutar durante nuestro fallido intento fueron magníficas. El panorama sobre el fiordo, con sus 7 kilómetros de longitud flanqueados por cumbres que superaban los 800 metros de altura, se ajustaba perfectamente a la imagen arquetípica que todos tenemos de Noruega. Aquí no faltaban ni los árboles. Para acabar de completarla, varias nubes flotaban a media altura, dando un halo enigmático a la escena.

Djeveltanna

Djeveltanna.

Regresamos a la carretera principal justo en el punto en que ésta se adentra en la isla, remontando el paso de Kattfjord camino de Nordfjorden. Hicimos una breve pausa a los pies de Kattfjordeidet. Una vez más, la vista era espléndida, con el abrupto pico del Djeveltanna elevándose hasta los 963 metros de altitud. Las montañas que se extienden a ambos lados del paso son bastante populares entre los aficionados al senderismo de la zona. Pero nosotros estábamos demasiado cansados, tras una larga jornada recorriendo la isla. Seguimos rumbo a la cada vez más cercana Sommarøya.

En la orilla del Nordfjorden

En la orilla del Nordfjorden.

Alcanzamos nuevamente la costa en el extremo oriental del Nordfjorden, uno de los brazos en que se divide el Kattfjorden. La 862 recorre su costa sur, para luego rodear el brazo meridional del Kattfjorden. Sørfjorden, que se traduciría como «Fiordo del Sur» es un topónimo bastante popular en Noruega, compartido por al menos 23 fiordos. Pese a las espléndidas vistas, tan solo hicimos una parada, cerca de la confluencia entre los dos brazos del Kattfjorden. Comenzaba a atardecer, estábamos cada vez más cansados y, en cualquier caso, seguramente tendríamos que volver a recorrer esa carretera al menos otra vez..

El Skutvik en Brensholmen

El Skutvik en Brensholmen.

Además, quería llegar a Brensholmen antes de las siete. La idea era curiosear por el muelle desde el que zarpa el ferry que comunica las islas de Kvaløya y Senja. Esta última era, en realidad, el principal objetivo de nuestra estancia en Troms y su proximidad a Brensholmen el motivo de elegir Sommarøya como nuestra base en la zona. Llegamos al diminuto puerto justo cuando el ferry se disponía a zarpar. Nos limitamos a confirmar los horarios y la forma de pago que habíamos visto en internet y, lo más importante, comprobar que no había grandes colas para subir al ferry. De hecho, aún había hueco para un par de coches más.

Sommarøy Arctic Hotel

Sommarøy Arctic Hotel.

Tras lo cual, dimos por finalizada nuestra larga jornada. A las siete y media estábamos en nuestra confortable habitación del Sommarøy Arctic Hotel. El atardecer avanzaba lentamente, mientras la niebla nos impedía apreciar las verdaderas dimensiones del paisaje circundante. El hotel, situado en una isla unida a Kvaløya por una sucesión de puentes, tenía un cierto aire veraniego. Agradable, pero aparentemente fuera de lugar en el brumoso Ártico noruego. Al menos, para alguien llegado desde la soleada España.

Tarde de lluvia en Sommarøy

Tarde de lluvia en Sommarøy.

Como era de esperar, después de cenar aun seguía atardeciendo. En realidad, aun faltaban 12 días para la próxima «hora azul» y 19 para los primeros minutos de noche cerrada tras el solsticio de verano. Pese al cansancio acumulado, nos animamos a dar un último paseo por las inmediaciones, mientras recapitulábamos la larga jornada. Kvaløya nos había sorprendido. Si ese era el nivel de una isla que pasa casi desapercibida, ¿qué maravillas nos esperarían en la agreste Senja? Aun tardaríamos dos días en descubrirlo.

Para ampliar la información:
En https://depuertoenpuerto.com/cinco-dias-en-troms/ podrás ver nuestro itinerario de cinco días por Troms.

En inglés, la web oficial de turismo de Tromsø tiene una entrada sobre Kvaløya, en su mayor parte dedicada a actividades organizadas: https://www.visittromso.no/region/kvaloya-sommaroy.

Más interesante el post del blog Vincent.Voyage, describiendo una visita en invierno: https://souvenirs.vincent.voyage/visit-kvaloya/.

También en invierno, Kvaløya parece ser un buen sitio para ver ballenas, como nos cuentan en https://tomorrowbear.com/portfolio/whale-watching-kvaloya/.

Los aficionados al montañismo pueden encontrar información sobre las montañas de la isla en https://emmakarjalainen.com/2015/07/07/the-magical-kvaloya-island/.