Habíamos conocido Estambul en la primavera de 2007. Como siempre que regresas a un lugar, nuestra nueva visita estaría condicionada por aquella primera experiencia. Teníamos claro que no revisitaríamos İstiklal Caddesi, la torre Gálata o el palacio de Topkapi. Todos ellos lugares muy interesantes, pero que la brevedad de nuestra estancia nos obligaba a dejar de lado, en un viaje que orbitaría en torno a tres ejes. El primero, el estrecho que es la razón de ser de la ciudad. Aunque ya habíamos recorrido el Bósforo hasta Anadolu Kavağı, queríamos repetir la travesía, complementándola esta vez con otra nocturna. Después, el legado de Constantinopla, que en realidad era el capítulo principal del viaje. Visitaríamos por primera vez las murallas de Teodosio y por segunda la impresionante Santa Sofía. Por último, las mezquitas imperiales otomanas. Nuevamente, una mezcla entre lugares ya conocidos, como Sultanahmet Camii, y otros que no pudimos visitar en 2007, como Süleymaniye.
Para dormir, elegimos el Pera Bosphorus Hotel. Un hotel sencillo pero correcto, ubicado en la fachada marítima de Pera, junto a Galataport, la flamante terminal de cruceros inaugurada en 2021. Principalmente, porque dejaríamos Estambul navegando rumbo al oeste en un hermoso velero, que zarpaba desde sus muelles. Tras las nefastas experiencias con los taxis en nuestro anterior viaje a Estambul, nos moveríamos en transporte público. Algo mucho más sencillo que antes, gracias a la tarjeta de transportes Istanbulkart y la aplicación Citymapper. La única excepción sería el trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel, que contratamos con un precio cerrado antes de salir de Madrid.
Llegamos a Estambul al filo de las diez de la noche. Tras acomodarnos en el hotel, aún encontramos tiempo para dar un breve paseo por las inmediaciones, buscando familiarizarnos mínimamente con el entorno. Lo único reseñable fue la torre Tophane-i Amire Sanjak, en las inmediaciones de Nusretiye Camii. No están muy claros sus orígenes. Un grabado realizado por Robert Walsh en 1839 parece indicar que en el emplazamiento ya existía una estructura de madera. La actual parece haber nacido como una torre de banderas, que acabó convirtiéndose en torre de reloj siendo sultán Abdulhamid II.
El día siguiente comenzó con un esplendido desayuno turco en la terraza superior del hotel. Disfrutando de otro de los motivos por los que habíamos elegido ese alojamiento en concreto: sus magníficas vistas sobre el distrito histórico de Estambul. Después, dimos un tranquilo paseo hasta los muelles de Eminönü, el punto de partida de nuestra primera excursión por el Bósforo.
Un paseo en barco por el Bósforo.
Para evitar las horas más calurosas, habíamos organizado cada uno de nuestros días en Estambul como dos medias jornadas. Un paseo por la mañana, una pausa en el hotel durante las horas de mayor calor del día y una segunda salida por la tarde, cuando comenzara a refrescar. Tras finalizar el primer paseo por el Bósforo, regresamos al hotel, dando un pequeño rodeo por un Mısır Çarşısı, o Bazar Egipcio, que encontramos aún más turistificado y falto de alma que en nuestra anterior visita.
Bien entrada la tarde, salimos a dar el segundo paseo del día. Comenzamos por Galataport. Además de la terminal de cruceros, dentro de su recinto encontraremos tiendas, bares, restaurantes y el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estambul. En realidad, la terminal está bajo tierra y el acceso a los barcos se realiza por galerías subterráneas, que conducen directamente al muelle. Para separar al público general de aquellos que van a embarcar, hay una gran barrera metálica, que puede plegarse a voluntad. Aquella tarde, no había ningún crucero atracado y la barrera estaba oculta en el suelo, permitiendo disfrutar de unas espléndidas vistas sobre el Bósforo y la orilla asiática de Estambul.
Después, nos acercamos hasta el Cuerno de Oro. Más allá de disfrutar del panorama y ver el ambiente de la zona, queríamos explorar de primera mano nuestras posibilidades de cara al paseo nocturno por el Bósforo, con el que pensábamos rematar la siguiente jornada.
