Llegamos a sus puertas seis minutos después de la hora de apertura. Todo museo de este calibre tiende a ser agotador. Si te empeñas en ver todas sus salas, acabarás con la mente saturada y los pies doloridos. Por tanto, teníamos una lista de prioridades. En primer lugar, el arte micénico, donde complementaríamos nuestra vista de apenas tres días atrás al yacimiento arqueológico de Micenas. En segundo, el mecanismo de Anticitera. Un objeto que siempre me ha fascinado y quería ver con mis propios ojos. En tercero, el arte minoico, una vez más como complemento de nuestra visita a Cnosos, en este caso ocho años antes. Todo perfectamente planeado. Hasta que, junto al mostrador donde se adquieren las entradas, nos encontramos un cartel, en inglés y griego: debido a la huelga del personal del museo, algunas salas permanecían cerradas. No había ninguna explicación de qué encontraríamos abierto. Estuvimos a punto de dar media vuelta. Pero, ya que estábamos allí, decidimos ponernos en manos de Tique.
De momento, la diosa nos fue favorable. La gran sala dedicada a los hallazgos en las acrópolis micénicas estaba abierta. Pudimos disfrutar de los objetos encontrados durante las excavaciones realizadas en el siglo XIX por Heinrich Schliemann, diversos elementos extraídos de las tumbas reales, algunas piezas de cerámica y fragmentos arquitectónicos del Tesoro de Atreo. Aunque estos últimos eran simples réplicas. Los originales se los llevó Lord Elgin al Reino Unido.
Indudablemente la joya de esta exposición es la máscara de Agamenón. Aunque en la actualidad sepamos que no guarda relación alguna con el mítico rey de Micenas, la máscara funeraria de oro resulta impresionante. Más aún si tenemos en cuenta que es un objeto con al menos 3.500 años de antigüedad. En el fondo, resulta bastante comprensible que Schliemann, deslumbrado por su propio hallazgo, lo atribuyera a uno de los principales personajes de la Ilíada. Aunque, por otra parte, conociendo sus antecedentes, tampoco podemos descartar que, aún siendo consciente de la realidad, decidiera dar un golpe de efecto.
En lo referente al arte minoico, lo más interesante fueron los espléndidos frescos recuperados en el yacimiento arqueológico de Acrotiri, en Thera. La isla que, fuera de Grecia, conocemos como Santorini. Acrotiri fue sepultada por una erupción volcánica a mediados del segundo milenio AEC. Al igual que en Pompeya, la catástrofe tuvo como consecuencia inesperada que la ciudad quedara fosilizada y a salvo de posteriores alteraciones o expolios.
El más impactante fue el llamado «fresco de la primavera», al que la foto superior no logra hacer justicia. Los colores, las formas y, sobre todo, estar ante lo que quizá sea el primer paisaje pintado en la historia de la humanidad, nos transmitió poderosas sensaciones.
Entre tanto, nuestro recorrido por el museo se había convertido en algo parecido al juego del gato y el ratón. Las salas se abrían o cerraban en función del personal de vigilancia disponible en cada momento. La situación se hacía más caótica según avanzaba la mañana y subía el número de visitantes, cada vez más amontonados en las salas disponibles. Para añadir complicación, las salas cerradas cortaban algunas de las rutas naturales para visitar el museo, obligándonos a dar rodeos, pasando una y otra vez por los mismos lugares.
El pecio de Anticitera.
Más allá de los tres objetivos principales de la visita, nuestro errático deambular por el museo nos permitió contemplar una parte nada desdeñable de sus vastas exposiciones. Algunas piezas, correspondientes a la época dorada del clasicismo, son bastante conocidas. Como la estatua de bronce del dios Zeus (o Poseidón, no está del todo claro) encontrada junto al cabo Artemisio, al norte de Eubea. Recuperado en 1928 y datado en el entorno del año 460 AEC, es una de las pocas muestras originales que han perdurado del Estilo Severo.
En el mismo pecio se recuperó otra de las joyas del museo: el espléndido Jinete de Artemisio. En este caso, se trata de una escultura del periodo helenístico, probablemente realizada entre los años 150 y 140 AEC. Recuperada entre 1928 y 1937, sus fragmentos fueron vueltos a ensamblar e instalados en el museo en 1972. Más allá de su indudable valor artístico, también es uno de los pocos ejemplos originales que tenemos de una escultura ecuestre del periodo clásico.
