Pero el viaje del verano de 2020, de 12 días, lejos de calmar mi apetito por los infinitos paisajes de Islandia, solo consiguió acentuarlo. Tan pronto como regresamos, comencé a planificar un nuevo itinerario para el siguiente verano, esta vez de 16 jornadas, intentando evitar las zonas más trilladas de la Tierra de Hielo. Además de beber de las experiencias del último periplo, el viaje sería un complemento de éste. Cambiaríamos el oriente de la isla por su parte occidental, volviendo a pasar del sur al norte atravesando el corazón de Islandia, esta vez por la mítica Sprengisandsleið. Una ruta mucho más dura que la carretera de Kjölur, que habíamos empleado el pasado verano.
Nuestra idea inicial era pasar los tres primeros días atravesando las Tierras Altas, aprovechando las lecciones aprendidas el año anterior en la región más salvaje de Islandia. Tras atravesar el corazón de la isla de suroeste a noreste, giraríamos hacia el oeste, para conocer con más profundidad otra de las zonas menos visitadas de la tierra de hielo y fuego: sus fascinantes Fiordos del Oeste. Luego recorreríamos Snæfellsnes, antes de regresar a Reykjanes. Además, seguíamos teniendo un volcán activo en el suroeste de la isla. Intentaríamos visitarlo al menos dos veces, al principio y final del viaje.
Encontramos una Islandia más concurrida que el año anterior, pero con sus infraestructuras turísticas todavía a medio gas. En cualquier caso, aun era posible encontrar coches de alquiler a precios razonables y reservar hoteles sobre la marcha, también a buen precio. Algo impensable en un verano normal. Lo cual nos permitió organizarnos con flexibilidad, adaptándonos a las cambiantes circunstancias del clima de la isla. Flexibilidad que es muy recomendable tener en cualquier viaje por Islandia pero que, por desgracia, no siempre es posible encontrar en temporada alta.
El itinerario quedó como sigue:
- 10 de agosto: vuelo Madrid – Keflavik. Como ya es tradición, llegamos a Keflavik a dormir.
- 11 de agosto: pasamos el día dando un largo paseo hasta Meradalir, en el entorno del volcán. Después, nos vamos a dormir a Hveragerði.
- 12 de agosto: primer día en las Tierras Altas, haciendo un hermoso itinerario al norte del Mýrdalsjökull, por las carreteras de montaña F261, F210 y F232. Regresamos a la civilización para dormir en Kirkjubæjarklaustur.
- 13 de agosto: pasamos el día recorriendo Fjallabaksleið Nyrðri, la carretera de montaña F208. De camino, visitamos Eldgjá, el cañón de fuego y hacemos un breve desvío hasta Ljótipollur. Dormimos en Hrauneyjar.
- 14 de agosto: último día en las Tierras Altas, atravesando Sprengisandur, el desolado corazón de Islandia, por la F26. Cerca de su extremo septentrional, visitamos las cascadas de Hrafnabjargafoss y Aldeyjarfoss. Acabamos durmiendo en las inmediaciones del lago Mývatn.
- 15 de agosto: del lago Mývatn a Siglufjörður. Ya que estamos en las inmediaciones del Mývatn, aprovechamos para dar un paseo por Dimmuborgir, seguido de una visita a Klasar. Retomamos la ruta, para hacer otra parada imprevista en Goðafoss. Antes de ir a dormir, damos un paseo por Siglufjörður.
- 16 de agosto: de Siglufjörður a Víðidalstunga. Hacemos un rodeo para recorrer la península de Skagi, donde visitamos el faro de Kálfshamarsvit y sus interesantes formaciones de basalto.
- 17 de agosto: nos adentramos en los Fiordos del Oeste, una de las zonas menos visitadas de Islandia. Tras llegar al hotel, en Djúpavík, decidimos seguir más allá, hasta Ófeigsfjörður, un lugar que nos pareció el fin del mundo. De regreso, aun tenemos tiempo para dar un paseo por Djúpavík.
- 18 de agosto: la niebla nos empuja a realizar una excursión imprevista a Norðurfjörður. Después, retomamos nuestros planes iniciales, entre Djúpavík y la granja de Heydalur. Antes de llegar a la granja, damos un rodeo para intentar llegar a los pies del Drangajökull.
- 19 de agosto: de Heydalur a Ísafjörður. Por la tarde, visitamos el museo marítimo de Ósvör. Terminamos el día dando un paseo por Ísafjörður, la capital de los Fiordos del Oeste.
- 20 de agosto: de Ísafjörður a Patreksfjörður. Arrancamos la mañana haciendo un desvío por el norte de Svalvogavegur. A continuación, visitamos Dynjandi, la atronadora, una de las cascadas más hermosas de Islandia. Después, aun encontramos tiempo para recorrer Ketildalavegur, en la orilla sur del Arnarfjörður.
- 21 de agosto: realizamos una excursión desde Patreksfjörður, donde pasamos dos noches seguidas. Comenzamos visitando los acantilados de Látrabjarg, el extremo occidental de Islandia, para después recorrer la curiosa playa roja de Rauðisandur.
