Según nos aproximábamos a su puerto, en un sereno amanecer, tan solo teníamos la certeza de que Nauplia era una escala interesante y que el día sería tórrido. Sobre la amura de babor, acariciado por los primeros rayos del sol, podíamos ver un gran castillo, con una ciudad extendiéndose a sus pies. El castillo era Larissa y la ciudad Argos, un lugar con más de 4.000 años de antigüedad, que fue durante siglos uno de los principales actores de la historia griega. Sus guerreros lograron tomar Tebas, participaron en la guerra de Troya y se enfrentaron con Esparta por la hegemonía en el Peloponeso.
Pero nuestro destino estaba a estribor, oculto por la escarpada cara sur de la colina de Itsh Kaleh, donde se asienta Acronauplia, la parte antigua de la ciudad de Nauplia. Desde nuestra posición, las únicas señales de su existencia eran un solitario edificio, junto a su extremo occidental, y algunos restos del antiguo perímetro defensivo, zigzagueando por encima de un acantilado.
El Tesoro de Atreo.
Una visita a Micenas.
Por motivos que ignoramos, en tiempos de Pausanias la ciudad parece haber quedado desierta. Sin embargo, su magnífica posición estratégica cobró valor cuando Roma comenzó a perder el control del Mediterráneo. Las murallas fueron reforzadas sucesivamente por bizantinos, francos y venecianos. Estos últimos se hicieron con el control de Nauplia en 1388, comprándola a un antiguo vasallo del desaparecido Imperio Latino. Permanecería bajo su dominio durante 152 años, hasta ser conquistada por las huestes de Solimán el Magnífico. Los otomanos la convertirían en la capital del sanjacado de Morea. Aunque no deja de ser llamativa la escasa presencia de huellas del largo periodo de dominio turco. Apenas pudimos encontrar algo más que alguna mezquita reconvertida a otros usos y una pequeña fuente. Por cierto, en un estado bastante mejorable.
Los venecianos regresaron en 1685, convirtiéndola en capital de un Reino de Morea que, de algún modo, debía compensar la pérdida de Creta. La posición veneciana en el Peloponeso era precaria, más fruto de un momento de debilidad de la Sublime Puerta, que de las propias fortalezas de la Serenissima. Venecia intentó repoblar la península, mientras potenciaba su economía y reforzaba las defensas ante una repuesta otomana que sabían inevitable. Pero la república veneciana no era la potencia de antaño. Sus recursos, minados por siglos de enfrentamientos con los otomanos, eran limitados.
Un buen ejemplo es la fortaleza de Palamidi, en lo alto del monte que domina la ciudad, a 216 metros de altitud. Una joya de ingeniería militar barroca, diseñada por Antonio Giancix y levantada en apenas tres años. Compuesta por ocho bastiones que, al menos en teoría, podían organizar su defensa de forma autónoma, obligando a un presunto atacante a tomarlos de uno en uno. En realidad, tras el enorme esfuerzo de levantarlo, tan solo se asignó una guarnición de 80 hombres para su defensa. Si a esto añadimos la traición de La Salle, el coronel francés que había dirigido la construcción sobre el terreno, para después vender sus conocimientos a los otomanos, es fácil comprender que Palamidi cayera tras un asedio de ocho días, tan solo un año después de haber finalizado su construcción. Su caída selló la suerte de Nauplia. La ciudad fue tomada por los otomanos, que asesinaron o esclavizaron a toda su población. El Reino de Morea, que tan solo tenía 27 años de antigüedad, se derrumbó en apenas 9 meses.
El otro castillo que refuerza y complementa las defensas de la ciudad es Bourtzi, un islote fortificado en medio de la bahía. Sus orígenes parecen estar en el primer periodo de dominio veneciano. Fue construido entre 1471 y 1473, dotado de cañones y de de una cadena que llegaba hasta tierra y permitía cerrar el acceso al puerto. Su aspecto actual proviene de las reformas realizadas durante la segunda etapa de presencia veneciana, cuando se levantó su torre central.
El momento de gloria de Nauplia llegaría con el siglo XIX. En 1821 estalla la guerra de independencia griega. Según la tradición, la bandera de la revuelta se izó por primera vez en el monasterio de Agia Lavra, 80 kilómetros al noroeste de Nauplia. Y su principal foco era la península de Mani, a menos de 100 kilómetros en linea recta de la ciudad. Ambos ubicados en la península del Peloponeso. Nauplia se convirtió de inmediato en uno de los bastiones otomanos, asediado desde el mar por Laskarina Bubulina y desde tierra por Dimitrios Ipsilantis, dos de las principales figuras de la revuelta griega. No tardaron en asaltar Bourtzi, lo que les permitió bombardear la ciudad y bloquear cualquier intento de suministro por mar. El 30 de noviembre de 1822, en un audaz golpe de mano nocturno, los griegos toman Palamidi, forzando la evacuación otomana de Nauplia.
