Tras firmar la paz de Zsitvatorok con los Habsburgo, Ahmed decidió construir una nueva mezquita imperial. La primera que se elevaría en los dominios otomanos desde los tiempos de Selim II. Quien además había preferido Edirne para levantar la espléndida Selimiye, considerada por muchos como la cumbre de la arquitectura clásica otomana. Se eligió como emplazamiento el extremo suroriental del antiguo hipódromo romano, justo frente a Santa Sofía. Parte de la mezquita se levantó sobre los restos del Gran Palacio de Constantinopla, construido en tiempos de Constantino I, y de las gradas surorientales del hipódromo, donde se encontraba el palco imperial. Un lugar cargado de simbolismo, pese a que el palacio llevaba siglos abandonado y en gran parte estaba enterrado bajo las lujosas residencias de varios visires, como la de Sokollu Mehmet Bajá, que fue necesario expropiar.
Las obras comenzaron en 1609, prolongándose durante 9 años. Para dirigirlas se escogió a Sedefkar Mehmet Ağa, discípulo de Mimar Sinan, el mayor arquitecto otomano de todos los tiempos. Sultan Ahmet fue la última gran mezquita imperial otomana que se construiría. Quizá no logre alcanzar las proporcionadas formas de las obras maestras de Sinan, pero sin duda es un edificio impresionante. La cúpula central tiene un diámetro de 23,5 metros, alcanzando los 43 de altura. Se apoya en cuatro enormes pilares y un complejo entramado de semicúpulas, creando un vasto espacio diáfano.
Las anteriores mezquitas imperiales habían sido sufragadas con el botín obtenido durante campañas militares victoriosas. Sultan Ahmet se tuvo que pagar con los fondos del tesoro imperial. Los apuros económicos tuvieron como consecuencia que los 21.043 azulejos empleados en la decoración acabaran siendo de una calidad mediocre. Que además fue empeorando según avanzaban las obras y se acababa el dinero, con el resultado de que en la actualidad han perdido parcialmente tanto su brillo como el color. La parte superior del templo simplemente fue pintada con versos del Corán y motivos geométricos o florales, predominantemente en tonos azulados. Al igual que con los azulejos, su calidad descendía según avanzaban los trabajos. Para colmo, las sucesivas restauraciones no fueron demasiado afortunadas, desmejorando el resultado. A pesar de lo cual, el conjunto es asombrosamente armonioso, siendo responsable del sobrenombre que recibe la mezquita.
Sultan Ahmet es la única mezquita en la parte antigua de Estambul con seis minaretes, aunque en la actualidad hay otras cuatro en Turquía con la misma característica. La última de ellas, construida recientemente en Üsküdar, al otro lado del Bósforo. Es bastante común escuchar una leyenda, afirmando que en aquella época tan solo al-Másyid al-Haram, en La Meca, tenía seis minaretes. Cuando, por motivos no del todo claros, Ahmed hizo construir el mismo número en su nuevo templo, habría recibido fuertes críticas. Para calmarlas, ordenó levantar un séptimo minarete en la principal mezquita de La Meca y de todo el Islam, reafirmando así su preeminencia. Una historia cuando menos dudosa, teniendo en cuenta que, según las fuentes, en aquella época al-Másyid al-Haram tenía cuatro minaretes. Y sería Murad IV, el hijo de Ahmet, quien haría construir otros tres, elevando el total hasta siete.
La entrada de los fieles se hacía tradicionalmente atravesando el patio, o sahn, situado en el noroeste de la mezquita. Éste a su vez tiene tres entradas, de las cuales la orientada al antiguo hipódromo, en su costado noroccidental, es la más monumental. El patio, casi tan grande como el edificio principal, está rodeado por el clásico riwaq, o galería porticada. En el centro encontraremos un chadirvan, o fuente de abluciones, de unas dimensiones muy reducidas en comparación con el tamaño y capacidad del templo.
En la actualidad, los turistas debemos acceder a la mezquita utilizando una entrada lateral, en la pared suroccidental del templo. Allí encontrarás un laberinto de barandillas, como si fuera la entrada a la atracción de un parque temático. Y un puesto donde, si nos vas vestido adecuadamente, te proporcionarán una prenda con la que cubrirte. El contraste con las solitarias mezquitas que habíamos disfrutado durante la anterior jornada no podía ser mayor.
Como era de esperar, el interior estaba lleno a rebosar, con una heterogénea mezcla de turistas y fieles musulmanes. Aquello no tenía nada que ver con el ambiente asombrosamente sosegado que habíamos encontrado en nuestra anterior visita, 17 años atrás. Algo que, por otra parte, ya esperábamos. En cualquier caso, el lugar era tan amplio que en ningún momento llegamos a tener sensación de agobio. Al fin y al cabo, Sultan Ahmet fue concebida para acoger hasta diez mil fieles. Aunque, al contrario que en 2007, la zona dedicada a la oración estaba vedada a los no musulmanes, había espacio de sobra para aquellos que estábamos de paso.
Lo que no teníamos en abundancia era tiempo. No llevaríamos ni media hora en el interior de la mezquita, cuando comenzaron a desalojarla. Aún faltaba un buen rato para el siguiente rezo, pero los responsables del templo debían saber que no resulta sencillo movilizar a varios cientos de personas. En cualquier caso, tampoco lo sentimos demasiado. Al estar restringido el acceso a buena parte del haram, era imposible acercarse tanto al minbar como al mihrab. Habíamos podido refrescar nuestros recuerdos, disfrutando de las apabullantes dimensiones interiores del edificio. Y nuestro siguiente destino, los escasos restos del antiguo hipódromo, estaban esperándonos literalmente a un paso de Sultan Ahmet.
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Para ampliar la información.
La web oficial del templo tiene una sección en español: https://sultanahmetcami.org/k/18/espaol/.
La página https://namazvakitleri.diyanet.gov.tr/es-ES/ muestra los horarios de las distintas oraciones. Muy útil para planificar las visitas a cualquier mezquita de Estambul.
En inglés, Archnet tiene un artículo sobre el templo: https://www.archnet.org/sites/2026.
También es interesante la entrada en smarthistory: https://smarthistory.org/the-blue-mosque-sultan-ahmet-camii/.