Goðafoss fue el primer lugar turístico que conocí en Islandia, una mañana de julio de 2017. Desembarcamos en Akureyri, recogimos un coche de alquiler que había reservado previamente y no nos detuvimos hasta llegar a su aparcamiento. Desde entonces, la cascada me ha generado sentimientos contrapuestos. Por una parte, de rechazo, al formar parte de la Islandia mas civilizada. Precisamente aquella que menos me atrae. Pero el lugar es sin duda hermoso y resulta complicado resistirse a sus encantos, por lo que acabo regresando una y otra vez. A lo largo de cuatro visitas, he podido observar como, lenta pero inexorablemente, ha ido avanzando el proceso de domesticación de su entorno.
En realidad, aquel gélido día de febrero Goðafoss era mi objetivo secundario. El principal debería haber sido la salvajemente hermosa Aldeyjarfoss, en el límite de las Tierras Altas. Pero tuve que renunciar a visitarla. Si las carreteras asfaltadas, en las zonas más bajas de la isla, ya eran difícilmente transitables, adentrarse río arriba por la 842 resultaría virtualmente imposible. Por no hablar de los cuatro kilómetros que posteriormente habría tenido que caminar, entre el arranque de la F26 y la cascada, al estar dicha pista cerrada al tráfico. En un día de por sí complicado y con un temporal acercándose, intentarlo habría sido una temeridad.
Llegué a Goðafoss a primera hora de una tarde nublada y ventosa. Me dirigí directamente a su aparcamiento oriental. En principio, el único que está abierto en invierno. Apenas habría media docena de vehículos aparcados. La visita empezaba bien. Nada que ver con la habitual masificación estival. El día era gris, pero suficientemente luminoso. Y no nevaba. Tan solo el viento parecía empeñado en intentar complicar mis intenciones. Éstas eran bien simples. Quería hacer una fotografía de larga exposición, buscando captar esa extraña mezcla entre el hielo y el agua, que magnifica la belleza de las cascadas durante el invierno islandés. Algo que no siempre resulta sencillo. Por un lado están los inconvenientes atmosféricos, como la nieve y el viento, que pueden complicar la toma hasta el extremo de hacerla imposible. Además, el resultado dependerá del grado de congelación de cada cascada. Si éste es inapreciable, no habrá mucha diferencia con una fotografía en verano. Peor aun puede ser el caso contrario. Si, como me había ocurrido un par de días atrás en Rjúkandafoss, el salto de agua está completamente helado, puede llegar a ser prácticamente invisible. Sobre todo, cuando lleva días congelado y entre tanto ha caído alguna nevada. También debemos tener en cuenta que, si los días son muy fríos, el caudal del río puede verse afectado, llegando a desaparecer en algunos casos.
Aquel día parecía tener todo de cara. Goðafoss estaba en un equilibrio casi perfecto entre las zonas congeladas y aquellas en las que el agua lograba seguir fluyendo. Tan solo el caño central, que contribuye en buena parte al extraño aspecto de la cascada, estaba completamente helado, creando una curiosa formación de carámbanos. Además, pese al frío extremo del día anterior, el Skjálfandafljót mantenía un caudal bastante apreciable. Acabé quedándome prácticamente solo en el mirador, por lo que pude desenvolverme con toda tranquilidad, buscando el encuadre más interesante. Tras varios ensayos, me di por satisfecho, aunque en realidad no estaría seguro del resultado hasta llegar al hotel, donde podría ver las tomas en una pantalla más adecuada.
A continuación, intenté bajar hacia la orilla del río. Desde la playa de cantos rodados que se encuentra a los pies del mirador principal, hay una perspectiva muy interesante de la cascada, con el agua del Skjálfandafljót en primer plano. Pero el camino estaba cortado. La gruesa capa de nieve me impedía seguir avanzando. Por si me podía quedar alguna duda, una cadena atravesaba el sendero de lado a lado, cerrando el acceso. Pero el breve desvío tuvo su lado positivo. Según regresaba a la senda principal, pude ver un vehículo al otro lado del río. Tenía todo el aspecto de ser una de esas furgonetas reconvertidas en minibús que suelen utilizar los talleres fotográficos que recorren la isla. ¿Estaría abierto el aparcamiento occidental? No perdía nada por averiguarlo.
No debí ser el único que se hizo la misma pregunta, pues entré al aparcamiento siguiendo las rodadas de un par de vehículos. Éstos se adentraron, con dificultad, hacia las proximidades del mirador. Yo preferí ser más prudente. Dejé el coche cerca de la entrada y continué andando. Unos minutos después, estaba frente a la cascada. Creo que los miradores de la orilla occidental ofrecen la mejor vista sobre Goðafoss, con los dos saltos principales enmarcando al central, que aquel día era completamente inexistente. Volví a emplazar el trípode, repitiendo el proceso de sacar varias tomas. Tras lo cual, intenté grabar un video. En ese mismo instante, comenzó a nevar. No era una gran nevada, pero era la señal inequívoca de que el temporal se estaba aproximando. Había llegado el momento de seguir mi camino hacia el oeste.
