Lo intentamos por primera vez durante el verano de 2016, en un crucero por el Mediterráneo Oriental que debía realizar una larga escala en Estambul. Un trágico atentado, seguido por un fallido intento de golpe de estado en Turquía, provocó una cascada de cambios en el itinerario, frustrando nuestros planes. Ocho años más tarde, salía a la cubierta del Sea Cloud II al comienzo de un sereno amanecer, mientras la hermosa bricbarca se deslizaba lentamente hacia Galípoli, en la embocadura oriental del estrecho. Entre tanto, a nuestra popa, un sol cada vez más brillante comenzaba a elevarse sobre las tranquilas aguas del mar de Mármara. Esta vez, lo habíamos conseguido.
Según nos acercábamos al extremo oriental del estrecho, a estribor se extendía un terreno de suaves colinas, en su mayor parte agostadas. Con pocos árboles y aún menos edificios, que generalmente tenían aspecto de ser bastante nuevos. Era la costa meridional del istmo que une la península de Galípoli con el resto de Tracia, en la orilla europea del mar de Mármara.
A babor, más allá de los buques que avanzaban hacia oriente, se extendía la orilla asiática. A pesar de la mayor distancia, podíamos apreciar que Anatolia era más montañosa, verde y poblada, con un rosario de núcleos urbanos desparramándose por su costa.
Frente a nuestra proa, cada vez era más distinguible la silueta del puente Çanakkale 1915, el más occidental de los cuatro que unen Europa con Asia y el único que no está en las inmediaciones de Estambul. Construido entre 2017 y 2022, sus 2.023 metros de luz central lo convierten en el mayor del mundo, superando al Akashi Kaikyō Ōhashi, en Japón, bajo el que habíamos navegado durante una noche de agosto de 2019. Su nombre hace referencia a la batalla que tuvo lugar en el estrecho el 18 de marzo de 1915. La última victoria naval del Imperio Otomano y un auténtico desastre para la Royal Navy, que acabó empujando a los británicos a la todavía más catastrófica batalla de Galípoli.
Topónimo que se refiere tanto a la península, donde tuvo lugar la batalla, como a la pequeña ciudad, en la orilla europea de la embocadura oriental del estrecho, que podíamos ver frente a nuestra amura de estribor. Fundada por los macedonios en el siglo V AEC, la antigua Callipolis tiene una larga historia, fruto de su posición estratégica. Incluso fue la base desde la que la Gran Compañía Catalana de Oriente, los feroces almogávares, llevaron a cabo su terrible venganza, entre 1305 y 1307. En 1354 se convertiría en el primer baluarte otomano en Europa. En la actualidad Gelibolu, como la llaman los turcos, es un pequeño municipio, con poco más de 30.000 habitantes, de la provincia de Çanakkale.
También fue el puerto desde el que zarpó la lancha, de un intenso color rojo, con el práctico que asesoraría al capitán del Sea Cloud II durante nuestra travesía por el estrecho. Al filo de las siete y media, la embarcación abarloo a nuestro costado de estribor. A partir de ese momento, habíamos entrado oficialmente en los Dardanelos.
Unos minutos después, navegábamos a los pies de Çanakkale 1915. De cerca, el puente resultaba aún más impresionante. Sus 70 metros de gálibo eran más que suficientes para que el palo mayor del Sea Cloud II, con 57 metros de altura, pasara bajo su arco central. Aún así, nadie pudo evitar mirar hacia arriba según navegábamos bajo su estructura. En realidad, el moderno puente no es el primero que atraviesa el Helesponto, nombre con el que los antiguos griegos conocían el estrecho. Precisamente en una campaña contra ellos, en el 480 AEC, el emperador persa Jerjes I hizo construir dos puentes de barcazas, por los que cruzaron tanto su ejército como el convoy de pertrechos que lo acompañaba. Tras su derrota en Salamina, los persas emprendieron la retirada, para encontrarse con que los puentes habían sido destruidos por una tormenta.
Según el puente fue quedando atrás, nuestra atención se volvió hacia el nutrido tráfico naval de los Dardanelos. Éste se rige por la Convención de Montreux, de 1936. Un complejo protocolo, que devolvió a Turquía la soberanía sobre los Estrechos perdida al final de la Primera Guerra Mundial. Manteniendo ciertas obligaciones. La principal, conceder libertad de paso a los buques mercantes de cualquier nacionalidad. Aunque el gobierno turco se reserva el derecho de cobrar tasas de tránsito, destinadas al mantenimiento de infraestructuras y protocolos de seguridad. Los barcos de guerra, así como los que transportan material bélico, tienen muchas más restricciones, sobre todo en el caso de los países no ribereños del mar Negro, o en momentos de conflicto como el actual.
Cada año, entre 40.000 y 50.000 barcos atraviesan los Estrechos. El número concreto depende de la situación económica, los conflictos bélicos y las cosechas. Normalmente, buena parte del grano del este de Ucrania y el sur de Rusia, una de las regiones agrícolas más fértiles del planeta, se distribuye por el resto del mundo mediante grandes buques graneleros, que llevábamos viendo pasar desde nuestra llegada a Estambul. Generalmente vacíos cuando navegaban hacia el mar Negro y llenos a rebosar en dirección contraria.
