Había recorrido el tramo central de la F210 durante el verano de 2021, en compañía de Olga, como parte de un hermoso itinerario al norte del Mýrdalsjökull. En aquella ocasión, llegamos a Fjallabaksleið syðri desde el oeste, por la F261, para apenas atravesar los 21 kilómetros que nos separaban del desvío de la F232, por la que regresamos a la Ring Road evitando el temido vado del Hólmsá. En aquella escasa distancia pudimos conducir por lugares irreales, como Mælifellssandur, y pasar a los pies del legendario Mælifell. Siempre con el impresionante flanco septentrional del Katla llenando nuestro horizonte hacia el sur. Regresaba tres años y un mes más tarde, esta vez en solitario, para recorrer el tramo oriental de Fjallabaksleið syðri hasta las inmediaciones del extraño Rauðibotn. Mis planes terminaban allí. A continuación, sería el vado del Hólmsá el que determinaría el resto de mi jornada.
Llegué al desvío de la 210 quince minutos después de las diez de una espléndida mañana de otoño. Con un viento casi inexistente, el cielo parcialmente cubierto y ni la más mínima previsión de precipitaciones. De la 208, a esas alturas una carretera sin asfaltar, se separaba hacia el oeste Ljótarstaðavegur, que todavía era una carretera «normal». La carretera de montaña, con la F delante de su número, arrancaba tan solo seis kilómetros más allá, en las inmediaciones de la granja de Snæbýli. Lo cual, a efectos prácticos, quería decir que encontraría puentes sobre el Tungufljót y el Seljadalsá, los dos primeros ríos que debía atravesar.
Más allá de la granja, la carretera se estrechaba y comenzaban los baches, los charcos y los primeros repechos, mientras Fjallabaksleið syðri remontaba unas colinas. A las diez y media, pasaba entre dos señales de peligro y dejaba atrás el portillo con el que, tras la primera nevada seria del otoño, cerrarían la ruta al tráfico. A mi derecha, una extraña formación de roca volcánica se alzaba sobre la carretera. Parecía esperar, al acecho, el paso de un vehículo despistado para abalanzarse sobre él. Había llegado a las Tierras Altas de Islandia.
Cuando superé el final de la cuesta, me encontré con una amplia loma, deslizándose suavemente hacia el oeste. La vista era impresionante. Al otro lado del valle del Hólmsá, el flanco oriental del Katla se mostraba en todo su esplendor. Las laderas cubiertas de musgo se alternaban con las paredes de oscura roca, y ambas con las lenguas glaciares que el Mýrdalsjökull lanzaba hacia las tierras bajas. Por encima, un irregular manto de nubes velaba parcialmente la cima de uno de los volcanes más temidos de Islandia, añadiendo un aire de misterio a la deslumbrante escena.
La carretera giraba hacia el norte, zigzagueando de colina en colina, con un firme cada vez más irregular. El tráfico era completamente inexistente, permitiéndome parar cada vez que se presentaba una oportunidad fotográfica. Algo que, según me adentraba en las estribaciones meridionales de Fjallabak, ocurría cada vez con mayor frecuencia. Avanzaba a paso de tortuga, más por culpa de las continuas fotos que del complicado trazado de la F210.
A las once, tras un abrupto descenso, llegué al primer vado de la ruta. Un pequeño afluente del Hólmsá, que no presentó el menor problema. En dos minutos, otro vado, seguido por un tercero, un poco más profundo, quince minutos más tarde. Allí me encontré con el primer vehículo que veía en Fjallabaksleið syðri. Un Mitsubishi que venía en sentido contrario. Intercambiamos unas cuantas palabras. Según me dijo su conductor, no se habían atrevido a cruzar el Hólmsá. Les aconsejé algún plan alternativo y seguí mi ruta sin preocuparme. El aparcamiento de Rauðibotn estaba al este del vado.
En apenas unos minutos, llegaba a la orilla del Hólmsá. La carretera se diluía en un oscuro arenal, con todo el aspecto de haber estado inundado recientemente. Me costó encontrar la pista que, desviándose hacia la derecha y tras atravesar otro pequeño vado, conducía al aparcamiento del cráter. Había alcanzado el punto de arranque de mi excursión del día.
Una excursión a Rauðibotn.
