Þakgil es una de las mejores demostraciones de que, en Islandia, basta apartarse un poco de los caminos más trillados para encontrar lugares apenas tocados por la creciente avalancha turística, que amenaza con sepultar la isla. Apenas 21 kilómetros separan su aparcamiento de Vík í Mýrdal, una de las localidades más visitadas del sur del país. Que se ven reducidos a 16, si elegimos como punto de partida el cruce de la Ring Road con la carretera 214. Quizá ayude que esta última esté sin asfaltar. Aunque, con toda probabilidad, el factor determinante sea que, para sacar partido a Þakgil, son imprescindible las largas caminatas.

Las rutas de Þakgil

Las rutas de Þakgil.

Es imposible recorrer en una tarde todas las sendas que parten de su aparcamiento. En cualquier caso, tenía claro mi objetivo. Realizaría el tramo occidental de la ruta amarilla, hasta las inmediaciones de Sker. Un monte que alcanza los 749 metros de altitud. A partir de allí, tocaría seguir campo a través hasta llegar frente al impresionante Huldujökull. Aunque en principio se trata de un itinerario circular, regresaría al coche por el mismo camino. Había oído que la parte oriental de la senda tenía alguna sección potencialmente complicada, sobre todo después de las lluvias de los días anteriores. Si lo intentaba y me topaba con un tramo intransitable, obligándome a retroceder, probablemente me alcanzaría la noche por el camino. Mejor ir a lo seguro.

Dejando atrás el aparcamiento

Dejando atrás el aparcamiento.

Arranqué la caminata poco antes del mediodía de una jornada que, aunque gris, resultaba mucho más agradable que la anterior. No llovía, el viento era casi inexistente y, de vez en cuando, las nubes se rasgaban, permitiéndome ver fugaces jirones de cielo azul. Entre el camping y el aparcamiento de Þakgil habría una veintena de vehículos. Aunque no todos estarían recorriendo la ruta amarilla, aquello significaba que no me encontraba completamente solo. Mejor. Aunque detesto las multitudes, en el hostil campo islandés la absoluta soledad puede ser muy peligrosa.

Al sur del Miðfell

Al sur del Miðfell.

Pese a que mi destino se encontraba al norte del aparcamiento, comencé avanzando hacia el sur, rodeando el Miðfell. La ruta directa, subiendo por la ladera del monte, parecía demasiado complicada. Las última lluvias habían provocado un pequeño desprendimiento, arrastrando parte del sendero. Era más conveniente dar un pequeño rodeo, siguiendo los postes azules hasta reencontrarme con el camino principal.

La primera subida

La primera subida.

Éste se adentraba en un paisaje montañoso con formas y colores deslumbrantes. En realidad era una pista, lo suficientemente ancha como para permitir el paso de un vehículo. Aunque había algún tramo encharcado, resultaba cómoda. Al principio, aquello parecía un agradable paseo por el campo. No tardé en llegar al primer repecho. Más allá de la distancia, el auténtico reto de la senda era el fuerte desnivel que debería salvar. La cota más alta de la ruta estaba 588 metros por encima del aparcamiento. Lo peor era que llevaba varios meses sin realizar ninguna caminata realmente larga. No me encontraba en mi mejor forma física.

Una roca junto al sendero

Una roca junto al sendero.

En cualquier caso, decidí tomármelo con calma. Al ir solo, podría marcar mi ritmo. Como no faltarían las oportunidades fotográficas, avanzaría a saltos, de foto en foto. Aunque mi intención era no apurar la tarde hasta el límite, en realidad disponía de 9 horas de luz para recorrer 14.600 metros, entre ida y vuelta. Más que suficientes. El objetivo era disfrutar de la excursión, no batir una plusmarca.

Un paisaje irreal

Un paisaje irreal.

El paisaje era irreal, formado por agrestes montañas. En su mayor parte cubiertas por un manto de musgo de un verde tan resplandeciente, que muchas fotos parecían las típicas tomas excesivamente saturadas, tan de moda en las redes sociales. Resguardado de los vientos del norte por la mole del Katla, aquel rincón de Islandia parecía esquivar la llegada del inminente invierno. Al menos de momento.

Þakgil desde el sendero

Þakgil desde el sendero.

