Llevábamos varios días relativamente aislados de la civilización, haciendo escala en pequeños puertos o navegando por mares casi vacíos. Llegar a Reikiavik​ fue como regresar al mundo real. Según nos acercábamos a puerto, hacia el norte podíamos entrever, envuelta entre nubes de lluvia, lo que debía ser la costa meridional de Vesturland. El hermoso paisaje que apenas adivinábamos en la lejanía nos traía recuerdos de nuestras experiencias más recientes.

Vesturland

Vesturland.

A estribor, la vista no podía ser más opuesta. Ante nosotros desfilaba lo que podía ser el puerto de una pequeña ciudad de cualquier lugar del mundo. Edificios de varios pisos, grúas, contenedores amontonados sobre el asfalto, vehículos. Aparentemente regresábamos al mundo normal. La maniobra de atraque en Skarfabakki fue bastante más complicada de lo habitual. Nos ubicaron en un muelle en el lateral de la terminal de cruceros, que estaba ocupada por otros dos buques de mayores dimensiones que el nuestro. Hubo un momento en el que llegue a temer que el MS Rotterdam embarrancase. Parece que llegamos en plena bajamar y el calado del muelle que teníamos asignado era muy justo. Finalmente, sobre las nueve y media, logramos desembarcar.

Atracando en Reikiavik​

Atracando en Reikiavik​.

Teníamos por delante un día y medio de escala en Reikiavik, pues el barco hacía noche en el puerto. Previamente, al igual que en las otras escalas en Islandia, habíamos reservado un coche de alquiler. Nuestro plan era pasar el primer día haciendo un largo recorrido por el suroeste de la isla y dedicar la segunda jornada a conocer la ciudad. De este modo, podríamos apurar el primer día al límite, pues no corríamos el riesgo de quedarnos en tierra.

El Círculo Dorado (y algo más).
La primera jornada fue de menos a mas. Comenzamos con un tiempo tirando a deplorable, incluso para el estándar islandés, y haciendo una primera visita a un lugar algo masificado, que no nos gustó demasiado. Nuestra suerte fue mejorando y acabamos viviendo uno de los momentos más increíblemente mágicos de todo el viaje. Casi me atrevería a decir que de mi vida.
Un paseo por Reikiavik​.
Empleamos el día siguiente en Reikiavik. Creo que poca gente va a Islandia por visitar su capital. Es una pequeña ciudad, bastante agradable, pero que en mi opinión no merecería el esfuerzo de llegar hasta ella, si no fuera el principal aeropuerto de entrada a la isla. Pero, estando atracados tan cerca de su centro y después de tres días agotadores recorriendo la sorprendente naturaleza de Islandia, nos pareció una idea aceptable. No lo pasamos mal, pero sinceramente creo que deberíamos haber aprovechado al menos la mañana para hacer otra excursión por las inmediaciones.
Finalmente, como estaba previsto, zarpamos a las cinco de la tarde del día siguiente al de nuestra llegada. Otra vez en un día gris. Más todavía que cuando habíamos llegado a Islandia, en las proximidades de Akureyri. De nuevo nos llamó la atención el contraste entre el entorno urbano que teníamos al sur y el paisaje agreste y aparentemente despoblado que se extendía al norte, separado de Reikiavik por unos pocos kilómetros.

Esperando para zarpar de Reikiavik​

Esperando para zarpar de Reikiavik​.

Al poco de zarpar, pasamos relativamente cerca de un par de barcos dedicados al avistamiento de ballenas. Esa misma mañana habíamos estado tentados de subir en uno de ellos. Ahora, viéndolos dar vueltas infructuosamente en medio del mar, nos alegramos de no haberlo hecho. El espectáculo era un tanto ridículo, casi bochornoso. Incluso hubo un momento en el cual fue peligroso, pues estuvieron a punto de colisionar entre ellos. No pude evitar recordar nuestro breve encuentro con un grupo de ballenas en el Eyjafjörður, tan hermoso como inesperado.

Poco a poco, la costa fue alejándose, desdibujada por una leve bruma aferrada al horizonte. Terminaba la parte de nuestro viaje dedicada a Islandia. Habían sido cuatro días muy intensos, sobre todo los tres primeros. Por un momento, sentí una cierta melancolía. La isla me había dejado un magnífico sabor de boca, hechizado por los increíbles paisajes y su extraña geología. Pero entonces recordé que navegábamos rumbo a Groenlandia y, si todo iba bien, en menos de dos días estaríamos navegando por Prince Christian Sound, con fama de ser una de las travesías en barco más bellas y espectaculares del mundo. Fue como un bálsamo milagroso, que alejó de mi cabeza cualquier sensación de nostalgia.

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Algunos vínculos útiles:
Si vas a viajar a Islandia en crucero, te interesará leer esta otra entrada del blog: https://depuertoenpuerto.com/guia-para-visitar-islandia-en-crucero/.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-trasatlantico/ se puede ver el itinerario completo de nuestro crucero trasatlántico.

La página oficial de turismo de Islandia tiene una entrada con actividades recomendadas: https://guidetoiceland.is/es/guia-de-reykjavik/las-10-mejores-cosas-para-hacer-en-reykjavik.

La web de Goldium Cruceros tiene una página con información sobre el puerto: http://www.goldiumcruceros.com/puertos-de-cruceros/crucero/reykjavik-islandia/id/326.

En inglés, la página oficial del puerto de Reikiavik está en https://www.faxafloahafnir.is/en/cruise-information/, aunque quizá haya mas información práctica en http://www.cruiseiceland.com/harbor/reykjavik/.

En https://visitreykjavik.is/ se puede visitar la web de turismo de la ciudad.