Entretenidos con el tráfico naval, llegamos casi sin darnos cuenta a la sección más sinuosa y estrecha de los Dardanelos. Que, como es natural, también es la más fortificada. Cuando Constantinopla era capital de un próspero Imperio Romano de Oriente, los Estrechos eran una importante fuente de ingresos, gracias los tributos que debían pagar los barcos en tránsito. También formaban parte de la primera linea de defensa marítima de la capital, aunque ésta función cobraría importancia con la llegada de la artillería, ya bajo el dominio otomano. Algo que quedó patente por última vez en los comienzos de la Primera Guerra Mundial.
A babor quedaba Nara Kalesi. Una fortaleza levantada entre 1805 y 1807, con la doble misión de poder cerrar el paso a cualquier buque hostil y servir de punto de inspección de los mercantes con destino a Estambul. La ubicación estaba perfectamente escogida, pues el estrecho describe un giro de casi 90 grados, obligando a cualquier barco que lo recorra a realizar un arco centrado en el castillo. El lugar estuvo habitado al menos desde el 670 AEC, cuando se fundaría la Abydus mencionada por Homero en la Ilíada. Aquella ciudad, ubicada en lo que entonces era el punto más angosto de los Dardanelos, pasaría por diversos periodos de esplendor y decadencia, hasta ser abandonada a principios del siglo XIV, ante la creciente amenaza de las tribus turcas. Dicen que sus piedras fueron utilizadas para levantar la actual fortaleza.
Para complementar Nara Kalesi, en la orilla europea se levantó Bigalı Kalesi. Con una superficie de 70 x 130 metros, en realidad parece más el emplazamiento de una batería que un castillo. En sus inmediaciones se encontraba la ciudad de Sestus, que servía de punto de embarque en la orilla europea para la travesía hasta Abydus. Se piensa que ésta fue la ubicación de los pontones de Jerjes y por aquí pasó Alejandro, camino de conquistar el imperio Persa, en el 334 AEC. También fue el primer lugar conquistado por los otomanos en Europa. Desde 2022 el castillo acoge un pequeño museo militar.
Tras virar hacia el sur, llegamos a las inmediaciones de Eceabat. Un pequeño núcleo urbano, casi completamente nuevo, que ocupa la ubicación de la antigua Maydos. En una colina cercana, conocida como Kilisetepe, se han encontrado diversos objetos con al menos 3.500 años de antigüedad. En 1915, Eceabat fue la población más cercana al fallido desembarco de Galípoli. Motivo por el que se está convirtiendo en un incipiente centro turístico, sobre todo durante la primavera, cuando se celebra el día ANZAC.
Podría decirse que en el desembarco de Galípoli surgieron las narrativas sobre las que se sustentan tres estados modernos. Para Australia y Nueva Zelanda, el sacrificio de sus jóvenes en una lejana campaña imperial fue el germen de su sentimiento nacional. Para un agonizante Imperio Otomano, acabaría siendo una última victoria, con la que logró salvar tanto su capital como su misma existencia. Aunque no por mucho tiempo. Mustafá Kemal Pashá, el comandante de las victoriosas tropas otomanas, acabaría fundando la república turca, de la que sería presidente entre 1923 y 1938. En la actualidad, se le sigue conociendo como Atatürk, el «padre de los turcos». Galípoli también fue la semilla de la moderna Turquía.
Nos acercábamos a Çanakkale, la antigua Dardanellia de los griegos, donde en la actualidad está el punto más angosto del estrecho, con apenas 1.400 metros. En la antigüedad, el emplazamiento de la ciudad estaba en parte ocupado por una bahía, que fue colmatándose con los sedimentos arrastrados por el pequeño río que la atraviesa. Con una población cercana a los 140.000 habitantes, es el mayor núcleo urbano de los Dardanelos, que en Turquía son conocidos como Çanakkale Boğazı, o estrecho de Çanakkale. Hasta finales del siglo XIX era posible escuchar hablar español en sus calles. O más concretamente, ladino. Tras el Edicto de Granada, numerosos sefardíes se establecieron en Çanakkale, donde en 1890 aún suponían el 16% de la población. La comunidad acabaría disolviéndose en la primera mitad del siglo XX.
En la orilla europea, destacaba la mole de Kilitbahir Kalesi. Su nombre deriva de kilid al-bahr, o «el Cerrojo del Mar». Fue levantada en 1463 por orden de Mehmed II para poder bloquear el acceso occidental a su nueva capital imperial. En 1542 Solimán el Magnífico haría ampliar el castillo hacia el sur. A pesar de su espléndido aspecto, no nos ha llegado la muralla marítima exterior, ni los fosos que rodeaban el recinto. La torre central, de 27 metros de altura, fue destruída parcialmente durante la batalla de Galípoli. Se restauró en la década de 1960, aunque los pisos de madera se recuperaron en 2012. En la actualidad se utiliza como museo.
