Navegando por el Tunulliarfik.
El exceso de icebergs obligó al barco a buscar aguas en la medida de lo posible despejadas de hielo. Acabamos visitando los mismos lugares que recorrieron los primeros vikingos, cuando llegaron a estas costas a finales del siglo X, buscando más o menos lo mismo. Aunque no pudimos desembarcar, estuvimos navegando frente a Brattahlíð, la primera granja que fundó Erik el Rojo en Groenlandia. Visitamos las casi imperceptibles ruinas de Landnamsgaarden, otra granja probablemente fundada por uno de sus familiares cercanos. Y recorrimos los sugerentes restos de Hvalsey, el último asentamiento nórdico del que se tiene constancia histórica.
En los paseos que dimos por Qaqortoq y Narsaq, pudimos hacernos una idea del modo de vida de sus habitantes. Estábamos en pleno verano, por lo que vimos la parte más «dulce» de la vida en la isla. Pero la sensación de aislamiento era evidente. La ausencia casi absoluta de carreteras y hasta de pistas obliga a desplazarse en barcos o en helicópteros. Medios de transporte caros que, además, durante buena parte del año deben moverse por un entorno hostil. Sin llegar a ser ciudades fundadas y manejadas por compañías, al estilo de Longyearbyen, era evidente su dependencia de la administración y los subsidios daneses. Sus tiendas, edificios administrativos e infraestructuras serían inviables sin éstos. Salvo que opten por explotar los inmensos recursos mineros de la isla, algo que crea una gran división entre su población, en gran parte temerosa de que se destruya un auténtico paraíso natural.
Lo que nos lleva al motivo principal de nuestra visita: la impresionante naturaleza de Groenlandia. La zona que conocimos de la isla no es precisamente la más agreste o espectacular. A pesar de lo cual, nos deslumbró. Es difícil describir las sensaciones que tuvimos. Los fiordos que recorrimos no tienen las espectaculares paredes, bosques o cascadas de los grandes fiordos noruegos. El paisaje no es tan desolado ni tan extraño como el de Islandia o el de Svalbard. Y, sin embargo, su naturaleza nos desbordó. No sabría decir exactamente el motivo. Quizá la constante presencia de icebergs, hasta en los fiordos que destacan por estar especialmente libres de hielo. Quizá la escasa presencia humana, a pesar de que estábamos en una de las zonas más pobladas de la isla. Quizá la enorme capa de hielo que, aunque normalmente oculta tras las cercanas montañas, hacía acto de presencia a la menor ocasión, cubriendo el horizonte, asomando por el fondo de un valle o enviando una lengua glaciar a un fiordo cercano. Aunque seguramente sea la combinación de todos estos factores, unidos a una orografía sin duda fascinante y a un pueblo que ha sido capaz de adaptarse a vivir en uno de los lugares más extremos del planeta, lo que hace de Groenlandia un lugar apasionante.
En el blog de Ferrovial hay una entrada algo sesgada, pero en cualquier caso interesante, sobre la problemática del transporte en Groenlandia: https://blog.ferrovial.com/es/2018/05/vivir-sin-carreteras-groenlandia/.
En inglés, la página oficial de turismo de la isla está en https://visitgreenland.com.
Interesante el blog de Greenland Adventures: https://www.greenland.is/blog/.
También recomendable el blog Adventures of a Polarphile, algo mas centrado en la cultura y la vida cotidiana: https://2kalaallitnunaatigo.wordpress.com.
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