Tras remontar una serie de pronunciados desniveles, la senda subía entre dos profundos cañones, prácticamente por la cresta de una larga loma, con una pendiente mucho más suave. Al este, tan cerca de la ruta que, en más de una ocasión, ésta avanzaba literalmente por el borde del barranco, el impresionante Þakgil, enmarcado por montañas de formas imposibles.

Miðtungugil

Miðtungugil.

Al oeste Miðtungugil. Algo más alejado del sendero, para poderlo apreciar había que tomar algún que otro desvío hacia la izquierda. Tan solo fue perfectamente visible cerca de su cabecera, con varias cascadas señalando el comienzo del barranco.

Buen lugar para una pausa

Buen lugar para una pausa.

Pero, una vez más, Islandia parecía empeñada en superarse a sí misma. Al lado mismo del camino, un grupo de rocas, con unas extrañas formas redondeadas, formaba una escena aún más insólita. Acabaron siendo el lugar perfecto para una pausa algo más larga. Aproveché para dar un bocado y reponer fuerzas, cómodamente sentado sobre una de las piedras.

Mirando hacia la llanura

Mirando hacia la llanura.

Retomé el camino, por una senda que seguía ganando altura. Mirando atrás, ahora podía ver la amplia llanura del sur de Islandia, hasta un mar difuminado entre la sutil bruma. Más cerca, la mole del Hafursey brillaba bajo los rayos de un sol que, lentamente, se iba abriendo un hueco cada vez mayor en el cielo. El inselberg, separado del Katla por el errático cauce del Múlakvísl, parece tener un origen independiente al del gran volcán del sur de Islandia.

La senda sigue ascendiendo

La senda sigue ascendiendo.

La senda, cada vez en peor estado, proseguía su ascenso. Aunque éste era relativamente suave, comenzaba a parecerme interminable. Era evidente que cada vez acusaba más el cansancio. La larga caminata, el prolongado ascenso, la mochila, la falta de preparación . . . Inicialmente, había pensado dejar la excursión al Huldujökull para la última parte de mi periplo otoñal por Islandia, tras haber realizado varias caminatas de menor entidad. Una mañana agradable, con una previsión todavía más favorable, me había empujado a cambiar de plan en el último minuto. Ahora estaba pagando el precio de la improvisación.

Por fin el Mýrdalsjökull

Por fin el Mýrdalsjökull.

A las dos y media, vislumbraba por primera vez el Mýrdalsjökull. La visión era un tanto irreal. Una estrecha franja blanca, bastante sucia, asomando sobre un campo rabiosamente verde, adornado por una pequeña cascada. Por encima de las nieves perpetuas, un retazo de azul intenso rompía el manto grisáceo de unas nubes que, hacia el norte, parecían empeñadas en retomar el protagonismo. En cualquier caso, la visión del glaciar logró levantar mi estado de ánimo.

Cada vez más cerca

Cada vez más cerca.

Quizá había cantado victoria demasiado pronto. El camino seguía zigzagueando, por un entorno cada vez más desolado. Esquivando pequeñas montañas, vadeando arroyos y tomando cada vez más altura, camino de un glaciar que parecía empeñado en ocultarme sus secretos.

Volviendo la vista atrás

Volviendo la vista atrás.

Al contrario que el paisaje que iba dejando atrás. Éste parecía esforzarse en ser cada vez más irreal, con barrancos de pendientes imposibles y ríos sin cauce definido, zigzagueando por la cada vez más lejana llanura. Aún más al sur, el mar parecía haberse rendido a la creciente bruma, que incluso comenzaba a tamizar las montañas más cercanas.

Frente al último repecho

Frente al último repecho.

La pista se convirtió en una vereda, mientras remontaba un paisaje cada vez más pedregoso. En ocasiones, desaparecía completamente, obligándome a buscar el siguiente poste amarillo. A mi derecha, destacaba un monte pelado, con forma piramidal. Si, como suponía, se trataba del Sker, por fin estaba llegando al tramo más elevado de la ruta.

Al final de la ruta

Al final de la ruta.

Esta vez acerté. Tras remontar lo que parecía un enorme amontonamiento de piedras sueltas, por fin tenía a la vista mi destino. Al otro lado de un profundo barranco, el Mýrdalsjökull se precipitaba por un acantilado, del que únicamente podía observar la parte superior. El terreno descendía suavemente, atravesando un pedregal tan solo interrumpido por unas cuantas charcas y alguna precaria mancha de vegetación. La senda oficial giraba hacia el este. A partir de ese punto, tocaba improvisar.