La ciudad era fácilmente defendible y se encontraba cerca del epicentro de la revolución griega, por lo que de inmediato se convirtió en la sede de la Administración Provisional de Grecia. Primero de forma extraoficial, pues el estado apenas tenía reconocimiento internacional y sus instituciones eran bastante precarias. La situación se oficializó en 1827, cuando se funda el Estado Helénico. De todos modos, la situación era tan caótica que, en 1824 y 1827, el gobierno se vio obligado a buscar refugio durante unos días en el castillo de Bourtzi. En 1825 una antigua mezquita, construida en el siglo XVIII, se convertiría en el primer parlamento heleno. Desde entonces, el edificio sería conocido como Vouleftikon (Asamblea del Pueblo).
También sería en Nauplia donde moriría Ioannis Kapodistrias, el primer gobernador de la Grecia independiente. Concretamente, en la iglesia de San Spyridon, un templo levantado en 1702, durante el segundo periodo de dominio veneciano. El 27 de septiembre de 1831, justo cuando iba a entrar en la iglesia, fue asesinado por Konstantinos Mavromichalis y Georgios Mavromichalis. Dos seguidores de Petros Mavromichalis, el líder de la península de Mani, que a esas alturas estaba enfrentado frontalmente con Kapodistrias. Una muestra más de la enorme inestabilidad de la Grecia primigenia.
Y el lugar al que llegaría Otto Friedrich Ludwig von Wittelsbach, el primer monarca del recién fundado Reino de Grecia. Otto era bávaro y católico. Cuando llegó a Grecia, desconocía el idioma, pues había sido educado en alemán y latín. Sin embargo, el joven rey de los griegos, apenas un adolescente, estaba obsesionado con los mitos de la Grecia clásica, tan enaltecidos durante el Romanticismo. Durante la época que tanto fascinaba a Otto, Nauplia no había sido más que el puerto de Argos. Un lugar de escasa importancia y sin huellas de aquella era gloriosa. En 1834, antes incluso de alcanzar la mayoría de edad y convertirse en monarca absoluto de Grecia, Otto hizo trasladar la capitalidad de su reino a Atenas. A sus ojos, un lugar mucho más digno. Aunque la Atenas de aquella época apenas tendría entre 4.000 y 5.000 habitantes. La mitad que Nauplia.
Después, la ciudad quedó convertida en un rincón tranquilo y apartado del Peloponeso, marginado por el río de la historia. Al menos el día de nuestra visita, respiraba calma por cada esquina. Calles, tiendas y terrazas permanecían casi desiertas. Solo el auge del turismo parece capaz de devolver algo de vida a su trama urbana. A su propio atractivo se suma la cercanía a los yacimientos arqueológicos de Tirinto y Micenas, ambos de la Edad de Bronce. Para los griegos que Otto tanto admiraba, aquella había sido una edad dorada, que veneraban casi tanto como el joven rey admiraba a ellos. De haberlos conocido, quizá la capital de la Grecia moderna seguiría ubicada junto a la legendaria morada de Agamenón.
Zarpamos poco después de las siete de una tarde que, por fin, comenzaba a refrescar. Ahora, mientras el Sea Cloud II enfilaba hacia el sureste, buscando el rumbo de nuestra siguiente escala, en la isla de Spetses, una Nauplia perfectamente iluminada por el sol del atardecer quedaba sobre nuestro costado de babor. Sin embargo, mi atención estaba hacia estribor, donde las montañas de la costa oriental del Peloponeso parecían querer jugar con la menguante luz. Fue una hermosa forma de despedirnos de una pequeña ciudad que pudo haber sido, y no fue, capital de la moderna república griega. Aunque, pensándolo bien, quizá sea mejor así.
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Para ampliar la información.
También es interesante el post en Los Viajes de Ali: https://losviajesdeali.com/que-ver-en-nauplia-o-nafplio-peloponeso-grecia/.
Y el de Hormigas x el Mundo: https://hormigasxelmundo.com/nauplia-nafplio-grecia/.
En Inglés, muy completa la web Visit Nafplio: http://www.visitnafplio.com/.
Portes Magazine tiene un artículo sobre Nauplia, principalmente centrado en la era de la independencia griega: https://www.portesmagazine.com/post/dark-routes-stories-of-death-imprisonment-rebellion-in-nafplio.
En el blog The Gen-X Travels encontrarás una entrada sobre la fortaleza de Palamidi: https://thegenxtravels.com/2024/11/22/exploring-palamidi-fortress-in-nafplio-greece/.
Sobre el mismo tema, muy interesante el PDF que puedes descargar en https://www.odap.gr/wp-content/uploads/demo_products/062_Frourio_Palamidi_ENG.pdf.
¡Que gran post! Nos encanta. Deseando poder ir prontito.
Mil gracias. Espero que disfrutéis vuestro próximo viaje a Grecia.