Nuestro segundo desayuno estuvo amenizado por la llegada de un crucero a Galataport. Poco después de sentarnos, entró en escena el Norwegian Viva. Un enorme barco, con capacidad para 3.215 pasajeros, que empequeñecía a ferris similares al que habíamos utilizado el día anterior para ir hasta Anadolu Kavağı. También era notablemente más alto que el hotel en el que nos alojábamos. Durante unos minutos, según doblaba Sarayburnu, el buque pareció enfilar directamente hacia nuestra posición. Ver una mole con más de 143.000 toneladas avanzando directamente hacia ti es una sensación un tanto perturbadora.
Un largo paseo por el norte de Fatih.
Decidimos ir hasta las inmediaciones del ayuntamiento de Estambul. Un edificio sin interés, pero en cuya vecindad encontraríamos varios lugares que queríamos visitar. El primero, el parque arqueológico de Saraçhane, donde se encontraba la iglesia de San Polieucto. Un templo del siglo VI que, hasta la construcción de Santa Sofía, fue el más grande de Constantinopla. Y que en la antigüedad era famoso por la riqueza de su decoración interior. Fue abandonado en el siglo XI y sus restos saqueados durante la cuarta cruzada. En la actualidad, podemos encontrar capiteles procedentes de San Polieucto en Barcelona, Viena o Venecia.
Tampoco parece haberles ido mucho mejor a aquellos que quedaron en Constantinopla. Algunos, incluso sirven de improvisado asiento a los viandantes de Macar Kardeşler. Convertida en mezquita, la iglesia languideció hasta la década de 1940. Entonces, fue destruida como parte de un plan urbanístico, destinado a dotar a Estambul de avenidas y parques. En 1960, unas nuevas obras permitieron descubrir los restos del templo. Esta vez, se decidió preservarlos, creando un parque arqueológico. Parque que encontramos cerrado y que, en cualquier caso, no parecía tener demasiado que ofrecer. Los hallazgos más importantes han terminado en el Museo Arqueológico de Estambul. Los demás, compartían espacio con sacos de material de construcción, o directamente estaban desparramados por el parque. Aquella fue, con diferencia, la visita más decepcionante que hicimos en Estambul.
Desde allí, nos acercamos a la columna de Marciano. La encontramos, medio olvidada, en el cruce de las calles Kıztaşı y Dolap. La hizo levantar un tal Tatianus, prefecto de la ciudad a mediados del siglo V, en honor del emperador Flavio Marciano. Fue construida con dos piezas de granito rosa procedente de Egipto y está coronada por un capitel corintio. Se piensa que originalmente servía de base a una estatua del emperador, de la que no queda el menor rastro.
Nuestra última visita antes de ir a Süleymaniye, fue el acueducto de Valente. O, más concretamente, su tramo entre Atatürk Bulvari y el parque Sarachane. El mayor de todos los acueductos de la antigua Constantinopla, comenzó a construirse en tiempos de Constancio II, aunque se terminó siendo emperador Valente, motivo por el que es recordado con su nombre. El tramo que hoy podemos ver es en realidad su último puente, salvando el desnivel entre dos de las colinas históricas de la vieja Constantinopla. Inicialmente, tenía 268 kilómetros de longitud, recogiendo las aguas de manantiales en Danımandere y Pınarca. Posteriormente, la red sería ampliada hasta los 494 kilómetros, con su captación más alejada en las inmediaciones de Vize. A unos 120 kilómetros de Constantinopla, en línea recta.
El acueducto era tan vital para la ciudad, que incluso llevó a la construcción de la Muralla de Anastasio, que se extendía 56 kilómetros entre el mar Negro y el Mármara. No cubría todos los manantiales del sistema, pero sí aquellos de su primera fase, inaugurada por Valente. A pesar de sucesivas destrucciones, por terremotos o ejércitos invasores, seguía en uso a principios del siglo XV, tal como dejó escrito Ruy González de Clavijo. Desconocemos si, 50 años más tarde, aún estaba operativo. En cambio, sabemos que fue restaurado en diversas ocasiones por los sucesivos sultanes otomanos. La última reparación de la que tenemos constancia fue a principios del siglo XVIII, en tiempos de Ahmed III. No mucho de lo que podemos ver hoy en día parece tener origen romano. Al menos en Estambul.
Atardecer en Süleymaniye.