Más allá del castillo, los Dardanelos comenzaron a abrirse. Nos aproximábamos al mar Egeo. Sobre la amura de babor, en la orilla asiática, estaba la antigua Troya. Aunque la distancia y mis inexpertos ojos eran incapaces de discernir cuál de aquellas colinas era Hisarlik, como llaman los turcos al lugar donde se levantó la mítica ciudad de los teucros.
Teníamos mucho más cerca la orilla europea. Sobre la costa, destacaba un gran monumento. Se trataba del Memorial de los Mártires de Çanakkale, levantado entre 1954 y 1960 en recuerdo de los soldados otomanos que participaron en la batalla que, en occidente, llamamos de Galípoli. El principal desembarco de las fuerzas aliadas (británicos y franceses) se produjo en el extremo suroccidental de la península, alrededor del cabo Helles, mientras australianos y neozelandeses desembarcaban junto a Ari Burnu, en la costa del Egeo. Aunque lograron establecer cabezas de playa en ambos lugares, jamás pudieron enlazar ambos grupos. Acabarían retirándose tras casi once meses de combates, en los que sufrieron un cuarto de millón de bajas.
Poco después de las diez de la mañana, vimos otra lancha roja acercándose desde Seddülbahir Limanı, un diminuto puerto en las inmediaciones del cabo Helles. Venían a recoger al práctico que nos había guiado durante toda nuestra travesía. Dos horas y cuarenta minutos después de que hubiera subido a bordo frente a Galípoli, terminaba oficialmente nuestro paso por el estrecho.
Al sur del puerto aún podíamos ver otra de las fortalezas que jalonan los Dardanelos. Se trataba de Sedd el Bahr, los «Muros del Mar». Fue construida en 1659, durante la guerra de Candía, para prevenir un posible ataque veneciano a Estambul. Junto con Kumkale, en la orilla asiática, debía servir como primera linea de defensa, reforzando a los vetustos Kilitbahir y Kale-i Sultaniye, en Çanakkale. El 3 de noviembre de 1914, cinco días después de que el Imperio Otomano entrara en la Primera Guerra Mundial, Sedd el Bahr fue bombardeada por buques de la Entente, provocando las primeras bajas otomanas en el conflicto. Volvería a ser atacada en febrero del año siguiente y ocupada por soldados franceses y británicos entre el 26 y el 27 de abril de 1915.
Después, otro monumento. En este caso, un monolito de 30 metros de altura, levantado en 1924 para honrar a los 20.956 muertos del bando aliado que jamás encontraron sepultura. El memorial de Hellas es el principal de los 11 que se reparten por la península en recuerdo de las bajas aliadas. Que se complementan con 31 por el bando turco. A todo ello, hay que añadir numerosos cementerios, repartidos por todo el antiguo frente. 32 por el bando aliado y 13 por los otomanos. Más de un siglo después de la batalla, en la península hay muchos más cadáveres que personas vivas.
Nos despedimos de Galípoli con una visión bastante más reconfortante: el faro de Mehmetçik, en su extremo suroccidental. Su historia no deja de ser paradójica. Fue construido en 1856 por la administración gala, con el fin de guiar a los barcos británicos y franceses que se dirigían al mar Negro durante la guerra de Crimea. Décadas más tarde, los antiguos aliados de los otomanos lo destruirían durante la campaña de Galípoli. La torre actual, con una altura focal de 50 metros, fue levantada en 1918.
Terminaba así nuestra travesía de 61 kilómetros por el estrecho. Seguíamos cruzándonos con buques graneleros, tan enormes como vacíos, pero ahora navegábamos por las azules aguas de Egeo. La travesía de los Dardanelos acabó siendo muy diferente a la del Bósforo, recorriendo un entorno algo más árido y mucho menos urbanizado, pero no por ello falto de atractivo. El peso de sus largos siglos de historia fue más que suficiente para dar interés a un hermoso recorrido por uno de los goznes sobre el cual, antes incluso del comienzo de la historia, ha pivotado el devenir de la humanidad.
Para ampliar la información.
Despertaferro tiene una entrada sobre la batalla naval previa al desembarco de Galípoli: https://www.despertaferro-ediciones.com/2020/galipoli-el-ataque-naval-dardanelos-1915/.
En hispanatolia encontraremos un breve artículo sobre el yacimiento arqueológico de Maydos: https://hispanatolia.com/maydos-una-puerta-entre-anatolia-y-europa-de-hace-4000-anos/.
Podemos descargar un interesante ensayo sobre la batalle de Galípoli, entrelazado con la visión cinematográfica del acontecimiento, en https://e-archivo.uc3m.es/rest/api/core/bitstreams/d941452d-c0cf-477a-9646-fcc8a2d4eb18/content.
En inglés, la web oficial de los museos turcos tiene una entrada sobre el castillo de Kilitbahir (https://www.turkishmuseums.com/museum/detail/22308-canakkale-kilitbahir-castle-museum/22308/4) y otra sobre el de Bigalı Kalesi (https://www.turkishmuseums.com/museum/detail/22351-/22351/4).