El Langjökull, situado cerca del extremo occidental de las Tierras Altas de Islandia, es el segundo glaciar más extenso de la isla. A mediados del siglo XX, su superficie superaba ligeramente el millar de kilómetros cuadrados. En la actualidad, apenas alcanza los 925. A pesar de lo cual, su presencia sigue siendo imponente y, cuando las nubes no lo impiden, domina parte del paisaje occidental de Islandia. Con un espesor máximo de 580 metros, su sección más elevada alcanza una altitud de 1.450 metros sobre el nivel del mar.

El Langjökull desde la ruta de Kjölur

El Langjökull desde la ruta de Kjölur.

Habíamos rodeado el flanco oriental del Langjökull en el verano de 2020. Durante varias horas, su gélida presencia cubría buena parte del horizonte, mientras recorríamos la carretera de Kjölur. Esta vez, queríamos aproximarnos al glaciar desde el oeste, realizando un breve desvío en nuestro itinerario entre Reykholt y Þingvellir. Una de las ventajas del Langjökull es su accesibilidad. Los 8 kilómetros de la carretera 551, también conocida como Langjökulsvegur, van a morir, literalmente, contra la superficie helada del glaciar. Incluso es posible seguir más allá, conduciendo directamente sobre el hielo.

Desde Langjökulsvegur

Desde Langjökulsvegur.

Tomamos el desvío de Langjökulsvegur poco antes de las diez. La mañana era mucho más nubosa que la tarde anterior, cuando habíamos podido entrever el Langjökull durante nuestra improvisada excursión a Víðgelmir. Pero al menos no llovía y el viento parecía ir a menos. En cualquier caso el panorama, ya desde el comienzo del desvío, nos empujó a hacer la primera parada. Frente a nosotros, la estéril llanura de piedra finalizaba abruptamente contra los primeros contrafuertes del macizo del Langjökull. Una doble cascada, cuyo nombre no he logrado averiguar, se despeñaba desde las alturas, mientras el glaciar propiamente dicho permanecía en buena parte oculto tras una densa capa de nubes.

Nyrðra-Hádegisfell

Nyrðra-Hádegisfell.

Como tantas veces en Islandia, resultaba complicado avanzar. No por culpa de la pista, cuyo firme y trazado eran más que aceptables. En cambio, era imposible resistirse al embrujo del imponente entorno que nos rodeaba. Parábamos una y otra vez para contemplarlo y fotografiarlo. La dureza del terreno, realzada por la sensación de soledad y aislamiento, generaba en mi mente pensamientos contradictorios. Por una parte, insignificancia y fragilidad frente a las dimensiones y la fuerza del entorno que me rodeaba. Por otra, un profundo sentimiento de comunión con una naturaleza abrumadoramente salvaje parecía ensanchar y elevar mi espíritu.

Llegando al Langjökull

Llegando al Langjökull.

Poco después, era Langjökulsvegur la que empezaba a tomar altura camino del Klaki Basecamp, donde había una cabaña y varios «autobuses de montaña» aparcados en las inmediaciones. A partir de ese punto, la pista comenzó a complicarse. Progresábamos sobre una superficie de piedras sueltas, por la que cada vez descendía una mayor cantidad de agua procedente del glaciar. Llegó un momento en el que parecía que avanzáramos contracorriente sobre un riachuelo, con la masa helada del Langjökull cada vez más cerca. Estaríamos a poco más de cien metros del hielo, cuando vimos a nuestra derecha un lugar donde dejar el coche. Sin pensarlo dos veces, aparcamos para estudiar tranquilamente la situación.

La NASA en el Langjökull

La NASA en el Langjökull.

