Regresé 18 meses más tarde, de nuevo a bordo de un barco, en una gélida madrugada de febrero. Esta vez era la noche la que ocultaba la entrada al fiordo de Seyðisfjörður, en el extremo oriental de Islandia. Hasta que, más allá del aguanieve que caía insistentemente sobre la cubierta del Norröna, la luz intermitente del faro de Dalatangi comenzó a desgarrar la oscuridad. La entrada al fiordo, coincidiendo con las primeras luces del amanecer, fue tan hermosa como serena. La escasa docena de pasajeros que quedábamos a bordo acabamos congregados en la cubierta superior, extasiados por la majestuosa belleza del momento. Parecía complicado superar mi primera llegada a la isla, pero la aproximación a Seyðisfjörður lo logró con creces.
Tras desembarcar, pasé mi primer día en Islandia entre las calles desiertas y las orillas nevadas de Seyðisfjörður, una de las escasas poblaciones de la isla que tiene un conjunto de edificios y una trama urbana con cierto interés. A lo que se une una hermosa ubicación, al fondo del fiordo del mismo nombre. Las nubes y el frío que me habían recibido desaparecieron, dejando una tarde espléndida, que aproveché para dar un largo y agradable paseo por el fiordo, más allá de los límites de la pequeña localidad. Mi periplo invernal por la isla no podía haber comenzado de mejor forma.
Al día siguiente, recogí el vehículo que había reservado en la vecina Egilsstaðir. Comencé el recorrido por el sur de la isla atravesando los Fiordos del Este. El día fue una muestra de la variable climatología de Islandia. Arrancó nublado y desapacible, para ir mejorando gradualmente, hasta que llegó un momento en el que el sol rompió tímidamente entre las nubes. Fue un espejismo. En unos minutos, éstas recuperaron terreno y una capa de un gris plomizo cubrió todo el cielo. Empleé parte del día en familiarizarme con el coche y, sobre todo, con la conducción invernal en Islandia, buscando premeditadamente una carretera, en la península de Vattarnes, de la cual sabía de antemano su mal estado. Además, pude recorrer el último tramo de tierra de la Ring Road, en Berufjörður, poco antes de que la carretera fuera asfaltada completamente. Todo ello en medio del hermoso paisaje del extremo oriental de Islandia, una de las regiones más remotas del país. Descontando los desvíos, tan solo recorrí 152 kilómetros.
En la tercera jornada, entre Djúpivogur y Hnappavellir, avancé 203 kilómetros mientras visitaba varios de los lugares más espectaculares de Islandia. Algunos poco conocidos, como Lækjavik o Eystrahorn. Otros, por contra, mucho más populares, como Stokksnes y, sobre todo, Jökulsárlón. Según avanzaba hacia el oeste, recorriendo la costa meridional de la isla, aumentaba el número de turistas que encontraba. Pasé de la más absoluta soledad en Lækjavik a la relativa saturación en Jökulsárlón. A la par, fue cambiando la climatología. Desde un espléndido y sereno amanecer, hasta una mezcla entre ventisca y granizo, que acabó convertida en una copiosa nevada. En cualquier caso, otro día memorable.
Hasta entonces, más o menos había podido mantenerme dentro del plan establecido. Todo cambió en el cuarto día, entre Hnappavellir y Hvolsvöllur. La unión entre el espectacular paisaje de Skaftafell y una espléndida mañana, totalmente impropia del invierno islandés, trastocó completamente la jornada. Tras visitar el frente glaciar del Skaftafellsjökull y la cascada de Svartifoss, acabé realizando una excursión, tan interesante como imprevista, hasta el mirador de Sjónarnípa. Las dos horas largas de retraso que acumulé me obligaron a renunciar a detenerme en la llanura de Eldhraun. Corría el riesgo de no alcanzar mi último objetivo del día, la playa negra de Reynisfjara, antes de que cayera la noche. Finalmente, llegué a Reynisfjara coincidiendo con un hermoso atardecer, que hizo todavía más interesante mi visita a la playa más famosa de Islandia. En total, avancé hacia Reikiavik otros 205 kilómetros.
Al día siguiente, dejé la Ring Road para recorrer el Círculo Dorado. Estaba ya en terreno conocido. De todos modos, la luz y el paisaje nevado eran tan distintos que fue como recorrer un lugar diferente. Antes de abandonar la Ring Road, me detuve en dos de las cascadas más famosas de Islandia: Skógafoss y Seljalandsfoss. A continuación, salí de la ruta 1 para aventurarme hacia el interior de la isla camino de Gullfoss, mi primera escala en el Círculo Dorado. La mayor distancia del mar se tradujo en temperaturas más bajas, a las que se unió un intenso vendaval. A pesar de lo cual, la imponente cascada me dejó mucho mejor sabor de boca que durante mi visita veraniega. Salí de Haukadalur, mi siguiente parada, con la misma sensación. Aunque, debido a las diferencias en la condensación del agua, Strokkur no era tan espectacular como en verano, el contraste entre la nieve y las hirvientes aguas del valle hacía justicia a la fama de Islandia como tierra de fuego y hielo. Tuve menos suerte en Þingvellir, el último destino del día. La nieve realzaba la belleza del lugar, pero era difícil superar el increíblemente hermoso atardecer con el que coincidió mi anterior visita. Cuando llegué al hotel, en Hveragerði, tan solo había avanzado 104 kilómetros hacia el oeste. Que, sumando el rodeo hacia el interior, acabaron convertidos en un recorrido de 288.