Al final, logré algunas fotos con las que me encuentro bastante satisfecho. Pero, por encima de todo, las casi dos horas que pasé en el entorno de Goðafoss me sirvieron para reconciliarme con la cascada. La gruesa capa de nieve borraba buena parte de las huellas que la civilización ha ido dejando en su entorno. La casi total ausencia de visitantes se traducía en un universo sonoro completamente dominado por el continuo rugir del Skjálfandafljót. El paisaje era de una rabiosa belleza primigenia, acentuada por el viento, el frío y los témpanos de hielo, que descendían entremezclados con las gélidas aguas del río. Según me reincorporaba a la Ring Road, no pude evitar sentir una punzada de melancolía. Será complicado volver a visitar Goðafoss en unas condiciones tan fascinantes.
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Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/diez-dias-de-invierno-en-islandia/ encontrarás la descripción de mi segundo recorrido invernal por Islandia.
El blog ZigZagviajes.com tiene una buena entrada sobre la cascada: https://zigzagviajes.com/cascada-godafoss-islandia/.
En inglés, la versión original del mismo blog tiene un post sobre Goðafoss en invierno, que parece no estar disponible en español: https://www.zigzagonearth.com/waterfall-godafoss-winter-iceland/.
El siempre interesante canal de YouTube del fotógrafo danés Mads Peter Iversen tiene un video sobre la cascada: https://www.youtube.com/watch?v=ZitutvY8Gdc.
Se puede ver una foto similar a la que no pude hacer, junto a la orilla del Skjálfandafljót, en https://photos.skarpi.is/image/I0000kAtGD67ws2U.
Quiero imaginar la sensación de contemplar esa curiosa maraña de agua helada y líquida, mas todos los estados de transición, en la cascada Godafoss.
Según observo tus impactantes imágenes, puedo esperar en cualquier momento que Heimdall, guardián de todos los dioses del norte, surja entre los chorros congelados para avisarnos de que no perturbemos su descanso. De lo contrario avisará a Vali, dios de los arqueros, para que repela nuestra curiosidad y acabe alejándonos de allí.
Luchar contra nieve y viento para captar el instante que buscabas debió suponer un buen esfuerzo que mereció la pena. Las imágenes de tu post lo dicen todo. Hay dos imágenes que titulas “Goðafoss y el río Skjálfandafljót” y “Hielo en el Skjálfandafljót” que me inspiran para escribir una historia de fantasía épica. Podría tratarse de la entrada a un inframundo de almas perdidas donde aquellos dioses del norte manejan a su antojo los hilos que mueven el cosmos.
Según me han contado, la playa de cantos rodados a los pies del mirador tiene la peculiaridad de que los cantos son coloreados. ¿Es así? Me recuerda a una playa de Cantabria, Castro Urdiales, donde también he visto cantos así. Una preciosidad sin duda.
Una pregunta: dices que la Ring Road, carretera de circunvalación de 1.332 km que rodea toda la isla, permite a los visitantes ver todas las regiones exceptuando los Fiordos del Oeste y la península de Snaefellsnes. ¿Has llegado a conocer estas dos últimas zonas?
Agradezco mucho tus detalladas recomendaciones, tan útiles como siempre. Lo que veo más complicado es decidir cuándo pasarme por allí para conocer esos maravillosos paisajes.
Termino con una reflexión. La masificación es la temida consecuencia del turismo que comercia con los valores naturales del mundo, tanto paisajísticos como históricos. Es algo incontenible que se va comiendo el encanto original de tan bellos paraísos como hay en el planeta. Las naciones comulgan con esas ruedas de molino pues la economía manda, y si la marea turística es un impulso tan fuerte para la prosperidad se le permite casi todo. Pero también creo que deberían gozar de más atención las normas a la hora de visitar esos lugares, concienciando a la gente de que adopte un comportamiento cívico respetando el entorno natural.
Saludos y enhorabuena por tan fascinante reportaje.
Hola Marcos. Luchar contra el viento y la nieve es parte del «encanto» del invierno islandés, sobre todo en el norte de la isla.
Respecto a tu pregunta sobre Snæfellsnes y los Fiordos del Oeste, he estado en ambas zonas varias ocasiones. De hecho, los Fiordos del Oeste son una de mis regiones favoritas de Islandia, quizá tan solo por detrás de Fjallabak. Por cierto, otro lugar que tampoco recorre la Ring Road. Una ruta que, en mi opinión, no es la mejor forma de conocer Islandia.
Sobre la masificación, coincido completamente contigo. Aunque, todo hay que decirlo, en Islandia ésta es relativa. Solo la he sufrido en algunos lugares del Círculo Dorado y la costa meridional y, en el norte, precisamente en Goðafoss. Y, aún en estos sitios, los espacios son tan grandes que no resulta demasiado difícil encontrar la calma.
Me ençà tan las imágenes
Muchas gracias Nèlida.