En los lejanos tiempos del Þjóðveldisöld, tres rutas comunicaban directamente el norte de Islandia con Þingvellir, el antiguo lugar de reunión del Alþingi: Sprengisandur, Kjölur y Kaldidalur. Esta última era la mas corta de todas, pues atravesaba el extremo occidental de las Tierras Altas. Cuando Islandia cayó bajo el dominio del rey de Noruega y el parlamento comenzó su largo camino hacia la irrelevancia, Kaldidalur fue la última en caer en desuso. También sería la primera en ser recuperada. En 1830 volvió a abrirse un camino, que sería bautizado como Kaldadalsvegur, la Ruta del Valle Frío.

Nubes sobre el Langjökull

Nubes sobre el Langjökull.

En la actualidad, el trazado de Kaldadalsvegur se corresponde en buena parte con la carretera 550. Sus 63 kilómetros comienzan en el cruce de las carreteras 36 y 361, al norte de Þingvellir. Los primeros 23, hasta el cruce con la carretera 52, están asfaltados. A partir de ese punto, comienza la parte realmente interesante: los casi 40 kilómetros de pista que, atravesando el extremo occidental de las Tierras Altas a los pies del Langjökull, llevan hasta el asfalto de la carretera 518, en el valle del río Hvitá.

Entre Kaldadalsvegur y el Langjökull

Entre Kaldadalsvegur y el Langjökull.

En contra de lo que muestran algunos mapas, el tramo septentrional de la 550 no es una pista con calificación F (carretera de montaña). Pese a la falta de asfalto, tanto su firme como su trazado están en un estado razonable y no es necesario vadear ningún río. Motivos por los que, en numerosas ocasiones, Kaldadalsvegur es denominada «las Tierras Altas para principiantes». Recorrerla permitiría probar brevemente las sensaciones que trasmite la región más indómita de Islandia, sin sufrir todas sus complicaciones. En principio, sería posible atravesarla con cualquier vehículo, aunque algunas agencias de alquiler prohíben recorrerla con automóviles sin tracción a las cuatro ruedas.

El valle del Hvítá desde Kaldadalsvegur

El valle del Hvítá desde Kaldadalsvegur.

Nosotros haríamos el trayecto en sentido sur. Arrancaríamos en el aparcamiento de Hraunfossar, junto al Hvitá. Tras entrar en la 550 por su extremo septentrional, nos desviaríamos brevemente por la 551 para hacer una visita al Langjökull. Después, regresaríamos a Kaldadalsvegur, para completar el trazado hasta su extremo meridional, en las inmediaciones de Þingvellir, donde queríamos dar un paseo por Hvannagjá.

En el norte de Kaldadalsvegur

En el norte de Kaldadalsvegur.

Iniciamos la ruta poco antes de las diez. La mañana era perfecta, con un viento suave procedente del sur. Las nubes cubrían parcialmente el cielo, dejando que el sol se filtrara entre algunos claros. Aunque en ese momento no llovía, podíamos ver algunos chaparrones descolgándose en la distancia. Mientras, el Langjökull permanecía oculto tras un espeso manto gris, amontonado sobre sus alturas. Frente a nosotros, el río Geitá serpenteaba por el fondo de un cañón, cuyas paredes difuminaba la espuma generada por Geitárfoss. El paisaje trasmitía una intensa sensación de salvaje belleza.

Una excursión hasta el Langjökull.

La carretera 551, también conocida como Langjökulsvegur, muere literalmente contra el hielo del Langjökull, el segundo glaciar más extenso de Islandia. En realidad, la pista continua sobre el glaciar y es recorrida regularmente por los grandes autobuses que permiten llegar hasta el túnel de hielo que se ha excavado artificialmente en éste.

Nos reincorporamos a la 550. La pista se adentraba hacia el sur, por la ladera de una montaña con el breve nombre de Ok. En realidad, un volcán de escudo de 1.170 metros de altitud, antiguamente coronado por un pequeño glaciar. Okjökull fue declarado «muerto» en el 2014, alcanzando así el dudoso honor de ser la primera víctima oficial del calentamiento global en Islandia. A nuestra izquierda, Nyrðra-Hádegisfell y Syrðra-Hádegisfell parecían jugar con las nubes, que seguían ocultando tanto al Langjökull como al Geitlandsjökull, que forma su extremo meridional.

Una pausa en la 550

Una pausa en la 550.

Kaldadalsvegur ascendía lentamente, recorriendo un paisaje cada vez más áspero y salvaje. La pista era ancha y no había el menor tráfico, por lo que las pausas eran continuas. Algunas muy breves, lo justo para hacer una fotografía. Otras, más prolongadas, en las que disfrutábamos tanto del espléndido panorama sobre el valle de Kaldidalur como del silencio, tan solo interrumpido por el viento.

Chubascos en Kaldidalur

Chubascos en Kaldidalur.

Éste venía desde el sur. En su avance, rodeaba los contrafuertes occidentales del Langjökull, empujando a su paso el denso manto gris que envolvía al glaciar. El lento pero incesante movimiento de las nubes añadía un aire de majestuosidad al entorno. De vez en cuando, efímeros chubascos, no sabemos si de agua o nieve, velaban el fascinante paisaje, en un continuo baile de luces y sombras.

Coronando Kaldadalsvegur

Coronando Kaldadalsvegur.