Frente al glaciar

Frente al glaciar.

Finalmente, poco antes de las cuatro de la tarde, llegaba al borde del precipicio. La vista que tenía delante era una de las más impresionantes que jamás he podido contemplar. Frente a mi, el Mýrdalsjökull se deslizaba hasta la arista de una gran pared de roca. El glaciar formaba un acantilado de hielo, que se desplomaba por el abismo para caer sobre el Huldujökull. Tan cubierto de detritos que, al primer golpe de vista, parecía ser el fondo rocoso del barranco. Por si a la escena le faltara fuerza, varias cascadas manaban directamente de los hielos del Mýrdalsjökull, para desaparecer entre los del Huldujökull, excavando simas cuya profundidad era imposible apreciar.

Busqué una piedra en la que dejar los trastos y sentarme a recobrar el aliento. Aunque resultó complicado reprimir mi instinto de ponerme a fotografiar como un loco, preferí tomármelo con calma. Me familiaricé con el entorno y sus sonidos, disfruté de la espléndida soledad en la que me hallaba, llené mis pulmones de aire fresco y húmedo y, solo después, saqué la cámara y comencé a fotografiar el deslumbrante entorno que me rodeaba. Resultaba complicado decidirse por alguno de los miles de posibles encuadres que tenía al frente. Comenzando por las cascadas. Tres saltos principales, rodeados por numerosas cascadas menores, se distribuían por el semicírculo de roca. Las dos más espectaculares estaban en los extremos. Pero, como tantas veces en Islandia, la propia desmesura del paisaje suponía un reto. Sin un gran angular, era imposible recoger ambos saltos en una misma toma. La solución fue grabar un pequeño video a mano alzada. Por supuesto, no había cargado con el trípode.

El salto septentrional

El salto septentrional.

Al norte, el más alejado de los dos brotaba de un recoveco en la roca, a los pies de una pequeña lengua que intentaba descolgarse del Mýrdalsjökull. Desaparecía en una profunda sima, excavada por la propia cascada en los sucios hielos del Huldujökull. Para añadir belleza a la escena, varios hilos de agua se deslizaban por la rugosa pared, enmarcando la cascada.

Manando del hielo

Manando del hielo.

El más próximo, al sur, manaba justo donde se encontraban la roca y el glaciar. Tras desplomarse sobre un saliente, en la parte alta del cortado, se precipitaba en un segundo salto, que penetraba en un abismo insondable, excavado por el agua en el glaciar inferior.

Deslizándose por el cortado

Deslizándose por el cortado.

En medio de ambos, un salto comparativamente más pequeño se deslizaba por la roca. Menos salvaje, pero más sutil, el contraste entre sus blancas aguas y la oscura pared de piedra creaba una escena de una belleza que lograba aportar un toque de serenidad al agreste entorno.

El Huldujökull desde el borde del abismo

El Huldujökull desde el borde del abismo.

A mis pies, lo que inicialmente me había parecido una ladera yerma en realidad era el Huldujökull. Un glaciar cubierto por un increíble caos de piedra y tierra suelta, fruto de los desprendimientos en el circo de roca por el que se despeñaba el Mýrdalsjökull. Mirando con atención, era posible apreciar el hielo bajo la sucia superficie, sobre todo donde ésta se retorcía y agrietaba. Siguiendo el glaciar valle abajo, incluso había zonas en las que el hielo estaba libre de cascotes.

Kötlujökull

Kötlujökull.

Aún más abajo, entre los riscos, el Huldujökull terminaba por fundirse con el Kötlujökull. La mayor de las lenguas glaciares en el flanco oriental del Mýrdalsjökull. Su pálida superficie, mucho más parecida a la imagen que todos tenemos de un glaciar, se extendía hacia el este, hasta desaparecer en la gran llanura de Mýrdalssandur.

Hielo en el borde del abismo

Hielo en el borde del abismo.

