Además, vimos un crucero de Holland America Line con un itinerario muy interesante. Zarpando desde Yokohama, hacía escala en 9 puertos, 7 de Japón y 2 de Rusia, para regresar a Yokohama 15 días después, tras haber circunnavegado Honshū, la isla principal del archipiélago. Como siempre, decidimos complementar el crucero con alguna noche de hotel. A la ida, una en Yokohama, antes de embarcar. A la vuelta, tres en Tokio. En total, incluyendo los largos trayectos en avión, un viaje de 20 días.
El itinerario completo fue el siguiente:
- 29/7: vuelo Barajas – Narita.
- 30/7: llegamos a Narita poco antes de las nueve de la mañana. Un trayecto en el Narita Express, seguido de otro en ferrocarril, nos llevaron hasta Yokohama. Cansados y faltos de sueño, hicimos poco más que visitar su barrio chino, muy próximo al hotel.
- 31/7: desde el hotel, pudimos ver como el MS Maasdam llegaba al puerto poco después del amanecer. En cualquier caso, no embarcábamos hasta bien entrada la tarde. Empleamos el día en hacer una interesante excursión a la cercana Kamakura, donde pudimos visitar el bosque de bambú de Hōkoku-ji y el santuario Tsurugaoka Hachimangū. Tras disfrutar del atardecer desde la terminal de cruceros, zarpamos a las 10 de la noche.
- 1/8: escala en Shimizu, en la isla de Honshū, donde pudimos visitar el interesante santuario Shizuoka Sengen y las ruinas del castillo de Sunpu, en cuyo interior se encuentra el pequeño jardín Momijiyama.
- 2/8: escala en Kobe, de nuevo en Honshū. Decidimos hacer una excursión hasta Kioto, donde recorrimos los torii de Fushimi Inari y dimos un largo paseo por Higashiyama, visitando Kōdai-ji y Kiyomizu-dera.
- 3/8: escala en Takamatsu, en la isla de Shikoku. Nuestra visita prioritaria era el magnífico Ritsurin, uno de los mejores jardines de Japón. El tiempo restante lo empleamos recorriendo el castillo de Takamatsu. Por la noche, durante la navegación entre Takamatsu y Kōchi, pasamos bajo el puente Akashi Kaikyō Ōhashi, con su impresionante vano central de casi dos kilómetros.
- 4/8: escala en Kōchi, en la isla de Shikoku. Comenzamos recorriendo el animado mercadillo de Nichiyo-ichi, antes de realizar la visita fuerte del día: el imponente castillo de Kōchi.
- 5/8: primer día completo de navegación. Por la mañana, recorrimos el estrecho de Kanmon, entre las islas de Honshū y Kyūshū. Aprovechamos el resto del día para descansar.
- 6/8: regresamos a la isla de Honshū. En concreto a Kanazawa, en su costa occidental. De nuevo nuestra visita prioritaria era un jardín japonés, Kenroku-en, para muchos el mejor del mundo. También visitamos Nomura-ke, una residencia tradicional samurái, y Higashi Chaya, un antiguo barrio de geishas.
- 7/8: día de navegación por el mar del Japón, jugando al ratón y al gato con el tifón Francisco.
- 8/8: escala en Vladivostok, la capital del Extremo Oriente ruso. Como no teníamos visado, nos tuvimos que apuntar a una excursión de la naviera, en la que hicimos un breve recorrido por la ciudad y visitamos dos de sus museos: la Fortaleza de Vladivostok y el Museo de Historia del Lejano Este. Terminada la excursión, nos «despistamos» para seguir recorriendo la ciudad a nuestro aire y visitar la estación del Transiberiano.
- 9/8: día de navegación.
- 10/8: escala en Korsakov, en la isla de Sajalín. De nuevo nos tuvimos que apuntar a una excursión con la naviera, en esta ocasión hasta Yuzhno-Sajalinsk, la capital de la isla, donde hicimos una visita al Museo Regional de Sajalín.
