En realidad, no sabemos demasiado sobre su origen. Comenzando por la fecha de construcción, que en la actualidad se estima entre el 1400 y el 1250 AEC. Respecto a su finalidad, se piensa que fue una tumba, pero desconocemos quién o quiénes pudieron encontrar en ella su sepultura. Hoy también se descarta que pudieran ser Agamenón o Menelao, pues cuando Pausanias pasó por allí en el siglo II de nuestra era, menciona sus tumbas como ubicadas en el interior del recinto amurallado de Micenas. Aunque en realidad visitó el lugar más de mil años después de su construcción y tan solo tenemos copias de sus escritos, realizadas en el siglo XV y llenas de errores y lagunas.
Habría que esperar al efímero reino de Morea para que, en 1700, su gobernador general encargase a Francesco Vandeyk un estudio de la zona. Visitó el tholos y dejó escrito que debía ser la tumba de un rey. El arqueólogo francés Claude-Louis Fourmont, al narrar su viaje por Grecia de 1728-1730 se refiere por primera vez al lugar como Tesoro de Atreo. A principios del siglo XIX, Edward Daniel Clarke vuelve a mencionar el nombre como parte de una tradición local, que además relaciona la tumba con Agamenón.
Sabemos por tanto que la existencia de la tumba nunca había sido olvidada y que ésta era al menos parcialmente visible. Aunque la primera visita documentada en la edad moderna la realizó Thomas Bruce, más conocido como Lord Elgin. Sí, el responsable del expolio de los mármoles del Partenón. Elgin entró en la tumba el 8 de mayo de 1802. Según dejó escrito su esposa, gateando por el triángulo que hay sobre el dintel de la puerta, pues la entrada estaba completamente cubierta de escombros. Después, se las arregló para conseguir un permiso del gobernador otomano de Nauplia, con el que pudo realizar una primera limpieza del interior. De paso, se llevó a Inglaterra algunas piedras labradas, restos de mármol y las columnas que flanqueaban la entrada. Las que hoy podemos ver en el museo arqueológico de Atenas en realidad son unas réplicas.
A partir de ese momento, se levantó la veda. En 1810 Veli Pasha, la máxima autoridad otomana en Morea, decide excavar la tumba. Tras despejar completamente su entrada, arrampla con todo lo que encuentra en el interior. Las piezas acabaron en lugares tan diversos como una antigua mezquita en la cercana Argos o una casa señorial del condado de Mayo, en el oeste de Irlanda. Muchas se perdieron para siempre, descartando cualquier posibilidad de un estudio arqueológico serio, que pudiera arrojar algo de luz sobre la tumba. Hasta Heinrich Schliemann parece haber pasado por allí, durante su controvertida campaña arqueológica en Micenas, entre 1874 y 1876.
Las primeras excavaciones con criterios científicos llegarían en el siglo XX, principalmente de la mano de Alan Wace y la Escuela Británica de Atenas. A lo largo de varias campañas, se recuperaron diversos objetos, aunque no se pudo llegar a una conclusión definitiva sobre la fecha de construcción. Además, las discrepancias en la datación de los diversos tholoi en los que trabajaba Wace acabó degenerando en una agria disputa con Arthur Evans, con el resultado de que Wace se vio forzado a abandonar la Escuela Británica de Atenas. En 1923, durante una de estas excavaciones, Piet de Jong levantó el primer plano fidedigno del monumento. El 4 de diciembre de 1999 el lugar sería incluido, junto con el resto del yacimiento arqueológico de Micenas, en el listado del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
En cualquier caso, el Tesoro de Atreo es el mayor y más elaborado de los tholoi micénicos que conocemos. Su dromos, o pasillo de entrada, tiene una longitud de 36 metros, con 6 de ancho. Finaliza en una gran puerta, de 10,5 metros de altura y 2,7 de ancho, coronada por un descomunal dintel. Con aproximadamente 8,3 x 5,2 metros de base y una altura de 1,2 metros, se estima que puede pesar unas 120 toneladas. Es la pieza más pesada que conocemos de la antigua arquitectura griega. Por encima del dintel hay un triángulo vacío, cuyo fin sería deflactar el esfuerzo de la cúpula sobre la piedra.
El interior también es impresionante. Con 14,5 metros de diámetro y 13,2 de altura, el thalamos es la mayor cúpula construida antes del esplendor de la Roma clásica. Aunque en realidad se trata de una «falsa cúpula«, donde cada hilada de sillares avanza un poco hacia el interior, pero los esfuerzos que trasmite siguen siendo verticales. Tiene 33 hiladas de sillares de roca caliza, perfectamente ensamblados. Aparentemente, los canteros pulieron la cara interior de las piedras una vez completada la obra. Para levantarla, se excavó una colina, que sería «repuesta» una vez terminado el monumento. Aunque, en su parte superior, se habría añadido aún más tierra, elevando artificialmente su altura.
