En Islandia no faltan los lugares con colores deslumbrantes, sobre todo en sus fascinantes Tierras Altas. Pero incluso aquí hay categorías. El cráter de Rauðaskál destaca por los llamativos tonos rojizos de sus laderas, aunque para contemplarlos deberemos adentrarnos en un desierto negro, atravesado por complicadas pistas. Ambas circunstancias contribuyen a ensalzar el embrujo de Rauðaskál. El contraste entre la áspera llanura y el cráter realza la vivacidad de los colores de éste. Y la relativa dificultad de su acceso evita que comparta destino con otros lugares, no tan lejanos, en las zonas más turísticas y masificadas de la Tierra de Hielo.

En el aparcamiento de Rauðaskál

En el aparcamiento de Rauðaskál.

Llegué al aparcamiento de Rauðaskál poco antes de las cuatro de una desapacible tarde del prematuro otoño islandés. En realidad, el parking era un espacio virtualmente indistinguible del entorno circundante. Cuatro postes clavados en la negra tierra volcánica, acompañados por una roca, con el nombre del cráter y una flecha pintados en blanco. En cualquier caso, suficiente para delimitar claramente el espacio en el que era legal estacionar. En las Tierras Altas de Islandia dejar el coche en un lugar no autorizado, fuera de las pistas habilitadas, te puede salir muy caro.

Rauðaskál desde el aparcamiento

Rauðaskál desde el aparcamiento.

Del aparcamiento sale una senda, con una longitud aproximada de 900 metros, que va rodeando el cráter mientras conduce hasta su cima. La lluvia parecía concederme una tregua, aunque había sido reemplazada por el viento. En cualquier caso, me puse en marcha de inmediato. Curiosamente, las laderas que tenía al frente estaban cubiertas por un manto mucho más verde que la llanura. Hacia el este, los mismos tonos verdosos servían para realzar la cima rojiza que caracteriza al cráter, que también es conocido entre los turistas como el «cráter manzana». Personalmente, suelo preferir los nombres locales. En este caso, Rauðaskál se traduciría como “el cuenco rojo”. Suficientemente descriptivo.

Rauðaskál desde la senda

Rauðaskál desde la senda.

Sus peculiares tonos se hicieron más evidentes según comenzaba a remontar la senda. Una vez más, la paleta de colores era deslumbrante, acentuada por un tímido sol, que se esforzaba por intentar atravesar el denso manto de nubes. La tarde era dura. Llena de esa belleza salvaje que tanto me fascina de la Tierra de Hielo. Una vez más, la absoluta soledad en que me encontraba no hacía más que enfatizar la aspereza del paisaje. Por primera vez en aquel viaje, sentí que había llegado a mi Islandia favorita.

A mitad de camino

A mitad de camino.

La senda avanzaba en paralelo a una pequeña vaguada, recorriendo la ladera opuesta al cráter. Más adelante, terminaba por atravesarla y ascendía, prácticamente recta, por la misma ladera de Rauðaskál. No me pareció especialmente dura ni complicada, aunque en algunos momentos me vinieron bien los bastones de senderismo. Sobre todo durante el regreso, cuando tuve que descender atravesando los tramos de material más suelto, rodeado por un vendaval cada vez más intenso.

Bifröst sobre Rauðaskál

Bifröst sobre Rauðaskál.

Según ascendía, apareció un arco iris. El Bifröst de los viejos poemas islandeses, que une Miðgarðr, el mundo de los hombres, con Ásgarðr, la morada de los dioses nórdicos. La jornada comenzaba a dar señales de un nuevo giro, esta vez a peor, mientras yo remontaba los 220 metros de desnivel que hay entre el aparcamiento y la cima del cráter.

En la cima de Rauðaskál

En la cima de Rauðaskál.

Logré superar el último repecho antes de que el día acabara de torcerse. Arriba, me recibió un terreno de un rojo asombrosamente intenso que, una vez más, contrastaba con el verde rabioso de la poca vegetación que lograba aferrase al terreno. Si, en un día gris y lluvioso de comienzos de otoño, el lugar resultaba deslumbrante, ¿cómo será en una  de las pocas jornadas luminosas del breve verano islandés? Definitivamente, la fama de Rauðaskál está más que justificada.

Rauðaskál y el Hekla desde la F225

Rauðaskál (a la izquierda) y el Hekla (entre las nubes) desde la F225.

Rauðaskál se encuentra, en linea recta, a unos 7 kilómetros del Hekla. Uno de los volcanes más temidos de Islandia, que aquella tarde permanecía oculto entre las nubes. Visible o no, si vas de excursión por sus inmediaciones deberás estar pendiente de cualquier indicio de actividad del gran estratovolcán, así como de las notificaciones de tu teléfono móvil. En caso de alarma, tan solo tendrás entre 30 y 80 minutos para ponerte a salvo. Tal como se encargan de recordarte varios carteles repartidos por los accesos a la zona.

El interior de la caldera

El interior de la caldera.

Por lo demás, más allá de que alcanza una altitud de 655 metros y que el diámetro de su caldera ronda los 270, no sabemos demasiado de Rauðaskál. Por ejemplo, se desconoce la fecha de su formación. Aunque, precisamente por su cercanía al Hekla, en 2013 se instaló una estación de seguimiento, con cámaras y detectores de SO2. El temido dióxido de azufre, cuya presencia se considera una de las primeras señales de activación del estratovolcán. También se han realizado algunas prospecciones de tefra que, a pesar de estar centradas en el estudio del Hekla, han conducido a un mayor conocimiento del Rauðaskál.

Regresando al aparcamiento

Regresando al aparcamiento.

Apenas estuve diez minutos en su cima. Los suficientes para que la tarde se convirtiera en un pequeño infierno de viento y lluvia. Algo, por otra parte, bastante habitual en Islandia. Afortunadamente había emprendido la excursión correctamente equipado y logré llegar al coche razonablemente seco, una hora y cuarenta minutos después de haber comenzado la caminata. A pesar de acertar con un día especialmente complicado, salí de Rauðaskál satisfecho. El cráter era todo lo hermoso que me habían contado y las sensaciones de soledad y aspereza que el entorno trasmitía no hacían más que acentuar su atractivo. Tan solo sentí no poder volar el dron. Por un lado, no había pedido el permiso necesario. Y, aunque lo hubiera obtenido, al final el nefasto clima lo habría hecho imposible. Otra vez será.

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Para ampliar la información.

Wikiloc tiene una breve reseña sobre la caminata: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/raudaskal-77888790.

En inglés, muy recomendable la entrada sobre la zona en Epic Iceland: https://epiciceland.net/tag/raudaskal/.

También interesante el artículo en The Photo Hikes, con las tomas de dron que yo no pude hacer: https://thephotohikes.com/hike-to-raudaskal-the-apple-crater/.

En https://www.youtube.com/watch?v=mDqZ9mcyLmA podrás ver un video, grabado en un día bastante más luminoso que el de mi visita.