Con aquel viaje, buscábamos cumplir de un solo golpe varias antiguas aspiraciones. La primera, volver a Estambul. Una ciudad que nos había fascinado cuando la visitamos por primera vez, en la primavera de 2007, y a la que el destino parecía empeñado en impedirnos regresar. También queríamos navegar por los Dardanelos. Otro viejo anhelo, que se había visto igualmente frustrado por el trágico atentado de 2016 en el Aeropuerto Internacional Atatürk. Por último, llevábamos tiempo queriendo visitar el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Un lugar que habíamos dejado de lado en nuestros anteriores viajes a la capital griega.
También pretendíamos evitar un crucero al uso, después de haber realizado los dos últimos en pequeños barcos de expedición. Curioseando por la web de la naviera alemana Sea Cloud, vimos un itinerario entre Estambul y Atenas, a bordo de un hermoso velero de tres mástiles. Más allá de Estambul y Atenas, no hacía escala en ningún puerto que conociéramos. El barco tenía capacidad para 94 pasajeros, con el aliciente añadido de que la navegación a vela sería una parte fundamental de la experiencia a bordo. No necesitábamos más argumentos.
El itinerario quedó como sigue:
- 13 de julio: vuelo de Madrid a Estambul. Tras llegar al hotel, apenas tenemos tiempo para dar un breve paseo por las inmediaciones, con el que comienzan nuestros cuatro días en Estambul.
- 14 de julio: empleamos la mayor parte de la jornada haciendo un largo recorrido en barco por el Bósforo. Después, una breve visita al Bazar Egipcio y, con el frescor de la tarde, un nuevo paseo por Galataport.
- 15 de julio: empleamos la mañana dando un prolongado paseo por la zona septentrional de Fatih. Por la tarde, otro paseo, que comienza en Saraçhane, para llevarnos a la columna de Marciano, el acueducto de Valente, la espléndida Süleymaniye y los muelles de Eminönü. Allí, volvemos a subir a un barco, para hacer un crucero nocturno por el Bósforo.
- 16 de julio: comenzamos el día visitando Santa Sofía. Después, Sultan Ahmet Camii, la Mezquita Azul. Tras recorrer el antiguo hipódromo y comer en la terraza del Seven Hills, visitamos el Museo Arqueológico de Estambul. Un paseo por el parque Gülhane y su cisterna acaba llevándonos a Eminönü a última hora de la tarde. Aprovechamos para completar un tercer crucero por el Bósforo, esta vez coincidiendo con el ocaso.
- 17 de julio: comenzamos visitando el Gran Bazar de Estambul. Después, dimos un paseo hasta la cisterna de Teodosio. Un lugar que nos decepcionó. Regresamos a embarcar en Galataport, desde donde zarpamos poco antes del atardecer.
- 18 de julio: día de navegación, en el que destaca una interesante travesía de los Dardanelos.
- 19 de julio: escala en Kuşadası, desde donde visitamos las impresionantes ruinas de Éfeso.
- 20 de julio: una intensa escala en Patmos. Visitamos el monasterio de San Juan el Teólogo, damos un paseo por Chorá y entramos en la gruta del Apocalipsis.
- 21 de julio: escala en la isla de Milos, con visitas a Plaka, el yacimiento arqueológico de Melos y Adamantas.
- 22 de julio: hacemos escala en Nauplia, desde donde visitamos el Tesoro de Atreo y el antiguo emplazamiento de Micenas.
- 23 de julio: llegamos a Spetses, la isla de Laskarina Bouboulina. Un lugar ligado a la revuelta griega de 1821.
- 24 de julio: el crucero finaliza en el puerto de El Pireo. Tras desembarcar y dejar las maletas en el hotel, damos un paseo por Atenas, con la extraña Agios Eleftherios como lugar más destacado. Por la tarde, realizamos otro paseo, coincidiendo con el ocaso.
- 25 de julio: un largo día en Atenas, que aprovechamos para finalmente visitar su Museo Arqueológico Nacional y, de regreso al hotel, la mansión Benizelos. Uno de los escasos vestigios de la Atenas otomana.
- 26 de julio: tras un último amanecer a los pies de la Acrópolis, tan solo queda emprender el regreso a Madrid.
Al contrario que en nuestros viajes al norte, aquí salió todo más o menos como estaba previsto. Es una de las ventajas de viajar por zonas civilizadas y con un clima razonablemente previsible. Nuestros mayores contratiempos acabaron siendo una huelga parcial en el Museo Arqueológico de Atenas y el calor. Un calor del que habíamos escapado en nuestras últimas vacaciones y que logró condicionar parte del viaje. Sobre todo en Estambul y Atenas, donde organizamos la mayor parte de nuestros días en dos mitades, con una larga pausa durante las horas de mayor bochorno. Aun así, nos fue imposible evitarlo en Éfeso, donde acabó convirtiéndose en una auténtica pesadilla.
Los hoteles fueron más o menos lo que esperábamos. En Estambul, junto a los muelles de Galataport, el panorama desde la azotea donde desayunábamos todas las mañanas, con la ciudad histórica al frente, era una auténtica maravilla. Al igual que en Atenas, donde también empezábamos la jornada disfrutando de las espléndidas vistas de la Acrópolis, también desde la terraza superior del hotel. En cambio, el Sea Cloud II estuvo muy por encima de lo que habíamos imaginado. Sobre todo, gracias al magnífico camarote que tuvimos la suerte de disfrutar.
En resumen, un viaje sumamente interesante, que cumplió holgadamente nuestras expectativas. Sin embargo, como ya había imaginado, me dejó un fuerte sentimiento de nostalgia. Añoraba el norte, con sus paisajes limpios, su luz suave, su clima impredecible y sus páramos solitarios. Al final, fue superior a mis fuerzas. Apenas 40 días después de regresar a Madrid, tomaba un vuelo con destino a Keflavik. El precoz otoño de Islandia me estaba esperando.
Para ampliar la información.
En Estambul, dormimos en el Pera Bosphorus Hotel: https://www.perabosphorushotel.com/.
En Atenas, en el Acropolis View: https://www.acropolisviewhotel.gr/es/home.