Tras sopesar diversas opciones, acabé decidiéndome por una de compromiso. Realizaría un viaje de tan solo ocho días y medio. Nueve, si contamos el tiempo perdido en ir y venir entre Madrid y Keflavik. Centraría el trayecto en el sur de la isla, con un objetivo claro: intentar visitar lugares que normalmente son inaccesibles durante el invierno, dando además prioridad a aquellos que no conocía. Definí una larga lista de preferencias: una excursión desde Þakgil hasta el Huldujökull, Lakagígar, el cañón de Múlagljúfur, Mjóifjörður, el cráter de Rauðibotn, el paso de Öxi o el cráter de Rauðaskál. A lo que pretendía añadir una excursión en avioneta por el sur de Islandia. Como siempre, el orden concreto de las visitas vendría marcado por el voluble clima de la Tierra de Hielo.
- Al final, el viaje quedó como sigue:
- 4 de septiembre: vuelo Barajas – Keflavik, donde llego de madrugada. Directamente a dormir al hotel Aurora.
- 5 de septiembre: de Keflavik a Hella. Tras recoger el coche de alquiler, me pongo en marcha hacia el este, en una jornada que, pese a lo que diga el calendario, resulta típicamente otoñal. De camino, intento visitar la sexta erupción en Sundhnúkagígar, que está dando sus últimos coletazos. Sin el menor éxito. Reorganizo lo que queda de día para realizar una primera excursión por las Tierras Altas, recorriendo el oeste de Landmannaleið con el cráter de Rauðaskál como principal objetivo.
- 6 de septiembre: nuevo salto hacia el este, desde Hella hasta Kirkjubæjarklaustur. El clima mejora por momentos, hasta el extremo de llevarme a improvisar un desvío por Kerlingardalsvegur, con el fin de realizar una excursión desde Þakgil, que acabaría siendo la más larga y dura del viaje.
- 7 de septiembre: paso el día recorriendo Fjallabaksleið syðri, al este del vado del río Hólmsá, con el cráter de Rauðibotn como principal objetivo. Nuevamente disfrutando de una jornada espléndida.
- 8 de septiembre: una larga excursión por las carreteras de montaña F206 y F207, mientras visito el fascinante Lakagígar durante un día errático, en el que los chubascos se alternan con los claros.
- 9 de septiembre: último salto hacia el este, para llegar de Kirkjubæjarklaustur a Höfn. Mi plan era visitar el cañón de Múlagljúfur, pero el temporal que se espera para la siguiente mañana acaba trastocándolo completamente. En este caso para bien. Comienzo la mañana con una excursión hasta el Falljökull. Después, una breve pero fructífera visita al Svínafellsjökull, mi glaciar favorito de Islandia. Seguida de un precioso viaje en avioneta, sobrevolando el sur de Islandia entre Skaftafell y Landmannalaugar. Remato la impresionante jornada visitando el Kvíárjökull.
- 10 de septiembre: vuelve el otoño. Empleo el día al norte de Höfn, entre cielos encapotados, chubascos y alguna nevada. Aún así, logro cubrir casi todos mis objetivos: atravieso el paso de Öxi, visito el Mjóifjörður (aunque tengo que renunciar a llegar hasta Dalatangi) y recorro la península de Vattarnes por la carretera 955.
- 11 de septiembre: comienzo el regreso hacia el oeste, saltando desde Höfn hasta la granja de Hali. El plan era visitar Hvannagil y después explorar Jökulvegur, la carretera de montaña F985. El intenso vendaval me obliga a renunciar a ambos objetivos. Logro salvar parte de la tarde dando un tranquilo paseo frente al Heinabergsjökull.
- 12 de septiembre: el verano parece haber regresado a Islandia, mientras doy nuevo salto hacia el oeste, entre Hali y Ölfus. De camino, por fin logro visitar el cañón de Múlagljúfur. Después, un nuevo fracaso, esta vez en Mýrdalsjökulsvegur, provocado por la falta de tiempo y el pésimo estado del firme. Para compensar, los dioses del norte deciden regalarme la única aurora boreal de todo el viaje.
- 13 de septiembre: tan solo queda regresar a Keflavik. Intento visitar la cueva de lava de Arnarker, pero me encuentro con la carretera 380 cortada. También sigue cerrada la ruta que atraviesa Grindavik, por lo que termino regresando a Seltún, en Krýsuvík. Una de mis visitas clásicas en Islandia. Después, tan solo queda devolver el coche de alquiler y tomar un vuelo rumbo al aeropuerto de Barajas.
Acabé recorriendo unos 2.270 kilómetros, entre ida y vuelta, de los cuales 407 estaban sin asfaltar. Aproximadamente el 18% de la ruta. Todos ellos al volante de un Subaru Forester que cumplió perfectamente su misión. Pese a no dejar de ser un simple SUV, al disponer de una altura libre al suelo relativamente elevada, me permitió desenvolverme sin muchos problemas por las carreteras de montaña que atravesé. Tampoco encontré mayor problema en los vados de los ríos Hellisá y Varmá, en parte por tener suerte con el nivel del agua. En cambio, no me atreví a vadear el Hólmsá, para lo que habría necesitado un 4×4 «de verdad», a ser posible con «snorkel«.
Respecto a los hoteles, las cortas distancias que acabé recorriendo en varias jornadas me permitieron dejar parcialmente de lado la clásica táctica de cambiar todos los días de alojamiento. Pasé una noche en Keflavik, otra en Hella, tres en Núpar, dos en Höfn, una en la granja de Hali y la última en Ölfus. Mucho más relajado que verme obligado a mudarme todos los días.
En resumen, un viaje breve pero intenso, en el que pude alcanzar la mayor parte de mis objetivos. Algo que en la Tierra de Hielo nunca puedes dar por sentado. Aunque lo más importante fue comprobar de primera mano que, en efecto, el otoño es la mejor época para visitar Islandia. Habrá que regresar el año próximo, esta vez con el objetivo de recorrer el noreste de la isla y explorar las Tierras Altas septentrionales.
Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/islandia-de-hotel-en-hotel/ encontrarás información sobre los hoteles de la isla.
Puedes ver un recorrido invernal que en gran parte coincide con este visitando https://depuertoenpuerto.com/invierno-en-el-sur-de-islandia/.