Mi tercera jornada en Islandia resultó caer en domingo. El tiempo en Reykjanes había mejorado y tocaba regresar a dormir en la península, más cerca de Geldingadalir. Había descartado intentar subir al volcán ese día, huyendo de la elevada afluencia de visitantes que se esperaba durante el festivo. Mi plan inicial era visitar Glymur, pero la previsión para esa zona era de lluvia. Además, aun no estaba instalado el tronco que, en verano, permite realizar la ruta a la cascada sin tener que vadear las frías aguas del Botnsá. Al final, decidí aprovechar para visitar algunos lugares del sur de Reykjanes que no conocía y, de paso, regresar a otros de los que tenía muy buenos recuerdos. También quería practicar de nuevo con el dron, antes de llevarlo al volcán.

Colores de Seltún

Colores de Seltún.

Comencé el día visitando la zona geotermal de Seltún, uno de los tesoros ocultos de la península. Forma parte del sistema de Krýsuvík, contiguo al de Fagradalsfjall, donde se estaba produciendo la erupción volcánica, por lo que la visita también tenía cierto interés dentro del contexto de mi viaje. Además, pese a no ser tan famosa como otras zonas similares de Islandia, Seltún había sido una de las sorpresas de mi viaje más reciente por la isla. Por último, pensé que sería un buen lugar en el que practicar con el dron, ya que esperaba encontrarlo prácticamente vacío.

La elección resultó ser todo un acierto. Tan solo coincidí con una familia, mientras realizaba un primer recorrido a pie por la zona. Luego, me quedé completamente solo. Apenas había viento y una sutil neblina envolvía las cimas de las cercanas montañas, mezclándose con los vapores que manaban del suelo, añadiendo un halo extra de misterio al lugar. Aún más que en mi anterior visita, Seltún parecía un paisaje de otro planeta. Al final, conseguí hacer un par de vuelos en los que, a pesar de mi evidente falta de pericia, conseguí comenzar a soltarme en el manejo del dron.

Me fue peor en mi segundo destino del día: los campos de lava de Herdisarvikurhraun. Éstos fueron creados por tres erupciones del sistema volcánico de Brennisteinsfjöll, la más reciente en 1341. Desde entonces, el musgo ha ido colonizando su superficie, dando lugar a un paisaje tan extraño como hermoso. La zona está completamente deshabitada, por lo que apenas hay caminos o lugares en los que aparcar. Al final, logré encontrar un pequeño aparcamiento en el margen septentrional del antiguo trazado de la carretera, muy cerca del cono volcánico de Stóra-Eldborg, junto al extremo occidental de Herdisarvikurhraun. El día era espléndido, pero engañoso. Tan pronto como elevé el dron por encima de los 80 metros, una fuerte corriente de aire comenzó a arrastrarlo, alejándolo del lugar en el que me encontraba, hasta el punto de que el control remoto y el dron acabaron perdiendo la conexión. La «inteligencia artificial» del dron decidió que no podía regresar al punto de despegue y reaccionó elevándose todavía más, empeorando la situación. Al final, cuando ya lo daba por perdido, recuperé el control y pude hacerlo regresar a cotas más bajas. Fue una magnífica lección de lo complicado que puede ser volar un dron de reducidas dimensiones en Islandia, aun en un día aparentemente apacible.

Los acantilados de Krísuvíkurberg.

A continuación visité los acantilados de Krísuvíkurberg. A pesar de su escasa altura, forman un conjunto interesante, que se extiende por unos 7 kilómetros de la costa meridional de Reykjanes. Combinan aves, geología, paisajes y una trágica historia de piratas berberiscos.

Costa de Selatangar

Costa de Selatangar.

La siguiente visita estaba un poco más hacia occidente, al final de una pista de apenas 1.500 metros. Selatangar es un antiguo asentamiento de pescadores, abandonado en 1884. El lugar está relativamente protegido de los embates del mar por una barrera de escollos que, al menos aquel día, era capaz de detener las olas de mayor tamaño. Otro de sus antiguos atractivos eran los restos que las corrientes marinas arrastraban a su orilla. En un país falto de árboles, los grandes troncos que llegaban flotando a Selatangar eran una excelente fuente de madera. En la actualidad, siguen llegando algunos troncos, pero son más abundantes otros tipos de residuos, mucho menos agradables. Botellas de plástico, restos de envases y, en general, cualquier tipo de basura capaz de mantenerse a flote durante una temporada se desperdigaba entre las oscuras piedras de la playa. Más allá de las escasas ruinas, su único encanto resultó ser la tranquilidad que envolvía la zona y las aves atraídas por dicha calma.

Katlahraun

Katlahraun.

Mucho más interesante me pareció la cercana Katlahraun, apenas unos metros al oeste. El campo de lava se creó hace un par de milenios, cuando una colada llegó al mar, enfriándose súbitamente. La lava fundida que había hacia el interior se enfrió mucho más lentamente, creando extrañas formaciones, hundimientos y chimeneas. Todo ello ha acabado cubierto por una espesa capa de musgo y líquenes. El lugar era un laberinto, por el que además había que caminar con cierta precaución, pues en ocasiones resultaba complicado distinguir las profundas grietas, ocultas entre el musgo y la hierba. La columna de humo del cercano Geldingadalir, del que apenas me separaban cinco kilómetros, ayudaba a ensalzar la escena.

Junto a Brimketill

Junto a Brimketill.

Mi último destino del día fue Brimketill. Guardaba magníficos recuerdos de mi primera visita al lugar, en una jornada invernal con un intenso oleaje. La segunda, en un apacible día de verano, fue bonita, pero mucho menos interesante. Mi nueva visita quedó en un punto intermedio. Brillaba el sol y había un viento moderado, pero algunas olas lograban superar la barandilla del mirador. En lugar de quedarme en su plataforma metálica, decidí explorar la costa hacia el oeste, saltando de bloque en bloque de lava. El recorrido tuvo su interés, pero llegó un momento en el que, para seguir avanzando, tenía que dar un largo rodeo. Preferí volver al hotel y reservar fuerzas para el día siguiente. Quería estar fresco para mi segunda subida a Geldingadalir.

Para ampliar la información:
Las demás entradas en el blog sobre Reykjanes están en https://depuertoenpuerto.com/category/europa/escandinavia/islandia/reykjanes/.

En https://depuertoenpuerto.com/un-viaje-imprevisto-a-reykjanes/ se puede ver el itinerario completo de mi viaje en abril de 2021.

En 101 Lugares Increíbles hay una breve reseña de Seltún: https://101lugaresincreibles.com/2008/04/krsuvk-un-sendero-infernal.html.

En inglés, se puede encontrar una entrada de Seltún en Guide to Iceland: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/the-colourful-geothermal-area-at-seltun-krysuvik-on-the-reykjanes-peninsula-in-sw-iceland.

En la misma página, describen una visita a Selatangar en invierno: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/6147/the-ruins-of-selatangar.

También se puede encontrar información sobre el yacimiento arqueológico en World Criss Crossing: https://worldcrisscrossing.com/selatangar/.