Las continuas pausas nos hicieron tardar casi 45 minutos en recorrer los poco mas de 10 kilómetros que llevan desde el cruce de la 551 hasta un gran amontonamiento de piedras que encontramos junto a la pista. Los restos de un antiguo mojón, junto al que había una amplia explanada, habilitada como aparcamiento. Aprovechamos el lugar para hacer una pausa más prolongada y contemplar el espléndido panorama. Al volver la vista atrás, hacia el camino que acabábamos de recorrer, nos sorprendió ver un cielo mucho más limpio y luminoso.

Kaldidalur

Kaldidalur.

Por contra, el impresionante panorama sobre Kaldidalur y las montañas que se extendían al otro lado del valle, desde las que se descolgaban varias lenguas glaciares, permanecía parcialmente oculto tras las nubes bajas. El mojón marcaba el punto culminante de Kaldadalsvegur. En dirección norte, el horizonte se extendía hasta el valle del Hvitá. La pista seguía zigzagueando hacia el sur, donde se comenzaba a adivinar el final de las Tierras Altas, en las proximidades de Þingvellir. En cualquier caso, aun estábamos a 41 kilómetros de nuestro siguiente destino. Debíamos seguir avanzando.

En el sur de Kaldadalsvegur

En el sur de Kaldadalsvegur.

Comenzamos el lento descenso. Poco a poco, íbamos dejando los glaciares atrás, pero el paisaje seguía siendo fascinante. Sobre todo hacia el este, donde una sucesión de montañas, con aspecto de ser de otro planeta, se entremezclaba con las nubes que seguía empujando el viento. Aparentemente, estábamos superando el extremo meridional del Þórisjökull, una tuya cubierta por un pequeño glaciar. Pero la capa de nubes bajas hacía muy complicado orientarse.

Hacia el límite de las Tierras Altas

Hacia el límite de las Tierras Altas.

Poco después, pudimos ver a nuestra izquierda una valla para el ganado. Señal inequívoca de que estábamos regresando a la civilización. Lentamente, el paisaje se volvía más suave y la vegetación más abundante. Hacia oriente, deberíamos haber visto la mole del Skjaldbreiður. Un volcán en escudo cuyo nombre se traduciría por «escudo ancho». En realidad, Skjaldbreiður es el responsable de que los volcanes en escudo tengan dicha denominación. Pero, una vez más, las nubes nos impedían apreciar sus verdaderas dimensiones.

Cerca de Þingvellir

Cerca de Þingvellir.

El paisaje seguía cambiando, mientras el firme de tierra se convirtió en asfalto. Habíamos dejado atrás las Tierras Altas. Poco después, al filo de la una, se hacía evidente que nos aproximábamos a Þingvellir. Tras dejar atrás el Lágafell, teníamos a nuestra izquierda la amplia llanura de Þingvallaskógur. En un recodo de la carretera, nos dimos de bruces con una profunda grieta atravesando el terreno. Estábamos llegando a nuestro siguiente destino y al final de la ruta.

Hvannagjá, al norte de Þingvellir.

La gran grieta de Almannagjá, donde se ubica el Lögberg, es sin duda la más visitada de Þingvellir. Pero no es la única. Toda la llanura está atravesada por numerosas fisuras, que fracturan el terreno a lo largo de varios kilómetros. Hvannagjá no deja de ser una más, con la particularidad de ser poco conocida y tener un acceso sencillo, a pocos metros de la carretera 550.

Al final, Kaldadalsvegur logró sorprendernos. Viniendo de atravesar el corazón de Islandia de sur a norte, por la F208 y la mítica Sprengisandsleið, nos preguntábamos si valdría la pena recorrerla. Puedo decir, sin la menor duda, que lo merece. No sé cómo será en un día despejado, pero los brumosos paisajes que pudimos disfrutar en sus escasos 40 kilómetros me parecieron espectaculares. Desde luego, aquí no tendrás las sensaciones de aislamiento y reto que transmiten las complicadas «carreteras de montaña», con una F delante de su número, que atraviesan el centro de la isla. Pero, si te preguntas si las Tierras Altas son para ti, recorrer la carretera 550 es una forma espléndida de averiguarlo y, de paso, disfrutar de la Islandia menos trillada.

Para ampliar la información:

En https://depuertoenpuerto.com/recorriendo-la-carretera-550/ puedes ver un recorrido en sentido contrario, durante una jornada bastante más soleada.

Aunque Kaldadalsvegur no tenga la dificultad de otras pistas de las Tierras Altas de Islandia, si no tienes experiencia en la zona, quizá te interese leer otra entrada de este mismo blog: https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-las-tierras-altas/.

En https://depuertoenpuerto.com/dieciseis-dias-en-islandia/ encontrarás todo nuestro itinerario de 16 días por Islandia.

En Islandia 24 hay un buen artículo sobre la carretera: https://www.islandia24.com/f550-la-ruta-de-kaldidalurkaldidalsvegu/.

En inglés, antes de aventurarte por Kaldadalsvegur puedes averiguar si la ruta está abierta visitando https://umferdin.is/en/region/west.

En YouTube hay numerosos videos sobre la ruta. Quizá uno de los mejores, tomado de sur a norte, aparentemente a principios de verano, sea https://www.youtube.com/watch?v=cf50ogDHc-c.

También se puede ver la ruta completa, en sentido norte – sur, en el canal de Ervin Drives Around: https://www.youtube.com/watch?v=SONFidfyOsg.