- 22 de agosto: salimos de los Fiordos del Oeste haciendo un recorrido por su costa meridional, de Patreksfjördur a Sælingsdalur. A continuación, visitamos la remota Dalir, en el norte de Vesturland.
- 23 de agosto: el plan para el día era visitar Snæfellsnes. Al final, el mal tiempo nos hizo recorrer el trayecto desde Sælingsdalur a Reykholt mucho más rápido de lo previsto. Después de llegar al hotel, aprovechamos lo que quedaba de tarde para visitar la cueva de lava de Víðgelmir.
- 24 de agosto: una larga y fructífera jornada, entre Reykholt y Garður. Comenzamos visitando las cascadas de Hraunfossar y Barnafoss. Después, nos adentramos en Kaldadalsvegur, el extremo occidental de las Tierras Altas de Islandia. Nos desviamos de la carretera 550 para realizar una excursión hasta el Langjökull. A continuación, hacemos una pausa en Hvannagjá, al norte de Þingvellir. Rematamos la tarde con una excursión hasta el valle de Nátthagi, en las inmediaciones del volcán de Geldingadalir.
- 25 de agosto: mientras esperamos que el volcán entre en una nueva fase eruptiva, damos un paseo por Garðskagi. Después, pese al mal tiempo, nos empeñamos en ir nuevamente a Nátthagi, en una excursión que no resultó demasiado bien.
- 26 de agosto: pese a que despegábamos de Keflavik a primera hora de la tarde, el fracaso del día anterior nos empuja a intentar una excursión hasta el Langihryggur, que acaba siendo la mejor forma imaginable de despedirnos de la isla de hielo y fuego.
Al final, recorrimos unos 3.245 kilómetros. Una media cercana a los 200 kilómetros diarios. Con la excepción de las dos noches consecutivas que pasamos en Patreksfjörður y otras dos en Garður, seguimos la táctica habitual en Islandia, que ya tenemos más que ensayada: avanzar de hotel en hotel, realizando recorridos no demasiado largos, que nos permitan dedicar la mayor parte del tiempo a las visitas. Salvo en las Tierras Altas, donde la mayor atracción era precisamente la conducción por sus complicadas pistas.
En este sentido, casi la mitad de la ruta, algo más de 1.400 kilómetros, fue sobre pistas de tierra. Algunas, eran carreteras secundarias, que en Islandia no siempre están asfaltadas. Otras, carreteras de montaña, con calificación F, tan solo aptas para vehículos con tracción a las cuatro ruedas. En éstas últimas, con diferencia la parte más complicada e incierta del viaje, fuimos muy afortunados. Atravesamos tanto Fjallabak como Sprengisandur en tres días con un tiempo más que aceptable y con el caudal de los ríos bastante disminuido.
La suerte que tuvimos mientras recorríamos las Tierras Altas, el norte de la isla y los Fiordos del Oeste, pareció terminar bruscamente tan pronto como dejamos éstos atrás. Los últimos días fueron una especie de montaña rusa, en la que las jornadas nefastas se alternaban con otras espléndidas. Al final, no pudimos recorrer Snæfellsnes, aunque lo compensamos con un hermoso día en Kaldadalsvegur. Afortunadamente, nuestra última excursión al volcán fue una auténtica maravilla, que nos permitió salir de Islandia con unos recuerdos impagables.
En resumen, otro fascinante viaje por la Tierra de Hielo, en el que conocimos lugares nuevos, volvimos a visitar algunos que ya conocíamos y, para no variar, nos quedamos con las ganas de recorrer otros tantos. Como por otra parte ya esperaba, lejos de calmar mi sed de Islandia, nuestro viaje del verano de 2021 acabó acrecentándola. 173 días más tarde, aterrizaba de nuevo en Keflavik, esta vez en solitario, para realizar un nuevo periplo invernal por la isla.
Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/islandia-de-hotel-en-hotel/ hay una pequeña guía sobre los hoteles de Islandia.
Todo el mundo nos recomienda conocer Islandia y todos van a los mismos sitios que sin ir, tengo ya muy vistos. Mismos lugares, mismas fotos…pero hasta que no he dado con tu blog, no me lo he planteado seriamente. Me ha fascinado, pero claro, ya llevas unos cuantos viajes al destino que lo hace cada vez más atractivo. Me ha gustado encontrar algo distinto, aunque supongo que hay indispensables que no se deben evitar, pero luego salir de la ruta más turística ofrece todo lo que nos muestras y lo hace más deseable si cabe.
Gracias por mostrar y contar tus experiencias.
Un saludo
Para bien o para mal, Islandia está de moda. En cualquier caso, la masificación de la isla, cada vez más evidente, no deja de ser relativa. La mayor parte de sus espacios naturales son tan amplios que es posible visitarlos con cierta tranquilidad. Lo que no evita que algunos comiencen a estar demasiado concurridos, sobre todo para aquellos que amamos la soledad y viajamos a Islandia buscándola.
Si algún día decides visitar la Tierra de Hielo, no dudes en contactarme. Intentaré ayudarte a planificar un itinerario en el que, sin dejar de lado los «imprescindibles», puedas visitar algunos lugares menos conocidos, que aun mantienen la belleza primigenia de la isla.