Me desvié de la Ring Road veinte minutos después de las diez de una mañana que, tratándose del mes de septiembre en Islandia, se podría calificar como espléndida. En el cielo se alternaban las nubes con los claros, la temperatura era agradable y, lo que era más importante, no había el menor rastro de viento. Un cúmulo de circunstancias que me había empujado a adelantar la que, a priori, prometía ser la excursión mas dura y complicada del viaje. En la Tierra de Hielo, la naturaleza siempre tiene la última palabra. Mejor atender sus sugerencias.
La carretera 214 también es conocida como Kerlingardalsvegur. Que, más o menos, se traduciría al español como «carretera del valle de la anciana». Su longitud apenas supera los 16 kilómetros, de los cuales tan solo los primeros metros están asfaltados. El resto del trazado es en realidad una pista, aunque no tiene categoría F. En principio, sería posible atravesarla con cualquier vehículo. Aunque he recorrido «carreteras de montaña», con la F delante de su numero, que tienen mejor firme y trazado. La calificación de las carreteras en Islandia no deja de ser un tanto errática.
Con F o sin F, Kerlingardalsvegur es la única forma de acceder con un vehículo al aparcamiento de Þakgil. Que a su vez, resulta la base más conveniente para recorrer las numerosas sendas que zigzaguean por el laberinto de cañones, barrancos y montañas que encontraremos entre el Mýrdalsjökull y dos de sus lenguas glaciares: el modesto Huldujökull y el majestuoso Kötlujökull. Una de esas sendas, la que lleva a las inmediaciones de un lugar llamado Sker, sería la principal excursión de mi segundo día de otoño en la Tierra de Hielo.
Tras dejar de lado el valle del Kerlingardalsá la carretera tomaba altura, recorriendo una loma entre dicho río y el Múlakvísl. El paisaje, que resultaba cada vez más interesante, mejoró según traspasaba el límite del geoparque del Katla, mientras al norte, la mole helada del volcán intentaba zafarse de su cubierta de nubes. Un pequeño aparcamiento, oportunamente ubicado, fue la excusa perfecta para hacer una pausa en la ruta.
Aunque la vista más sugerente estaba en dirección contraria. Hacia el sur, el Múlakvísl se desparramaba por un laberinto de brazos, en el extremo occidental de Mýrdalssandur. La gran llanura negra se extendía hasta el mar, tan solo interrumpida por una gran mole tapizada de verde. Era Hjörleifshöfði, el inselberg donde se había asentado Hjörleifr Hróðmarsson, el cuñado del fundador de Reikiavik. Y el lugar donde Hjörleifr habría sido asesinado por sus esclavos irlandeses, provocando la cascada de acontecimientos que acabaría dando su nombre a las islas Westman.
Hacia el este la carretera parecía descender suavemente, mientras buscaba el cauce del Múlakvísl, cerca de su unión con el Afréttisá. Más allá, tras unas montañas parcialmente pintadas de un rabioso verde, asomaba una lengua glaciar. Era el extremo meridional del Kötlujökull. Donde, por cierto, se ubica una de las cuevas de hielo más famosas de Islandia.
Reanudé la marcha. El suave descenso resulto no serlo tanto. Mientras se acercaba a la confluencia entre ambos ríos, la carretera se retorcía en varias revueltas, antes de llegar al precario puente sobre el Afréttisá. Éste era la clásica estructura, con el suelo de madera, que en el mejor de los casos sirve para saltar un río en muchas de las pistas de Islandia.
Tras cruzar el puente, la carretera progresaba por una llanura, camino de las montañas, mientras se apartaba del curso del Múlakvísl. Quizá fue la sección con mejor trazado de una carretera que, aunque en teoría pueda atravesarse con cualquier vehículo, yo recomendaría recorrer al menos con un SUV pequeño. Por supuesto, su grado de dificultad no es comparable al de una pista de las Tierras Altas. Pero encontré algún tramo con cierta complejidad, sobre todo debido a los surcos creados por la lluvia.
Poco después, la pista giraba a la derecha, adentrándose en la parte baja de Þakgil mientras recorría un paisaje cada vez más irreal, de montañas seccionadas por profundos barrancos, tapizados de un verde rabioso. Un anticipo del mágico entorno que disfrutaría durante mi excursión.
Una excursión desde Þakgil.
La falta de tiempo y, sobre todo, afrontar una de las rutas más ambiciosas de Þakgil, me impidieron explorar con más amplitud la región. Una zona que, quizá por la relativa dificultad de su carretera de acceso, no se encuentra entre las más frecuentadas del sur de Islandia. Mejor que siga así. Por mi parte, aquella tarde pude eliminar un par de chinchetas de mi mapa personal de «lugares que no conozco de Islandia». Para a continuación añadir otras tres nuevas. Lo normal.
Para ampliar la información.
En inglés, muy completa la entrada sobre la ruta en Epic Iceland: https://epiciceland.net/tag/thakgil-road/.
Su canal de YouTube contiene un recorrido de Kerlingardalsvegur en sentido norte: https://www.youtube.com/watch?v=uIQg-VJEjWg.
En https://www.youtube.com/watch?v=W6V66766Dws hay un hermoso video de la zona a vista de dron.
Trackbacks/Pingbacks