La iglesia parece tener su origen en un monasterio, fundado durante el siglo IV. El pequeño templo anexo recibió el nombre de iglesia del Sagrado Salvador en el Campo, pues el lugar se encontraba más allá de las murallas que había ordenado levantar Constantino. Los nuevos muros de Teodosio incorporaron la iglesia a la ciudad, pero ésta siguió manteniendo Chora (extramuros, campo) en su nombre. Aquel templo sufrió diversas vicisitudes, de la mano de la convulsa historia bizantina y la complicada geología de Tracia.
Su aspecto actual procede del siglo XIV, cuando Teodoro Metoquita, un poderoso cortesano del restituido imperio, hizo ampliar el templo y encargó decorar su interior. Entre 1315 y 1321, diversos artistas anónimos realizaron los frescos y mosaicos que hoy podemos contemplar. En 1328 Teodoro caería en desgracia, teniendo que exiliarse a Didimótico, en la actual Grecia. Dos años más tarde, se permitiría su regreso a Constantinopla, con la condición de que debía recluirse en San Salvador de Cora. Falleció entre sus muros el año 1332.
Tras la toma de Constantinopla, los otomanos permitieron que siguiera utilizándose como iglesia. Hasta 1511, cuando Atık Ali Paşa decide convertirla en mezquita, rebautizándola como Kariye Camii. Afortunadamente, en lugar de destruir los mosaicos, en su mayor parte simplemente se ocultan tras paneles de madera. Tan solo en una fecha indeterminada, de los siglos XVII o XVIII, se cubren parcialmente con yeso aquellos que decoran las cúpulas. Durante el siglo XIX, es conocida entre los viajeros que llegan a Estambul como «la mezquita de los mosaicos». Según varios testimonios, a cambio de una pequeña propina, sus guardianes abrían las puertas de madera, permitiendo ver los mosaicos de las paredes.
En 1945 la mezquita es secularizada. Tres años después, el Instituto Bizantino de América decide acometer su restauración. En 1958 se abre al público, reconvertida en un museo. Así permanecería hasta que, en 2020, sus puertas se cerraron. Tras años de incertidumbre, el 6 de mayo de 2024 los fieles musulmanes volvían a orar entre sus muros. La buena noticia fue que, en contra de lo que algunos temían, también reabrió el museo. Con algunas limitaciones, otra vez era posible disfrutar del espléndido interior de San Salvador de Cora.
Exactamente 10 semanas más tarde, al final de una tórrida mañana del mes de julio, llegábamos frente a sus puertas. Su nueva condición híbrida, entre museo y mezquita, creaba una situación un tanto extraña. Por una parte, como en tantos museos del mundo, había que pagar una pequeña entrada. Por otra, al ser un templo musulmán, era obligatorio cumplir ciertos códigos de conducta, especialmente estrictos para las mujeres. Lo peor era no poder acceder a la nave central, en la parte más antigua de la iglesia, reservada para el culto musulmán. Además, las imágenes de la Virgen y el Cristo que la decoran, han sido cubiertas con cortinajes.
En cualquier caso, el esfuerzo de llegar hasta Kariye Camii había merecido la pena. Aunque, desde el exterior, el templo no parezca gran cosa, su decoración interior es espléndida. Y los recientes trabajos de restauración, iluminación y adecuación para las visitas, no hacen más que realzarla. Tanto la capilla lateral, o paraclesion, como los nártex interior y exterior, siguen siendo accesibles, permitiendo apreciar la mayor parte de los restos de sus mosaicos y frescos.
Aquí no encontraremos los espléndidos mosaicos, mucho más antiguos y mejor conservados, que podemos contemplar en Rávena. En el caso de San Salvador, las catástrofes naturales, la desidia y las reformas poco cuidadosas se han cobrado un alto precio, dejando algunas obras reducidas a meros fragmentos. Aún así, el interior de la antigua iglesia es deslumbrante. Con un poco de imaginación, no es complicado intuir cómo pudo ser en todo su esplendor.
San Salvador de Cora, o Kariye Camii, permite contemplar un legado artístico poco común, procedente de la época final de ese imperio que, en occidente, llamamos erróneamente bizantino. Aunque, en realidad, sus habitantes y emperadores se llamaban a sí mismos romanos. Al igual que sus más acérrimos enemigos, los otomanos, que incluso después de la conquista siguieron denominando a sus dominios a este lado del Bósforo como Rumelia, la tierra de Rum. Que sus últimas expresiones culturales, realizadas durante un periodo de intensa debilidad y decadencia, alcanzaran un nivel cuando menos equiparable al de sus coetáneos en el oeste de Europa, debería hacernos reflexionar sobre nuestra visión de la historia.
If you see this after your page is loaded completely, leafletJS files are missing.
Para ampliar la información.
Muy completa la reseña en el blog Pasión por Estambul: https://pasionporestambul.wordpress.com/2015/04/02/san-salvador-de-chora-sus-mosaicos/.
También interesante la entrada en El Lobo Bobo: https://www.el-lobo-bobo.com/2011/08/el-mejor-bizantino-de-estambul-y-2-san.html.
En https://depuertoenpuerto.com/cuatro-dias-en-estambul/ puedes ver un resumen de nuestros cuatro días en Estambul, con vínculos a las demás entradas sobre el viaje en el blog.
En inglés, la web oficial del monumento está en https://en.kariyecamii.com/.
También es interesante el PDF que podemos descargar en https://www.columbia.edu/cu/wallach/exhibitions/Byzantium/pdf/ousterhout_intro.pdf.
Trackbacks/Pingbacks