Ánforas funerarias, una sala llena de estatuas de Atenea, estelas de diversos periodos, kouroi y korai de los siglos VI y VII AEC, bustos, monedas, armas, una sala de arte egipcio… Como era de esperar, los fondos del museo eran abrumadores y están considerados como la mejor colección de arte de la antigüedad griega clásica en el mundo. Su origen se remonta a 1829, cuando Grecia aún no era un reino y Atenas no era su capital. Cinco años más tarde, se trasladaría a la recién proclamada capital del Reino de Grecia, aunque sus fondos permanecieron repartidos entre varios edificios.
En 1858 se realizó un concurso internacional de ideas para la construcción de un nuevo edificio, destinado a unificar todas las colecciones. Se optó por el diseño neoclásico propuesto por el alemán Ludwig Lange y el griego Panagis Kalkos. Aunque el diseño de la fachada sería modificado posteriormente por Ernst Ziller. Las obras se realizaron entre 1866 y 1889, abriendo sus puertas al público en este último año. Sus fondos fueron creciendo con el paso del tiempo y en la actualidad comprenden objetos desde el sexto milenio antes de nuestra era hasta el siglo IV, con piezas procedentes de diversos rincones del mundo griego clásico: la propia Grecia, Chipre, Italia, Egipto…
Y sin embargo, nuestra visita nos dejó un sabor agridulce. Puede que ayudara haber recorrido, apenas nueve días antes, el espléndido Museo Arqueológico de Estambul. O los magníficos recuerdos que teníamos del mucho más cercano Museo de la Acrópolis. Y también pudo influir el relativo caos creado por la huelga de su personal. El caso es que llegamos a sus puertas esperando visitar uno de los museos más destacados del planeta y salimos con la sensación de haber recorrido un lugar un tanto desfasado, más propio del siglo XIX que del XXI. Con una infografía anticuada y una forma de exponer los objetos que parecía primar la cantidad sobre la calidad y el contexto.
Un buen ejemplo puede ser su espléndida colección de piezas de bronce, que el propio museo define como la mejor del planeta. Una parte está expuesta en cuatro salas contiguas de la planta baja. Pero otras piezas están dispersas nada menos que por otras siete salas. El resultado es un tanto caótico, con piezas, como el anteriormente mencionado Jinete de Artemisio, totalmente descontextualizadas y ubicadas en lugares extraños. En algunos casos, más bien parecía que visitábamos un viejo almacén, lleno de trastos viejos, que un moderno museo. Por no hablar de la iluminación, que en ocasiones más que realzar llenaba los objetos de antiestéticos contraluces.
No todo el museo era así. Algunas salas, como la dedicada a la tecnología de la Grecia clásica, me parecieron más que correctas, con sus elementos bien expuestos y explicados. Pero en general la sensación era de que el museo necesitaba una urgente renovación. Según escribo estas líneas, parece estar en marcha un proyecto de ampliación, en el que se crearía un nuevo espacio de 20.000 metros cuadrados bajo el actual museo. Su inauguración está prevista para el año 2028. Quizá a la ampliación se una la renovación de las salas existentes, permitiendo apreciar adecuadamente el impresionante patrimonio que atesora.
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Para ampliar la información.
En https://www.pedroalvarez.name/guiamarqueo.pdf puedes descargar una magnífica guía del museo en PDF.
La Brújula Verde tiene un buen artículo sobre el jinete de Artemisio: https://www.labrujulaverde.com/2022/03/el-jinete-de-artemisio-una-de-las-esculturas-de-bronce-mas-excepcionales-de-la-antiguedad-griega.
En la Wikipedia hay numerosas entradas sobre distintas obras de arte expuestas en el museo, como la máscara de Agamenón (https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1scara_de_Agamen%C3%B3n), el Dios del cabo Artemisio (https://es.wikipedia.org/wiki/Dios_del_cabo_Artemisio), el grupo escultórico de Afrodita, Pan y Eros (https://es.wikipedia.org/wiki/Afrodita,_Pan_y_Eros), la estatua de Atenea Varvakeion (https://es.wikipedia.org/wiki/Atenea_Varvakeion) o el fresco de los antílopes (https://es.wikipedia.org/wiki/Fresco_de_los_antílopes).
En Greek Reporter encontraremos una artículo sobre el fresco de la primavera: https://es.greekreporter.com/2021/10/12/fresco-primavera-santorini-primera-pintura-naturaleza-historia-arte-europeo/ .
En inglés, la web oficial del museo está en https://www.namuseum.gr/en/.
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