Decidí dejar el coche en el aparcamiento inferior. En el cercano mirador había cierta masificación, aunque muy inferior a la que había previsto. Pronto descubrí el motivo. Estar en el mirador era un martirio. Un viento gélido descendía por el río Hvitá, barriendo la zona. El aire llegaba cargado de pequeños fragmentos de nieve helada, que golpeaban con fuerza cada milímetro cuadrado de piel expuesta. La cara, las manos, hasta los ojos recibían los dolorosos impactos. Al igual que el objetivo de la cámara, haciendo tan complicado mantenerlo limpio como estable. Además, estaba cerrado el camino de acceso a la plataforma de roca que hay en el lateral de la cascada. Menos de cinco minutos después de llegar, subía las escaleras de madera que llevan al nivel superior.
Curiosamente, la zona alta de Gullfoss estaba menos concurrida que la inferior. Casi todos los visitantes se agrupaban en la plataforma que hay al terminar las escaleras, donde el aire seguía siendo tan intenso como molesto. Bastaba desplazarse algo hacia el norte para que la situación mejorase, al no estar expuesto al viento que llegaba por el cañón del río. De vez en cuando soplaba alguna ráfaga, pero era algo perfectamente soportable. Además, cuando el viento venía por la llanura era sencillo anticiparlo, pues según avanzaba levantaba la nieve, formando un difuso velo blanquecino que se deslizaba sobre el terreno.
Desde la altura, las vistas eran espléndidas. Aunque apenas eran las dos y media de la tarde, el incipiente atardecer comenzaba a bañar el paisaje con sus todos dorados. Como era de esperar, el volumen de agua de Gullfoss era bastante inferior al de verano, en pleno deshielo. Aun así, la cascada seguía siendo impresionante. En el salto superior, los islotes que quedaban entre el reducido caudal estaban completamente cubiertos por un inmaculado manto blanco, creando un curioso contraste entre el dinamismo del oscuro agua y la inmovilidad de la pálida nieve.
En el salto inferior, a pesar del menor caudal, seguía siendo imposible ver el fondo del cañón en la parte más próxima de la cascada, oculto por el agua que ésta pulverizaba. Más adelante, el río, de nuevo visible, brillaba reflejando la luz dorada del sol. De vez en cuando, efímeras nubes de nieve, arrastradas por la ventisca, velaban la vista. Vista que, en medio de un entorno completamente nevado, quizá era menos impresionante que en verano, con Gullfoss a pleno caudal, pero por contra parecía más hermosa y extrañamente serena.
La gesta de Sigríður Tómasdóttir.
Hoy en día Gullfoss es una de las maravillas naturales de Islandia, escala obligada para todos los que recorren su famoso Círculo Dorado. Lo que no todos sus visitantes saben es que, a principios del siglo XX, estuvo a punto de desaparecer, engullida por un proyecto hidroeléctrico. En Islandia, prácticamente toda la tierra es propiedad privada. Tómas Tómasson y Halldór Halldórsson, propietarios de la granja en la que se ubica Gullfoss, recibieron una oferta de compra por parte de un grupo de inversores británicos. La rechazaron, pero a cambio accedieron a arrendar los terrenos.
Entones entró en escena Sigríður Tómasdóttir, hija de Tómas, firmemente decidida a salvar la cascada junto a la que se había criado. A pesar de la distancia y los pobres medios de transporte de la Islandia de la época, hizo varios viajes a Reikiavik, en los que se entrevistó con diversos funcionarios. Viendo que sus gestiones no prosperaban, decidió llevar el caso a los tribunales. El pleito se prolongó durante años y Sigríður lo perdió. Pero consiguió su objetivo. Por una parte, los inversores perdieron su interés, incluso dejando de pagar el arrendamiento. Por otra, la opinión pública de la isla se volvió contra el proyecto y a favor de la preservación de Gullfoss.
Sigríður vivió hasta 1957. Hay quien duda de la veracidad su lucha, sobre todo de sus aspectos más dramáticos, como que llegara a viajar hasta Reikiavik andando, o que amenazara con arrojarse a la cascada si comenzaba la construcción de la presa. Puede que ambos sean exageraciones. Pero hoy en día se la considera la primera ecologista de Islandia y una placa junto al mirador inferior de Gullfoss recuerda su gesta. Antes de su muerte, el gobierno islandés compró los terrenos que rodean Gullfoss, declarándolos zona protegida en 1979.
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También es muy recomendable visitar Viaja por Libre: https://www.viajaporlibre.com/blog/la-cascada-de-gullfoss-en-islandia/.
En https://depuertoenpuerto.com/islandia-en-invierno/ se puede ver mi primer itinerario invernal por Islandia.
Regresé a Gullfoss en el invierno de 2024. La entrada del blog está en https://depuertoenpuerto.com/gullfoss-la-cascada-dorada/.
En inglés, se puede encontrar la página oficial de la cascada en http://gullfoss.is/.
Cheryl Howard también visitó la cascada en invierno, como podemos ver en su blog: https://cherylhoward.com/gullfoss-waterfall-in-winter/.
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