Skagi es una de las penínsulas que jalonan la costa septentrional de Islandia. Situada entre la amplia bahía de Húnaflói, al oeste, y el Skagafjörður, al este, tiene una longitud de aproximadamente 45 kilómetros y un ancho máximo de 27. Su relieve, con apenas unas cuantas montañas en su extremo meridional, unido a su forma rectangular y una costa apenas recortada, podrían hacer pensar que no merece la pena conocerla. Nada más lejos de la realidad. Pese a no estar al nivel de otras maravillas de Islandia, Skagi es un lugar interesante y poco trillado, que bien vale un desvío.

Tuvimos la suerte de recorrer Skagi en una espléndida tarde de mediados de agosto. Aunque siempre he preferido la Islandia más brumosa y salvaje, he de reconocer que, al menos de vez en cuando, está bien poder disfrutar de un día soleado y, sobre todo, sin viento. Tras llenar el depósito en la N1 de Sauðárkrókur, salimos de la pequeña población hacia el norte, siguiendo el trazado de la 744. Ésta giraba hacia el noroeste, internándose entre las montañas del sur de la península. Finalmente, tras recorrer 16 kilómetros, encontramos el desvío de la 745. Una pista de tierra con un cartel que indicaba la distancia a Hraun, en el extremo noreste de Skagi: 36 kilómetros. Mas allá del desvío, la pista volvía a descender suavemente, por un valle que debía llevarnos nuevamente hacia el mar.

Drangey

Drangey.

Cuando llegamos a su orilla, la vista era magnífica. Frente a nosotros, se extendían el Skagafjörður y la costa oriental de Tröllaskagi, que acabábamos de recorrer durante la mañana. En las azules aguas del fiordo, destacaba la isla de Drangey. Es todo lo que queda de un antiguo volcán, de 700.000 años de antigüedad. Sus abruptos acantilados hicieron que fuera elegida como guarida por el forajido Grettir, que encontró en ella su muerte en el año 1031. También fue durante siglos una fuente de riqueza para los habitantes de la zona, que todas las primaveras se jugaban la vida descolgándose por los acantilados para conseguir huevos de las numerosas aves que habitan la isla. Además, daban caza a los pájaros. Se dice que, en un buen año, podían llegar a capturar 200.000. Ambas costumbres fueron prohibidas en 1996. En la actualidad, las aves siguen generando riqueza, aunque de una forma bien distinta. Drangey se encuentra entre los mejores lugares de Islandia para el avistamiento de los populares frailecillos, por lo que en verano son numerosas las excursiones que llegan hasta su agreste costa.

Selvik

Selvik.

Siguiendo nuestro camino hacia el norte, llegamos a la pequeña ensenada de Selvik. El lugar rezumaba tranquilidad, haciendo difícil imaginar que fue en estas aguas donde Kolbeinn ungi Arnórsson, uno de los caudillos de las guerras civiles que caracterizaron la etapa final del Þjóðveldisöld, reunió sus naves antes de la batalla naval de Flóabardagi. El enfrentamiento, que tuvo lugar en Húnaflói y se resolvió por el expeditivo método de arrojar grandes piedras desde los barcos, terminó con la derrota de Þórður kakali Sighvatsson, aunque las tropas de Kolbeinn acabaron tan exhaustas que no pudieron perseguir a los vencidos.

Ketubjörg

Ketubjörg.

Nuestra siguiente parada fue en los acantilados de Ketubjörg y Dalshorn, un lugar engañosamente tranquilo. La pista pasaba junto al borde de los acantilados y, nuevamente, las vistas eran increíblemente relajantes. El sol brillaba cada vez con más fuerza, mientras varias gaviotas recorrían los acantilados volando a nuestros pies. A la derecha, el murmullo de una cascada aportaba serenidad al ambiente, mientras la costa de Tröllaskagi, cada vez más difuminada por la bruma, se extendía al otro lado de las calmadas aguas del Skagafjörður. Pero bajo la asombrosa sensación de placidez se escondía una amenaza latente. Como en tantos lugares de Islandia, la costa es muy inestable y los desprendimientos relativamente comunes. No es recomendable acercarse al borde de los acantilados.