En el norte de la cúpula, una pequeña puerta conduce a una cámara lateral. Desconocemos su utilidad. Para algunos, sería el lugar donde se realizaban los enterramientos. Otros afirman que su función sería similar a la de un osario, donde se depositaban los restos más antiguos, según la tumba principal era reutilizada para nuevos enterramientos. En la actualidad, es la única parte del Tesoro que no es posible visitar.
Por lo demás, el Tesoro de Atreo es un lugar sumamente interesante. Ubicado a menos de 400 metros del aparcamiento principal de Micenas, la entrada al monumento está incluida en la de dicho yacimiento arqueológico. Aunque actualmente su interior está completamente vacío, el grado de conservación de la estructura es muy superior al que podemos encontrar en la ciudadela de Micenas. A pesar de los sucesivos expolios, quizá estemos ante el monumento mejor preservado de la Edad del Bronce griega. Un lugar perfecto para intentar comprender el nivel tecnológico y cultural que alcanzó Grecia antes de la aparición de los enigmáticos pueblos del mar.
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Para ampliar la información.
Puedes ver una visita al yacimiento arqueológico de Micenas en https://depuertoenpuerto.com/una-visita-a-micenas/.
En inglés, encontrarás los horarios y la compra de entradas en https://hhticket.gr/tap_b2c_new/english/tap.exe?PM=P1P&place=000000027.
También es posible ver los horarios en la web del ministerio de cultura griego http://odysseus.culture.gr/h/3/eh355.jsp?obj_id=2573.
En https://whc.unesco.org/en/list/941/ encontraremos información sobre la inscripción de los yacimientos de Tirinto y Micenas, que incluye al Tesoro de Atreo, en el listado del Patrimonio Mundial.
Ancient World Magazine tiene una entrada sobre el Tesoro: https://www.ancientworldmagazine.com/articles/treasury-atreus/.
Es un artículo riguroso y fascinante que combina historia, arqueología y un toque de misterio de manera muy efectiva. Logras transmitir la grandeza del monumento mientras desentrañas las incógnitas y los malentendidos que lo rodean, lo que lo hace tanto educativo como cautivador.
El comienzo es un acierto: “El lugar conocido como Tesoro de Atreo, ni parece haber contenido nunca un tesoro ni guarda relación con Atreo”. Esta aclaración inicial rompe con las expectativas y despierta curiosidad, preparando al lector para un viaje que desmitifica el nombre y explora su verdadera naturaleza. Mencionar a Atreo y su linaje mitológico (Agamenón, Menelao) conecta el lugar con la épica griega, aunque luego se descarte esa relación, lo que me parece una forma inteligente de enganchar al lector.
La narrativa histórica está muy bien hilada. El texto recorre desde la incertidumbre sobre su origen (1400-1250 AEC) hasta las primeras menciones modernas, como la de Pausanias en el siglo II, y luego salta al siglo XVIII con el nacimiento del nombre “Tesoro de Atreo”. Me gusta cómo se destacan las lagunas en el conocimiento —las copias defectuosas de Pausanias, la falta de certeza sobre quién fue enterrado allí— porque eso refleja la complejidad de estudiar un monumento tan antiguo. La mención de figuras como Lord Elgin (con su expolio incluido) y Veli Pasha añade un toque humano y dramático, mostrando cómo la tumba fue víctima de la codicia antes que de la ciencia.
El relato de las excavaciones modernas, con Heinrich Schliemann, Alan Wace y la disputa con Arthur Evans, aporta una capa de intriga académica que disfruto mucho. La inclusión del plano de Piet de Jong y la designación como Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1999 cierran esta sección con un reconocimiento a su importancia actual, lo que da un arco completo a la historia.
La descripción física del Tesoro es lo que más me ha impresionado. Los datos precisos —36 metros de dromos, el dintel de 120 toneladas, la cúpula de 14,5 metros de diámetro— son impactantes y están presentados de forma clara y visual. Explicar la “falsa cúpula” y el triángulo de descarga muestra un interés por los detalles técnicos que aprecio, y la imagen de los canteros puliendo las piedras tras completar la obra me transporta a ese proceso constructivo de hace más de 3000 años. La mención de la cámara lateral y las teorías sobre su uso (enterramientos u osario) añade un misterio que enriquece el texto sin caer en especulaciones excesivas.
El cierre práctico —su ubicación cerca de Micenas, su estado vacío pero bien conservado— lo hace útil para quien quiera visitarlo, y la reflexión final sobre su valor como testigo de la Edad del Bronce griega es un broche elegante que invita a la reflexión.
Me ha gustado mucho tu post por su claridad, su riqueza histórica y su capacidad para hacer que un montón de piedras de hace milenios cobre vida como un enigma arqueológico. Me han dado ganas de investigar más sobre los tholoi micénicos y, por qué no, de visitar Micenas algún día.
Te invito a pasarte por mi blog y comentar alguno de mis posts.
Saludos.
Gracias Marcos. Me alegra que te haya gustado la entrada. Tus largos comentarios son siempre bien recibidos.