Media hora más tarde, lo que resultó ser un Toyota Land Cruiser se aproximaba a la orilla del vado. Mientras tanto, yo había podido llegar a mi Subaru Forester y cambiar el objetivo de la cámara. Justo a tiempo, pues el Toyota apenas se detuvo antes de adentrarse en las aguas del Hólmsá. Según llegaba a la orilla oriental del río, hundió su morro en la parte más tumultuosa del vado. No llegó a sumergirlo por completo, pero mi coche era bastante más bajo. Con ese nivel de agua, intentar atravesar el Hólmsá era poco menos que una locura. En cualquier caso, decidí acercarme a curiosear junto a la orilla del vado. No sería la primera vez que veía a alguien vadear por una ruta complicada, para posteriormente comprobar como otro vehículo me mostraba una forma más adecuada de hacerlo.
Según llegaba al vado, en la orilla contraria apareció un Suzuki Jimny. Un vehículo más parecido al mío en cuanto a su capacidad de atravesar ríos. Esperaría a verlos cruzar. El problema fue que, al final, no se animaron. Tras estudiar el vado, abrir el capó, comprobar la altura de la toma de aire de su motor y volver a estudiar el vado, decidieron no intentarlo. Algo perfectamente comprensible. Al fin y al cabo, el río parecía profundo y el Jimny tiene fama de flotar con relativa facilidad.
Pero el vado parecía estar bastante más concurrido de lo que podía esperarse en una remota pista de las Tierras Altas. Según el Jimny comenzaba a desandar su camino, apareció otro coche desde el este, ocupado por dos alemanes. Entablamos la típica «conversación de vado»: ¿cómo lo ves?, ¿vas a animarte a cruzar?, ¿has visto vadear a otro vehículo?. Las pocas dudas que tenían desaparecieron al mostrarles las fotos del Toyota en el vado. Iba a marcharme cuando, desde el oeste, apareció una campervan. Tras unos segundos de pausa, se lanzó al vado sin el menor titubeo. Su mayor altura les permitió atravesarlo sin demasiados problemas. Pero aquel fue el argumento definitivo para decidir que regresaría al hotel por el este, desandando el camino que había recorrido durante la mañana.
La única diferencia fue un breve desvío, por una pista lateral que llega a las inmediaciones de Axlafoss. Un pequeño salto de agua, de apenas 8 metros de altura, por el que se despeña el Hólmsá. El lugar tenía su encanto, pero no dejaba de ser una más entre los millares de cascadas que se reparten por la geografía de Islandia. Además, el sol del atardecer creaba fuertes contrastes entre las luces y las sombras, haciendo muy complicado conseguir una fotografía decente. Apenas estuve diez minutos en sus inmediaciones.
Por lo demás, aunque recorría el mismo paisaje que durante la mañana, este parecía diferente. El sol, cada vez más bajo sobre el horizonte occidental, se unía a una sutil bruma, para difuminar la silueta de los grandes glaciares que se descuelgan desde el Katla. El resultado, aunque quizá menos hermoso que el limpio panorama de la mañana, tenía un extraño toque onírico.
A las seis y media atravesaba nuevamente la granja de Snæbýli, dejando atrás las Tierras Altas para adentrarme en Skaftártunga. Poco después, pasaba junto a Grafarkirkja. Una iglesia, en la granja de Gröf, que no debemos confundir con su homónima en el Skagafjörður, bastante más famosa. Iluminado por los rayos del atardecer, el pequeño templo creaba una hermosa estampa. Pero, a esas alturas de la tarde, me encontraba demasiado hambriento y cansado para realizar una nueva pausa. Apenas unos metros más allá, estaba la carretera 208 y, diez kilómetros al sureste, el asfalto de la Ring Road. Al día siguiente, me enfrentaría a una jornada bastante más complicada, intentando recorrer la F206. Parecía más razonable ir directamente al hotel y afrontar el nuevo reto lo más descansado posible.
Para ampliar la información.
Si no tienes experiencia conduciendo por las Tierras Altas de Islandia, te interesará leer esta otra entrada: https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-las-tierras-altas/.
En el blog Smartrippers puedes ver un recorrido completo por Fjallabaksleið syðri: https://www.smartrippers.com/en/iceland/f210-one-of-the-most-beautiful-tracks-in-iceland/.
Al igual que en el siempre interesante Epic Iceland: https://epiciceland.net/fjallabak-highlands-south-iceland/.
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