Con la llegada a Hveragerði había cumplido mi plan inicial. Tan solo quedaba el trámite de recorrer los 38 kilómetros que me separaban del último hotel, ya en Reikiavik. Había reservado un par de días de margen, contando con que la imprevisible meteorología de Islandia podía retrasar mi itinerario. Pero los dioses nórdicos me habían sido propicios y ahora tocaba improvisar. Acabé dando un amplio rodeo, de 254 kilómetros, circundando la península de Reykjanes en un recorrido improvisado la noche anterior. Improvisación que alcanzó su momento álgido en la visita a Brimketill, un lugar cuya existencia desconocía hasta el mismo instante en que, por casualidad, llegué a su aparcamiento. De nuevo con retraso, seguí mi recorrido, visitando Reykjanestá y Gunnuhver, junto al extremo sudoccidental de la península, para dirigirme después al faro de Garður, en su punta noroeste. Antes de ir al hotel, hice una última parada en el faro de la isla de Grótta, al noroeste de Reikiavik.
Mi último día en la isla fue de nuevo una improvisación, en esta ocasión fruto de una noche de insomnio. Acabé haciendo un recorrido por la península de Snæfellsnes, al norte de la capital. Me despedí de Islandia en otro día asombrosamente benigno, con un sol y una temperatura impropios del mes de febrero. Tras atravesar el paso de montaña de Vatnaleið, llegué a Kirkjufell en pleno amanecer. El exceso de fotógrafos buscando una de las composiciones clásicas de Islandia no me dejó disfrutar del lugar con la calma que esperaba. Tras visitar la playa de Skarðsvík, el mal estado de la carretera me impidió llegar al faro de Öndverðarnes. A continuación, hice una larga parada en la playa negra de Djúpalónssandur, un lugar que me sorprendió por su belleza y por las interesantes formaciones de lava que lo rodean. Me detuve después en el mirador de Lóndrangar, antes de llegar al último destino del día (en realidad de todo el viaje), la extraña costa de Arnarstapi. Regresé a Reikiavik con las últimas luces del atardecer, tras haber recorrido 444 kilómetros, con diferencia el trayecto más largo de todos.
Al final, durante los siete días que pasé en Islandia, acabé recorriendo en coche un total de 1.604 kilómetros. Casi el doble de los que había planeado inicialmente, principalmente debido a las improvisadas excursiones a las penínsulas de Reykjanes y Snæfellsnes. Ni en mis mejores sueños había pensado que iba a conseguir atravesar de un extremo a otro de la isla, en pleno invierno, sin encontrar problemas serios en sus carreteras. Contaba con verme obligado a permanecer bloqueado en algún hotel, al menos uno o dos días.
En realidad, el itinerario por el sur de la isla era tan solo una parte de otro más prolongado, entre Oslo y Reikiavik. En días, justo medio viaje. Sin embargo, acabó siendo con diferencia la mitad más interesante. Lo cual, en un recorrido que además abarcaba el suroeste de Noruega y las Islas Feroe, no es poco. Podría decir que tuve suerte. Con el vehículo, con las carreteras, con los hoteles, hasta con las improvisaciones. Y, por encima de todo, tuve suerte con las condiciones meteorológicas. Aunque, en el fondo, no me habría importado conocer otra Islandia, más salvaje e inclemente. Quizá la próxima vez.
En https://depuertoenpuerto.com/islandia-de-hotel-en-hotel/ hay una guía sobre alojamientos.
En https://depuertoenpuerto.com/diez-dias-de-invierno-en-islandia/ puedes ver un itinerarrio más largo, rodeando la isla.
El resto de entradas del blog sobre la Tierra de Hielo está en https://depuertoenpuerto.com/category/europa/escandinavia/islandia/.
La web Arctic Yeti contiene una introducción al país, interesante para todo el que viaje por primera vez a la isla: https://arcticyeti.es/islandia/conoce-islandia/.
También es recomendable visitar el blog El Rincón de Sele: https://www.elrincondesele.com/50-consejos-utiles-para-viajar-a-islandia/. El mismo blog contiene varios artículos sobre lugares de la isla: https://www.elrincondesele.com/tag/islandia/.
En inglés, la web oficial de turismo de Islandia está en https://www.iceland.is.
La web Guide to Iceland tiene una página con varios mapas describiendo rutas y lugares de interés: https://guidetoiceland.is/travel-info/maps-of-iceland.
Los aficionados a la fotografía encontrarán una fuente de inspiración en la serie de videos sobre la isla del fotógrafo danés Mads Peter Iversen: https://www.youtube.com/playlist?list=PL8OsdzASUWWDUT9rJn3avTOclG5EC86gh.
Si algo distingue a Islandia es su extraña geología. Quien quiera profundizar en su conocimiento, puede visitar http://exploringtheearth.com/2016/07/05/geological-journey-iceland-land-fire-ice-part-1/ y https://pubs.geoscienceworld.org/books/book/2192/chapter/122608249/Iceland-The-Formation-and-Evolution-of-a-Young.
La página http://www.road.is es una visita imprescindible para todo el que se mueva por Islandia en su propio vehículo. Dentro de la numerosa información que contiene, destaca el mapa mostrando el estado de las carreteras: http://www.road.is/travel-info/road-conditions-and-weather/entire-iceland-road-conditions-map/.
En https://umferdin.is/en tienes una versión mejorada del mapa sobre el estado de las carreteras. Muy recomendable consultarlo al menos una vez al día.
Otra visita indispensable, sobre todo para los que van a salirse de las rutas más convencionales, es la web https://safetravel.is/en/.
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