Décimo día en Islandia y cuarto en los Fiordos del Oeste. Teníamos que recorrer los 146 kilómetros que separan Ísafjörður de Patreksfjörður. De los cuales, aproximadamente dos tercios estaban asfaltados. Incluido el nuevo túnel de Dýrafjarðargöng, que había acortado la antigua ruta en 26 kilómetros. El resto eran pistas de tierra sin mayor dificultad. Podía parecer una jornada más, pero era aquella sobre la que pivotaba todo nuestro recorrido por los Fiordos del Oeste. Recorrido que se había convertido, por méritos propios, en un viaje dentro de otro viaje.

Desde el norte del Dýrafjörður

Desde el norte del Dýrafjörður.

El objetivo principal de la jornada era la hermosa cascada de Dynjandi. Todo nuestro itinerario por los Fiordos del Oeste estaba supeditado a realizar esta visita, con la que queríamos enmendar nuestro fracaso de cuatro años atrás. Fruto de aquel revés, conocíamos la ruta hasta el puente sobre el Dýrafjörður, donde arrancaba el desvío hacia el nuevo túnel. En consecuencia, íbamos preparados tanto para el cavernoso túnel de Vestfjarðagöng, como para el brumoso y fascinante paisaje que había más allá. Lo cual no impidió que, hechizados por los siempre mágicos fiordos occidentales de Islandia, acabásemos haciendo una breve parada junto a la orilla septentrional del Dýrafjörður.

Svalvogavegur.

Antes de llegar a Dynjandi, queríamos intentar atravesar Svalvogavegur. La carretera 622, que luego se convierte en F622, para terminar siendo una pista «no oficial», recorre la península que se extiende entre los fiordos de Dýrafjörður y Arnarfjörður. Un trazado complicado, que algunos califican como el más peligroso de Islandia.

Simbahöllin

Simbahöllin.

Regresando de nuestro primer desvío del día, nos detuvimos en Þingeyri. Aprovechamos para tomar un café en Simbahöllin y estirar las piernas, dando un paseo hasta el puerto pesquero. Al contrario que en nuestra anterior visita, no había la menor señal de actividad en sus muelles. La sensación de paz era absoluta. Los graznidos de las aves que revoloteaban por el fiordo, más que romperla, ayudaban a remarcarla.

Dynjandi, la atronadora.

Dynjandi, cuyo nombre se traduciría por «la atronadora», es sin duda una de las cascadas más bellas de Islandia. Tan diferente a las demás, que hasta su nombre está privado del característico foss (cascada) con el que se suele rematar el de los demás saltos de agua de la isla.​ Una visita imprescindible en cualquier recorrido por los Fiordos del Oeste.

Glamá

Gláma.

Resarcidos de nuestra anterior derrota, podíamos relajarnos. Estábamos a tan solo 86 kilómetros del hotel en Patreksfjörður, aunque teníamos por delante el tramo no asfaltado de la ruta. Este transcurría en su mayor parte por el borde de las Tierras Altas de Gláma. Una zona áspera y despoblada, a 500 metros de altitud, entre cuyos lagos nace el Dynjandisá. Nos detuvimos a la altura del río, con la esperanza de ver alguno de los tres saltos de agua que hay por encima de Dynjandi, pero no hubo suerte.

Suðurfirðir

Suðurfirðir.

Tras un rato recorriendo Gláma, llegamos a un desvío. La carretera 60 continuaba hacia el sur, camino de Flókalundur y el ferry que permite ir directamente desde los Fiordos del Oeste hasta Stykkishólmsbær, en Snæfellsnes. En un par de días, teníamos que pasar por Flókalundur, pero de momento nos desviamos hacia el oeste por la carretera 63, camino de Bíldudalur. Poco antes de descender de Glamá hicimos una nueva pausa, esta vez en un mirador sobre el Suðurfirðir. El fiordo se desvanecía en la bruma, confundiéndose a lo lejos con el gran Arnarfjörður.

Cascada de Fossfjörður

Cascada de Fossfjörður.

