El más occidental de todos recibe su nombre del Snæfellsjökull. Un enorme estratovolcán que, con 1.446 metros de altitud, domina el paisaje de la península, llegando a ser visible desde Reikiavik en días claros. A sus pies, cerca del lugar donde Snæfellsnes desaparece bajo las olas, encontraremos Neshraun, el campo de lava situado más a poniente de toda la isla, salpicado por una constelación de pequeños cráteres. Uno de los más prominentes, situado a escasos metros de la carretera 574, recibe el nombre de Saxhóll.
Entre 2 y 3 milenios antes de la llegada de los primeros humanos a Islandia, se produjo una erupción en la península de Snæfellsnes. Una más de las que, a lo largo de un periodo que quizá se remonte hasta 10 millones de años antes de nuestra era, han ido formando una de las zonas más extrañas y fascinantes de la Tierra de Hielo. La erupción, de tipo freatomagmático, dio lugar a un hermoso cráter, que se eleva unos 45 metros por encima del paisaje circundante.
Siglos después, su proximidad a la carretera 574 y su bella estampa, acabaron convirtiéndolo en un imán para el turismo. Con los años, se fue creando un sendero, que amenazaba con deteriorar su extremadamente frágil entorno. En 2014 ya era evidente la existencia de algunas zonas degradadas. Se decidió crear una infraestructura de acceso, que canalizara el flujo de visitantes, reduciendo su impacto sobre el terreno suelto del cráter. Uno de los requisitos de la intervención era su reversibilidad. En caso de que más tarde se decidiera desmontarla, no debería dejar ninguna huella en el entorno. El estudio islandés de arquitectura Landslag ehf diseñó una escalera metálica, ascendiendo por la ladera en diagonal, de forma que reducía el gradiente de la subida. Sus peldaños se dejaron sin pintar, con la idea de que, al oxidarse, acabaran mimetizándose con el entorno.
Algo que, el día de mi visita, era difícil comprobar. Aunque no toda la ladera estaba cubierta del nieve, ésta ocultaba más de media escalera y parte del área circundante. Tan solo quedaba libre un estrecho pasillo, de apenas medio metro de ancho, en el lado exterior de los peldaños. Al comienzo de la escalera, un cartel advertía de la conveniencia de llevar crampones. Además, decidí subir con los bastones de senderismo. Podía parecer una exageración, pero si en la base del cráter hacia un viento demencial, presumiblemente sería mucho peor en su parte alta. Mejor prevenir que lamentar. No tardé ni cinco minutos en subir los 396 peldaños y alcanzar la plataforma metálica en que termina la escalera, inaugurada en 2016. La intervención ha recibido cuatro premios internacionales. Entre otros, el Premio Internacional de Paisajismo Rosa Barba.
Desde allí, las vistas eran espléndidas, aunque no tanto como había imaginado. La culpa era de un denso manto de nubes, que ocultaba la hermosa silueta del Snæfellsjökull. Al menos, podía contemplar alguno de sus contrafuertes más septentrionales, como las colinas de Rauðhólar o el monte Hreggnasi, que alcanza los 469 metros de altitud.
Hacia el oeste, era posible ver el campo de lava de Neshraun, salpicado de cráteres aún más pequeños que Saxhóll, fundiéndose a lo lejos con el mar. A pesar del viento, la sensación de serenidad era intensa. Quizá ayudaba la absoluta soledad en que me había quedado y el paisaje diáfano y carente de color frente al que me encontraba. Una vez más, Islandia me trasmitía una poderosa sensación de plenitud, de comunión con su hostil naturaleza.
Tan solo unas horas atrás, había visitado Eldborg í Hnappadal. Un cráter con fama de ser el más hermoso de Islandia, apenas 76 kilómetros hacia oriente. Aunque Saxhóll no puede rivalizar con Eldborg, en tamaño, belleza o perfección, he de reconocer que me sorprendió. Sobre todo su zona superior, donde los grandes salientes rocosos, cubiertos de musgo, creaban formas tan extrañas como interesantes, realzadas por el inmaculado paisaje blanco circundante. Y el interior del cráter, con hermosas paredes de lava solidificada.
En cualquier caso, acabó siendo una visita breve. Comenzaba a hacerse tarde y aún tenía un largo recorrido por delante. Además, quería regresar hacia el este atravesando el paso de Fróðárheiði, en la carretera 54. Una ruta que solo había realizado en una ocasión, rodeado por una intensa niebla. A las dos en punto de una inhóspita tarde de invierno, comencé a descender los oxidados peldaños de Saxhóll.
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Para ampliar la información.
En inglés, podemos encontrar un artículo con información sobre Saxhóll en https://adventures.com/iceland/attractions/volcanoes/saxholl-crater/.
Más breve, pero con una galería fotográfica, la reseña en Amazing Iceland: https://amazingiceland.is/destination/saxholl-volcanic-crater-in-snaefellsnes-iceland/.
Si te interesa el vulcanismo de Islandia, en https://icelandicvolcanoes.is/# puedes ver un mapa interactivo, lleno de información.