Tröllaskagi, la «Península de los Troles», es una de las más septentrionales de Islandia. Se adentra hacia el norte, entre los fiordos de Eyjafjörður y Skagafjörður, hasta quedarse a tan solo 28 kilómetros del círculo polar ártico. Su ubicación extrema y su abrupto relieve, con varios picos que superan los 1.100 metros de altitud, se unen a unas comunicaciones complicadas y un interesante pasado, para convertirla en una de las regiones más fascinantes de la Tierra de Hielo. Que, además, no sea demasiado conocida, añade una dosis extra de interés a cualquier itinerario por la península.

Tröllaskagi desde el faro de Saudanes

Tröllaskagi desde el faro de Saudanes.

Había recorrido un par de veces la costa de Tröllaskagi. En solitario, durante un viaje invernal, y en compañía de Olga, durante un periplo veraniego. En ambas ocasiones, haciendo noche en el espléndido hotel de Siglufjörður, que de inmediato se convirtió en mi nuevo alojamiento favorito de Islandia. Y, en ambas ocasiones, la península había hecho honor a su fama. Salvaje, hermosa y envuelta en un halo de misterio. Pero tan solo habíamos conocido su periferia. La Ring Road, con el paso de Öxnadalsheiði, por el sur, y la Carretera de la Costa Ártica, por su franja marítima. Tampoco hay muchas más opciones, pero sabía de la existencia de un par de antiguas rutas de montaña, anteriores a los cuatro túneles que en la actualidad horadan la península, que parecían interesantes. Decidimos convertir Tröllaskagi en nuestro destino, durante la escala de 10 horas que el SH Vega haría en Akureyri.

Con un Suzuki Jimny en Lágheiði

Con un Suzuki Jimny en Lágheiði.

El plan era sencillo. Alquilaríamos un vehículo 4×4, que recogeríamos directamente en el puerto. Desde allí, recorreríamos la costa occidental del Eyjafjörður, primero por la Ring Road y luego por la carretera 82, hasta Ólafsfjörður. A continuación, dejaríamos el asfalto para girar hacia el interior, siguiendo el trazado de la carretera 82 hasta superar el paso de Lágheiði. Regresaríamos al asfalto en la costa noroeste de Tröllaskagi, cerca de la desembocadura del río Fljótaá. Tras avanzar 7.400 metros hacia el norte por la carretera 76, volveríamos a desviarnos hacia el interior por la 793. Skarðsvegur era el tramo más incierto de la ruta. Ni tan siquiera estaba seguro de que la primera carretera que comunicó Siglufjörður con el resto de la isla siguiera siendo transitable. En caso contrario, seguiríamos costeando por la 76, hasta llegar a Siglufjörður. Desde allí, regresaríamos a Akureyri por la ruta directa.

Mañana de verano en el puerto de Akureyri

Mañana de verano en el puerto de Akureyri.

La mañana era espléndida. El sol se iba adueñando poco a poco del cielo y apenas hacía viento. Hasta la temperatura era relativamente agradable. Tan pronto como recogimos el coche, nos pusimos en marcha por una ruta que, no por conocida, resultaba menos interesante. Nuestro plan, para el tramo más civilizado de la carretera 82, era parar en varios lugares que habíamos visto de pasada en viajes anteriores, pero en los que nunca habíamos tenido ocasión de detenernos.

En el estuario del Svarfadardalsa

En el estuario del Svarfadardalsa.

El primero fue el mirador ornitológico que hay al sur de Dalvík, nada más atravesar el puente sobre el río Svarfadardalsa. En el desvío encontraremos un pequeño aparcamiento y una caseta de madera, que nos permitirá observar las numerosas aves que suelen frecuentar el estuario, declarado reserva natural. En el interior de la caseta hay un par de paneles informativos, que nos ayudarán a identificar las distintas especies. Aquella mañana, la estrella del lugar era una pareja de cisnes que, en compañía de sus 5 crías, descansaba en una pradera frente a una de las lagunas. El lugar era idílico y las magníficas condiciones atmosféricas lo hacían muy agradable, pero teníamos una larga ruta por delante.

