El faro, diseñado por Axel Sveinsson, es el segundo que se ha construido junto a la pequeña ensenada de Kálfshamarsvík. El original, de 1913, fue sustituido en 1940 por el que podemos ver hoy en día, aunque no entró en servicio hasta dos años más tarde. El edificio se eleva 16,3 metros sobre el terreno y su plano focal se encuentra a 21 metros por encima del nivel del mar. Fue electrificado en 1973.
Curiosamente, el lugar tiene cierta conexión histórica con España. El puerto natural que forma la ensenada fue aprovechado en 1890 para crear una factoría de procesado de bacalao, gestionada por la compañía danesa Höephners. El pequeño asentamiento prosperó, hasta superar el centenar de habitantes y tener unas cuantas tiendas y una escuela. Su principal mercado de exportación era el Mediterráneo. El estallido de la guerra civil española tuvo un efecto nefasto sobre la factoría, que acabó siendo cerrada en 1940. La apertura del nuevo puerto de Skagaströnd, construido durante la década de 1930, fue la sentencia de muerte para el asentamiento, que en 1961 perdió a su último habitante. En 1994 un incendio acabó con los escasos restos que quedaban.
Llegamos a Kálfshamarsvík al principio de una espléndida tarde de verano. Un cielo prácticamente despejado, la casi total ausencia de viento y un mar asombrosamente calmado hacían difícil pensar que estuviéramos en el norte de Islandia, a menos de 61 kilómetros de distancia del Círculo Polar Ártico. Tan solo encontramos un par de coches en la explanada de tierra que hacía las veces de aparcamiento. No estábamos solos, pero casi. En cambio, la vida salvaje era relativamente abundante. Una colonia de aves ocupaba unos escollos cercanos y varios patos nadaban por las calmadas aguas, en las que flotaban indolentemente numerosas medusas. La sensación de paz invitaba a recorrer el lugar con calma.
Al frente, recortada sobre el horizonte, podíamos ver la quebrada silueta de Strandir, la costa nororiental de los Fiordos del Oeste. Apenas 40 kilómetros en línea recta nos separaban del que sería nuestro destino de la siguiente jornada. Entre medias, estaba la amplia bahía de Húnaflói, que se adentra 100 kilómetros entre Skagi y la costa de Strandir.
Mas allá del edificio del faro, el auténtico atractivo de Kálfshamarsvík reside en sus espectaculares formaciones de columnas basálticas. Habíamos podido visitar la célebre Calzada del Gigante, en la costa de Antrim, siete años atrás, por lo que llegamos a Kálfshamarsvík con la idea de ver una versión reducida de ésta. No podíamos estar más equivocados. Las formaciones que vimos en Islandia no tienen nada que envidiar a las de Irlanda. Más bien al contrario. Lo único en que Antrim supera ampliamente a la remota Skagi es en número de visitantes.
Se piensa que las columnas de Kálfshamarsvík se formaron aproximadamente hace 1,7 millones de años, cuando se activó una linea de falla que, partiendo de Hofsjökull, atravesaba el norte de la isla. Tanto la falla como el cinturón volcánico asociado tuvieron una vida corta en escala geológica, cesando su actividad hace medio millón de años.
La lava basáltica que crea este tipo de columnas suele solidificarse en el entorno de los 1.000 ºC. Por debajo de ésta temperatura, pierde elasticidad, por lo que, al continuar el proceso de enfriamiento, no es capaz de ajustarse a la contracción y acaba formando prismas, generalmente hexagonales. Las columnas se forman siempre perpendicularmente a la superficie de enfriamiento, que suele ser horizontal, dando lugar a columnas verticales. Pero no siempre es así. En Kálfshamarsvík es probable que la lava se enfriara en contacto con el mar, dando ocasionalmente lugar a superficies de enfriamiento inclinadas, que crearon columnas con orientaciones bastante extrañas. Algunas prácticamente horizontales.
El día era espléndido. A pesar de que el lugar no es demasiado extenso, llevábamos más de una hora disfrutando del entorno, las hermosas vistas sobre la costa y el sol, que nos permitía estar al aire libre con tan solo un jersey. Antes de irnos, decidí aprovechar para volar el dron e intentar captar Kálfshamarsvík desde otro ángulo. A pesar de mi evidente falta de pericia y a no sentirme cómodo por tener que volar el dron sobre el mar, donde cualquier error podía ser fatal, la indudable belleza del lugar me ayudó a lograr alguna toma decente.
El faro de Kálfshamarsviti y, sobre todo, las extrañas formaciones de basalto que lo rodean fueron el punto culminante de una larga jornada recorriendo la parte occidental de la Carretera de la Costa Ártica. Una ruta realmente interesante que, al menos de momento, no es demasiado conocida fuera de Islandia. Sabíamos a priori que el lugar iba a ser atractivo, pero he de reconocer que logró sorprendernos. Como también nos sorprendió la plácida jornada, con unas condiciones atmosféricas impropias de Islandia. Incluso en verano.
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En inglés, la web oficial de la Carretera de la Costa Ártica tiene una brevísima reseña sobre el lugar: https://www.arcticcoastway.is/en/moya/extras/destinations/kalfshamarsvik-1.
Mucho más interesante el artículo en Guide to Iceland: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/kalfastrandavogur-extraordinary-basalt-columns-in-skagi.
El magnífico canal de YouTube de Mads Peter Iversen dedica el episodio 38 de su serie de videos sobre fotografía en Islandia a Kálfshamarsvík: https://youtu.be/JjYfa0zfnVA.
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