Había visitado los Fiordos del Oeste en tres ocasiones. En total, llevaba acumulados 9 días recorriendo sus impresionantes paisajes, tanto por tierra como por mar. Pero solo los había conocido en verano. Si, incluso en pleno estío, las carreteras de la región pueden llegar a ser complicadas, ¿cómo serían durante el duro invierno islandés? Esta dificultad, unida a la posición periférica de la región, me había mantenido alejado de sus orillas. En mi primer viaje invernal a Islandia, ni llegué a planteármelo. Durante el segundo, en un invierno especialmente duro, las propias circunstancias lo hicieron desaconsejable. Además, en ninguno de ellos había contado con el tiempo necesario.
Finalmente, cuando llegó la hora de planificar un tercer periplo invernal por Islandia, sentí que estaba preparado para intentarlo. Disponía de 18 días y de más experiencia conduciendo sobre carreteras nevadas o congeladas. Además, durante el viaje del verano de 2021 había podido recorrer buena parte de las carreteras de la región. Prácticamente todas las que estarían abiertas en invierno. Había llegado el momento.
Visitar Vestfirðir se convirtió en el eje central sobre el que articulé el resto del recorrido por la Tierra de Hielo. Sabía que podía acabar bloqueado en la región, por lo que iría en la parte inicial del viaje. Así tendría margen de maniobra, si la situación terminaba torciéndose. Para llegar, decidí dar prioridad al ferry que, partiendo de Stykkishólmur, llega a Brjánslækur, en el sur de la región. No era la opción más sencilla, ni la más convencional, pretendiendo llegar a Ísafjörður. Pero también quería atravesar el Breidafjörður en invierno.
Mi periplo por los Fiordos del Oeste comenzó un 10 de febrero, en el puerto de Stykkishólmur. El estado de las carreteras al otro lado del fiordo era complicado. Superado un primer momento de duda, decidí probar suerte. Al final, tras una onírica travesía en el ferry Baldur, logré completar el trayecto entre Stykkishólmur y Patreksfjörður sin demasiados contratiempos.
Estaba en los Fiordos del Oeste, pero en realidad me había metido en un callejón sin salida. Al día siguiente, las carreteras hacia el norte seguían cortadas. Además, se anunciaba la llegada de un violento temporal a la región. Las autoridades recomendaban cancelar todos los viajes. Decidí pasar todo el día en Patreksfjörður. Por la mañana, esperando la llegada del inminente temporal. Por la tarde, contemplando la furia de la naturaleza desde la seguridad del hotel. Un día extraño, pero no por ello menos hermoso.
A la mañana siguiente había cesado el temporal, pero las carreteras hacia el norte seguían cortadas. La única forma de llegar a Ísafjörður era dando un amplio rodeo hacia el este, de 443 kilómetros, por las carreteras 60 y 61. Pasé todo el día recorriendo el trayecto entre Patreksfjörður e Ísafjörður, en unas condiciones bastante complicadas. Lo cual no hizo más que añadir interés a un viaje que, incluso en condiciones normales, habría sido fascinante.
Mi cuarto día en la región comenzó con una visita a Dynjandi, la hermosa cascada que se encuentra en el fondo del Arnarfjörður. Las condiciones atmosféricas eran nefastas, por lo que acabé pasando buena parte de la jornada saltando de fiordo en fiordo, entre Dynjandi y el Ísafjarðardjúp. El resto de la tarde lo aproveché dando un tranquilo paseo invernal por Ísafjörður.
Había llegado el momento de continuar mi viaje alrededor de Islandia. La mejoría del tiempo me llevó a repetir mi visita a Dynjandi. Terminada ésta, descubrí por casualidad que habían abierto al tráfico el paso de Dynjandisheiði. Sobre la marcha, reorganicé mi itinerario entre Ísafjörður y Laugarbakki. Volví a recorrer la carretera 60, esta vez en una jornada que, en pleno invierno islandés, se podría calificar como espléndida.
Terminó así mi periplo de 5 días por los Fiordos del Oeste. Un viaje extraño, que comenzó tal como había imaginado: conduciendo por un paisaje blanco, rodeado por una intensa nevada. Lo que no esperaba era despedirme de Vestfirðir en una jornada con una temperatura inusualmente elevada, atravesando carreteras limpias de nieve y deseando que alguna nube ocultara el deslumbrante sol.
En cualquier caso, los Fiordos del Oeste no me decepcionaron. Pude disfrutar de paisajes de una belleza etérea, en la más absoluta de las soledades. Avanzando por carreteras complicadas, a las que el reto de conducir daba una dosis extra de interés. Paseando por sus pequeños asentamientos, en los que la vida cotidiana componía un curioso contrapunto a su hostil entorno.
Los Fiordos del Oeste no son, ni de lejos, la región habitada más inhóspita del mundo. Pero si es una de las más duras entre aquellas en las que puedes desenvolverte con relativa normalidad, incluso en pleno invierno. Moviéndote a tu propio ritmo, al volante de un vehículo, sin depender de guías, grupos organizados o equipamientos especiales. En algunas ocasiones, tendrás la sensación de estar explorando los límites de lo razonable. En otras, no te quedará más remedio que renunciar a tus planes. Pero esa misma incertidumbre, esa sensación de estar rozando el borde de aquello que, para una persona común, puede ser aceptable, dará a tu viaje una dimensión especial. Y hará que lo recuerdes el resto de tu vida.
Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/seis-dias-en-los-fiordos-del-oeste/ se puede ver un itinerario por la región en verano.
Mi recorrido invernal por los Fiordos del Oeste tan solo fue el segundo capítulo de un viaje más largo por Islandia, que puedes ver en https://depuertoenpuerto.com/mas-alla-de-la-ring-road-17-dias-de-invierno-en-islandia/.
En inglés, la web oficial de turismo de los Fiordos del Oeste está en https://www.westfjords.is/.
Como en todo viaje invernal por Islandia, imprescindible visitar todos los días la página safetravel.is.
En https://umferdin.is/landshluti/vestfirdir encontrarás información específica sobre las condiciones de las carreteras de Vestfirðir.
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