No habíamos planeado visitar Hamarikyu. Pero el lugar nos había llamado la atención durante nuestro viaje por el río Sumida, entre Asakusa y Odaiba, cuando el barco había realizado una breve escala en su embarcadero. No le dimos mayor importancia hasta que, en nuestro último día en Japón, encontramos cerrados los Jardines del Este del Palacio Imperial y, sobre la marcha, tuvimos que reorganizarnos. A priori, Hamarikyu parecía una buena opción. Además, la distancia no era excesiva. El puente de acceso a los jardines se encuentra a unos 3.000 metros de Ōte-mon, la entrada meridional de los Jardines del Este del Palacio Imperial. Decidimos ir dando un tranquilo paseo por Ginza y, de paso, conocer el barrio de tiendas más elitista de Tokio. Acabamos llegando a Hamarikyu pasadas las once de la mañana.
Hamarikyu ocupa una superficie aproximada de 25 hectáreas. Es un jardín de tipo kaiyu shiki, o de paseo, con la mayor parte de sus elementos orbitando en torno a Shio-iri, su estanque principal. Con una característica peculiar: tanto los fosos que lo rodean como sus estanques se llenan con el agua salada de la bahía de Tokio. Un sistema de compuertas regula el nivel de los estanques interiores, mientras que los fosos exteriores fluctúan con el ritmo de las mareas. Aunque, en caso de emergencia, un gran dique con compuertas permite proteger el conjunto.
En sus orígenes, Hamarikyu estaba en una ubicación periférica de lo que entonces era Edo, la actual Tokio. Durante un tiempo, fue conocido como Hama-goten, o Palacio de la Playa. Con el paso de los años, el crecimiento de la ciudad ha acabado engullendo todo su entorno. Hoy en día incluso es difícil intuir la presencia de la amplia bahía de Tokio, oculta tras una miríada de infraestructuras e islas artificiales. Lo cual ha acabado creando una ubicación extraña, que quizá sea uno de los mayores atractivos de Hamarikyu. Con la única excepción de Momijiyama, en los demás jardines que habíamos visitado a lo largo del viaje por Japón los edificios solían ser, en el peor de los casos, una ligera molestia, generalmente sencilla de ignorar. No así en Hamarikyu, donde enormes moles de acero y cristal forman el telón de fondo del jardín, dando lugar a un brutal contraste entre modernidad y tradición.
Por lo demás, Hamarikyu tiene todos los elementos característicos de un jardín japonés. Comenzando por Nakajima no Ochaya, su casa de té, ubicada en un islote en Shio-iri. Tenía muy buen aspecto, pero la encontramos ocupada por un ruidoso grupo de turistas de habla inglesa, cuyos gritos y risas rompían completamente la paz del lugar. Decidimos renunciar al que hubiera sido nuestro último té tradicional en Japón. En cambio si entramos en Matsu no Chaya, la única casa de té del jardín capaz de haber sobrevivido a terremotos, incendios y bombardeos. El valioso edificio original fue restaurado en 2010, aunque solo con fines históricos. No está previsto que vuelva a abrir como casa de té.
Tampoco faltan las colinas artificiales, que ofrecen vistas privilegiadas tanto del jardín como sobre la bahía de Tokio. Aunque esta última no sea ni la sombra de lo que debió ser en sus mejores días. Queda poco de la antigua bahía en las inmediaciones de Hamarikyu y el dique y las grandes compuertas que protegen al jardín acaban de arruinar la escasa vista restante.
También cuenta con un diminuto santuario sintoísta, aunque actualmente esté en desuso. Escondido entre la arboleda de la parte oriental del jardín, se desconoce la fecha de su creación. Aunque sabemos que existía durante la era Edo, pues su presencia se recoge en grabados de la época. El edificio original colapsó durante el terremoto de 1894, siendo reconstruido al año siguiente. El aspecto actual de Kyū Inabu es fruto de la intensa restauración del año 2005.
Como buen jardín kaiyu shiki, todo en Hamarikyu obedece a un plan minuciosamente trazado, en el que lo aparentemente natural es fruto de largos años de paciente trabajo. Un buen ejemplo son los árboles, generalmente pinus thunbergii, que crecen en las praderas alrededor de los estanques. Sus ramas son cuidadosamente podadas y dirigidas para crear el efecto deseado. Donde esto es más evidente es en aquellos ejemplares que son forzados a desparramarse sobre las aguas de los estanques. Sus ramas son tan frágiles que deben ser apuntaladas para evitar que se rompan bajo su propio peso.
Hamarikyu no es rival de los espléndidos jardines que habíamos visitado en días anteriores, como Ritsurin o Kenroku-en. Lo que no impide que sea un lugar interesante, tanto por su historia como por su curiosa ubicación. Los grandes edificios de su periferia ofrecen un extraño contrapunto a la serena belleza tradicional del jardín, realzando esta última. Además, su esmerado diseño crea una falsa sensación de amplitud, aparentando unas dimensiones mucho mayores de las reales. A pesar de estar encorsetado por su emplazamiento en pleno entorno urbano, Hamarikyu logra hacer de esta circunstancia, a priori desfavorable, uno de sus aspectos más atractivos, hasta convertirse en uno de los mejores jardines tradicionales de Tokio.
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El blog Japonismo tiene una breve entrada sobre el jardín: https://japonismo.com/blog/viajar-a-tokio-jardines-hama-rikyu.
Quien busque más detalle, puede visitar Directo a Japón: https://www.directoajapon.com/blog/los-jardines-hama-rikyu/152.html.
En https://depuertoenpuerto.com/tres-dias-en-tokio/ se puede ver nuestra estancia completa, de tres días, en Tokio.
En inglés, la página oficial del parque está en https://www.tokyo-park.or.jp/teien/en/hama-rikyu/index.html.
La web Ambassadors Japan tiene un buen post sobre Hamarikyu: https://www.ambassadors-japan.com/en/tokyodailylife/339/.
También interesante la entrada sobre el jardín en Japanese Gardening: https://najga.org/hama_rikyu_onshi_teien/.
En la misma web, aquellos interesados en ampliar sus conocimientos sobre el arte de la jardinería japonesa pueden visitar https://japanesegardening.org/handbook/. Aunque parte de la página es de acceso restringido a suscriptores, la sección abierta es una auténtica joya.
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