Y, por encima de todo, la gran masa de hielo del Mýrdalsjökull, creando mil formas efímeras. El cuarto mayor glaciar de Islandia, con 596 km2 de superficie, se deslizaba, lenta pero inexorablemente, hacia el abismo. Hasta principios de este siglo, el glaciar seguía valle abajo, sin solución de continuidad, alimentando con sus hielos al Huldujökull, que era una más de sus múltiples lenguas. Pero el retroceso de ambos acabó por hacer aflorar el profundo barranco que había entre ellos, creando la espectacular escena que tenía frente a mis ojos.

Hielo y roca sobre el Huldujökull

Hielo y roca sobre el Huldujökull.

Aunque, en cierto modo, el Mýrdalsjökull sigue alimentando al glaciar inferior, ahora en forma de desprendimientos. Sus huellas eran perfectamente apreciables en la atormentada superficie del Huldujökull. Grandes manchas blancas sobre la capa grisácea de detritos. En cualquier caso, la preponderancia de éstos últimos parecía señalar que, en la actualidad, por el precipicio se desploman más bloques de roca que de hielo.

Hacia el abismo de hielo

Hacia el abismo de hielo.

Mientras yo hacía fotos sin parar, la tarde avanzaba y la niebla comenzó a descolgarse desde la parte alta del Mýrdalsjökull. La ruta no era complicada, pero en su primer tramo podía resultar relativamente fácil desorientarse. Sabía por experiencia que perderse entre la niebla en el campo islandés no es una experiencia agradable. Tras pasar una hora frente al Huldujökull, había llegado el momento de emprender el camino de regreso.

Lagunas junto al Mýrdalsjökull

Lagunas junto al Mýrdalsjökull.

Al principio, rodeando las pequeñas lagunas que hay junto al borde del cortado. También son de reciente formación, pues a finales del siglo pasado tan solo parecía existir la más oriental de todas. La más cercana a mi ubicación. En aquel tiempo, no tan lejano, el Mýrdalsjökull llegaba justo hasta sus aguas. Otra muestra palpable del retroceso del glaciar.

Durante el regreso

Durante el regreso.

Según regresaba al extraño universo verde que había atravesado camino del Huldujökull, afrontaba un camino que, casi en su totalidad, era de bajada. Aunque el esfuerzo físico sería mucho menor, tenía en mi contra el cansancio acumulado y la niebla, que seguía deslizándose lentamente ladera abajo. En cualquier caso, el paisaje que contemplaba era tan deslumbrante, que no tardó en acaparar toda mi atención.

Baja la niebla

Baja la niebla.

Si durante la subida apenas me había encontrado con media docena de personas, ahora tan solo coincidí con una pareja, que acabó por adelantarme antes de llegar a la mitad del camino. Por lo demás, tan solo el sonido de mis pasos sobre las piedras del sendero rompía un silencio sepulcral, que ayudaba a realzar la majestuosidad del entorno que recorría. La niebla, que finalmente acabó manteniéndose en las alturas, también ayudaba, aportando un hermoso halo de misterio.

Comienza el atardecer

Hacia el atardecer.

Regresé al aparcamiento a las siete y media. Casi ocho horas después de partir y quince minutos tras el comienzo de la hora dorada. Al final, me había sobrado una hora de luz. Anduve más justo de energía. Llegué al coche prácticamente agotado, pero lleno de satisfacción, tras recorrer uno de los paisajes más deslumbrantes de Islandia en unas condiciones que, hasta en pleno verano, se podrían haber calificado como óptimas. Además, aquella caminata era el objetivo prioritario de mi viaje otoñal a la isla. El gozne sobre el que pivotaba el resto del itinerario. Haber logrado completarlo tan pronto, me dejaba libre para afrontar nuevos retos. Según conducía hacia el hotel, mi mente comenzó a planificar el siguiente, en la zona meridional de Fjallabak.

Para ampliar la información.

Viajeros lowcosteros tiene una entrada sobre rutas desde Þakgil: https://viajeroslowcosteros.com/rutas-de-senderismo-en-thakgil/.

En inglés, muy recomendable la entrada de Epic Iceland: https://epiciceland.net/thakgil-guide-best-hiking-trails/.

En el blog The Photo Hikes describen la ruta circular completa: https://thephotohikes.com/the-huldujokull-hike-in-thakgil/.

Si quieres ver un buen video sobre la excursión, te recomiendo el de Marco Selb: https://www.youtube.com/watch?v=bJCoMSHSGeM.

Quien esté interesado en pernoctar en Þakgil, encontrará información en https://www.thakgil.is/?lang=en.