Nuestro último destino estaba nuevamente en los muelles de Eminönü, donde pretendíamos subir a uno de los barcos que realizan recorridos nocturnos por el Bósforo. No teníamos prisa, la tarde comenzaba a refrescar y el camino era todo el cuesta abajo. Decidimos ir dando un tranquilo paseo, mientras rodeábamos un Gran Bazar que, a esa hora, ya estaba cerrado. Llegamos a Eminönü justo a tiempo de ver como las últimas luces del ocaso se apagaban más allá de la torre Gálata.
Un paseo nocturno por el Bósforo.
La tercera jornada en Estambul acabaría siendo la más larga de todas. Nuestro primer objetivo era Santa Sofía. Decidimos ir en tranvía, pero un despiste hizo que nos bajáramos una parada antes. En cualquier caso, el error nos permitió contemplar tranquilamente Alay Köşkü. El «Quiosco de Procesiones» parece tener sus orígenes en el siglo XVI, cuando fue construido en lo que entonces era el perímetro exterior de Topkapı Sarayı, de forma que el sultán pudiera ver cómodamente los desfiles de sus jenízaros, mientras éstos subían hacia la puerta de palacio.
Regreso a Santa Sofía.
Mientras atravesábamos Sultan Ahmet, hicimos una breve pausa para refrescarnos en Alman Çeşmesi. A pesar de su aspecto, es una construcción relativamente reciente, realizada en Alemania. Posteriormente fue desmontada y vuelta a ensamblar en su ubicación actual, en el extremo norte del antiguo hipódromo romano. La Fuente Alemana es un regalo del emperador Guillermo II al sultán Abdülhamid II. Según la placa de bronce escrita en alemán, que encontraremos adosada a la fuente, para conmemorar la visita del Kaiser a Estambul, en 1898. Diseñada en estilo neobizantino, tiene planta octogonal, con una fuente en cada uno de sus lados, menos en el orientado hacia la espina del hipódromo, donde está la escalera de acceso. Si observamos los mosaicos de su techo, podremos ver 8 medallones. La mitad con la tugra de Abdülhamid y la otra mitad con una W bajo una corona y sobre un II, haciendo referencia al emperador alemán. Fue inaugurada el 27 de enero de 1901, fecha del cumpleaños de Guillermo II.
Sultan Ahmet Camii: la Mezquita Azul.
Después, visitamos los escasos restos que nos han llegado del hipódromo, reducidos básicamente a dos obeliscos y una columna, que antiguamente formaban parte de su espina. Aunque los tres son interesantes, quizá el más llamativo sea el Obelisco de Teodosio. Que en realidad fue erigido en el siglo XV AEC, por orden de Tutmosis III, en el templo de Karnak. En el 357, Constancio II lo hizo trasladar hasta Alejandría para conmemorar sus veinte años en el trono. Posteriormente, en el 390, Teodosio I ordenó instalarlo en su emplazamiento actual.
Comimos en el restaurante de la azotea del hotel Seven Hills. Había leído que tenía unas vistas magníficas sobre Santa Sofía. A lo que habría que añadir un bonito panorama sobre Sultan Ahmet Camii, la perspectiva sobre el difuso límite entre el Bósforo y el mar de Mármara, con Asia como telón de fondo, y la mejor comida que pudimos disfrutar en Estambul. Todo un acierto.
En el Museo Arqueológico de Estambul.
A continuación, dimos un tranquilo paseo por el parque Gülhane, buscando la cisterna que hay en su interior. Mucho más pequeña que la célebre Yerebatan Sarayı (la Cisterna Basílica), pero bastante más tranquila. Tanto, que pudimos visitarla en la más completa soledad. Parece proceder de un momento indeterminado entre los siglos V y VII, y apenas mide 17 x 12 metros, con su techo soportado por 12 columnas. Aún así, merece la pena visitarla si te encuentras en sus inmediaciones.
Atardecer en el Bósforo.
Cuando quisimos regresar a Eminönü, la noche se apoderaba rápidamente del cielo de Estambul. Cansados, tras un largo día en el que no habíamos hecho la pausa de rigor tras la comida, nos limitamos a dar un tranquilo paseo rumbo al hotel. Queríamos estar descansados para nuestra última jornada en la ciudad.
Nuestro último desayuno en Estambul comenzó con una sorpresa: el Sea Cloud II estaba atracado prácticamente frente al hotel. Pasé un buen rato fotografiando el barco y, sobre todo, su espléndido aparejo, con la ciudad vieja de Estambul como telón de fondo. Tuvo que venir Olga a rescatarme, recordándome que teníamos pendiente un último paseo por la mágica ciudad del Bósforo.