Junto al monumento a Eyvindur Jónsson

Junto al monumento a Eyvindur Jónsson.

Volvimos a parar junto a un pequeño monumento, que me había llamado la atención durante mi anterior viaje invernal. Por su forma, pensaba que era un homenaje a algún navegante local. Resultó ser una placa conmemorativa de Eyvindur Jónsson, a quien no debemos confundir con el famoso bandolero islandés, también conocido como Fjalla-Eyvindur. Nuestro Eyvindur Jónsson fue un constructor naval, que nació en la cercana granja de Karlsá, en 1679. Falleció en 1746, pero antes creó el que en su tiempo pudo ser el mayor astillero de Islandia. Mas allá del pequeño memorial, el sol de la mañana brillaba sobre el Eyjafjörður, templando el ambiente y dando a la escena un apacible aire veraniego. El lejano ronroneo de un pesquero, que acababa de salir de Dalvík, remarcaba la serena tranquilidad del momento. Tan solo la nieve en las cumbres de la península de Flateyjarskagi, al otro lado del fiordo, nos recordaba que estábamos en el norte de Islandia.

Mígandifoss

Mígandifoss.

La última pausa, antes de entrar en el túnel de Múlagöng, fue en Mígandifoss. La cascada, de 70 metros de altura, se precipita directamente en las aguas del Eyjafjörður. No está señalizada, por lo que es muy fácil pasar de largo sin advertir su presencia, sobre todo si conduces en dirección a Akureyri. Hay un pequeño aparcamiento, también sin señalizar, aproximadamente un kilómetro al sur del túnel. Desde allí, es posible ver la cascada lateralmente, aunque dicen que la vista realmente hermosa es desde el fiordo. Parece que alguna de las excursiones que recorren sus aguas para avistar ballenas suele aproximarse a los pies de Mígandifoss. En cualquier caso, si quieres acercarte andando a su parte superior, es mejor que aparques algo más al norte, en el arranque de la antigua pista que conducía a Ólafsfjörður.

Pista que fue abierta en 1966. Tras varios accidentes y numerosos corrimientos de tierra, se decidió construir el túnel de Múlagöng, de 3.400 metros de longitud. Inaugurado en marzo de 1991, es uno de los túneles de Islandia que solo dispone de un carril. Tiene prioridad la circulación en sentido sur. Si vas hacia el norte, deberás ir atento a los apartaderos, señalizados con una M blanca sobre fondo azul, y ceder el paso a los vehículos que te encuentres en sentido contrario. A pesar de sus estrecheces, el túnel supuso un gran avance para las comunicaciones de la península. La antigua pista quedó abandonada y, en la actualidad, no es transitable, ni siquiera andando. Hay al menos un par de lugares en los que los deslizamientos parecen haber eliminado cualquier traza de su existencia.

Lágheiði: en el interior de Tröllaskagi por la carretera 82.

En Ólafsfjörður giramos a la izquierda, separándonos de la costa rumbo a Lágheiði. El paso de montaña que, durante siglos, fue el único vínculo terrestre entre Ólafsfjörður y el resto de Islandia. Una ruta, atravesando el agreste interior de Tröllaskagi, que superó ampliamente nuestras expectativas. Y que tuvimos la suerte de recorrer con un tiempo espléndido.

Cuando quisimos incorporarnos a la carretera 76, estaba diluviando. En esas condiciones, no tenía el menor sentido intentar aventurarnos en Skarðsvegur. Además de ser peligroso, las nubes bajas nos impedirían disfrutar del paisaje. Pero no queríamos darnos por vencidos tan pronto. Sabiendo que, si por algo se caracteriza el clima de Islandia, es por su variabilidad, decidimos hacer tiempo dando un rodeo.

Flókadalsvegur

Flókadalsvegur.