Setenta minutos después de haber tomado el desvío, llegábamos a las inmediaciones de Hraun, donde decidimos no detenernos. El lugar era poco más que una agrupación dispersa de granjas. Curiosamente, uno de los últimos osos polares que ha sido avistado en Islandia apareció en esta costa, a finales de la primavera de 2008. No es una especie autóctona de la isla, por lo que debió llegar flotando en algún iceberg. Más curioso aún resulta que, en ese mismo año, se avistaron otros dos osos polares. Uno en el interior de Skagi y otro en Thistilfjördur. ¿Llegarían los tres juntos, o fue simplemente una casualidad? En cualquier caso, no parece que viajar a Islandia sea una buena idea para los osos, pues son sistemáticamente abatidos.

Escollos frente a Kaldranavik

Escollos frente a Kaldranavik.

Superado Hraun, la pista giraba hacia el oeste, recorriendo el borde septentrional de Skagi. Más allá de un mar extrañamente calmado, podíamos ver la lejana silueta de la costa de Strandir, en el extremo nororiental de los Fiordos del Oeste. A pesar de la distancia y del espléndido día, los bancos de nubes bajas parecían aferrarse a los valles de los fiordos, haciéndonos recordar nuestra tan breve como hermosa visita a la región en el verano del 2017. En cualquier caso, su visión no nos produjo sentimientos melancólicos, pues esa misma costa era el destino de nuestra siguiente jornada recorriendo el norte de Islandia.

Playa de Reki

Playa de Reki.

Tras girar nuevamente, esta vez con rumbo sur, llegamos junto a Rekavatn. Una pequeña laguna costera, separada del mar abierto por una barra de piedras volcánicas. Entre las negras piedras, podíamos ver numerosos puntos blancos, que al principio no pudimos identificar. Resultaron ser restos de árboles. ¿Árboles en Islandia? Existen, pero no son en absoluto abundantes. Menos aún en la desolada Skagi. En realidad, procedían de la lejana Siberia, desde donde son arrastrados por el hielo y las corrientes marinas. Junto a la playa estaban las ruinas de las antiguas granjas de Hafnir y Kaldani. En sus buenos tiempos, estaban entre las más prósperas de Islandia. Su principal riqueza era precisamente la madera, que recogían de la playa y posteriormente vendían, en una isla donde su escasez era un problema crónico. A este lucrativo negocio unían los pastos, la caza de focas, la recolección de huevos y la pesca de truchas.

El faro de Kálfshamarsviti.

La ensenada de Kálfshamarsvík guarda dos sorpresas, aunque su hermoso faro de estilo modernista queda completamente eclipsado por las impresionantes formaciones de columnas basálticas que lo rodean. Por sí solos se bastarían para justificar un rodeo por la península de Skagi.

Después de visitar el lugar más interesante de Skagi, tan solo nos restaba seguir hacia el sur por su costa occidental, rumbo a Blönduós y la Ring Road. Según nos acercábamos a Skagaströnd, la única población de la península, el paisaje se iba humanizando. Cada vez había más granjas y más tráfico. Las tierras de labor eran más numerosas y, poco antes de llegar al campo de golf de Háagerðisvöllur, la pista se convirtió en una carretera asfaltada. Al final, empleamos unas cuatro horas en recorrer la parte más salvaje de Skagi, desde que dejamos el asfalto en el desvío de la 745 hasta que volvimos a encontrarlo en las proximidades de la granja de Neðri-Harrastaðir. Cuatro horas recorriendo una de las zonas menos conocidas y más tranquilas de Islandia, en una jornada asombrosamente serena.

Para ampliar la información:

Una vez más, ha sido imposible encontrar información relevante en español.

En inglés, el blog wonderguide describe la ruta en sentido contrario al nuestro: https://wonderguide.com/iceland/stories/skagi-peninsula-self-drive-guide.

La página Atlas Obscura tiene una entrada sobre Drangey: https://www.atlasobscura.com/places/drangey-island.

Al igual que la web travual: https://www.travual.com/blog/iceland/drangey-island-iceland/.

En Guide to Iceland se puede encontrar un artículo sobre los acantilados de Ketubjörg: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/disappearing-landscape-ketubjorg-and-dalshorn.

Quien quiera ampliar la información sobre las incursiones de osos polares en Islandia puede consultar https://www.icelandreview.com/news/unusually-frequent-visits-polar-bears/.

Por último, la web oficial de la Carretera de la Costa del Ártico está en https://www.arcticcoastway.is.