En el Gran Bazar.
A continuación, visitamos otro de los vestigios históricos dejados por Roma: la columna de Constantino. Fue levantada por orden de Constantino I en el año 330, para conmemorar la fundación de la ciudad. Originalmente medía 50 metros de altura y parece haber estado coronada por una estatua del emperador, con un orbe y una lanza. En 1106 un temporal derribó la estatua, junto con los 15 metros superiores de la columna. Años después, Manuel I Comneno hizo instalar una cruz sobre la columna restante, que se reforzó con guirnaldas de bronce, que a su vez serían expoliadas durante la cuarta cruzada. Los otomanos retirarían la cruz tras la toma de la ciudad, en 1453. El tono ennegrecido que hoy podemos apreciar tiene su origen en el incendio de 1779, que asoló un barrio colindante. La columna sería consolidada durante el sultanato de Abdülhamid I, cuando se añadió la actual base de mampostería. La original se encuentra aproximadamente dos metros por debajo del moderno nivel del suelo.
De allí, a la cercana cisterna de Teodosio, también conocida como Şerefiye Sarnıcı (el Palacio Sumergido). Construida entre los años 428 y 443, debía servir para almacenar parte del agua suministrada por el acueducto de Valente. Tiene una superficie aproximada de 40 por 20 metros y sus 45 bóvedas están soportadas por 32 columnas de mármol, con una altura aproximada de 11 metros. Los otomanos consideraban impura el agua remansada, por lo que las viejas cisternas romanas cayeron en desuso y, en muchas ocasiones, en el olvido. Sería redescubierta en 2010, al derribar el edificio que ocupaba su solar. Ocho años más tarde se abriría al público, alojando un espectáculo audiovisual que, personalmente, no me gustó nada. Además, sus necesidades técnicas acaban destrozando el espacio, al llenarlo de andamios metálicos. De saber lo que íbamos a encontrar, nos habríamos ahorrado la visita.
A las dos en punto estábamos de vuelta en Galataport. Tras recoger el equipaje en el hotel, tan solo quedaba dar un corto paseo hasta una terminal marítima que, por dentro, en algunos momentos nos pareció el decorado de un episodio de Star Wars. Únicamente faltaba cambiar un solitario autobús por un X Wing y a los cuatro despistados que andábamos por allí por soldados clon.
Zarpando de Estambul.
Lo que jamás cambiará es la espléndida ubicación de la ciudad, en un emplazamiento donde se entrelazan el mar y la tierra. Ni la impresionante carga monumental de una urbe que, a lo largo de 1.593 años, fue sucesivamente capital de cinco imperios. Algunos de ellos, fundamentales para el devenir histórico de la humanidad. Aunque quizá su propia pujanza haya trabajado en contra de la preservación del patrimonio. Aquí no encontraremos, como por ejemplo en Rávena, un larguísimo paréntesis que acabó ayudando a la preservación de numerosos monumentos. Las épocas de profunda decadencia de Constantinopla, que también las hubo, fueron mucho más breves y, sobre todo, destructivas. Las riquezas atesoradas por la ciudad a lo largo de los siglos eran un imán para todo tipo de saqueos y expolios. En cualquier caso, en Estambul encontraremos vestigios de un pasado que va desde la antigüedad clásica hasta principios del siglo XX. Todo ello rodeado por una ciudad del segundo milenio, moderna y llena de vida, que en la actualidad se encuentra entre las mayores y más pujantes de Europa. Un lugar que, sin la menor duda, merece ser conocido.
Para ampliar la información.
Encontrarás información sobre el uso de la tarjeta de transporte Istanbulkart en el blog de Ester Traveler (https://estertraveller.com/istanbulkart-2023-como-funciona/) y en Mochileros 2.0 (https://mochilerosdospuntocero.com/asia/turquia/istanbulkart-tarjeta-transporte-estambul/).
El blog Pasión por Estambul tiene numerosas entradas sobre la ciudad, más allá de los clásicos clichés turísticos: https://pasionporestambul.wordpress.com/.
Otra web interesante es Planeta Estambul: https://planetaestambul.com/.
En inglés, la página oficial de turismo de la ciudad es https://visit.istanbul/.
La web del hotel donde nos alojamos está en https://www.perabosphorushotel.com/.
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