Un vertiginoso descenso nos llevó a la orilla del mar. Allí, la carretera comenzaba a costear, ciñéndose a los vericuetos del fiordo. En uno de ellos, nos dimos de bruces con la cascada de Fossfjörður. Uno más de los innumerables saltos de agua que, en casi cualquier otro lugar del mundo, serían un punto de atracción, pero en Islandia pasan casi completamente desapercibidos. La cascada da nombre al Fossfjörður, el pequeño fiordo que se encuentra en las inmediaciones y cuyo topónimo se traduciría por Fiordo de la Cascada. Así el salto sería la Cascada del Fiordo de la Cascada. Como era de esperar, la granja cercana se llama Foss y el valle que hay aguas arriba de la cascada Fossdalur, o Valle de la Cascada. Los topónimos de Islandia nunca suelen destacar por su originalidad.

Ketildalavegur, en la orilla sur del Arnarfjörður.

La carretera 619, también conocida como Ketildalavegur, recorre buena parte de la orilla meridional del Arnarfjörður. Decidimos aprovechar lo que quedaba de tarde para intentar llegar hasta su final, donde nos esperaba uno de esos lugares extraños de Islandia que son difíciles de catalogar.

Tras el segundo desvío del día, enfilamos directamente hacia Patreksfjörður, donde llegamos al filo de las seis y media de la tarde. Subimos a la habitación, a dejar el equipaje y asearnos. A continuación, cansados y hambrientos, decidimos cenar en el hotel. Desconfiábamos de que, en el segundo verano de la pandemia, con el turismo de Islandia aún reducido a una fracción del habitual, fuéramos capaces de encontrar algún otro lugar abierto. Después, salimos a dar un breve paseo por la localidad.

En el puerto de Patreksfjörður

En el puerto de Patreksfjörður.

Pese a sus escasos 650 habitantes, el pequeño núcleo urbano es el más poblado de la parte meridional de los Fiordos del Oeste. Fue fundado en el siglo X por Örlygur Hrappson, un vikingo cristiano procedente de las Hébridas que, según la tradición, bautizó el asentamiento en honor de San Patricio. Algo que entonces era bastante poco común, pues la mayor parte de los pobladores de Islandia todavía eran paganos. Patreksfjörður languideció hasta el siglo XVIII, cuando se convirtió en un importante puerto comercial. También llegó a tener una próspera industria pesquera, pero el reparto de cuotas de 1990 fue muy perjudicial para su flota. Desde entonces, ha perdido un tercio de su población. En los últimos años está cobrando cierto auge el sector turístico. Mas como base para recorrer el extremo suroccidental de los Fiordos del Oeste que por los propios méritos de la población. Además del hotel en el que nos alojábamos, uno de los mayores de toda la región, cada vez son más numerosos los cruceros que hacen escala en su pequeño puerto.

Patreksfjörður al atardecer

Patreksfjörður al atardecer.

Al final, pese a nuestro relativo fracaso en Svalvogavegur, el día dio bastante de sí. Incluyendo los dos desvíos, acabamos recorriendo 256 kilómetros en medio de la impresionante naturaleza de Islandia. De los cuales, aproximadamente la mitad fueron pistas de tierra, ya que tanto Svalvogavegur como Ketildalavegur estaban sin asfaltar. Y por fin habíamos logrado visitar Dynjandi. Todo ello en una jornada casi perfecta, sin viento ni lluvia, pero con la clásica atmósfera brumosa de la zona, que tanto me fascina. Por primera vez en el viaje, dormiríamos dos noches consecutivas en el mismo hotel, que utilizaríamos de base para un recorrido por el extremo suroccidental de los fiordos. Nos fuimos a dormir agotados, pero llenos de satisfacción.

Para ampliar la información:
Se puede ver nuestro itinerario completo por los Fiordos del Oeste en https://depuertoenpuerto.com/seis-dias-en-los-fiordos-del-oeste/.

Si quieres hacerte una idea de cómo es la carretera en invierno, puedes visitar https://depuertoenpuerto.com/dynjandisheidi-en-invierno/.

En Cuaderno de Aventuras describen un recorrido más convencional por la zona: https://www.cuadernodeaventuras.com/diarios-de-viaje/que-hacer-en-islandia/isafjordur-a-patreksfjordur.

En inglés, la web oficial de turismo de los Fiordos del Oeste está en https://www.westfjords.is/en.

Iceland Travel Guide tiene un artículo sobre Patreksfjörður y sus alrededores: https://icelandtravelguide.is/locations/patreksfjordur/.

Se puede visitar la página del puerto de Patreksfjörður en https://www.patreksfjordurport.is/. Además de información portuaria, como los horarios previstos de estancia de los cruceros, contiene un mapa en PDF de la localidad y algunos datos prácticos.