El Maasdam entró a puerto sobre las 8:45 de la mañana. De nuevo un puerto moderno, al que ni su numerosa flota pesquera ni el barrio de Onomachi, donde se agrupan las viviendas de sus tripulantes, lograban dar encanto. Sobre las 9:30, atracábamos en la «terminal de cruceros» de Kanazawa. Poco más que un conjunto de carpas en un aparcamiento desolado en medio de ninguna parte. Afortunadamente, la naviera había dispuesto un servicio de autobuses hasta la estación central de ferrocarril. Una vez allí, compramos un billete que nos permitía movernos por la ciudad utilizando el Kanazawa Loop Bus.
La escala en Kanazawa era bastante larga. Trece horas que, en cualquier caso, eran claramente insuficientes para visitar una ciudad con un rico patrimonio histórico y cultural. De nuevo había que elegir. Además, por nuestra experiencia en Kyoto, sabíamos que a partir de media tarde encontraríamos bastantes lugares cerrados. Y que el calor, con una máxima prevista de 34º C que la humedad elevaría hasta una sensación térmica de 46º C, nos dejaría agotados, impidiéndonos apurar el día hasta el final. En cualquier caso, teniendo a nuestro alcance el que para muchos es el mejor jardín japonés del mundo, no tuvimos ninguna duda sobre cual iba a ser nuestro primer destino de la jornada.
Kenroku-en.
Finalizada la visita principal del día, comenzamos un largo paseo hacia el oeste, que en primer lugar nos llevó al castillo de Kanazawa. Los terrenos del castillo, una fortaleza natural en el extremo de la meseta de Kodatsuno, fueron ocupados originariamente por los ikkō-ikki, seguidores de una secta budista que opuso una fiera resistencia a los señores feudales en el oeste de Japón. Kanazawa se convirtió así en una de las principales fortalezas del «Reino de los Campesinos», un estado teocrático que controló la provincia de Kaga durante casi un siglo. Tras ser conquistada por Oda Nobunaga entre 1570 y 1581, Kaga acabó en manos de del clan Maeda, que estableció en el castillo su centro de poder. Convertido en el eje en torno al cual creció la ciudad, el castillo llegó a adquirir unas proporciones gigantescas. A finales del siglo XVIII era conocido como «el lugar de los mil tatami». Como suele ser frecuente en los castillos japoneses, el de Kanazawa fue asolado por varios incendios, en 1602, 1631, 1759 y 1881. Al final, solo sobrevivió la puerta Ishikawa-mon, reconstruida en 1788, además de un par de almacenes: Sanjukken Nagaya y Tsurumaru. En 1871 acabó siendo transferido al ejército japonés y en 1949 parte de sus terrenos fueron ocupados por la Universidad de Kanazawa.
En 1989 la universidad se trasladó y comenzaron los trabajos de reconstrucción. En 2008 fue declarado Lugar Histórico Nacional por el gobierno de Japón. El proyecto a largo plazo es reconstruir la mayor parte del castillo utilizando métodos y materiales tradicionales, devolviéndolo al estado que presentaba en los últimos años del Periodo Edo. En 2001 se abrieron al público las torres Hishi Yagura y Tsuzuki Yagura, junto a Gojukken Nagaya, el gran almacén que las conecta. Posteriormente se han restaurado tres puertas: Kahoku-mon (2010), Hashizume-mon (2015) y Nezumita-mon (2020). Varios de estos edificios pueden ser visitados, pero no disponíamos del tiempo necesario. Tras entrar al recinto por Ishikawa-mon, recorrimos la amplia explanada del castillo y atravesamos Hashizume-mon. Terminamos la visita subiendo a la base del antiguo tenshu kaku, o torre principal, desaparecida en el incendio de 1602 y actualmente ocupada por una frondosa arboleda.
Nuestra siguiente visita fue Oyama Jinja, un santuario ubicado a los pies del castillo. Sus orígenes se remontan a 1599, aunque fue trasladado a su actual ubicación en 1873. Está dedicado a Maeda Toshiie, primer daimyō del Dominio de Kaga, y su esposa Omatsu. Además del edificio principal del santuario y un pequeño pero agradable jardín, destaca la puerta occidental, construida en 1875. El edificio es una extraña mezcla de estilos japonés, chino y europeo. A pesar de que originalmente su aspecto generó bastante rechazo, su indudable originalidad hizo que en 1950 fuera declarado bien de importancia cultural.