Langjökulsvegur seguía hasta el hielo y más allá. Según descendíamos del coche, un autobús nos adelantó y continuó avanzando, para desaparecer entre las nubes. Más cerca, sobre el hielo del glaciar, había un par de vehículos aparcados, con varias personas en sus inmediaciones. La pista que avanzaba hasta el hielo parecía demasiado dura para el Subaru Forester que conducíamos. Decidimos continuar andando hasta el borde del Langjökull. Mientras nos acercábamos, los ocupantes de los dos vehículos comenzaron a descargar grandes cajas de plástico. Nos llamó la atención ver que llevaban el logotipo de la NASA, pero la sorpresa vino cuando sacaron de su interior lo que parecía ser un traje de astronauta. Aunque, pensándolo bien, ¿hay algún lugar más adecuado que Islandia para probar equipos destinados a otros mundos?

Regresando al coche

Regresando al coche.

Podíamos habernos quedado un rato a curiosear pero, nunca mejor dicho, hacía un frío glaciar. Desde el Langjökull descendía incesantemente una corriente de viento gélido, que hacía bastante desagradable estar al aire libre. Además, teníamos una larga jornada por delante. Lo prudente era seguir nuestro camino. Elegimos un buen momento pues, según dábamos media vuelta para regresar al coche, apareció un arco iris, avisándonos de la inminencia de un chaparrón.

Sleipnir

Sleipnir.

El chubasco fue breve y, para cuando quisimos regresar al Klaki Basecamp, había pasado sobre nuestras cabezas. Aprovechamos para realizar una breve parada y curiosear entre los vehículos que había aparcados por la explanada. La mayor parte eran autobuses todo terreno blancos, que se utilizan para las excursiones sobre el glaciar, llevando a los visitantes hasta el túnel artificial de hielo que hay en éste. Pero parecían juguetes comparados con Sleipnir, el monstruo que estaba aparcado unos metros más allá. Pese a su llamativo color rojo, el nombre de Sleipnir hace referencia a un caballo gris de ocho patas que, según la mitología nórdica, pertenecía a Odín.

Þjófakrókur

Þjófakrókur.

Al igual que en el camino de ida, el regreso a la carretera 550 fue asombrosamente lento. Parábamos una y otra vez, hipnotizados por el paisaje que se extendía al otro lado del parabrisas. Ahora teníamos frente a nosotros un amplio panorama, que se perdía en un horizonte difuminado por la bruma. A nuestra izquierda, el valle de Þjófakrókur parecía de otro planeta. Más allá, oculta tras el extraño relieve del Nyrðra-Hádegisfell, la carretera 550 serpenteaba camino de Þingvellir.

Regresando a la 550

Regresando a la 550.

Nos reincorporamos a la 550 poco después de las once de la mañana. Nuestra excursión por la 551 acabó durando algo más de una hora. Hay quien se atreve a conducir por encima del glaciar. A nosotros no nos pareció prudente. No llevábamos ni el vehículo ni los neumáticos adecuados y temíamos acabar atrapados en las rodadas de los autobuses. Nos conformamos con dar un breve paseo sobre su resbaladiza superficie. Presumíamos tener un día muy largo por delante, aunque en ese momento no sabíamos hasta qué punto lo sería. También desconocíamos que acabaríamos llevando el manido tópico de «Islandia, tierra de hielo y fuego» hasta sus últimas consecuencias.

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Para ampliar la información:

Complicado encontrar información en español, más allá de páginas revendiendo actividades organizadas. La única excepción, un artículo sobre Sleipnir en la web Periodismo del Motor: https://periodismodelmotor.com/sleipnir-autobus-ocho-ruedas-recorrer-glaciares/287940/.

En inglés, Iceland Travel Guide tiene una buena entrada sobre el glaciar: https://icelandtravelguide.is/locations/langjokull-glacier/.

La web de Sleipnir Tours está en https://www.sleipnirtours.is/.

La otra empresa que ofrece recorridos sobre el glaciar es Into the Glacier: https://intotheglacier.is/.

En https://www.youtube.com/watch?v=9dZDD67T7JU se puede ver cómo es conducir sobre el Langjökull, en un día mucho más despejado que el de nuestra visita.