- 11/8: regresamos a Japón, con una escala en Otaru, en la isla de Hokkaidō. Los trámites de inmigración se retrasaron tanto que apenas tuvimos tiempo de dar un breve paseo por la ciudad.
- 12/8: escala en Hakodate, en Hokkaidō. Hicimos un largo recorrido por la ciudad, que finalizó en la fortaleza de Goryōkaku.
- 13/8: último día a bordo, navegando a toda máquina entre Hakodate y Yokohama para esquivar a Krosa, un nuevo tifón, más fuerte que el anterior.
- 14/8: tras desembarcar en Yokohama, fuimos en tren hasta Tokio. Allí dimos un largo paseo entre Shibuya y Shinjuku, que nos permitió conocer el famoso cruce de Shibuya, visitar el Santuario Meiji y subir al mirador del edificio del Gobierno Metropolitano, para acabar en Kabukichō. Tras una breve pausa en el hotel, volvimos a subir al metro para ir hasta el museo de arte Mori, en Roppongi Hills.
- 15/8: el segundo día comenzamos visitando el Palacio Imperial, en el interior del antiguo castillo de Edo. De allí fuimos a Asakusa, donde recorrimos el templo budista de Sensō-ji y el santuario sintoísta de Asakusa-jinja. A continuación, navegamos por el río Sumida hasta Odaiba. Tras visitar la isla artificial, regresamos a Shibuya, repitiendo una versión nocturna y algo más reducida de nuestro anterior paseo hasta Shinjuku.
- 16/8: en nuestro último día en Tokio visitamos los jardines de Hamarikyu para después recorrer la línea Yurikamome, antes de volver a mediodía al hotel para hacer una pausa. Ya por la tarde, coincidiendo con el crepúsculo, visitamos el Tokyo Skytree. Rematamos la jornada con una visita nocturna a Sensō-ji.
- 17/8: vuelo Narita – Barajas.
Un viaje muy completo, que nos permitió visitar varios de los lugares emblemáticos de Japón, a la vez que otros menos conocidos, pero no por ello menos sugerentes, como Shizuoka Sengen, en Shimizu, o Ritsurin, en Takamatsu. Hicimos escala en tres de las cuatro islas principales del país. Tan solo nos faltó Kyushu, la más meridional.
El rodeo para visitar el par de puertos rusos tuvo su cara y su cruz. La escala en Vladivostok fue muy interesante. No así la de Korsakov, a pesar de ser en una isla realmente remota. Pero provocó tener que cruzar dos veces la frontera en una zona del mundo en la que los trámites aduaneros no son sencillos. Quizá hubiera sido más razonable cambiar las dos escalas en Rusia y los dos días de navegación que ocasionaron por tres o cuatro escalas adicionales en Japón. Aunque, por otra parte, el brusco contraste entre Oriente y Occidente, el ordenado Japón y la caótica Rusia, le dio un curioso añadido al viaje.
También disfrutamos de nuestra dosis de tifones. Francisco estuvo rondándonos desde que zarpamos de Kōchi hasta atracar en Vladivostok. Krosa nos obligó a zarpar prematuramente de Hakodate, para pasarnos de refilón justo después de desembarcar en Yokohama. Por culpa de los tifones, nos perdimos las llegadas al amanecer a los puertos de Vladivostok y Yokohama y vimos acortadas las escalas en Kanazawa y Hakodate. Por otra parte, poder comprobar su fuerza, aunque fuese tangencialmente, no dejó de tener su interés.
Fue nuestro último crucero antes de la pandemia. Todavía tuve tiempo de hacer otro viaje en barco, por la costa noruega, mientras el virus comenzaba a extenderse por Europa. El caos que vino a continuación nos obligó a cancelar el siguiente crucero, ya contratado, por la costa de Alaska. Y, al menos de momento, a olvidarnos de volver a navegar.
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