Nomura-ke, visitando una antigua residencia samurái.
Un breve paseo por Higashi Chaya.
Tras recorrer el antiguo barrio de las geishas, nos dirigimos a nuestra última visita del día: el templo Myoryuji, en Nomachi. Construido en 1643, el templo es en realidad una estructura defensiva, levantada por los Maeda para reforzar el flanco meridional de la ciudad, en una época en la que el gobierno central prohibía levantar este tipo de edificios. Una falsa fachada disimula sus cuatro niveles, aparentando tener solo dos, el máximo entonces permitido. Una torre de vigilancia encubierta, puertas ocultas, pasadizos secretos . . . hacen que el templo se haya ganado el apodo de Ninja-dera, aunque no guarde relación alguna con dichos mercenarios. Pero no tuvimos suerte. La entrada al templo solo se puede hacer en visita guiada, únicamente bajo reserva. Debido a su popularidad, los cupos suelen completarse con semanas de antelación.
Al final nos tuvimos que conformar con dar un paseo por los barrios circundantes. Tanto Nomachi como el vecino Teramachi contienen un gran número de templos y santuarios, repartidos por sus tranquilas callejuelas. Hicimos un recorrido sin rumbo fijo, curioseando por los patios y jardines, ya que los templos comenzaban a cerrar por lo avanzado de la tarde. A pesar de su aspecto algo decadente, o quizá precisamente por éste, el que más disfrutamos fue Gannenji, situado en un estrecho callejón a espaldas de Myoryuji. Pudimos apreciar su shōrō (torre de la campana), la hermosa puerta de entrada, un pequeño cementerio y su envejecido porche, que contrastaba vivamente con los habitualmente impecables templos que estábamos acostumbrados a ver. Por contra, no pudimos visitar el túmulo funerario de Kasugi Isshō, un poeta del periodo Edo famoso por sus haiku (mis ojos / cansados de tanto mirar / regresan al crisantemo blanco).
Sin buscarlo, nuestro errático deambular nos llevó junto a una de las paradas del autobús circular, en el preciso momento en que uno de éstos se aproximaba a la misma. A pesar de que el autobús iba en sentido contrario al que nos podía interesar, fuimos incapaces de resistir la tentación de sentarnos y disfrutar de su aire acondicionado. Aún quedaba tarde por delante, pero no podíamos más. El intenso bochorno había logrado vencernos. Sentados en los asientos delanteros, recorrimos las calles de Kanazawa mientras dábamos un amplio rodeo que, finalmente, nos llevó de vuelta a la estación de ferrocarril. De allí, al puerto y la ansiada ducha de nuestro camarote.
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Japonismo tiene varias entradas muy interesantes sobre Kanazawa. Se puede empezar por https://japonismo.com/blog/que-ver-y-hacer-en-kanazawa.
Para una visita rápida, quizá sea más interesante el blog Comiviajeros: https://comiviajeros.com/que-ver-en-kanazawa-guia/.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-extremo-oriente/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje por Extremo Oriente.
En inglés, la web Kanazawa Station es una auténtica mina de información: https://www.kanazawastation.com.
GaiginPot tiene una entrada breve, pero con bastantes datos prácticos: https://travel.gaijinpot.com/kanazawa/.
Más completo el post de Asian Wanderlust en https://asianwanderlust.com/en/kanazawa-japan/.
El templo Myouryuji tiene su web en http://www.myouryuji.or.jp/en.html. Apenas tiene información, más allá del procedimiento para reservar la visita.
Se puede encontrar la página del castillo de Kanazawa en http://www.pref.ishikawa.jp/siro-niwa/kanazawajou/e/. Muy recomendable.
Sobre el mismo tema, también es interesante la entrada del blog Walking the Japanese Castles: http://pahoo0516.blog.fc2.com/blog-entry-445.html.
En https://www.kanazawa-cruise.jp/com/pdf/pamph_en.pdf se puede descargar un folleto con información sobre la terminal de cruceros.
En http://www.hokutetsu.co.jp/media/en/kanazawamap2020.pdf?ver2 hay otro folleto sobre las líneas de autobús.
La web del santuario de Oyama Jinja tan solo está en japonés: http://www.oyama-jinja.or.jp.
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