El amanecer nos encontró atracados en El Pireo. La bricbarca en la que habíamos llegado no dejaba de ser una rareza en el ajetreado puerto, por donde pasa buena parte del tráfico marítimo de Grecia. Sobre todo, el de personas. Aunque resulta difícil encontrar cifras actualizadas, su número se movería entre 10 y 20 millones de pasajeros al año, que harían de El Pireo uno de los puertos más destacados de Europa. Como en nuestras anteriores visitas, para ratificarlo bastaba pasar un rato en cubierta. La coreografía de los grandes barcos, moviéndose por sus congestionadas aguas, resultaba tan hipnótica como siempre.
Habíamos elegido para dormir un hotel con el descriptivo nombre de Acrópolis View. Situado en una calle tranquila, cerca del epicentro turístico de la ciudad y con unas vistas difícilmente superables sobre la colina y su principal monumento. Aunque, de momento, nos limitamos a dejar el equipaje en recepción. Ya tendríamos tiempo de disfrutar del panorama más tarde. Poco antes de las diez de una mañana que prometía ser tórrida, salimos a dar un primer paseo, en el que tan solo teníamos claro lo que no queríamos hacer: visitar el monumento a cuyos pies dormiríamos las dos siguientes noches. Nos conformamos con fotografiarlo por primera vez desde la calle Dionysiou Areopagitou. Lo más cerca que pretendíamos estar de sus piedras en todo el viaje.
Aunque, en la parte más turística de Atenas, resulta casi imposible escapar a su presencia. La Acrópolis aprovecha cualquier resquicio para hacer acto de presencia. Al final de un callejón, por encima de la Torre de los Vientos, entre las columnas de la Biblioteca de Adriano o como telón de fondo de una tienda de baratijas en Monastiraki. Su afán de protagonismo parece no tener límite.
En el fondo, nuestro paseo aleatorio por Atenas no lo era tanto. Más allá de zigzaguear sin rumbo fijo por las calles de Plaka y Monastiraki, queríamos visitar un puñado de iglesias. Los escasos restos del maltrecho patrimonio bizantino de la ciudad, que debían servir de epílogo a nuestro imaginario viaje a Constantinopla. Un periplo agridulce, por un pasado maltratado y vilipendiado, que se diluye lentamente en los límites entre oriente y occidente.
Nuestro primer objetivo era Panagia Kapnikarea. La iglesia se ubica en una pequeña plazoleta en medio de la calle Ermou, una de las más importantes de la moderna Atenas. Considerada una de las vías comerciales más caras de Europa, Ermou, cuyo nombre se traduciría el español como Hermes, es una calle relativamente reciente. Su origen se remonta a la remodelación urbana encargada por Otón I de Grecia, cuando este decidió convertir Atenas en capital de su nuevo reino. El plan inicial, diseñado por Stamatios Kleanthis y Eduard Schaubert, fue posteriormente modificado por Leo von Klenze. Al igual que Otón, Klenze estaba imbuido de una visión idealizada de la Grecia clásica, en la que todo vestigio posterior a la caída de Roma era considerado irrelevante. Kapnikarea, ocupando justo el eje de una de las nuevas arterias que debían vertebrar la ciudad, estuvo a punto de ser demolida. Afortunadamente, la intervención del padre de Otón, Luis I de Baviera, logró salvar la iglesia.
Existen varias teorías sobre la procedencia del nombre del templo. Una afirma que, tras el incendio de Atenas de 1689, se encontró un icono de la Virgen María intacto, pero completamente cubierto de hollín, o “κατακαπνισμένη” en griego. Otra afirma que procedería de Kamoucharea, una valiosa seda que bien habría cubierto dicho icono, bien se produciría en las inmediaciones del templo. La tercera, que sería una derivación de Kapnikaris, el nombre del mecenas que sufragó su construcción. Actualmente, se piensa que esta última hipótesis podría ser la más acertada.
Tampoco están claros los orígenes del edificio. Que, en realidad, la iglesia se componga de tres secciones aparentemente diferenciadas, no ayuda a discernir su génesis. La sección meridional, la mayor de todas, es una antigua iglesia dedicada a la Presentación de María en el Templo. Al norte, se encontraría una antigua capilla de Santa Bárbara. Finalmente, al oeste, un exonártex. También se piensa que pudo ser el katholikón de un desaparecido monasterio y que su construcción se habría llevado a cabo a medidos del siglo XI. Aunque, como tantas veces, el solar estuvo ocupado anteriormente por otro templo, posiblemente dedicado a Atenea o a Deméter.
Nuestro siguiente destino era Panagia Romvi, ubicada en la calle Evangelistria. Una iglesia igualmente difícil de datar, dedicada a la Asunción de María. El templo parece tener sus orígenes en el siglo XI, pero sufrió una profunda renovación durante la dominación otomana, por lo que en algunos lugares aparece como construido en una fecha indeterminada del XVII. Durante los últimos trabajos de restauración, llevados a cabo en 1973, aparecieron algunos vestigios que parecen ser del edificio original. Por lo demás, tanto su interior, como sobre todo su exterior, no nos llamaron especialmente la atención. Acabó siendo la visita más floja de aquella tarde.
Ya que estaba justo en medio de nuestra ruta y que la última visita había durado menos de lo previsto, decidimos entrar en Megali Mitropoli, la catedral metropolitana de Atenas. Un templo que habíamos visitado en nuestro anterior viaje a la ciudad, dejándonos bastante fríos. No es que esta vez nos deslumbrara, pero al menos no nos pareció un horror. Quizá fueran, una vez más, las expectativas. En esta ocasión eran tan bajas, que pudimos superarlas con creces.
La catedral fue levantada entre 1842 y 1862, con el fin de dotar a Atenas de un templo que, a ojos de Otón I, fuera digno de su nueva capital. El diseño fue encargado a Theophil von Hansen, uno de los mejores representantes de la corriente neoclásica de moda a mediados del siglo XIX. Pero Hansen tan solo completó la sección inferior. Después, dirigieron las obras sucesivamente Dimitris Zezos, Panagis Kalkos y François Boulanger, que introdujeron elementos neobizantinos. Para la construcción, se utilizaron fragmentos de 72 iglesias, esquilmando aún más el escaso patrimonio medieval de Atenas. El resultado es un templo un tanto anárquico que, pese a tener rincones de cierta belleza, no deja de estar falto de alma.
Agios Eleftherios.
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Para ampliar la información.
El blog Escribe Cuando Llegues es una auténtica mina de información sobre Atenas. En https://escribecuandollegues.com/guias-de-viaje/grecia/atenas/ hay una magnífica guía de la ciudad, con vínculos a otros artículos.
La web Guía de Grecia tiene una sección dedicada a la capital griega: https://www.guiadegrecia.com/atenas/atenas.html.
En inglés, la página Religious Greece tiene entradas sobre Kapnikarea (https://www.religiousgreece.gr/en/attractions/church-isodia-tis-theotokou-kapnikarea), Panagia Romvi (https://religiousgreece.gr/en/attractions/church-virgin-mary-romvi) y Megali Mitropoli (https://religiousgreece.gr/en/attractions/metropolitan-cathedral-athens-mitropoli).
En https://www.academia.edu/56522518/The_church_of_Kapnikarea_in_Athens_Remarks_on_its_history_typology_and_form podrás descargar un extenso estudio sobre Kapnikarea.