Autora invitada.
Hoy nos visita Valeria Schapira. Escritora, periodista y viajera argentina, con la que tuvimos el placer de compartir un hermoso crucero por aguas árticas, entre Islandia y Groenlandia.

Cuando arranqué con mi emprendimiento de viajes no tenía otras herramientas que mis ganas, algún que otro contacto y mis conocimiento periodísticos. Y un buen teléfono, eso sí. Decidií situarme en lugar de aprendiz – ¿no lo somos todos al fin de cuentas? – y empecé a tomar cursos de redes sociales en los que la mayoría de los asistentes tendría unos veinte años. Fue previo a la pandemia.

La pandemia cayó sobre mi incipiente emprendimiento y decidí no dejarme amedrentar. Compré una bicicleta y con mi permiso de periodista empecé a filmar las desiertas calles y gloriosas cúpulas de Buenos Aires. Cuando la cosa aflojó un poco, logré que abrieran museos y edificios cerrados para mí. Vi cosas en exclusiva que jamás podría haber visto en otro contexto.

Pero volvamos a los orígenes. Empecé a viajar de la mano de algunas empresas y entes de turismo que apostaban a mí y a mi trayectoria. Porque, a decir verdad, de redes sociales sabía poco aún.

Todo se aprende y aprendí haciendo. Viajando con influenciadores, viendo que hacían y tomando de esas experiencias lo que me resonaba. Jamás traicioné mi esencia para ganar seguidores. Muestro lo que quiero. Hago lo que quiero y digo lo que quiero. Así en #Viajosola como en la vida.

Luego sumé mis podcasts de viajes y notas en los medios tradicionales donde siempre me he movido como pez en el agua.

Al sur del sur

Al sur del sur.

Siempre me preguntan por qué viajo sola. No siempre lo hago en solitario – a veces en grupos de periodistas o amigos.

Hay un sinnúmero de razones por los que viajar en la propia compañía me encanta. Sobre todo porque hay muchas más chances de conectar con otras personas y lugares desde una perspectiva más abierta, más curiosa, más valiente. Cuando salimos de los circuitos habituales y del albergue que nos dan las personas conocidas nos reencontramos, nos aceptamos y nos reconozcamos desde otra perspectiva.

Viajo sola hace por los menos treinta años. Por entonces era vista como una mujer rara y creo que muchos me tenían pena (o quizás envidia) He ido a comer sola hace treinta años en mi pueblerina ciudad natal. Jamás dejé de hacer las cosas que quería por la mirada ajena. Problema de ellos. Claro que era vista como “rara” y juzgada por ello. Lo increíble es que, aún hoy, muchos nos siguen viendo a quienes viajamos solas como “valientes” y osadas. Y raras.

Hay un sinnúmero de buenas razones para animarse a viajar en la propia compañía y la primera de ellas es el autoconocimiento. Algo que a muchos les da terror. Encontrarse con uno mismo y sus fantasmas puede ser una experiencia tan enriquecedora como aterradora.

Viajar solo equivale a libertad, a no tener horarios, a abrirse a nuevas experiencias y sobre todo a salir de la amabilidad de la zona de confort.

En algunos destinos, sobre todo los de naturaleza, la experiencia abre los sentidos a la inmensidad y a desafiar los prejuicios.

En mis viajes por Argentina y por el mundo conozco gente maravillosa, incluso alguna que sería calificada como “rara” por el montón. Es esa gente la que suele nutrirme más. Escucho, comparto, aprendo. Probablemente no tendría contacto con esas personas si viajara con un amigo o mi pareja.

En los viajes, como en mi vida, me dejo guiar por la intuición. Así elijo mis destinos, qué es lo que veo en cada sitio y con quien me junto. En cada viaje, aprendo a confiar más y, aunque parezca paradójico, a cuidarme y a no tomar riesgos innecesarios.

Hago profunda conexión con lo que me pasa. Me redescubro. Muchas veces no hacemos conscientes nuestros recursos hasta que los necesitamos. Esto es algo que solemos aprender viajando. A sacar conejos de la galera ante los imprevistos. Ganamos confianza en nosotros mismos y nos aventuramos a nuevas pruebas. Aprendemos a convivir con la falta de certezas. ¿No se trata de eso la vida, al fin de cuentas? Sabemos bien que nuestro supuesto control sobre las circunstancias no es otra cosa que una falacia.

En Skálanes

En Skálanes.

Estoy aprendiendo a viajar – y a vivir – más liviana en todo sentido. Las maletas me pesan y las cargas emocionales, ni les cuento. Es en los viajes pongo la vida en perspectiva, tomo distancia, hago foco nuevamente. Barajo y doy de nuevo.

Viajar es una forma de trascender las propias barreras, nutrir el corazón y hacer nuevos amigos. Como Olga e Isaac, mis amigos de Islandia y Groenlandia.

A su salud vaya esta columna!

Para ampliar la información.

El blog personal de Valeria está en https://valeriaschapira.com.ar/.

En https://tn.com.ar/general/2023/09/17/mi-travesia-por-islandia-salvaje-y-los-fiordos-de-groenlandia-una-experiencia-unica/ encontraremos un artículo de Valeria, narrando su viaje por Islandia y Groenlandia.