Nos acercaríamos a Flókadalur, con la idea de curiosear en el otro valle que forma la comarca de Fljót. El «Valle de Flóki» debe su nombre a Hrafna-Flóki Vilgerðarson. Uno de los primeros escandinavos en llegar a Islandia. Tras un primer intento de asentamiento en los Fiordos del Oeste, donde bautizó la isla como Tierra de Hielo, regresó para fundar una granja en un remoto valle de la costa septentrional. Pese a su aislamiento, la zona tendría su importancia en los primeros años de la historia de Islandia, pues fue donde se originó el poderoso clan de los Möðruvellingar. Desde el diminuto memorial que recuerda la gesta de Flóki partía Flókadalsvegur, la carretera 787, adentrándose tentadoramente en el valle. Pero había dejado de llover. Intentaríamos recuperar nuestro plan inicial.

No fue una idea acertada. Según avanzábamos hacia el norte, por la carretera 76, regresó la lluvia. En unos minutos, se había convertido en un diluvio. Llovía tanto, que ni siquiera acertamos a ver el desvío de Skarðsvegur. En cualquier caso, intentar atravesar Skarðsvegur bajo semejante chaparrón habría sido una temeridad. Asumida nuestra derrota ante el cambiante clima de Islandia, decidimos pasar al plan B. Este consistía en recorrer el extremo norte de la carretera 76 y llegar a Siglufjörður por Strákagöng. Otro túnel de un solo carril, en este caso abierto en 1967.

El Museo del Arenque de Siglufjörður.

Nuestro nuevo destino era el Museo del Arenque de Siglufjörður, inaugurado en 1994. Desparramado por varios edificios, permite comprender la era del auge de las pesquerías de arenque en el norte y este de Islandia, así como su posterior descalabro, al esquilmar los bancos de pesca. Un proceso con grandes repercusiones en la historia moderna de la isla.
Cuando terminamos nuestra larga visita al museo, el chaparrón se había convertido en una suave llovizna. Estuvimos tentados de intentar recorrer el tramo «civilizado» de Skarðsvegur, que lleva desde las inmediaciones de Siglufjörður hasta una cercana estación de esquí. Pero empezaba a hacerse tarde y estábamos cansados, tras una larga jornada, que había comenzado poco después de las 3 de la madrugada mientras el SH Vega se adentraba en las serenas aguas del Eyjafjörður a la luz de un incipiente amanecer. Lo más prudente era comenzar el regreso.

Llueve en el puerto de Akureyri

Llueve en el puerto de Akureyri.

Llegamos a Akureyri al filo de las 5 de la tarde, con 60 minutos de margen sobre la hora de zarpar. Otra vez llovía y el día parecía haber virado definitivamente hacia el gris. Pero subimos a bordo satisfechos. Habíamos disfrutado de una mañana espléndida, que nos permitió cumplir la mayor parte de nuestros objetivos. Tan solo habíamos fracasado en Skarðsvegur. Una pista que, en cualquier caso, no estábamos seguros de que siguiera estando abierta. A cambio, habíamos podido visitar uno de los mejores museos de Islandia, que llevaba años resistiéndosenos. Por fin, a la tercera y justo cuando no lo teníamos programado, acabamos atravesando sus puertas. La Tierra de Hielo y sus sorpresas.

Para ampliar la información.

En este mismo blog, el resto de entradas sobre Tröllaskagi está en https://depuertoenpuerto.com/category/europa/escandinavia/islandia/carretera-de-la-costa-artica/trollaskagi/.

ZigZagviajes tiene una entrada sobre la península: https://zigzagviajes.com/peninsula-trollaskagi-islandia/.

En inglés, la web oficial de turismo de Tröllaskagi está en http://www.visittrollaskagi.is/.

En insanecalling describen un itinerario de un día por la península: http://www.insanecalling.com/europe/iceland/itinerary/day-05/.

World of Waterfalls tiene una breve entrada sobre Mígandifoss: https://www.world-of-waterfalls.com/waterfalls/iceland-migandifoss/.

Quien tenga curiosidad por la antigua ruta 82, antes de la apertura del túnel de Múlagöng, puede ver su estado actual, a vuelo de dron, en el canal de YouTube Just Icelandic: https://www.youtube.com/watch?v=ckUjoy_ee_g